miércoles, 12 de octubre de 2011

HAY QUE SOMETER AL CLERO

En la historia de la humanidad sabemos cuál ha sido el nefasto papel de los miembros del clero, particularmente los que pertenecen a la Iglesia Católica, y cómo siempre, de manera invariable, se ha colocado del lado de los poderosos, ocultando sus verdaderos propósitos con un lenguaje simulado de fraternidad y de bondad del que se encuentran muy alejados.

En México, la alta jerarquía del clero católico, no podrá borrar jamás de la memoria de los mexicanos el papel que desempeñó al lado de los conquistadores y de los colonialistas españoles de los que se convirtió en pilar fundamental. Nadie puede olvidar su lucha contra las legítimas aspiraciones de libertad e independencia de la nación mexicana, encabezada por el Padre de la Patria, Miguel Hidalgo, ni la que sostuvo el clero contra los hombres de la Reforma, sobre todo contra el patricio Benito Juárez, o el apoyo incondicional otorgado al dictador Porfirio Díaz o al chacal Huerta en honor de quien se atrevió a realizar servicios religiosos como un Tedeum, para afrenta de nuestro pueblo.

Los mexicanos no hemos olvidado la lucha del clero contra la inmortal obra del Constituyente de Querétaro: la Constitución de 1917, a la que no han dejado de combatir ni un minuto desde que entró en vigor, el 1o. de mayo de ese año, y la responsabilidad del clero por haber dirigido la rebelión cristera contra la propia Constitución.

Recordamos claramente, también, la lucha clerical contra los logros más trascendentes de la Revolución Mexicana, y su alianza, franca y abierta, con las fuerzas reaccionarias, conservadoras y contrarrevolucionarias, con las que coincide plenamente en tesis y objetivos antinacionales y antipopulares.

Todo lo anterior y más es lo que puede invocar el clero católico, como autoridad moral y política, cuando fue resucitado por Carlos Salinas de Gortari, a quien le deben el reconocimiento jurídico de la iglesia y el haber otorgado el derecho de voto a los ministros de culto, manteniendo el privilegio fiscal de no rendir cuentas a ninguna autoridad sobre los cuantiosos recursos que maneja, parte de los cuales, como auténticos saqueadores, envían al Vaticano del que se conducen como súbditos, haciendo a un lado las leyes mexicanas.

Precisamente tuvo que arribar al poder, en México, un grupo de desnacionalizados, con mentalidad clerical que renegando de la Historia Patria, reformaron la Constitución de la República en varios de sus artículos para revivir al clero católico, representante de la fuerza política más antigua y más conservadora que conoce la humanidad de nuestros días, y en cuyas entrañas sobreviven elementos de la monarquía de los que la humanidad se despojó hace muchos años, en su incesante búsqueda de una organización superior, auténticamente humana.

El clero católico, contumaz violador del orden legal, recibió el beneficio de las reformas contrarrevolucionarias promovidas por Salinas de Gortari, pero es evidente que no está satisfecho y quiere más.

Hay que precisar que las reformas de Salinas no otorgan derechos políticos a los miembros del clero y mucho menos a la iglesia como institución. Reconocen personalidad jurídica a la iglesia en general. Es decir la iglesia, cualquiera que sea, existe jurídicamente si cumple con los requisitos que avalen su registro ante la autoridad competente; y los miembros del clero, individualmente considerados, tienen el derecho de votar el día de las elecciones, pero tienen prohibido, en lo individual y como institución, participar en la vida política del país.

Sin embargo el clero no se conforma con lo que le otorgó Salinas. No quiere eso o una parte del poder: quiere todo el poder y por eso se entromete, todos los días y a toda hora, en la vida política nacional.

Hoy muchos mexicanos que son católicos ya no distinguen entre un discurso político de un miembro del Partido de Acción Nacional y una homilía en cualquier iglesia por modesta que sea, y no es que los panistas hayan cristianizado su lenguaje, sino que los miembros del clero, en su desenfreno, han panificado sus actos.

Parece que ya llegó el momento, si es que en verdad vivimos en un país de leyes, de sujetar al clero, sometiéndolo al orden jurídico

Se debe mantener la exigencia para que se termine de una vez por todas con los privilegios extralegales en que vive el clero, pues en realidad se desenvuelve en medio de la impunidad, sin que la autoridad competente asuma su responsabilidad para que sea sometido al Estado de Derecho, que debe regir para todos y no solo para algunos como sucede.

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