domingo, 3 de febrero de 2019

Las privatizaciones, auténtico huachicoleo neoliberal en México



 Elevar a rango constitucional la no privatización en México

El término huachicol  ha tomado carta de naturalidad en el lenguaje de los mexicanos, sobre todo a fines del año pasado y principios de este, a raíz del combate que el gobierno ha emprendido contra el robo de los hidrocarburos.

Hoy, huchicol, es sinónimo de delito, de robo, de saqueo, que involucra a funcionarios, servidores públicos del más alto rango, a organizaciones criminales, y a gente manipulada por los verdaderos delincuentes.

Bien, por lo que se refiere específicamente al tema de las privatizaciones, hay que decir que durante lo que va del actual gobierno federal, presidido por Andrés Manuel López Obrador, no se ha abordado con profundidad. Si se le ha mencionado, ha sido sólo de manera marginal.

Pero si se examinan los 36 años de neoliberalismo -de Miguel de la Madrid a Peña Nieto- la nación mexicana sufrió un saqueo brutal de su patrimonio desde el mismo poder público, presidido por personas a las que les lavaron el cerebro en universidades extranjeras, por un empresario cocacolero,  un cristero fracasado o un egresado de una escuela particular, para beneficiar intereses privados.

Durante ese periodo fueron excluidos del ejercicio del poder los egresados de la Universidad Pública, particularmente los cuadros profesionales formados en la Universidad Nacional Autónoma de México, preparados con un sentido ético elevado de servicio al pueblo y a la nación.

Quienes asaltaron el poder, a partir de 1982, como lo he señalado en otros artículos aparecidos en este blog, no se encontraron con un  país destruido, ni con un Estado obeso (cantaleta chocante de los neoliberales, repetida como disco rayado por años y años).

 El establecimiento del modelo neoliberal en México (como en todos los países con un desarrollo similar al nuestro) fue por estrictas razones de sumisión ideológica y política a los dictados de los gobiernos extranjeros, sus instituciones financieras y las grandes empresas transnacionales.

Milton Friedam, desde el punto de vista ideológico, es el padre y la madre de ese breve grupo de desnacionalizados y apátridas que, hoy agazapados, resisten y conspiran contra el actual gobierno. Estos desnacionalizados no llegaron ni siquiera a formar parte de los Chicago Boys; siempre fueron simples peones de aquellos, con la ingrata misión de desbaratar las economías de los países en desarrollo como el nuestro, quebrar su soberanía, y propiciar la concentración de la riqueza, en un pequeño grupo, de manera escandalosa.

Los resultados de esa política neoliberal criminal fueron advertidos a tiempo por cientos de mexicanos, particularmente por estudiosos de la economía mexicana, y por quienes, de una o de otra manera formamos parte del sector democrático y revolucionario de México.

Las privatizaciones fueron un robo, abierto y descarado del patrimonio de los mexicanos, un despojo a la nación en volúmenes mayores al del robo de hidrocarburos. No puede, no debe quedar impune tal grado de felonía de quienes, de manera cínica propiciaron y disfrutan de una riqueza mal habida, a costa del patrimonio nacional.

Los resultados de la demagógica expresión de los neoliberales de reclamarse la generación del cambio y de que su modelo económico lograría la modernización del país, ahí están: hoy la economía mexicana está desarticulada y más dependiente que en todo el periodo en que prevalecieron los principios de la Revolución Mexicana; es México, hoy, una de las naciones con mayor desigualdad social.

Esos resultados desastrosos (el cochinero del que certeramente habla López Obrador) no fueron producto de errores, sino de la aplicación del manual del neoliberalismo, como si fueran autómatas.

Las grandes fortunas que se lograron en México al amparo del neoliberalismo, no se explican sin las privatizaciones. Un solo ejemplo: a Carlos Slim –que ahora cómodamente navega de muertito, como haciéndose el olvidadizo- le entregaron, casi como un regalo, lo que era Teléfonos del México. Su fortuna no se explica sin ese hecho. Y así, si se examinan  las fortunas de los multimillonarios que surgieron en el periodo neoliberal.

El gobierno de López Obrador, con el amplio poder popular que lo respalda, debe investigar, a fondo, todo ese proceso, hacerlo del conocimiento del pueblo mexicano y fincar las responsabilidades, de todo tipo que correspondan, pero sobre todo recuperar las riquezas que  robaron a los mexicanos de 1982 a 2018.

En otros países, según lo señala Naomi Klein, en su famosa obra La doctrina del Shok, muchos neoliberales privatizadores y empresarios beneficiarios de esas privatizaciones, están siendo investigados por corrupción, y otros más, verdaderos peces gordos, están en la cárcel.

La lucha contra la corrupción que ha enarbolado el actual gobierno debe acabar con la impunidad que marcan todo ese proceso de robo y saqueo del patrimonio nacional.

Y la consecuencia legislativa, que debe acompañar  la investigación y exigencia de responsabilidades, es la de elevar a rango constitucional la no privatización del suelo y subsuelo, de las empresas publicas y sociales, de la seguridad social, de la educación, y de toda riqueza del pueblo mexicano.

El mejor homenaje que el actual gobierno debe hacer a la Constitución nacional, en su 102 Aniversario, es el establecimiento de la no privatización de los bienes y servicios públicos, como se señala en el párrafo anterior.