En este momento, hay que
tomar posición frente al discurso de ultraderecha pronunciado recientemente por
un general retirado de apellidos Gaytán Ochoa, en presencia del Secretario de
la Defensa Nacional y ante un auditorio integrado, en su mayoría, por militares
retirados, según las notas publicadas, hasta esta hora escasamente, sobre dicho
evento.
Cuando falta sólo un mes para
que se cumpla el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López
Obrador, lo que ahí dijo el general retirado, resume la opinión de la derecha y
ultraderecha que, poco a poco, se encaminan al enfrentamiento abierto contra el
actual gobierno.
Los mexicanos debemos advertir,
a tiempo, que los intereses económicos y políticos que se están afectando son
muy poderosos, y que esos intereses se encuentran incrustados en distintos
espacios que, incluso, trascienden las fronteras nacionales.
Hasta hoy, la derecha y
ultraderecha han estado descoordinadas, y todos sus posibles dirigentes están
señalados por distintas razones, pero sobre todo por corrupción y saqueo de los
recursos públicos, y por haber dejado a lo largo de 36 años, pobreza, miseria,
desempleo, bajos salarios y delincuencia en el país, así como pérdida de
soberanía e independencia de la Nación.
Los primeros intentos de la
derecha y ultraderecha de manifestarse en las calles fracasaron
estrepitosamente. Las “marchitas” dejaron ver la incapacidad de esa breve
minoría, que se ha refugiado en los llamados “comentócratas”, los que a través
de varios medios de difusión se oponen indiscriminadamente a cualquier medida
del gobierno federal.
Después canalizaron algunas
inconformidades por la vía legal, como la lluvia de amparos contra el
aeropuerto de Santa Lucía y a favor del que se iba a construir en Texcoco.
Sin embargo, en las dos
semanas recientes se han dado sucesos graves que no se pueden ver aisladamente,
sino como un esfuerzo de coordinación de los reaccionarios en México.
Evidentemente se trata de
hechos que muestran de lo que son capaces y a lo que están dispuestos los
enemigos declarados del actual gobierno.
Me refiero a lo sucedido en
Culiacán, en que los opositores al gobierno de López Obrador se fueron con
todo. Al margen de lo anecdótico, lo central de esos hechos es que se montó una
gran provocación que involucra al crimen organizado, a la derecha y
ultraderecha (que muestran ya signos de desesperación), y a los organismos de
espionaje yanqui, que para desestabilizar, se pintan solos.
Lo de Culiacán tiene el sello
inconfundible de la CIA.
En medio de esos hechos, se
dio a conocer un intento fallido para utilizar territorio extranjero
(Alemania), que con la máscara de un evento académico, conspirar, como bien se
ha dicho, contra el gobierno de López Obrador, promovida por empresarios
corruptos y panistas de la misma calaña. Y aquí lo central es que se trató de
una verdadera conspiración, que abortó, en virtud de la denuncia de un juez
electoral, que hasta el momento de escribir estas líneas no ha podido ser
desmentida.
Y cuando estos dos hechos aún
se mantenían en el interés de la opinión pública, vino el discurso golpista del
general retirado, con un tufo pinochetista inocultable.
Gaytán Ochoa, algo debió
aprender en la Escuela de las Américas, en Panamá, que los yanquis utilizaron
para preparar militares golpistas en América Latina. Y todo indica que está
poniendo en práctica lo aprendido, en su estancia, en esa escuela yanqui.
Quien lo dice, lo que dice,
por la forma en que lo dice y en contra de quien lo dice, no hay duda alguna de
que tiene intenciones golpistas. Porque no lo dice el cínico de Salinas, o el
loco de Fox, tampoco el cristero acomplejado de Felipe Calderón, o el oscuro Ernesto
Zedillo o el corrupto Peña, lo está diciendo, con todo y amplificadores, un
miembro retirado (es cierto) del Ejército Mexicano.
Gaytán Ochoa se lanzó a la
yugular del presidente López Obrador: lo acusó de polarizar a los mexicanos, lo
calificó de falso izquierdista, le dijo que es un resentido, que desde el
ejecutivo, sin contrapesos, “toma decisiones que no han convencido a todos”
Dice sentirse inquieto, ofendido (Nos sentidos agraviados como mexicanos y
ofendidos como soldados, dijo textualmente) y preocupado por el desgaste (que
según él) sufre el ejército. Gaytán reduce la representación de López Obrador a
30 millones de mexicanos, nada más.
De manera abierta y
encubierta se pregunta: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta desde lo
institucional, a un grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a
un verdadero Estado fallido?”. Y casi en la parte final juró su lealtad al
pueblo mexicano, que al remarcarlo se la negó al Presidente de la República que,
por mandato constitucional, es el Comandante Supremo del Ejército Mexicano.
Las preguntas obligadas son:
¿por qué este general (de repente henchido
de patriotismo y amor a México) jamás denunció el uso que se hizo del ejército
por anteriores presidentes y que lo transformaron en un cuerpo represor? ¿Por
qué no dijo esta boca es mía frente al vulgar fraude electoral de Salinas y de
Calderón que mal gobernaron como representantes de la minoría de la minoría?
¿Por qué no se sintió agraviado (según sus propias palabras) durante largos 36
años en que los neoliberales saquearon al país, remataron las riquezas de los
mexicanos y empobrecieron al pueblo?
¿De qué valores habla y a qué
lealtades se refiere cuando guardó silencio ignominiosamente frente a la
rampante y cínica corrupción de los gobiernos en el periodo 1982 - 2018?
¿Por qué guardó silencio
frente a la criminal desigualdad social que convirtió al 1% de los mexicanos en
multimillonarios, gracias al contubernio del poder económico y el poder
político, y que polarizó a los mexicanos, y verdaderamente los agravió como
nunca antes?
El discurso de este general
tiene el sello inconfundible del golpismo latinoamericano que tanto daño hizo a
millones de hermanos nuestros, y que, como ayer, busca detener los anhelos de
verdadera justicia social, siempre negada y siempre aplazada por los intereses
de los oligarcas.
La provocación de Culiacán,
la fallida conspiración desde Alemania y el discurso de Gaytán, se inscriben en
la misma línea de la política derechista y ultraderechista (golpista). Ni duda
cabe.