sábado, 15 de abril de 2017

LA GLOBALIZACIÓN ULTIMA ETAPA DEL CAPITALISMO

El sistema capitalista se encuentra en una profunda crisis que abarca la economía, la política, la cultura, las relaciones sociales, la ideología, es decir, toda la estructura y la superestructura de la sociedad. El Estado-nación resulta incompatible con la globalización, a grado tal que ha entrado en una aguda crisis, y no se vislumbra, a corto plazo, ni su desaparición, ni su fortalecimiento.

La concentración de la riqueza y la extensión de la pobreza no tienen igual en los 500 años anteriores a nuestra época. Si el 1% de la población mundial tiene un volumen de riqueza igual al que posee el 99%, estamos ante una realidad no sólo injusta, sino insostenible. Esta inaudita desigualdad atenta contra el más elemental  sentido de justicia y dignidad del ser humano. En un sentido real, va contra la existencia misma de la humanidad porque cancela cualquier tipo de desarrollo.

También atenta contra la existencia de la humanidad el cambio climático provocado por el irracional sistema capitalista.

 El afán de ganancia y acumulación ya no se logra solamente a través del despojo directo de los trabajadores, en el proceso de producción, sino por  la frenética, incontrolable e insaciable especulación financiera.

Es tal la profundidad de la crisis capitalista y de su actual expresión, la globalización, que en los últimos dos años asistimos a un proceso que tiene mucho de desglobalización. Tal ocurre con el Brexit; lo que también podríamos llamar el Euexit de Trump; la serie de medidas proteccionistas en diversas regiones del mundo impuestas por los países desarrollados, más lo que se acumule en los próximos días.

 En lo que hoy es todavía territorio norteamericano se habla de la posible independencia de California. La crisis del capitalismo pone en bandeja de plata al Calexit.

Y por cierto, el Calexit abre la vía para que los mexicanos -que cargamos durante 170 años con la afrenta del despojo territorial yanqui en 1847- profundicemos la lucha legítima para recuperar el territorio robado a México por los yanquis.

 El proceso desglobalizador -auténtica convulsión capitalista- genera las condiciones para lograr esa recuperación histórica del territorio nuestro.
Es evidente que el neoliberalismo (contrarrevolución social de magnitudes catastróficas), como instrumento para afianzar la globalización, transformó al Estado-nación, lo despojó de su naturaleza y lo convirtió en instrumento esencial para acelerar la acumulación de las riquezas; acumulación que ha llegado a niveles nunca conocidos.

 Las reformas impulsadas por el neoliberalismo, tanto las de la primera generación como las de la segunda, significaron en los hechos un abierto despojo del patrimonio de pueblos enteros y de derechos sociales básicos.

Hubo una transferencia incalculable de recursos públicos a las empresas capitalistas.

Lo que explica la intensidad de la violencia pública y privada, por una parte es que el Estado se puso incondicionalmente al servicio de los intereses económicos, es decir un alto grado de violencia institucional que se mantiene y busca prolongarse indefinidamente y, por la otra, el neoliberalismo desató fuerzas sociales, muchas de ellas promovidas y protegidas desde las altas esferas del poder, que se dedicaron al crimen y a la delincuencia, cuyas ganancias fluyen de manera natural en el sistema financiero capitalista.

En  este escenario turbulento los intereses transnacionales impulsaron en Pakistán, Afganistán, Colombia, México y otros países un modelo para enfrentar el llamado crimen organizado que provocó una enorme mortandad y la pérdida de la paz social que, hasta hoy, no se ha restablecido.

Que el neoliberalismo provocó una hecatombe social, a nivel mundial, ya nadie lo discute. Pero los neoliberales siguen como disco rayado, repitiendo y repitiendo su programa, que ya demostró hasta la saciedad que causó severos daños.

Hoy el neoliberalismo está total y absolutamente desprestigiado y su programa está agotado: ya han privatizado todo lo privatizable. Sólo faltan algunos rubros que José Saramago, con profunda ironía, señalaba en la parte final de su libro, "Cuadernos de Lanzarote".

A pretexto de la globalización, el neoliberalismo despojó a las naciones de su patrimonio, a la clase trabajadora de sus derechos laborales fundamentales, a la cultura de su diversidad y riqueza, a la educación de su carácter científico y democrático.

Ha cancelado a la Tierra su futuro limpio, o para utilizar el término acuñado a principios de los 90 del siglo xx, en la Cumbre de Río, su desarrollo sustentable.

 Ha despojado a hombres y mujeres de sus legítimas esperanzas de construir una vida libre y digna.

En estas condiciones la globalización constituye el mayor obstáculo para preservar el desarrollo progresivo de la humanidad y el principal elemento de la desintegración social, de la sobreexplotación del ser humano, del robo, del saqueo y la criminalidad. En una palabra: su existencia conduce al suicidio de la humanidad.


El neocolonialismo capitalista está llegando a su fin en un periodo relativamente breve. En consecuencia, la supervivencia humana establece, como condición necesaria, la construcción de un sistema de la vida social, no solo diferente sino opuesto al capitalismo depredador.