martes, 18 de octubre de 2011

Y CALDERÓN GRITÓ: ¡VIVA ITURBIDE!

Este artículo fue escrito cuando Felipe Calderón era dirigente nacional del PAN y dio el grito en el Ángel de la Independencia en 1997.

Ahora que la alternancia ha sido auspiciada por la legislación electoral y, seguramente, por acuerdos de las altas cúpulas políticas del país, y cuando el PAN sin rubor se dice vanguardia en la lucha por la democracia, viene a cuento el grito de ¡viva Iturbide!, pronunciado con emoción conservadora y añoranza monárquica por el dirigente nacional panista, Felipe Calderón Hinojosa, en el Ángel de la Independencia en septiembre del año pasado.

Ese grito expresa exactamente lo que es el Partido Acción Nacional, ni más ni menos y, por lo tanto, tiene un profundo significado político y una carga histórica muy precisa, que no deja lugar a dudas de lo que pretende y se propone el PAN si alguna vez se hace del poder en México.

A menos que sean ignorantes los panistas y sus dirigentes, deben saber que la monarquía que representó Agustín I es, en el fondo y en la forma, todo lo opuesto a la República; que la monarquía, como forma de gobierno, se opone a la presencia y participación del pueblo así sea en su forma más elemental.

Lucas Alamán, el ideólogo más importante de los centralistas y conservadores del siglo pasado y, por lo tanto, de las fuerzas partidarias de la monarquía, venerado por los falsos luchadores de la democracia hoy día, lo dijo claramente: “Estamos decididos contra la federación; contra el sistema representativo por el orden de las elecciones; contra los ayuntamientos electivos y contra todo lo que se llama elección popular. Para realizar esta idea ... contamos con la fuerza moral que da la uniformidad del clero, de los propietarios y de toda la gente sensata (sic) que está en el mismo sentido”.

Quizá esta idea, que no se ha transcrito en todo su texto, debiera formar parte de una proclama panista contra la estructura federal del Estado mexicano y frente a los hechos políticos que vive nuestra patria, porque, por lo menos hay que suponer, que los panistas han leído algún texto de ciencia política y debieran saber que el régimen monárquico es todo lo opuesto al sistema federal que se estableció en México como resultado del triunfo de la Revolución de Independencia y con la Constitución de 1824.

La monarquía encierra un sentido antidemocrático, porque destaca como necesario el gobierno de una junta de notables, de una élite privilegiada, por encima y en contra del pueblo, a morir. También forma parte del régimen monárquico, añorado por Calderón Hinojosa y sus compañeros de partido, la intolerancia ideológica y, por lo tanto, religiosa, producto de una visión estrecha y miope de lo que es el ser humano. La intolerancia, cualquiera que sea, lleva aparejada necesariamente la persecución de los que no piensan como los intolerantes. La historia nacional es abundante en ejemplos de este tipo para vergüenza del ser humano.

Quien dice, frente a todos, ¡viva Iturbide!, dice: viva la monarquía y muera la democracia; viva la monarquía y muera la República; viva la monarquía y muera el Estado federal. Dice también: viva la junta de notables y muera el pueblo; viva la intolerancia y muera la libertad; viva la opresión colonial y muera la independencia. Todo eso y más significa el grito antihistórico del dirigente panista. No es nada más un grito, es ante todo una posición política muy clara y definida.

Y es que los panistas tienen, en realidad, sueños monárquicos. Calderón Hinojosa o Fernández de Cevallos, quisieran ser Felipe I, o Diego I, respectivamente, y en caso de no lograrlo, por lo menos recibir de sus vasallos el título de su majestad, su ilustrísima, o ya al borde de la locura monárquica, por lo menos que se les hable como su serenísima u otro título que destaque su alta alcurnia, alejados de la chusma, el viejerio y demás calificativos groseros que han utilizado para referirse al pueblo; ese pueblo que avasallado por la mercadotecnia electoral, confundido ha votado algunas veces por el PAN.

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