domingo, 16 de octubre de 2011

POLÍTICA EXTERIOR DE MÉXICO EN ZONA DE DESASTRE

Con frecuencia me he referido al balance negativo que para los mexicanos tuvo el año 2006, como culminación de un sexenio en que la derecha panista realizó verdaderos estropicios desde el gobierno.

Existe otro tema que completa o complementa el cuadro de crisis en que actualmente se debate nuestro país: es el relativo a la política exterior, que muchos estudiosos han declarado zona de desastre.

La política exterior tiene dos aspectos que la colocan como un verdadero desastre nacional: el primero tiene que ver con el abandono de los principios constitucionales que la rigen y la adopción, por los gobiernos panistas, de la doctrina de los llamados “derechos humanos” impuesta por el gobierno yanqui, que le hizo ganar a Fox el merecido calificativo de cachorro del imperialismo norteamericano. En la teoría y en la práctica Fox y Calderón fueron simples peones al servicio de los intereses yanquis, prestándose así al juego sucio y antihistórico de los gobiernos de la Unión Americana contra la integración Latinoamericana.

México perdió con Fox y con Calderón el prestigio y la presencia respetable que tenía a nivel mundial. La falsa teoría de los “derechos humanos” se está desmoronando junto con la política exterior norteamericana, y seguramente en Irak encontrará su tumba.

El otro aspecto de las relaciones internacionales también es consecuencia de haber abandonado la tradicional e histórica política internacional mexicana, que se expresa en el peligroso aislamiento en que el gobierno panista colocó a México respecto a América Latina.

Como siempre, los yanquis no dejaron de expresar su satisfacción porque en México haya “triunfado” un candidato de derecha como Felipe Calderón, que les da un ligero respiro frente a los cambios políticos que están ocurriendo en el resto de Latinoamérica. La misma satisfacción expresan por lo sucedido en Colombia, Costa Rica y Haití, países que hoy constituyen, junto con México, la punta de lanza para tratar de imponer su política neo colonizadora.

Pero ni eso tienen seguro, porque la correlación de fuerzas les es muy desfavorable, pues Brasil, Argentina, Chile, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Panamá, y de manera destacada Cuba en el Caribe representan, en conjunto, una poderosa fuerza opuesta, aunque con distintos matices, a la hegemonía yanqui.

De manera demagógica, siendo candidato, Felipe Calderón se comprometió a rescatar el liderazgo de México en América Latina. Mentira. A menos que quiera disputarle a Colombia el liderazgo sobre países como El Salvador, Haití o Guatemala, o a Costa Rica y a su mercenario presidente, como lo calificó, en su momento, el gobierno cubano. La disputa es por ver quién es más servil ante los gringos.

Práctica y teóricamente frente al resto de los países latinoamericanos nada tiene que hacer una política exterior entreguista como la realizada por los panistas hasta hoy. O se abandona la política de los “derechos humanos” que justifica, en las relaciones internacionales la intervención indebida en las cuestiones domésticas de todos los países, o los panistas hundirán todavía más a México.

La nueva correlación de fuerzas en América Latina, favorable a sus pueblos, está quebrando ya en este momento la política exterior yanqui para esa región del planeta. Quienes en Estados Unidos se dedican a analizar y estudiar la realidad latinoamericana sostienen que el “Consenso de Washington”, o sea todo el proyecto neo colonizador yanqui a través del libre mercado, particularmente, a través de los Tratados de Libre Comercio, si no está muerto, sí se encuentra estancado.

La razón principal es que el amplio grupo de países latinoamericanos, del que no forma parte México, está trabajando arduamente en un proyecto propio de integración, en el que Estados Unidos no sólo ha sido marginado, sino rechazado. Y esto es positivo, porque América Latina tiene que encontrar su propio camino para lograr un desarrollo justo, donde su independencia y soberanía sean respetadas.

Así las cosas los peones de los yanquis están, desde ahora, condenados al fracaso.

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