jueves, 6 de octubre de 2011

CONTRA EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO

Trabajo Parlamentario

LIV LEGISLATURA
PODER LEGISLATIVO FEDERAL
DIARIO de los DEBATES
DE LA COMISIÓN PERMANENTE DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
COMISIÓN PERMANENTE
Año III México, D.F., miércoles 1991 No. 8

CONTRA EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO

El Presidente: - Tiene la palabra el diputado Alfredo Reyes Contreras.
El diputado Alfredo Reyes Contreras: - Señoras y señores legisladores.
El actual régimen ha realizado acciones que han profundizado el carácter dependiente de la economía, que no sólo ponen en riesgo la soberanía de la nación, sino que la han deteriorado severamente. Estas medidas fueron impuestas por el imperialismo a través del Fondo Monetario Internacional, en el régimen anterior y posteriormente adoptadas como un programa de gobierno por el actual.
Se desmanteló el sector estatal de la economía en el marco de una campaña de desprestigio de las empresas públicas, dirigida por el propio régimen y secundada por la minoría opulenta que detenta los medios masivos de comunicación.
Los hechos han demostrado la justeza de las denuncias del Partido Popular Socialista al respecto, pues la mayoría de estas empresas que constituían en su conjunto la base fundamental para evitar que la economía quedara bajo el control y dominio imperialista, han pasado en su mayor parte a manos del capital extranjero; es indiscutible que debido a ello hoy somos más dependientes que antes.
Con el pretexto de la llamada globalización de la economía, que es una expresión de la nueva división internacional del trabajo, impuesta por los países imperialistas al resto del mundo, a nuestro país, al tradicional papel de surtidor de materias primas y mano de obra barata para la gran industria imperial, se le asigna ahora la tarea de convertirse en un país maquilador, lo mismo de las corporaciones norteamericanas que de las procedentes de otros países imperialistas e incluso de los países del sureste asiático de reciente industrialización.
En ese propósito, el gobierno, apoyándose en argumentos que por su ligereza no resisten el menor análisis, ha puesto en práctica una serie de medidas dirigidas a eliminar toda protección arancelaria y no arancelaria, a la planta productiva nacional, en un proceso de apertura y desregulación comercial, con lo cual ha dejado a merced del capitalismo salvaje, a la pequeña y mediana industrias, en una situación por demás desventajosa y lesiva para México, pero muy satisfactoria para los monopolios extranjeros.
No obstante el carácter proimperialista de la política del gobierno, el imperialismo requiere de la garantía de que esta política económica de México favorable a sus intereses, no sea modificada por alguno de los regímenes posteriores y, en consecuencia, reclama el establecimiento a perpetuidad del carácter dependiente de la economía mexicana.
El régimen actual ha asumido la tarea con diligencia y prontitud, éste es el verdadero y esencial objetivo de los desesperados intentos del régimen para suscribir un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos.
En torno al acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, se ha puesto en marcha una intensa campaña, superior en su magnitud a las que precedieron a la reprivatización de las empresas estatales, con el propósito evidente de tender una cortina de humo, para evitar que el pueblo mexicano advierta los peligros que se ciernen sobre nuestra nación.
Se dice que un acuerdo de libre comercio no compromete la soberanía nacional. Conviene precisar que desde el punto de vista de la teoría económica y de lo que enseña la experiencia, un acuerdo de libre comercio no es una medida de simple cooperación entre los países, sino esencialmente de integración económica, y que la dinámica de un acuerdo de libre comercio conduce inevitablemente a formas superiores de la integración, como lo son la unión aduanera, el mercado común y la unión económica, hasta llegar a la integración total, la que en el caso de economías dispares se traduce en una absorción de la economía débil por la más poderosa.
La noticia que hoy se pública en la mayoría de los diarios y que difunden todos los medios, relativa al acuerdo Estados Unidos-Canadá-México, pone en evidencia hasta dónde las intenciones del mercado común norteamericano, impuesto por Estados Unidos, ha avanzado con grave riesgo para México; el argumento de que la apertura de la economía ha sido la base para la consolidación y fortalecimiento de los países industrializados, es antihistórico y en consecuencia absolutamente falso.
Sólo recordemos que los Estados Unidos decidieron desde hace más de 100 años transitar por la vía de la más estricta protección de su planta productiva, derrotando a quienes en ese país se pronunciaban por la apertura, básicamente con el argumento de que abrir la economía estadounidense lo convertiría en surtidor de materias primas para la gran industria, de lo que se denominaba “el taller del mundo", la Gran Bretaña.
Por otra parte y no obstante las declaraciones triunfalistas de los voceros del régimen, sobre el crecimiento de la economía, la realidad es que la inversión fija bruta ha pasado del 24.8 en 1990... perdón, la inversión fija bruta ha pasado del 17.6 en 1989 a apenas el 24.8 en 1990; la descapitalización del país ocasionada por la fuga de capitales, la transferencia de las ganancias de las transnacionales, pero sobre todo por el pago de los intereses de la deuda externa, ha conducido a una paralización cercana al 50% de la planta productiva nacional y al incremento del desempleo y el subempleo en forma tan dramática, que el 65% de la población económicamente activa en el intento de salir de la miseria, práctica como extensión de sus actividades diarias la llamada economía subterránea y actividades propias del subempleo.
Una economía en las circunstancias y características descritas, según lo prueba la historia, está en las peores condiciones de iniciar un proceso de apertura, y menos aún de suscribir un acuerdo de libre comercio con un país de economía dispar con la nuestra.
Hay que recordar que el sector exportador de México, excluyendo el petróleo, está en un 80% en manos del capital extranjero, con lo cual los beneficios económicos de la apertura, sólo serían aprovechados por éste y no por la mayoría del pueblo mexicano; la falsa argumentación de que la economía de México está preparada para enfrentar la competencia con las transnacionales, queda aún más evidente, si tomamos en cuenta la llamada brecha tecnológica entre México y los Estados Unidos, lo que se evidencia en el reducido gasto tecnología de México, el que fue apenas del 0.4% del producto interno bruto en 1980 y pasó al 0.2% en 1987, en tanto en los Estados unidos representa el 2.5% de su producto interno bruto, diferencia que se muestra en toda su magnitud si se comparan las cifras absolutas.
En México contamos apenas con ocho investigadores dedicados a la investigación industrial por cada millón de habitantes; el 56% de las empresas del país utilizan tecnología artesanal.
El abismo económico que nos separa con la economía norteamericana es tremendo. Se ha tratado de minimizar este hecho diciendo que "debido a que los Estados Unidos tienen un producto interno bruto de 5 mil 200 millones de dólares y México 160, la economía estadounidense es 32 veces mayor que la de nuestro país".
Si se divide el producto interno bruto de ellos entre 250 millones de habitantes y el nuestro entre 81 millones, la diferencia se reduce sólo a 10 veces.
Pero dice un tratadista: "La diferencia es abismal, pues lo que realmente debemos comparar es la riqueza acumulada de ambos países, en la cual se incluyen carreteras, puertos, aeropuertos, edificaciones e instalaciones fabriles, casas, vehículos en circulación y demás bienes". Considerando esto, la riqueza acumulada de los Estados Unidos en relación a México, es entre 200 y 300 veces mayor. Y este tratadista se hace una pregunta, que yo me permitiría también formular, aunque no me la conteste hoy, el diputado Roque Villanueva: ¿se haría socio usted de una persona que es 300 veces más poderoso económicamente? Y luego dice, en caso de que la respuesta sea afirmativa, ¿no sería que en lugar de socio fuera usted su empleado?
El diputado Roque Villanueva nos habla del petróleo. Este gobierno, señoras y señores legisladores, ha estado manoseando a Petróleos Mexicanos para darle presencia a la inversión extranjera y, precisamente la preocupación fundamental de los norteamericanos, es que en el tratado de libre comercio se incluya el petróleo. ¡Ellos quieren el petróleo! No crean ustedes que vienen por nuestras aguas termales. ¡Bueno, hasta de eso se están aprovechando! pero no vienen por otras razones, vienen porque ese recurso es fundamental, y aun cuando algunos futurólogos dicen que la "era del petróleo está a punto de concluir", evidentemente que tienen un interés concreto.
El diputado Roque Villanueva nos dice que el tratado de libre comercio se ajustará a la Constitución. Esta es una verdadera novedad para mí. Fíjense ustedes que cuando se empezaron a redactar las Cartas de Intención, fue el gobierno mexicano el que se ajustó a los mandatos del Fondo Monetario Internacional, expresado en las cartas de intención. Pasó el gobierno sobre la Constitución, pasó sobre las leyes y, precisamente nos ajustamos a los mandatos que nos hicieron desde el otro lado de la frontera del Río Bravo.
Yo pienso, y perdóneme la expresión el diputado Roque Villanueva, que es un poco ingenuo pensar que el tratado de libre comercio se ajuste a nuestras condiciones, si fundamentalmente ellos son los que tienen el interés para absorbernos totalmente.
La integración económica, ciertamente, no es riesgosa cuando se da entre países de intereses comunes y de un desarrollo económico similar. De tal manera que no hay el peligro de que uno de ellos absorba el otro, pero en el caso de México y Estados Unidos la integración económica se traducirá en la absorción de nuestra economía por la economía norteamericana. No habrá, me cuesta trabajo pronunciar el siguiente término, diputado Roque, no habrá complementariedad, perdón, es un término técnico muy moderno, es un término de los tecnócratas, no se lo digo a usted, perdone, lo que habrá es el dominio de la economía norteamericana sobre la mexicana.
El tratado de libre comercio tiene consecuencias muy preocupantes. Los pros que el diputado Roque Villanueva nos presenta, las ventajas que él nos da a conocer aquí, palidecen frente a las desventajas que señalan quienes han estudiado a profundidad. Creo que este debate va a seguir y usted, en la próxima oportunidad, tendrá la posibilidad de contestar, como en parte ya ha adelantado algunos elementos: se aumentarán las importaciones, se cerrarán una gran cantidad de empresas, se entregará el mercado mexicano al extranjero, se adoptarán patrones extranjeros de consumo, se generará un gran desempleo, se absorberán empresas mexicanas por firmas extranjeras, la fuga de capitales continuará, la estructura agrícola y pecuaria se resquebrajará, aumentará la dependencia alimentaria, la balanza comercial y el saldo en cuenta corriente serán negativos, la balanza de pagos será negativa, se aumentará el endeudamiento externo y la sobreexplotación petrolera, se aumentará la dependencia del exterior, se disminuirá en grados muy elevados la libertad económica y política y finalmente, como si lo anterior fuera poco, se perderá la soberanía nacional.
Señoras y señores legisladores, para el Partido Popular Socialista las consecuencias negativas son tan graves, tan peligrosas, tan perjudiciales, que su catorce Congreso, celebrado la semana pasada, resolvió movilizarse nacionalmente para combatir el Tratado de Libre Comercio, porque de realizarse convertiría a México en una colonia yanqui.
Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, es necesario que el Ejecutivo entregue a la soberanía nacional un amplio y detallado informe sobre el grado y alcance de los compromisos que ha adquirido, porque evidentemente lesionan los intereses nacionales y los del pueblo mexicano. Muchas gracias. (Aplausos.)

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