sábado, 24 de julio de 2010

FIDEL CASTRO


Resulta muy difícil intentar escribir sobre una personalidad tan grande como lo es Fidel Castro, y más difícil es hacerlo en un espacio pequeño. Muchos que han descrito la vida y la obra de este héroe latinoamericano, lo han hecho a través de obras voluminosas y han quedado vacíos tremendos.

Pero para manifestar el profundo respeto y la admiración que se siente por un ser humano como Fidel Castro no se necesitan grandes volúmenes, y quizá el mejor ejemplo de eso lo encontremos en el brevísimo artículo de Gabriel García Márquez, bajo el título de “El Fidel que yo conozco”. Nadie con cierta sensibilidad social, podría no emocionarse al leer los pocos renglones que escribe el Gabo sobre Fidel, de los que emerge el ser humano deslumbrante, el experimentado dirigente, el lector voraz, el incansable conversador, el orador que seduce, por horas, el educador, el hombre que ha soñado durante toda su vida con una humanidad feliz, que ha luchado para que hombres y mujeres encuentren su plena realización como seres humanos en el socialismo, que es hasta hoy –se quiera o no- el sistema de la vida social más elevado que el ser humano ha concebido en su larga y difícil lucha por vivir en mejores condiciones.

A través de la lucha revolucionaria, Fidel Castro rescató para el pueblo cubano su dignidad. El cubano es un pueblo preparado, culto y digno, que siente un inmenso orgullo por su Revolución, que quiere y respeta a sus dirigentes políticos. Es el pueblo latinoamericano que elevó su moral a grado tal, que no sólo ha sabido resistir la agresión permanente de los gobernantes yanquis, sino que en la vida real los ha derrotado. Sin esa moral tan elevada –que no se califica o cuantifica en pesos y centavos- no habría sido posible convertir a Cuba en la potencia científica, deportiva y cultural que hoy es.

Nada de lo que ha edificado la Revolución cubana podría lograrse, en ninguna parte del mundo, ni en ningún tiempo, en medio del hambre que le endilgan sus detractores al movimiento social más avanzado políticamente no sólo de América Latina, sino del mundo.

Cuba es –dice García Márquez- “una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal”, pero su grandeza como pueblo no está a discusión. Y esa grandeza es producto de la revolución encabezada por Fidel Castro, el brillante estratega, el hombre que escogió a México como su segunda patria, desde la que inició el movimiento que liberaría a Cuba de la opresión yanqui, el joven revolucionario que impulsó, desde el Estado de México, la organización de las fuerzas que derrotarían al sátrapa Fulgencio Batista, y haría de Cuba una nación auténticamente independiente, soberana y digna.

Cuando Fidel dijo en Cancún, frente a José López Portillo que él no necesitaba besar la tierra mexicana porque la llevaba entrañablemente en su corazón, estaba manifestando su gran cariño y agradecimiento a esta tierra que lo vio crecer como libertador de su pueblo.

Si se medita en la trascendencia histórica de la vida y la obra de Fidel Castro, no puede uno dejar de pensar que a partir del descubrimiento de América por los europeos, la historia unió estrechamente los destinos de Cuba y México. A Cuba llegaron primero los feroces y sanguinarios conquistadores españoles; de territorio cubano partirían los tres intentos de colonizar a México. En México nació y de ahí se extendió al resto de América Latina, y de manera directa a Cuba, la lucha por independizarse del coloniaje español. México y Cuba sufrieron, a partir de entonces, la agresión yanqui. Aquí nos invadieron y nos robaron más de la mitad más rica del territorio nacional, allá pretendieron perpetuar su dominio colonial mediante la Enmienda Plat. En México se preparó y de nuestro territorio partió el grupo de jóvenes intrépidos que liberó a Cuba. Por todo esto, no es exagerado afirmar que no hay en todo el Continente Americano dos pueblos tan cercanos y tan fraternos como el mexicano y el cubano, y no hay otro dirigente –que no sea mexicano- tan entrañable para nuestro pueblo como Fidel Castro.

Así como Benito Juárez, Pancho Villa o Lázaro Cárdenas son tan admirados, queridos y respetados por los cubanos, José Martí y Fidel Castro lo son para los mexicanos. Bien se puede decir que los pueblos se hermanan profundamente a través de sus héroes.
¿REFUNDACION ÉTICA DEL CAPITALISMO?


Esto es ni más ni menos una contradicción insalvable, pues no sería posible colocar sobre carriles éticos toda la estructura de un sistema cuya naturaleza y razón de ser son las ganancias a toda costa, sin importar la vida y la salud de las personas, ni su bienestar, ni el equilibrio ecológico del globo terrestre y su permanencia para garantizar la continuidad de la humanidad.

Pero el simple planteamiento de refundar el capitalismo es la confesión más clara de la dimensión no conocida de su crisis actual, de su profundidad y extensión nunca vistas en el siglo XIX y en el XX. Es la aceptación de que no se trata sólo de una crisis financiera, aunque ésta haya sido el principal detonante. La crisis lo abarca todo y abarca a todos. Del centro del capitalismo mundial partió el incendio hacia todas partes, como no se había visto nunca, golpea a los pares y destroza a los débiles. No hay región del mundo, no hay economía que no esté sufriendo los estragos de la crisis. La crisis es global y por serlo, es total. Tampoco habrá soluciones aisladas duraderas; serán globales y deben tocar el núcleo del sistema.

Las crisis del capitalismo -apenas vio la luz la burguesía- habían sido todas casi sin excepción, de sobreproducción, y para mantener las ganancias los capitalistas no dudaron en abrir a punta de bayoneta y bombas los nuevos mercados. La primera y segunda guerras mundiales representan la expresión más brutal del interés por capturar nuevos territorios para colocar su producción. Si la tercera conflagración mundial no se dio fue gracias al campo socialista, que hizo de la lucha por la paz en el mundo una cuestión de principios.

Esta crisis, profunda y general, tiene una peculiaridad: se manifestó en el marco de una desenfrenada especulación financiera, propia del sistema capitalista para acrecentar, a niveles estratosféricos, las sacrosantas ganancias. El principio que anima al capitalismo es: producir, para ganar; especular para ganar.

Fue Carlos Marx, el científico social más brillante que ha producido la humanidad, el que desentrañó la naturaleza del sistema capitalista. Su obra El Capital representa un estudio rigurosamente científico y, por lo tanto minucioso, muy detallado del capitalismo.

En el Manifiesto Comunista de 1848, Marx. reconoció el papel revolucionario de la burguesía: la destrucción de las relaciones feudales, la ruptura de los vínculos del feudalismo, y el establecimiento del frío interés, del cruel pago al contado, del cálculo egoísta, convirtiendo la dignidad personal en un simple valor de cambio, el establecimiento de la única y desalmada libertad de comercio. La burguesía convirtió a todas los profesionistas en servidores asalariados, sometió al campo al dominio de la ciudad; creó urbes inmensas, aglomerando la población, centralizando los medios de producción y concentrando la propiedad en pocas manos y, como consecuencia obligada, estableció la centralización política, según sus palabras.


Marx afirma: “espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes”

Develó lo que muchos ocultaban y siguen ocultando: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”

Ahora bien, los capitalistas de hoy ¿Sobre qué bases pretenden refundar el capitalismo? ¿Lo van a actualizar? ¿Lo van a modernizar? ¿Qué es lo que quieren hacer con este sistema que ya representa una camisa de fuerza para la humanidad? En realidad, cuando dicen refundar, están hablando de reestructurar, de recomponer para que no desaparezca, lo que no representa ningún cambio favorable para la humanidad.

Hoy se sabe que los desajustes económicos mundiales son resultado del capitalismo. La pobreza, que abarca a miles de millones de seres humanos en todo el mundo, es producto del capitalismo; las enormes y brutales desigualdades entre naciones y dentro de las naciones las ha producido el capitalismo. El peligro que corre toda la humanidad, como consecuencia del calentamiento global, lo provocó el capitalismo y se niega a corregir nada.

La humanidad para sobrevivir, como tal, necesita organizarse de otra manera; superar el actual sistema dominante. Así como en su momento la humanidad superó cada uno de los modos de producción anteriores al capitalismo, tendrá que hacerlo con el actual sistema. No hay de otra.

FEDERICO ENGELS, MAESTRO DEL PROLETARIADO

Ahora que está de moda, para algunos, renegar de los principios revolucionarios, particularmente del Socialismo Científico y cuando muchos claudican frente a los enemigos de los trabajadores, es útil recordar, aunque sea de manera muy breve, a uno de los grandes hombres que ha dado la humanidad, un hombre de ciencia y, por lo tanto, de accción como lo fue, sin duda, Federico Engels.

Engels fue un gran pensador y un verdadero sabio, a pesar de su modestia al considerarse como “segundo violín” frente a Carlos Marx. Dice Engels, refiriendose a la ciencia que ayudó a fundar: “lo que yo aporté -si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales- pudo haberlo aportado también Marx aún sin mi. En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía más talla, veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez que todos nosotros juntos. Marx era un genio; los demás, a lo sumo, hombres de talento...” Sin embargo Marx no se explica sin Engels.

La obra de Marx y de Engels es una sola. Su vida y su obra están profundamente ligadas. No hay obra o trabajo de algunos de ellos en que no haya participado el otro. Todo su trabajo, el teórico y el práctico, tuvo como base una gran amistad, ejemplo y orgullo para los revolucionarios de siempre. Aún separados mantuvieron un intercambio por escrito que supera las 1500 cartas, muchas de ellas verdaderos tratados sobre diversos temas.

El Materialismo Dialéctico, esa basta síntesis del conocimiento humano, es obra común de Marx y Engels.

En todas las obras de Marx, desde las de su juventud, hasta El Capital, su obra cumbre, nadie puede regatear a Engels su brillante y extraordinaria aportación. Y, desde luego, nadie puede negar el intenso trabajo teórico y práctico que desarrolló Engels después de 1883, año en que murió Marx. Particularmente sobre Engels recayó todo el peso del trabajo teórico, desarrollando temas discutidos a fondo por ambos, o en los cuales Marx había dejado apuntes rápidos y reflexiones por escrito.

Sin duda, tanto en vida de Marx como después, la clase obrera y el movimiento revolucionario mundial deben mucho a Engels, pues a él le corresponde una parte muy importante en la elaboración y desarrollo del socialismo científico.

A Engels le corresponden grandes méritos en la generalización filosófica de las ciencia naturales, en el desarrollo y aplicación del Materialismo Histórico, en la elaboración de la teoría militar proletaria, en la aclaración de cuestiones fundamentales de la Lingüística y de la Estética.

Causa verdadero asombro la forma y profundidad con que Engels, aún no cumplidos los 25 años de edad, estudió las condiciones de la clase obrera inglesa. Su obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra” desentraña, con profundidad, la esencia del sistema capitalista de producción y lo caracteriza en sus rasgos generales. Este trabajo de Engels es, sin exageración, el primer documento del socialismo científico, como afirman algunos investigadores marxistas, lo que no resta ningún mérito histórico a Marx, que en ese momento había profundizado en la elaboración de la nueva ciencia y se la expuso a Engels casi en términos completos, tal como la había concebido.

Dice Henri Lefebvre, en su interesante trabajo “El Marxismo”, que “la contribución al marxismo de Federico Engels no puede ser pasada en silencio o ser colocada en segundo plano. En particular fue Engels quien llamaría la atención de Carlos Marx sobre la importancia de los hechos económicos, sobre la situación del proletariado, etc.”.
Los aportes de Engels serían invaluables años más tarde, cuando Marx y él escribieron el Manifiesto Comunista, extraordinaria obra que vale por tomos enteros, como dijo Lenin.

Singular maestro del proletariado mundial en vida de Marx y después de él, Engels, al que Lenin no llegó a conocer personalmente, también señaló, casi hasta precisar con exactitud, una norma fundamental del funcionamiento del partido obrero, cuando dijo: “Debemos permitir la discusión para no convertirnos en una secta, pero el punto de vista común debe ser conservado”.

En fín, Engels combatió las manifestaciones de oportunismo, ahora tan frecuentes en el movimiento obrero. Textualmente señaló algo que tiene plena vigencia: “renunciar al futuro del movimiento en aras del presente del movimiento, es oportunismo hoy y siempre”.

Muy dificil sería, por la brevedad del espacio, apuntar siquiera las distintas facetas de la vida y obra de Engels, pero vayan estas breves líneas en homenaje a su talento, a su grandeza, y en reconocimiento y gratitud por las armas, teóricas y prácticas, que heredó, junto con Marx, a la clase trabajadora para su plena y total liberación.

sábado, 1 de mayo de 2010

EL CAPITALISMO

EN TERAPIA INTENSIVA

Lo que se presentó, en 2009, como una crisis financiera global, originada en el centro mundial del capitalismo, rebasó con mucho esos límites y se instaló, rápida y violentamente, en todo el mundo, abarcando la totalidad del sistema de producción que triunfó en la Tierra con la Revolución Francesa en 1789 y que se declaró vencedor –y como sistema único de la vida social- 200 años después en la guerra fría con los países socialistas.

La mejor prueba de que la crisis es del sistema capitalista y no sólo de una parte de él, es la preocupación de sus representantes y defensores, particularmente de los gobernantes capitalistas que presentaron un conjunto de medidas –no sólo financieras- para rescatarlo, vale decir, revivirlo o mantenerlo con vida a como dé lugar porque se encuentra en terapia intensiva, y que no les dieron el resultado esperado.

La esencia del capitalismo, su naturaleza, la razón de su surgimiento y existencia es la explotación del trabajo, es la acumulación del capital sobre la sangre y la vida de los trabajadores; es el dominio y la explotación de continentes y pueblos enteros. Ríos de sangre corren por las venas del capitalismo mundial.

La revolución industrial, orgullo de la clase capitalista, se levantó sobre cadáveres de hombres, mujeres y niños. El régimen oprobioso del colonialismo, con sus criminales consecuencias de muerte y sufrimiento para millones de personas, es producto directo del capitalismo. El saqueo de los países pobres acrecentó la acumulación de riquezas a niveles inauditos en los centros de poder mundial.

Guerras devastadoras, asesinatos en masa, genocidios incalificables colocaron a la humanidad en la antesala de su exterminio mediante la producción y uso de armas de destrucción sofisticada, en cada etapa de embestida capitalista, como la bomba de neutrones concebida para destruir toda manifestación de vida, sin afectar las construcciones.

En el borde de la locura y la bestialidad, el capitalismo condujo a la humanidad a la Primera Guerra Mundial, expresión de un sistema enfermo de sobreproducción y pobreza. Alemania tiene, históricamente, una enorme responsabilidad que el reconocimiento de culpas y las consecuentes disculpas no la disminuyen en nada.

El espíritu explotador del capitalismo, su insaciable voracidad, condujo a la Segunda Guerra Mundial, además porque había que impedir el establecimiento de otro sistema de producción –el socialismo- contrario a la explotación del hombre por el hombre, contrario a la explotación del trabajo, contrario a la acumulación capitalista, enemigo del colonialismo depredador, partidario de un humanismo pleno.

Ha sido el sistema capitalista de producción el que ha llevado a tal nivel la degradación del medio ambiente, que el cambio climático provocado representa un peligro real para la continuidad de la humanidad sobre la Tierra. El peligroso deterioro del medio ambiente es hijo del capitalismo. Con toda razón señala Evo Morales: o muere el capitalismo o muere la madre Tierra.

¿Es este el sistema que quieren rescatar de la antesala de la muerte?

El capitalismo “triunfó” sobre el socialismo en la guerra fría, pero sus contradicciones se profundizaron, a grado tal que ahora se encuentra sin enemigo al frente, en pleno colapso como sistema de producción.

El capitalismo provoca que cada segundo muera un niño en el mundo y que el número de pobres, que no tienen lo necesario para vivir, se acerque rápidamente a los mil millones de personas. O para no ir tan lejos, con datos proporcionados por Jeremy Rifkin, autor de las obras “El Fin del Trabajo” y la “Economía del Hidrógeno”: en los últimos 200 años el capitalismo ha consumido más energía que en los miles de años anteriores de la humanidad; el año que entra 1400 millones de personas vivirán sin agua potable; el 20% de las personas de mayores ingresos realiza el 86% del consumo, mientas que el 20% más pobre sólo consume el 1.3%.

Y, para no abundar más, un dato que muestra al capitalismo de cuerpo entero: 358 de las personas más ricas del mundo, superan con mucho los ingresos de la mitad de la población mundial, es decir, aproximadamente de ¡3300 millones de personas!

Entonces el capitalismo no está sólo financieramente enfermo. Su mal incurable es económico, es social, político, y cultural. Nació como un sistema que lleva en las entrañas la injusticia y en el curso de su desarrollo devino en un modo de producción inhumano, profundamente inhumano, y tiene que desaparecer. A la humanidad ya no le sirve.

jueves, 29 de abril de 2010

EN PUERTA ESTALLIDOS SOCIALES



Los datos son contundentes: la derecha panista golpea severamente al pueblo mexicano, que ha tenido que soportar la crisis económica más profunda después de concluido el movimiento armado de 1910 y expedida la Constitución de 1917.

Durante los malos gobiernos del PAN, encabezados por Fox y Calderón, la economía mexicana ha tenido el peor desempeño de América Latina, generando mayor pobreza en millones de mexicanos. De acuerdo con los datos del propio Banco Mundial, padre y madre del fundamentalismo neoliberal, aplicado al pie de la letra por los derechistas del PAN, de los 107 millones de habitantes en que se calcula la población mexicana, casi 55 millones son pobres. Es decir, más de la mitad de los mexicanos viven en condiciones de pobreza.

Estos datos registrados hasta 2008, seguramente quedan cortos por los efectos de la crisis económica que en México adquirió dimensiones catastróficas, pues la derecha panista y personalmente Calderón, minimizó, no entendió y tampoco tuvo interés en resolver, pues responde a los intereses de la minoría acaudalada y a los del poder transnacional.

Todo mundo comprendió, sin necesidad de conocimientos de economía, que la profundidad de la crisis se debe a la derecha gobernante. Calderón en su inconciencia o terquedad sigue con ese sonsonete chocante de repetir generalidades sobre la crisis y el porvenir de México que, a estas alturas, a nadie convence.

Las fuerzas democráticas, que son mayoritarias, aun con contradicciones internas y entre sí, tienen la obligación política de someter al panista. Consentir las barbaridades de Calderón, justificar una política blanda y de complicidad con la derecha en el poder implica una grave, gravísima responsabilidad histórica.

El pueblo mexicano ya no aguanta más la receta neoliberal que ha empobrecido a la mayoría de la población, medrando grosera y descaradamente con el patrimonio nacional, del que ha dispuesto a su antojo, al margen de la ley; que ha elevado la corrupción a niveles jamás vistos en perjuicio del pueblo; que ha violado descaradamente el contenido social de la Constitución Mexicana; que ha hecho de la impunidad una práctica permanente y de la complicidad con los delincuentes, de todo tipo, su modus vivendi; que ha realizado maniobras burdas para quebrar la educación pública. Los panistas, como pocas veces, han violentado el Estado laico pretendiendo restablecer los fueros y privilegios que alguna vez tuvo el clero.

Los panistas han gobernado, si así se puede llamar al desorden provocado en todos los niveles de la vida nacional, con un sentido claro de clase, para favorecer a los suyos, a la pequeña élite de reaccionarios, derechistas y ultraderechistas, que vieron la oportunidad de vengar las derrotas históricas que las fuerzas progresistas les han proferido. Los gobiernos panistas están plagados de gentes políticamente atrasadas.

Ellos son los responsables de la crisis que enfrentamos y de su profundidad. Serán los únicos responsables si en México se presentan estallidos sociales, como lo han señalado distintas personalidades, entre ellos José Narro Robles, rector de la UNAM. No sería nada extraño que los panistas estén apostando a generar problemas sociales, como sus antecesores ideológicos, los centralistas, los conservadores, los porfiristas, lo hicieron en su momento, todo por aferrarse al poder y a los privilegios que de él se derivan. Nuestra historia muestra cómo esos sectores retardatarios han conducido al pueblo, invariablemente, a graves conflictos armados.

Nadie con juicio histórico pretenderá apuntalar, en estas circunstancias, a Calderón bajo el pretexto de la gobernabilidad o la estabilidad social, porque nada de eso existe. Al contrario, lo que hay es inestabilidad social y una peligrosa ingobernabilidad, producto de una administración federal fallida. Y es fallida porque es reaccionaria.
LA CATÁSTROFE PROVOCADA
POR LA DERECHA EN MÉXICO



La crisis económica mundial profundizó la crisis de la economía nacional, pero hay elementos estructurales que la han provocado desde hace varios años y no se localizan en el tsunami económico que detonó hace meses en los Estados Unidos.

Está dicho y repetido que el modelo neoliberal, impuesto por el llamado Consenso de Washington, y aplicado por los gobiernos de ese corte, en México, a partir de 1982, provocaron la quiebra de la economía mexicana, el desempleo persistente, la desigualdad social a niveles antes no conocidos, el aumento inusitado de la pobreza, la aparición desastrosa de la delincuencia organizada, el incremento de la corrupción, el despojo del patrimonio nacional, bajo el señuelo de la democratización del capital, y la consecuente privatización de las empresas estatales o de participación estatal y el surgimiento de multimillonarios que aparecen en la revista Forbes.

El dinero público se canalizó a financiar los grandes negocios privados que se dedicaron a especular y a quebrar las empresas obtenidas a precio de ganga, para ser rescatados nuevamente. El Fobaproa fue la expresión más cruda de esta política antipopular, que benefició a los grandes tiburones de los negocios y empobreció al pueblo. Con gran cinismo Zedillo presentó esa ominosa medida como más cuantiosa que el rescate que se propuso Obama en Norteamérica, y Calderón, de mala fe, por ignorancia o en plena inconciencia demandó, hace algunos meses que en el mundo se aplicaran varios fobaproas en tiempos de crisis global.

Todos estos problemas se han acentuado bajo los gobiernos panistas, que se comprometieron a privatizar lo que quedaba del menguado patrimonio de los mexicanos, sobre todo el petróleo y la electricidad. Ante el repudio popular insisten, en medio de la crisis que se ha prolongado como una pesadilla para el pueblo, en sus pretendidas reformas estructurales, es decir, en privatizar lo último que queda y entregarlo al capital extranjero.

La tesis central del neoliberalismo, es que el Estado era obeso, había que disminuirlo y dejar que las salvajes leyes del mercado condujeran, sin limitaciones de ningún tipo, toda la economía. Nosotros hemos experimentado sus efectos catastróficos en el ámbito económico, social y político, como los han sufrido el resto de los países sometidos a la economía de los países capitalistas dominantes.

El grado de las desigualdades entre naciones y en el interior de cada una de ellas, la desenfrenada especulación y el robo descarado de los recursos que debían canalizarse a satisfacer las necesidades elementales de pueblos enteros, se tuvieron que presentar en el país más poderoso de la Tierra, para que se entendiera que el modelo neoliberal se encontraba en quiebra. Y así, ante el asombro de los fundamentalistas del mercado, de los neoliberales irredentos, en pleno centro del capitalismo mundial, se anunciaron y realizaron “nacionalizaciones”, que hasta la fecha no han tenido los resultados que buscaban.
La intervención del Estado en la economía vuelve a renacer con más fuerza porque fracasó el mercado para regular el crecimiento económico y evitar la especulación. Quien invoque, en este momento, las sacrosantas leyes del mercado como condición para promover el desarrollo económico, después del estrepitoso fracaso a nivel nacional y mundial, quizá haya perdido el juicio. Sería un locura oponerse o negar la intervención del Estado, pero no para salvar a los que provocaron la crisis, que al mismos tiempo son los beneficiarios, sino para establecer un nuevo modelo de desarrollo económico que privilegie el crecimiento justo

Insistir, como lo hace Calderón y sus corifeos, con las mal llamadas reformas estructurales, que contemplan la privatización del petróleo, de la electricidad, de los servicios sociales y de muchos servicios públicos, a costa de la desgracia popular y pretender acabar con las conquistas de la clase trabajadora va a merecer la más contundente respuesta popular.

Aquí, en nuestro país, los irresponsables de su conducción pretendieron curarse en salud y justificar su inexperiencia, ineptitud e incapacidad para enfrentar dicho fenómeno, afirmando que la crisis se generó fuera, ocultando que el terreno estaba abonado desde que ellos se aliaron a Salinas de Gortari y que son responsables directos de las desgracias que han recaido sobre el pueblo mexicano.