sábado, 1 de octubre de 2011

HACIA EL 2012: RESCATAR A MÉXICO

México vive una situación de emergencia provocada por la derecha gobernante. Los gobiernos del PAN han colocado al país en una zona de desastre en materia económica, política, social y en las relaciones internacionales.
Es urgente un programa de corte popular, que rescate a nuestro país.

Ya no hay tiempo que esperar. La derecha ha destrozado a México; las fuerzas democráticas tienen la encomienda histórica de rescatarlo. Ese programa emergente tiene que ser necesariamente, forzosamente contrario al modelo neoliberal. No hay de otra.

El programa emergente de las fuerzas democráticas mexicanas tiene que ver con el rescate de la Constitución de 1917. Hay que ponerla en vigor, porque ha sido permanentemente violada por la derecha con la más absoluta impunidad.

Urge restablecer la soberanía de la nación. El bien más preciado de todo pueblo independiente es el ejercicio pleno de su soberanía. Sobre ella han pasado y están pasando fuerzas del interior y del extranjero que nos quieren mantener como el traspatio de la potencia más agresiva de la historia.

Los gobiernos panistas se comprometieron a privatizar lo que quedaba del menguado patrimonio de los mexicanos, sobre todo el petróleo y la electricidad.

Los panistas han tratado de desnacionalizar, a como dé lugar, la industria petrolera mexicana y la industria electrica. Ellos nacieron, como corriente política, para combatir la obra constructiva de la Revolución Mexicana, la obra revolucionaria de Lázaro Cárdenas.

Los gobiernos panistas se comprometieron a privatizar lo que quedaba del patrimonio nacional. Ante el repudio popular insisten, en medio de la crisis, en sus pretendidas reformas estructurales, es decir, en privatizar lo último que queda y entregarlo al capital extranjero.

El ejercicio de la soberanía nacional nos obliga a rescatar los recursos petroleros y la energía eléctrica para ponerlos al servicio del pueblo mexicano que es el único y legítimo dueño, impidiendo la intervención de los intereses privados como lo ordena nuestra Carta Magna.

También urge rescatar la vigencia plena del Estado laico. Los fanáticos panistas mantienen el empeño en quebrantarlo para colocar en su lugar un estado confesional, al más puro estilo de la colonia española.

De manera urgente los mexicanos necesitamos restablecer la filosofía del artículo tercero constitucional. Si nos hemos hundido en los peores lugares en materia de educación, se debe a los ataques sistemáticos de los panistas contra esa norma constitucional.

Hay que parar en seco los intentos reaccionarios de establecer una educación confesional y anticientífica. Fortalecer a la universidad pública y la investigación científica y tecnológica.

Restablecer el Estado de Derecho constituye una imperiosa necesidad. No hay que inventar el hilo negro, hay que aplicar la Constitución y las leyes que de ella derivan.

Llegó el momento de otorgarle a los mexicanos, de manera plena, las otras garantías sociales: el derecho a la salud, a la vivienda, al trabajo y de paso derrotar las intentonas antiobreras que quieren borrar de la Constitución y las demás leyes los derechos de la clase trabajadora.

Ya se ha dicho, hasta el cansancio, que se requiere un plan de emergencia económico para superar la crisis generada por la derecha, crear empleos, proteger la industria nacional, rescatar la banca que hoy está en manos de extranjeros, fortalecer el mercado interno, diversificar las relaciones económicas con todo el mundo, el cobro de impuestos según la capacidad económica de cada mexicano, disminuir la dependencia respecto de la economía yanqui; atender, de manera prioritaria, a los campesinos que fueron abandonados desde hace tiempo.

Si se agrega la terrible inseguridad pública, se tiene un cuadro devastador que pone en grave peligro la seguridad nacional. Es decir, hoy se encuentra en riesgo nuestra condición de país independiente. El Estado mexicano en manos de una minoría ultramontana ha perdido legitimidad, porque ha dejado de cumplir las funciones que le encomienda la Constitución General de la República, ley suprema de todos los mexicanos.

Muchos estudiosos han documentado ampliamente que la estrategia militar de Calderón para “enfrentar” al crimen organizado y, particularmente, al narcotráfico fue impuesta desde el gobierno yanqui, utilizando el modelo colombiano que también fracasó.

Obama señaló a México y Pakistán como claro ejemplo de Estados débiles, incapaces de hacerle frente con éxito al crimen organizado pero, sobre todo, al narcotráfico, insistiendo en la figura del “Estado fallido” para describir la situación del Estado mexicano.

Un poco después la CIA, de negra memoria, en un informe sobre inteligencia que entregaría todos los días a Obama, abundó sobre la amenaza que representa la crisis económica mundial para la seguridad norteamericana. Hoy los republicanos estadunidenses reclaman la intervención directa en México. Han exigido una estrategia “contrainsurgente” en abierta violación de la soberanía mexicana.

A la amenaza de la violencia del crimen organizado y el fracaso del gobierno panista para combatirlo; a la profunda crisis económica, social y política agravada por los gobiernos del PAN, hay que agregar la amenaza yanqui de “ayudar” a México. La supuesta lucha contra el crimen organizado ha dado lugar a que los yanquis se metan hasta la cocina en las cuestiones que sólo corresponden resolver a los mexicanos. Otra Colombia, pues.

El entreguismo del PAN no tiene límites.

Frente a esta preocupante situación, tiene extraordinaria importancia la propuesta presentada por la Universidad Nacional Autónoma de México sobre seguridad.

La inseguridad debe enfrentarse con tolerancia, patriotismo, comportamiento cívico, solidaridad, estado de derecho y respeto a las garantías individuales, al tiempo que demandó del gobierno federal dar un giro de fondo e inmediato en las estrategias de seguridad, centrándolas en la prevención del delito, la atención a la juventud, al abatimiento de la impunidad y la reducción de muertos y lesionados.

No hay tiempo que perder. Cada fuerza debe contribuir para enriquecer el programa emergente, que debe contener los temas señalados y otros más que contribuyan a rescatar a la Nación mexicana, y todo acompañado por la más convencida austeridad juarista para proteger los recursos públicos.

Hay que insistir: la crisis económica mundial está profundizando la crisis de la economía nacional, pero han sido las medidas internas las que provocaron la quiebra de la economía mexicana, el desempleo persistente, la desigualdad social a niveles del porfiriato, el aumento inusitado de la pobreza, la aparición desastrosa de la delincuencia organizada, el incremento de la corrupción, el despojo del patrimonio nacional, bajo el señuelo de la democratización del capital.

La intervención del Estado en la economía vuelve a renacer con más fuerza porque fracasó el mercado para regular el crecimiento económico y evitar la especulación.

Quien invoque, en este momento, las sacrosantas leyes del mercado como condición para promover el desarrollo económico, después del estrepitoso fracaso a nivel nacional y mundial, quizá haya perdido el juicio. Nadie se atrevería a invocar el libre comercio, el libre flujo de los capitales frente a la dimensión jamás vista de la crisis capitalista. Sería una locura oponerse o negar la intervención del Estado, pero no para salvar a los que provocaron la crisis, que al mismo tiempo son los beneficiarios, sino para establecer un nuevo modelo de desarrollo económico que privilegie el crecimiento justo.

La economía mexicana ha tenido el peor desempeño de América Latina, generando mayor pobreza en millones de compatriotas. En estos momentos justificar una política blanda y de complicidad con la derecha en el poder implica una grave, gravísima responsabilidad histórica.

Los panistas han gobernado, si así se puede llamar al desorden provocado a todos los niveles, con un sentido claro de clase, para favorecer a los suyos, a la pequeña élite de reaccionarios, derechistas y ultraderechistas, que vieron la oportunidad de vengar las derrotas históricas que las fuerzas progresistas les han proferido. Los gobiernos panistas están plagados de gentes políticamente atrasadas.

Nuestra historia muestra cómo esos sectores retardatarios han conducido al pueblo, invariablemente, a graves conflictos armados.

Los grandes momentos fundadores de nuestra Nación se encuentran en franca contradicción con lo que, hoy, vive México. Los primeros 11 años del siglo XXI sólo se equiparan con aquellos que marcaron un franco retroceso en el siglo XIX, cuando el centralismo colonial y conservador se restableció y detuvo, momentáneamente la consolidación de la República Federal, y en el porfiriato que llevó la concentración de la riqueza nacional a niveles de injusticia extrema.

Los miembros del PAN, que se ostentan como gobernantes, a nivel federal y en algunos estados y municipios de México son -por origen, vocación política e ideología reaccionaria- contrarios a los objetivos populares de la Revolución de Independencia y del movimiento revolucionario de 1910, como en sus circunstancias lo fueron sus ancestros ideológicos derrotados, en toda la línea, por las formidables fuerzas liberales encabezadas por Benito Juárez.

Vivimos momentos definitorios y decisivos para el futuro inmediato de nuestra Patria. Las fuerzas democráticas, que afortunadamente existen en México y que son ampliamente mayoritarias, tienen una tarea suprema: rescatar a la nación mexicana de las garras de la derecha; rescatar y poner en vigencia los grandes objetivos nacionales y populares de la Revolución de Independencia y de la Revolución Mexicana; rescatar la soberanía popular, establecer la verdadera democracia acabando, entre otras cosas, con el ejercicio arbitrio y cínico del poder por muchos funcionarios públicos; organizar la lucha de los mexicanos para abatir las ofensivas manifestaciones de pobreza y miseria que afectan a millones de compatriotas; rescatar la soberanía nacional para proyectar a México como un igual entre iguales en el ámbito internacional.

Septiembre de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario