lunes, 29 de octubre de 2012

LA CONTRARREFORMA LABORAL EN MÉXICO



Causa verdadera indignación el manoseo que los neoliberales han hecho del tema laboral y la enorme cantidad de mentiras que han vertido para justificar la rápida aprobación de su contrarreforma laboral.

La actitud sumisa de los neoliberales a los mandatos del exterior es motivo de vergüenza ajena, y en la prisa por ser gratos a sus amos y presentarse como los campeones de la modernidad, fingen olvidar que con esa contrarreforma están ubicando las relaciones obrero patronales en el siglo XIX para justificar, de esa manera, una sobrexplotación de la clase trabajadora.

Desde quienes presentaron o dieron su consentimiento para que se presentara la iniciativa que contrarreforma la legislación laboral mexicana que, hay que repetirlo, cancela derechos fundamentales de la clase trabajadora, hasta quienes fingieron demencia, todos cargan con la responsabilidad histórica de impulsar la más rabiosa agresión contra los trabajadores, sólo comparable con su situación en el Porfiriato.

Y como se trata de cumplir compromisos con fuerzas y organismos manejados por el imperialismo yanqui, los irredentos neoliberales ni siquiera se toman la molestia de mirar a los países de Europa que ya aplicaron esas medidas draconianas contra el trabajo y obtuvieron resultados económicos y sociales desastrosos.

Tampoco quieren voltear hacia América Latina, región en la que varios pueblos han elegido gobiernos que se apartan de los mandatos imperialistas, y están aplicando medidas sociales fundamentales, retomando con dignidad su desarrollo independiente y soberano.

Los neoliberales mexicanos, hechos a imagen y semejanza de los neoliberales de otras latitudes del mundo, se ufanan de ser originales, de concebir políticas para cada país o región, de buscar la modernización de todo cuanto existe, pero de manera desvergonzada se someten a los dictados del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, etc. que operan como vulgares instrumentos para aplicar la política diseñada por el llamado Consenso de Washington.

Dichos organismos son los verdaderos patrones de los gobiernos. Los neoliberales “modernizadores” asumen el gobierno como simples intermediarios entre los intereses transnacionales y el pueblo, con el compromiso de defender a costa de lo que sea a sus amos.

En México este fenómeno se inició cuando terminaron los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana. A excepción del gobierno de Miguel Alemán, caracterizado entre otras cosas por una tremenda corrupción, los demás en general adoptaron medidas con sentido nacional y social.

Pero a partir de Miguel de la Madrid, los neoliberales condujeron aceleradamente al pueblo mexicano a la enorme desigualdad social que sufre. Hoy nos encontramos con niveles de desigualdad social similares a los del Porfiriato.

La contrarreforma laboral, concebida y diseñada desde el exterior, impuesta a los neoliberales del país, parte de una consideración perversa e inmoral: que los derechos sociales de la clase trabajadora son un estorbo y la principal causa del desempleo.

Con absoluta razón Viviane Forrester se pregunta: ¿Cómo es posible que se insista en que las escasas conquistas sociales conservadas, las débiles reticencias al ultraliberalismo, sean la causa del desempleo…”

El FMI, el BM, la OCDE y demás “recomiendan” limitar y gradualmente desaparecer los derechos sociales de los trabajadores, hasta colocarlos, ni más ni menos, en una situación de indefensión frente a los empresarios, que así cuentan con todas las condiciones y derechos para lograr la sobreexplotación de los trabajadores.

La contrarreforma laboral, en México, como en otras partes del mundo, está concebida como una legislación a favor de los empresarios y en contra, abiertamente, de los trabajadores. Está orientada a favorecer las ganancias de la minoría privilegiada a costa del desempleo, la pobreza y la miseria de grandes masas.

Muestran un cinismo desmesurado quienes afirman que con las propuestas neoliberales se crearán más empleos. Ni ese es el propósito, ni ese ha sido el resultado donde ya se aplican. Hay que voltear hacia varios países de Europa, donde los indignados se han levantado vigorosamente contra los indignos, para utilizar la expresión de Eduardo Galeano.

La legislación constitucional, vigente en México, en materia laboral es una de las más avanzadas del mundo en ese nivel. El artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos contiene los derechos fundamentales de la clase trabajadora, y esa norma básica se proyecta a la legislación secundaria en la materia.

Las “modernas” reformas de los neoliberales, sus propuestas “modernizadoras” también están clara y abiertamente contra los derechos que nuestra Constitución otorga a los trabajadores. Violenta los derechos individuales de los trabajadores, así como sus derechos colectivos.

Y como lo han dicho juristas especializados, la contrarreforma laboral, al mismo tiempo, “viola al menos 28 tratados internacionales ratificados por el Senado en materia de libertad sindical, negociación colectiva, igualdad de oportunidades, seguridad, salud y estabilidad en el trabajo”.

Los neoliberales quieren, con esa contrarreforma, institucionalizar el hambre y la miseria; institucionalizar el desempleo, los salarios de hambre y la inseguridad laboral; poner barreras infranqueables para la organización sindical de los trabajadores y limitar hasta desparecer los derechos sociales.

Tratan de confiscar a los trabajadores el derecho a la jubilación, despojarlos de cualquier protección, restablecer la ley de la selva en las relaciones obrero patronales, e impedir que los trabajadores se organicen solidariamente con sentido de clase.

Y ya desbocados, los neoliberales mexicanos se fueron hasta la cocina. Concibieron, hace pocos meses, una manera burda de apagar cualquier manifestación de protesta social, otorgando al Ejecutivo Federal la llamada Iniciativa Preferente, o sea una facultad presidencial para que se aprueben leyes sin discusión, en un plazo perentorio.

Se institucionaliza, de esa manera, el presidencialismo desbocado, y el legislativo juega el deshonroso papel de una simple oficina de trámite de la voluntad presidencial. ¡Otro signo de la modernidad! dirán los neoliberales, cuando en realidad se trata del regreso a las formas más vulgares de la dictadura porfiriana.

Rechazar la contrarreforma laboral, repudiar y combatir al neoliberalismo es, por hoy, una necesidad histórica y condición necesaria para mantenernos como una nación independiente y soberana, que en el futuro otorgue satisfacción a las necesidades del pueblo y permita el cabal desarrollo de las potencialidades de los mexicanos.