viernes, 14 de octubre de 2011

CALDERÓN DEBE IRSE

(Articulo escrito al conocer los resultados de la elección intermedia de 2009)

Los resultados electorales de 2009 son contundentes. Los panistas fueron masacrados a pesar de haber utilizado los recursos del poder público en todo el País y lucrar electoralmente con temas como el del narcotráfico y, sobre todo, con la tragedia de Hermosillo. Si en Sonora se le reconoce el triunfo será sobre el cadáver de 48 pequeños, muertos en una guardería subrogada a particulares familiares de funcionarios estatales y federales.

El Partido Revolucionario Institucional tiene que hacer una lectura muy cuidadosa del resultado, pues el pueblo se encuentra en los límites de la desesperación y no se pueden descartar estallidos sociales en el corto plazo. Llegó la hora de entender y atender los reclamos del pueblo sin esperar más tiempo.

Los electores votaron, masivamente, contra la política general de Calderón. Además le recordaron que él llegó a la presidencia de la República sin haber ganado y que se encuentra en ella de manera ilegal e ilegítima. Hay un no contundente contra el uso anticonstitucional del ejército en funciones de policía y un rechazo total a las intenciones panistas de privatizar PEMEX, que se vuelven a invocar como medida “única” para reactivar la economía. Le dijeron no a las maniobras para privatizar la seguridad social. También le dijeron no al propósito de Calderón y su partido de gravar con el IVA a medicinas y alimentos.

A través de los votos, que materialmente sepultaron a los reaccionarios panistas, los ciudadanos les restregaron su incapacidad manifiesta para hacer frente a la crisis económica. Incapaces de advertir su profundidad y extensión propiciaron que en México sus efectos sean catastróficos, provocando desempleo y mayor pobreza entre la población.

Los electores dijeron no a la intervención de la iglesia católica en cuestiones políticas y al uso desvergonzado de temas religiosos desde el poder presidencial. A pesar del llamamiento clerical, el mismo día de la elección a votar por el bien común -léase PAN- los electores mayoritariamente católicos le dijeron no. Como dijeron no a la continuación de la desastrosa política exterior, que ha aislado a México del resto de Latinoamérica y colocado al País como un auténtico patio trasera de los yanquis.

Quienes acudieron a las urnas a votar lo hicieron para rechazar al partido que, en México, es ejemplo vergonzante de corrupción e incapacidad, de manejo inescrupuloso de los recursos públicos, de nepotismo atrabiliario, de uso y abuso del poder público para beneficiar a familiares y amigos, como pocas veces se ha visto en México.

Los electores votaron para que se corrijan todos esos vicios en el ejercicio del poder, para que eso no se vuelva a dar; para que el Estado mexicano -transitoriamente en manos de la derecha ultramontana, ambiciosa y desmedidamente codiciosa- realmente atienda el interés nacional y deje de gobernar para una minoría acaudalada que ha forjado sus fortunas con el trabajo de los mexicanos. Votaron para que se creen fuentes de trabajo con los recursos con que cuenta el país y se entierren las injustas leyes del mercado que los panistas tienen como un dios y que tanta pobreza y desigualdad han creado. Votaron para que se fortalezca el mercado interno y se reactive el desarrollo económico e impere auténticamente la justicia social, pregonada por algunos actores políticos.

Votaron para que los mexicanos tengamos verdaderamente seguridad en nuestras personas y nuestras familias, que haya seguridad pública real, no simulada, y que se acabe con la simulación del combate al crimen organizado y de manera particular del narcotráfico.

Los ciudadanos votaron para que el patrimonio de los mexicanos sea manejado con el máximo de los escrúpulos y con absoluta transparencia, y para que los funcionarios públicos se conduzcan con ética republicana, o de no ser así se dediquen, fuera del poder público, a realizar los negocios lícitos que quieran. Y los votantes se pronunciaron por incorporar nuevas formas de participación de la sociedad en la política: hacer real el referéndum, el plebiscito y la contraloría social.

Los mexicanos se pronunciaron por fortalecer la República, no sólo porque manifestaron su confianza en el cambio periódico de las autoridades, sino porque hay que incorporar la revocación del mandato, a todos los niveles, desde el presidente de la República hasta el más modesto servidor electo en los ayuntamientos.

En fin, los electores votaron para que se reconstruya la Nación mexicana destrozada por Calderón y su partido. Y esa reconstrucción no podrá lograrse con Calderón y el PAN en la presidencia de la República. Los mexicanos no votaron para que el PRI apoye a Calderón y las cosas queden como están. Si en el pasado reciente Calderón se metió por la puerta trasera, el mandato popular es sacarlo por la puerta que sea, porque él no se va a salir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario