Todo mundo está de acuerdo en la profundidad de la crisis que sufre México, resultado del neoliberalismo, crisis que se acentuó en los años de mal gobierno panista. La crisis económica se proyecta en el ámbito social y, en consecuencia, en el terreno político.
Si se agrega la terrible inseguridad pública, se tiene un cuadro devastador que pone en grave peligro la seguridad nacional. Es decir, hoy se encuentra en riesgo nuestra condición de país independiente. El Estado mexicano en manos de una minoría ultramontana ha perdido legitimidad, porque ha dejado de cumplir las funciones que le encomienda la Constitución General de la República, ley suprema de todos los mexicanos.
Muchos estudiosos han documentado ampliamente que la estrategia militar de Calderón para “enfrentar” al crimen organizado y, particularmente, al narcotráfico fue impuesta desde el gobierno yanqui, utilizando el modelo colombiano que también fracasó.
No existen elementos reales o datos que permitan hablar de una victoria de la “estrategia” de Calderón sobre el narcotráfico. Parafraseando una de las obras de Gabriel García Márquez, habría que decir que siempre estuvimos ante la crónica de un fracaso anunciado, que no tendría la menor importancia si sólo se repitiera la historia novelada de Gabo, pero aquí se involucra la vida de la Nación mexicana.
El conjunto de la crisis que padecemos ha sido enfrentada por el gobierno panista dando auténticos palos de ciego. No hay una estrategia que responda a los intereses sociales, y ha colocado a la Nación en grave peligro de ser agredida desde el exterior.
Hace algunas semanas -con todo y Obama formalmente instalado en la Casa Blanca- el Departamento de Estado norteamericano, en un informe conocido a nivel mundial, habló de un escenario caótico, en México, provocado por la imparable violencia generada por los grupos criminales, y señaló a México y Pakistán como claro ejemplo de Estados débiles, incapaces de hacerle frente con éxito al crimen organizado pero, sobre todo, al narcotráfico, insistiendo en la figura del “Estado fallido” para describir la situación del Estado mexicano.
Un poco después la CIA, de negra memoria, en un informe sobre inteligencia que entregará todos los días a Obama, abundó sobre la amenaza que representa la crisis económica mundial para la seguridad norteamericana, que los tiene preocupados porque es previsible que la inestabilidad se instale rápidamente en México.
“La inestabilidad económica –dice el informe de la Central de Inteligencia al presidente yanqui- puede aflojar el control sobre la ley y orden que tienen muchos países en desarrollo”, y recuerda que tres gobiernos europeos, a los que no menciona, han caído por razones económicas. Y advirtió que buena parte de países, en el mundo, ya experimentan problemas políticos, que amenazan con multiplicarse si la crisis económica se prolonga.
Y en el mismo tono –invocando el carácter de gendarme mundial que los Estados Unidos se atribuyen, y que no abandonarán con Obama, el Secretario de la Defensa del gobierno norteamericano, Roberts Gates se declaró dispuesto a “ayudar” al gobierno de Calderón ante la ofensiva violenta del narcotráfico. Esa “ayuda” gringa ya sabemos como es.
A la amenaza de la violencia del crimen organizado y el fracaso del gobierno panista para combatirlo; a la profunda crisis económica, social y política agravada por los gobiernos del PAN, hay que agregar la amenaza yanqui de “ayudar” a México. Léase bien: “Podemos proveer a México de entrenamiento, recursos, vuelos de reconocimiento y vigilancia, pero sólo cooperación (sic), incluida información de inteligencia” Es decir, esa supuesta cooperación significa que los yanquis se metan hasta la cocina en las cuestiones que sólo corresponden resolver a los mexicanos. Otra Colombia, pues.
El gobierno antinacional de Calderón ya debió ceder ante la propuesta de “ayuda” norteamericana, porque el mismo Secretario de Defensa de Obama reveló: “Algunos de los viejos prejuicios contra la cooperación entre ejércitos de Estados Unidos y México, se están haciendo a un lado”. El entreguismo del PAN, como siempre, a la orden del día.
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