Son muy graves y muchos
los daños que los neoliberales le han causado al país: dispararon la corrupción
a niveles desconocidos; la pobreza ahora abarca a un mayor número de mexicanos,
el desempleo se encuentra, también, en niveles altos; la inseguridad pública se
ha convertido en los últimos años en un problema verdaderamente grave. México
ha pasado de ser un país autosuficiente en materia alimentaria a uno
peligrosamente dependiente del exterior; abandonaron al agro mexicano donde se
concentra porcentualmente el mayor número de pobres.
Los neoliberales
destruyeron, con toda la mala fe y por intereses económicos, a Pemex y
convirtieron a México en un país importador de energéticos.
Poniendo por delante sus
intereses económicos los neoliberales deterioraron intencionalmente la
educación pública para beneficiar a la privada.
La derecha, aferrada al
neoliberalismo, dañó las finanzas públicas al someterlas a los dictados del
Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y no tomaron medidas para la
diversificación de nuestras relaciones económicas con el mundo.
La política internacional prácticamente
desapareció, pues cayó en el más absoluto desprestigio. La autoridad que México
tenía en América Latina se ha perdido para dar lugar a un aislamiento de
nuestro país y a un enfrentamiento constante con los pueblos hermanos que
luchan por superar los rezagos económicos y los problemas sociales.
Con la derecha en el poder
se profundizó la acumulación de la riqueza, de una parte, y la pobreza, de la
otra. Hoy a México se le conoce por sus profundas desigualdades sociales, por
sus disparidades entre la ciudad y el campo, por la extrema pobreza en que se
debaten millones de compatriotas.
En materia política los
neoliberales deterioraron las instituciones construidas a lo largo de años. La
presidencia de la República, retenida durante seis sexenios mediante groseros
fraudes, como fue reconocido por los propios órganos encargados de velar por la
legalidad de los procesos electorales, se encuentra sumida en un enorme
desprestigio. Este es uno de los elementos que alimentan la ingobernabilidad en
la que nos debatimos.
Todas estas afirmaciones
se sustentan en datos, cifras y hechos irrefutables.
Los neoliberales dejaron
una caricatura de Estado: en lugar de un Estado que fomentara el desarrollo
económico del país, con base en capitales nacionales, uno que dio protección y privilegios indiscriminados al
capital extranjero; en lugar de un Estado que respetara las garantías sociales,
uno que fomentó el individualismo; en lugar de un Estado que otorgara seguridad
social, uno que impulsó la medicina privada; en lugar de un Estado laico, un
Estado clerical.
En lugar de un Estado conducido con austeridad
republicana, un Estado corrupto hasta la médula; en lugar de un Estado que protegiera
y fomentara las libertades públicas, uno que protegió los intereses de la minoría estableciendo la desalmada
libertad de comercio; en lugar de un Estado nacionalizador, uno privatizador.
En lugar de un Estado que diera satisfacción a
las necesidades colectivas, uno que hinchó de dinero a la minoría, convirtiendo
a México en un pueblo lleno de pobres y de la más grosera de las desigualdades
sociales En lugar de un Estado soberano, uno dependiente.
Hoy México vive una situación de emergencia
provocada por esas políticas criminales, pues los neoliberales ocasionaron un verdadero
desastre en materia económica, política, social y en las relaciones
internacionales de México.
La conclusión es
catastrófica: los neoliberales de la derecha y de la ultraderecha destrozaron a
México.
Las fuerzas democráticas tienen la encomienda
histórica de rescatarlo, mediante un programa emergente que tiene que ser necesariamente, forzosamente
contrario al modelo neoliberal. No hay de otra.
Cambios en la superficie dejaría subsistente
ese modelo depredador y criminal. O el desarrollo de México se enrumba por un
camino distinto y contrario al neoliberal, o no se habrá cumplido el mandato
del pueblo en la jornada electoral del primero de julio.
El triunfo de las fuerzas
democráticas y patrióticas alrededor de la candidatura de Andrés Manuel López
Obrador, debe sentar sólidamente las bases para lograr el objetivo superior de
rescatar al país, y orientarlo por la vía de la independencia, la soberanía y
la verdadera justicia social.
La derrota de las fuerzas
que convirtieron al modelo neoliberal en una dictadura durante más de tres
décadas y media, ha sido contundente y debe ser definitiva.
La vida y el destino de
México no admiten contemplaciones frente a quienes, sin ninguna consideración
moral y política, sumieron al pueblo mexicano en la dependencia, la pobreza, la
desigualdad social el saqueo, la rapiña descarada de los recursos públicos, la
entrega del territorio nacional y sus recursos a intereses privados, la
destrucción de las instituciones que, con enorme esfuerzo, se construyeron y
que los neoliberales destruyeron al ponerlas al servicio del poder económico.
-El programa emergente de
las fuerzas democráticas mexicanas tiene que ver con el rescate de la
Constitución de 1917. Hay que ponerla en vigor, porque ha sido permanentemente
violada por la derecha entreguista con la más absoluta impunidad, excluyendo de
su texto las contrarreformas que esa corriente antinacional y antipopular le
incorporó.
-Urge restablecer la
soberanía de la nación. El bien más preciado de todo pueblo independiente es el
ejercicio pleno de su soberanía. Sobre ella han pasado y están pasando fuerzas
del interior y del extranjero que nos quieren mantener como el traspatio de la
potencia más agresiva de la historia.
-El ejercicio de la
soberanía nacional nos obliga a rescatar los recursos petroleros y la energía
eléctrica para ponerlos al servicio del pueblo mexicano que es el único y
legítimo dueño, impidiendo la intervención de los intereses privados en su
generación y distribución.
-Para preservar el
patrimonio de los mexicanos es urgente elevar a rango constitucional la
prohibición de las privatizaciones, que en el pasado reciente fueron la vía de
los neoliberales para el saqueo y la rapiña.
Poner, a plenitud, la
vigencia del Estado laico, heredero de las mejores luchas históricas de los
mexicanos.
De manera urgente necesitamos
restablecer la filosofía del artículo tercero constitucional. Lo que nos ha
hundido en los peores lugares en materia de educación, es el abandono de esa
disposición de la Carta Magna, su constante violación, y la incorporación a su
texto de un mazacote al que se denominó reforma educativa.
El rescate del artículo
tercero constitucional pone a la orden del día la exigencia de concebir y
aplicar una pedagogía auténticamente mexicana.
Hay que parar en seco a
quienes pretenden establecer una educación confesional y anticientífica.
Fortalecer a la
universidad pública y asegurar la investigación científica y tecnológica es
urgente. La soberanía tecnológica debe transformase en un pilar fundamental de
México hacia el resto del siglo XXI.
Garantizarle al pueblo,
mediante medidas firmes, el disfrute de todas las garantías sociales e
individuales, cuya riqueza es mayor que la llevada y traída teoría de los
derechos humanos.
Se requiere un plan con
carácter emergente, en materia económica para superar la crisis generada por el
modelo neoliberal, asegurar la creación de empleos, la defensa de la industria
nacional, el rescate de la banca que hoy está en manos de extranjeros, el
fortalecimiento del mercado interno, la diversificación de las relaciones
económicas con todo el mundo.
Hacer respetar el mandato
constitucional, según el cual la contribución económica de los mexicanos debe
ser de acuerdo a su capacidad económica, y legislar para prohibir que recursos
del fisco sean devueltos a los empresarios que, de esa manera, no sólo no
contribuyen al gasto público, sino que se aprovechan de los recursos del pueblo.
De manera especial atender
a los campesinos que los neoliberales abandonaron a su propio destino, los condenaron
a la quiebra, a la improductividad, y condujeron a la nación a la dependencia
en materia alimentaria.
Implementar una política de seguridad que
tenga en cuenta los intereses del pueblo y de la nación, y no plegarse a los
intereses de los gobiernos yanquis, que impusieron la política criminal a los
neoliberales del país.
Frente a esta situación
cabe recordar la propuesta, que hace años presentó la Universidad Nacional
Autónoma de México sobre seguridad pública, según la cual la inseguridad debe
enfrentarse con tolerancia, patriotismo, comportamiento cívico, solidaridad,
estado de derecho y respeto a las garantías individuales, al tiempo que demandó
del gobierno federal dar un giro de fondo e inmediato en las estrategias de
seguridad, centrándolas en la prevención del delito, la atención a la juventud,
al abatimiento de la impunidad y la reducción de muertos y lesionados.
El sexenio que se inicia
el próximo primero de diciembre tiene el más amplio respaldo de los mexicanos.
Sobre él se deposita la confianza y las esperanzas de que el neoliberalismo sea
desmontado y destruido.
No hay tiempo que perder. Cada fuerza debe
contribuir para enriquecer el programa emergente, que debe contener los temas
señalados y otros más que contribuyan a rescatar a la Nación mexicana, y todo
acompañado por la más convencida austeridad juarista para proteger los recursos
públicos.
En un siguiente artículo
detallaré un poco más las medidas que aquí se mencionan de manera general, y
otras que la propia situación del país va demandando con urgencia.