viernes, 24 de agosto de 2018

TAREAS URGENTES DE LAS FUERZAS DEMOCRÁTICAS DE MÉXICO, HOY.


Son muy graves y muchos los daños que los neoliberales le han causado al país: dispararon la corrupción a niveles desconocidos; la pobreza ahora abarca a un mayor número de mexicanos, el desempleo se encuentra, también, en niveles altos; la inseguridad pública se ha convertido en los últimos años en un problema verdaderamente grave. México ha pasado de ser un país autosuficiente en materia alimentaria a uno peligrosamente dependiente del exterior; abandonaron al agro mexicano donde se concentra porcentualmente el mayor número de pobres.

Los neoliberales destruyeron, con toda la mala fe y por intereses económicos, a Pemex y convirtieron a México en un país importador de energéticos.

Poniendo por delante sus intereses económicos los neoliberales deterioraron intencionalmente la educación pública para beneficiar a la privada.

La derecha, aferrada al neoliberalismo, dañó las finanzas públicas al someterlas a los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y no tomaron medidas para la diversificación de nuestras relaciones económicas con el mundo.

 La política internacional prácticamente desapareció, pues cayó en el más absoluto desprestigio. La autoridad que México tenía en América Latina se ha perdido para dar lugar a un aislamiento de nuestro país y a un enfrentamiento constante con los pueblos hermanos que luchan por superar los rezagos económicos y los problemas sociales.

Con la derecha en el poder se profundizó la acumulación de la riqueza, de una parte, y la pobreza, de la otra. Hoy a México se le conoce por sus profundas desigualdades sociales, por sus disparidades entre la ciudad y el campo, por la extrema pobreza en que se debaten millones de compatriotas.

En materia política los neoliberales deterioraron las instituciones construidas a lo largo de años. La presidencia de la República, retenida durante seis sexenios mediante groseros fraudes, como fue reconocido por los propios órganos encargados de velar por la legalidad de los procesos electorales, se encuentra sumida en un enorme desprestigio. Este es uno de los elementos que alimentan la ingobernabilidad en la que nos debatimos.

Todas estas afirmaciones se sustentan en datos, cifras y hechos irrefutables.

Los neoliberales dejaron una caricatura de Estado: en lugar de un Estado que fomentara el desarrollo económico del país, con base en capitales nacionales, uno que dio  protección y privilegios indiscriminados al capital extranjero; en lugar de un Estado que respetara las garantías sociales, uno que fomentó el individualismo; en lugar de un Estado que otorgara seguridad social, uno que impulsó la medicina privada; en lugar de un Estado laico, un Estado clerical.

 En lugar de un Estado conducido con austeridad republicana, un Estado corrupto hasta la médula; en lugar de un Estado que protegiera y fomentara las libertades públicas, uno que protegió  los intereses de la minoría estableciendo la desalmada libertad de comercio; en lugar de un Estado nacionalizador, uno privatizador.

 En lugar de un Estado que diera satisfacción a las necesidades colectivas, uno que hinchó de dinero a la minoría, convirtiendo a México en un pueblo lleno de pobres y de la más grosera de las desigualdades sociales En lugar de un Estado soberano, uno dependiente.

 Hoy México vive una situación de emergencia provocada por esas políticas criminales, pues los neoliberales ocasionaron un verdadero desastre en materia económica, política, social y en las relaciones internacionales de México.

La conclusión es catastrófica: los neoliberales de la derecha y de la ultraderecha destrozaron a México.

 Las fuerzas democráticas tienen la encomienda histórica de rescatarlo, mediante un programa emergente  que tiene que ser necesariamente, forzosamente contrario al modelo neoliberal. No hay de otra.

 Cambios en la superficie dejaría subsistente ese modelo depredador y criminal. O el desarrollo de México se enrumba por un camino distinto y contrario al neoliberal, o no se habrá cumplido el mandato del pueblo en la jornada electoral del primero de julio.

El triunfo de las fuerzas democráticas y patrióticas alrededor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, debe sentar sólidamente las bases para lograr el objetivo superior de rescatar al país, y orientarlo por la vía de la independencia, la soberanía y la verdadera justicia social.

La derrota de las fuerzas que convirtieron al modelo neoliberal en una dictadura durante más de tres décadas y media, ha sido contundente y debe ser definitiva.

La vida y el destino de México no admiten contemplaciones frente a quienes, sin ninguna consideración moral y política, sumieron al pueblo mexicano en la dependencia, la pobreza, la desigualdad social el saqueo, la rapiña descarada de los recursos públicos, la entrega del territorio nacional y sus recursos a intereses privados, la destrucción de las instituciones que, con enorme esfuerzo, se construyeron y que los neoliberales destruyeron al ponerlas al servicio del poder económico.

-El programa emergente de las fuerzas democráticas mexicanas tiene que ver con el rescate de la Constitución de 1917. Hay que ponerla en vigor, porque ha sido permanentemente violada por la derecha entreguista con la más absoluta impunidad, excluyendo de su texto las contrarreformas que esa corriente antinacional y antipopular le incorporó.

-Urge restablecer la soberanía de la nación. El bien más preciado de todo pueblo independiente es el ejercicio pleno de su soberanía. Sobre ella han pasado y están pasando fuerzas del interior y del extranjero que nos quieren mantener como el traspatio de la potencia más agresiva de la historia.

-El ejercicio de la soberanía nacional nos obliga a rescatar los recursos petroleros y la energía eléctrica para ponerlos al servicio del pueblo mexicano que es el único y legítimo dueño, impidiendo la intervención de los intereses privados en su generación y distribución.

-Para preservar el patrimonio de los mexicanos es urgente elevar a rango constitucional la prohibición de las privatizaciones, que en el pasado reciente fueron la vía de los neoliberales para el saqueo y la rapiña.

Poner, a plenitud, la vigencia del Estado laico, heredero de las mejores luchas históricas de los mexicanos.

De manera urgente necesitamos restablecer la filosofía del artículo tercero constitucional. Lo que nos ha hundido en los peores lugares en materia de educación, es el abandono de esa disposición de la Carta Magna, su constante violación, y la incorporación a su texto de un mazacote al que se denominó reforma educativa.

El rescate del artículo tercero constitucional pone a la orden del día la exigencia de concebir y aplicar una pedagogía auténticamente mexicana.

Hay que parar en seco a quienes pretenden establecer una educación confesional y anticientífica.

Fortalecer a la universidad pública y asegurar la investigación científica y tecnológica es urgente. La soberanía tecnológica debe transformase en un pilar fundamental de México hacia el resto del siglo XXI.

Garantizarle al pueblo, mediante medidas firmes, el disfrute de todas las garantías sociales e individuales, cuya riqueza es mayor que la llevada y traída teoría de los derechos humanos.

Se requiere un plan con carácter emergente, en materia económica para superar la crisis generada por el modelo neoliberal, asegurar la creación de empleos, la defensa de la industria nacional, el rescate de la banca que hoy está en manos de extranjeros, el fortalecimiento del mercado interno, la diversificación de las relaciones económicas con todo el mundo.

Hacer respetar el mandato constitucional, según el cual la contribución económica de los mexicanos debe ser de acuerdo a su capacidad económica, y legislar para prohibir que recursos del fisco sean devueltos a los empresarios que, de esa manera, no sólo no contribuyen al gasto público, sino que se aprovechan de los recursos del pueblo.

De manera especial atender a los campesinos que los neoliberales abandonaron a su propio destino, los condenaron a la quiebra, a la improductividad, y condujeron a la nación a la dependencia en materia alimentaria.

 Implementar una política de seguridad que tenga en cuenta los intereses del pueblo y de la nación, y no plegarse a los intereses de los gobiernos yanquis, que impusieron la política criminal a los neoliberales del país.

Frente a esta situación cabe recordar la propuesta, que hace años presentó la Universidad Nacional Autónoma de México sobre seguridad pública, según la cual la inseguridad debe enfrentarse con tolerancia, patriotismo, comportamiento cívico, solidaridad, estado de derecho y respeto a las garantías individuales, al tiempo que demandó del gobierno federal dar un giro de fondo e inmediato en las estrategias de seguridad, centrándolas en la prevención del delito, la atención a la juventud, al abatimiento de la impunidad y la reducción de muertos y lesionados.

El sexenio que se inicia el próximo primero de diciembre tiene el más amplio respaldo de los mexicanos. Sobre él se deposita la confianza y las esperanzas de que el neoliberalismo sea desmontado y destruido.

 No hay tiempo que perder. Cada fuerza debe contribuir para enriquecer el programa emergente, que debe contener los temas señalados y otros más que contribuyan a rescatar a la Nación mexicana, y todo acompañado por la más convencida austeridad juarista para proteger los recursos públicos.

En un siguiente artículo detallaré un poco más las medidas que aquí se mencionan de manera general, y otras que la propia situación del país va demandando con urgencia.