miércoles, 30 de octubre de 2019

¿PINOCHETISMO EN MÉXICO?



En este momento, hay que tomar posición frente al discurso de ultraderecha pronunciado recientemente por un general retirado de apellidos Gaytán Ochoa, en presencia del Secretario de la Defensa Nacional y ante un auditorio integrado, en su mayoría, por militares retirados, según las notas publicadas, hasta esta hora escasamente, sobre dicho evento.

Cuando falta sólo un mes para que se cumpla el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, lo que ahí dijo el general retirado, resume la opinión de la derecha y ultraderecha que, poco a poco, se encaminan al enfrentamiento abierto contra el actual gobierno.

Los mexicanos debemos advertir, a tiempo, que los intereses económicos y políticos que se están afectando son muy poderosos, y que esos intereses se encuentran incrustados en distintos espacios que, incluso, trascienden las fronteras nacionales.

Hasta hoy, la derecha y ultraderecha han estado descoordinadas, y todos sus posibles dirigentes están señalados por distintas razones, pero sobre todo por corrupción y saqueo de los recursos públicos, y por haber dejado a lo largo de 36 años, pobreza, miseria, desempleo, bajos salarios y delincuencia en el país, así como pérdida de soberanía e independencia de la Nación.

Los primeros intentos de la derecha y ultraderecha de manifestarse en las calles fracasaron estrepitosamente. Las “marchitas” dejaron ver la incapacidad de esa breve minoría, que se ha refugiado en los llamados “comentócratas”, los que a través de varios medios de difusión se oponen indiscriminadamente a cualquier medida del gobierno federal.

Después canalizaron algunas inconformidades por la vía legal, como la lluvia de amparos contra el aeropuerto de Santa Lucía y a favor del que se iba a construir en Texcoco.

Sin embargo, en las dos semanas recientes se han dado sucesos graves que no se pueden ver aisladamente, sino como un esfuerzo de coordinación de los reaccionarios en México.

Evidentemente se trata de hechos que muestran de lo que son capaces y a lo que están dispuestos los enemigos declarados del actual gobierno.

Me refiero a lo sucedido en Culiacán, en que los opositores al gobierno de López Obrador se fueron con todo. Al margen de lo anecdótico, lo central de esos hechos es que se montó una gran provocación que involucra al crimen organizado, a la derecha y ultraderecha (que muestran ya signos de desesperación), y a los organismos de espionaje yanqui, que para desestabilizar, se pintan solos.

Lo de Culiacán tiene el sello inconfundible de la CIA.

En medio de esos hechos, se dio a conocer un intento fallido para utilizar territorio extranjero (Alemania), que con la máscara de un evento académico, conspirar, como bien se ha dicho, contra el gobierno de López Obrador, promovida por empresarios corruptos y panistas de la misma calaña. Y aquí lo central es que se trató de una verdadera conspiración, que abortó, en virtud de la denuncia de un juez electoral, que hasta el momento de escribir estas líneas no ha podido ser desmentida.

Y cuando estos dos hechos aún se mantenían en el interés de la opinión pública, vino el discurso golpista del general retirado, con un tufo pinochetista inocultable.

Gaytán Ochoa, algo debió aprender en la Escuela de las Américas, en Panamá, que los yanquis utilizaron para preparar militares golpistas en América Latina. Y todo indica que está poniendo en práctica lo aprendido, en su estancia, en esa escuela yanqui.

Quien lo dice, lo que dice, por la forma en que lo dice y en contra de quien lo dice, no hay duda alguna de que tiene intenciones golpistas. Porque no lo dice el cínico de Salinas, o el loco de Fox, tampoco el cristero acomplejado de Felipe Calderón, o el oscuro Ernesto Zedillo o el corrupto Peña, lo está diciendo, con todo y amplificadores, un miembro retirado (es cierto) del Ejército Mexicano.

Gaytán Ochoa se lanzó a la yugular del presidente López Obrador: lo acusó de polarizar a los mexicanos, lo calificó de falso izquierdista, le dijo que es un resentido, que desde el ejecutivo, sin contrapesos, “toma decisiones que no han convencido a todos” Dice sentirse inquieto, ofendido (Nos sentidos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados, dijo textualmente) y preocupado por el desgaste (que según él) sufre el ejército. Gaytán reduce la representación de López Obrador a 30 millones de mexicanos, nada más.

De manera abierta y encubierta se pregunta: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta desde lo institucional, a un grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido?”. Y casi en la parte final juró su lealtad al pueblo mexicano, que al remarcarlo se la negó al Presidente de la República que, por mandato constitucional, es el Comandante Supremo del Ejército Mexicano.

Las preguntas obligadas son: ¿por qué este general (de repente  henchido de patriotismo y amor a México) jamás denunció el uso que se hizo del ejército por anteriores presidentes y que lo transformaron en un cuerpo represor? ¿Por qué no dijo esta boca es mía frente al vulgar fraude electoral de Salinas y de Calderón que mal gobernaron como representantes de la minoría de la minoría? ¿Por qué no se sintió agraviado (según sus propias palabras) durante largos 36 años en que los neoliberales saquearon al país, remataron las riquezas de los mexicanos y empobrecieron al pueblo?

¿De qué valores habla y a qué lealtades se refiere cuando guardó silencio ignominiosamente frente a la rampante y cínica corrupción de los gobiernos en el periodo 1982 - 2018?

¿Por qué guardó silencio frente a la criminal desigualdad social que convirtió al 1% de los mexicanos en multimillonarios, gracias al contubernio del poder económico y el poder político, y que polarizó a los mexicanos, y verdaderamente los agravió como nunca antes?

El discurso de este general tiene el sello inconfundible del golpismo latinoamericano que tanto daño hizo a millones de hermanos nuestros, y que, como ayer, busca detener los anhelos de verdadera justicia social, siempre negada y siempre aplazada por los intereses de los oligarcas.

La provocación de Culiacán, la fallida conspiración desde Alemania y el discurso de Gaytán, se inscriben en la misma línea de la política derechista y ultraderechista (golpista). Ni duda cabe.

sábado, 24 de agosto de 2019

EL DEBATE DE LAS IDEAS EN MÉXICO



La historia de México nos muestra que en las etapas revolucionarias, de profundos cambios, se agudiza la lucha de ideas.

Nuestra historia nos muestra, también, que en esa batalla han salido vencedoras las ideas más avanzadas, las que señalan la ruta del progreso, la justicia, la independencia y el fortalecimiento de la soberanía popular.

A través del debate de las ideas se manifiesta, de manera contundente, la lucha de clases, que se vuelve intensa en los periodos de cambios.

Hoy, sin que se pueda hablar de una etapa revolucionaria, se ha iniciado la urgente y vital tarea de desmotar el neoliberalismo, verdadera dictadura que se instaló hace 36 años.

Los partidarios de este modelo se encuentran ayunos de ideas, huérfanos de propuestas, a no ser aquellas que intentan mantener al país dentro del esquema neoliberal. Nada original y nada nuevo. El Consenso de Washington, biblia de los neoliberales, aprendido de memoria y repetido como disco rayado.

La sacrosanta inversión extranjera como el remedio de todos los males habidos y por haber, el mercado como su becerro de oro, las privatizaciones como expresión de la modernidad, el saqueo de los recursos púbicos como modo de vida, la antidemocracia como modelo político y social, el individualismo como concepción de la vida y culminación de sus anhelos.

Los neoliberales ni de prestado pueden vivir en estos momentos, porque su modelo es repudiado a lo largo y ancho del mundo, en países desarrollados, de medio desarrollo y en países pobres.

No hay nadie, en su sano juicio, que levante las demandas neoliberales, visto el desastre económico, social y político ocasionado en todas partes, y el verdadero reguero de pobreza e injusticia que provocaron.

Por lo tanto, por hoy y aquí en México, el debate de las ideas corresponde a las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias, de manera que se hagan propuestas y aportaciones para desmantelar el modelo neoliberal y se marque el camino hacia un sistema de la vida social elevado, que supere al régimen capitalista en un futuro no lejano.

Una corriente progresista ha llegado al gobierno y debe abrir el camino para que el pueblo recupere el poder para consolidar los grandes y necesarios cambios que requiere México.

Esta será la mejor garantía de que los neoliberales, derechistas y ultraderechistas no regresen al poder.

Si alguna característica tiene este blog, desde su aparición, es su lucha permanente contra el neoliberalismo, denunciando este oprobioso modelo, y advirtiendo los graves riesgos que entrañaba. La realidad fue más allá de lo que aquí se denunció y advirtió.

Las cosas, en nuestro país, han empezado a cambiar, a partir de la elección del 1º. de julio de 2018, que dejó una correlación de fuerzas favorable a los cambios progresistas, y colocó a la derecha y ultraderecha contra la pared.

Sin embargo los riesgos de retroceso permanecerán hasta que el pueblo, sus fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias se hagan del poder, y hayan organizado al pueblo desde la base.

Sin la participación directa y organizada del pueblo y de sus mejores fuerzas nada será perdurable.

En esta etapa, al lado de las medidas contra la corrupción y por la austeridad en el manejo de los recursos públicos, al lado de aquellas que se van tomando a favor de la soberanía energética, de la autosuficiencia alimentaria, de atención a la salud y la educación, de atención a la juventud y personas de edad, y otras igualmente urgentes, habría que considerar la conveniencia (urgente también) de desmontar el andamiaje jurídico de corte neoliberal, en los tres ordenes de gobierno.

En primer lugar, es urgente depurar la Constitución nacional de las contrarreformas neoliberales que le incorporaron en más de tres décadas, sobre todo a los artículos 3º. 27, 28, 123 y 130, derogando de nuestra Carta Magna el contenido neoliberal.

Establecer como norma, precisa y clara, la prohibición de privatizar y desnacionalizar las empresas, servicios, bienes y recursos públicos.

Enumerar, en esa prohibición, las empresas energéticas y de otro tipo que, en el futuro, se incorporen al patrimonio nacional, como  las eólicas y solares.

 Tal prohibición debe comprender, expresamente, la educación en todos sus niveles, la salud, la seguridad social, los centros de atención infantil, de los jóvenes, mujeres y personas de edad adulta.

De manera especial, los servicios municipales deben quedar incluidos dentro de esa prohibición.

Aunque el suelo y subsuelo son propiedad de la nación, es necesario señalar, enfáticamente, que en ningún caso, y en ninguna circunstancia podrán ser privatizados ni desnacionalizados. Además, de manera expresa debe señalarse el agua como recurso vital al servicio de la nación, y excluir cualquier posibilidad de desnacionalización.

Proteger de forma amplia los recursos de la hacienda pública de la federación, los estados y los municipios, para impedir actos de corrupción, y elevar la eficiencia de su utilización. Elevar a rango constitucional la austeridad como principio fundamental de la administración pública.

El Estado mexicano debe convertirse, constitucionalmente, en un instrumento incondicional del pueblo, para garantizar el auténtico progreso social, para consolidar y mantener su independencia, y reafirmar, en el ámbito internacional, su soberanía.

En otros términos, el Estado mexicano debe ser un instrumento de emancipación y liberación nacional, y de verdadera democracia popular.

Señalar, con absoluta claridad y precisión, que las medidas que se apliquen en la vida económica, social y política, se orientarán a fortalecer y consolidar el gobierno al servicio del pueblo, rescatando, así, el poder del que se despojó al pueblo mexicano.

Sin ninguna duda, los delincuentes neoliberales que destrozaron al país, tienen que rendir cuentas ante la justicia. No pueden quedar impunes la gran cantidad de delitos cometidos, en el afán antinacional y antipopular, de rematar el patrimonio nacional a través de las privatizaciones y desnacionalizaciones, así como la grosera y criminal acumulación de riquezas a costa de los recursos públicos. Esto debe incluir también a los empresarios voraces, socios y cómplices de los funcionarios neoliberales corruptos.

No basta la sanción moral que ya cargan a cuestas esos sectores minoritarios. Por elemental sentido de la justicia, deben ser objeto de sanciones administrativas, políticas y penales. Y, de manera especial, obligarlos a reparar el inmenso daño ocasionado a los mexicanos.

El centralismo político y administrativo será siempre un enorme obstáculo para lograr los cambios y las transformaciones que urgen. Por eso debe fortalecerse la descentralización, otorgando mayores facultades a las entidades de la federación y, de forma clara, a los municipios.

Es a nivel municipal donde se puede y se debe impulsar la participación directa del pueblo, en una primera etapa para superar la inoperante y antidemocrática forma de gobierno representativa.

Organizar al pueblo para que participe en acciones y decisiones de gobierno, de abajo hacia arriba, y de arriba hacia abajo, será la mejor garantía para lograr y consolidar las transformaciones económicas, sociales y políticas.

Finalmente, debe conservarse el contenido de nuestra Constitución nacional, en los aspectos fundamentales que vienen de nuestra historia, y que han reflejado las aspiraciones de justicia, independencia y soberanía, y auténtica democracia popular.




viernes, 17 de mayo de 2019

LOS INTENTOS LEVANTISCOS DE LA DERECHA


El neoliberalismo, en México, integró a sus filas durante 36 años a la derecha, a la ultraderecha, a los fascistas, a los neofascistas, y los ancianos cristeros que sobrevivían dispersos en iglesias y sacristías.

A todos ellos (menos a sus parientes pobres) el neoliberalismo rapaz los llenó de privilegios económicos y políticos; les dio prebendas inauditas a costa del patrimonio nacional y de los recursos públicos, de los que se apropiaron y saquearon con una voracidad sin límite.

La oligarquía se nutrió de empresarios, muchos de ellos advenedizos, de funcionarios públicos corruptos, de millonarios y multimillonarios que labraron sus fortunas desde las empresas privatizadas por los gobiernos neoliberales.

Llegamos, así, a la renovación del poder público federal, en 2018, con una economía más dependiente, resultado de políticas depredadoras de los neoliberales; con una desigualdad social extrema; con instituciones políticas inoperantes para el pueblo, y con graves problemas generados directamente por neoliberalismo, como la desorganización de la educación pública, pobreza, la extrema pobreza, la inseguridad pública, la violencia criminal, el abandono de los jóvenes, y un enorme desprestigio del país en materia de política internacional.

Contra eso y más fue que votaron los ciudadanos masivamente el 1º. de julio del año pasado. Y contra el neoliberalismo, en general, es que se ha gobernado en los primeros meses del actual gobierno.

La derecha y la ultraderecha, con todos sus matices, quedó azorada e inmovilizada, por el triunfo contundente de la corriente política progresista y democrática, y tardaron casi un año para darse cuenta que fueron desplazados del poder, y con ello deben acabarse las prebendas y los privilegios que tuvieron durante 36 años; que la impunidad, el saqueo, el robo descarado del patrimonio nacional y los recursos públicos, debe llegar a su fin.

Que, además, los que mal gobernaron durante más de tres décadas, tienen claras responsabilidades administrativas y penales, además de la responsabilidad política por todos los daños provocados al pueblo mexicano.

Después de casi un año ese sector reaccionario saca la cabeza y demanda volver al neoliberalismo criminal. Por el fondo, la forma y el contenido de sus pancartas en su pequeña movilización reciente (mejor conocida como “la marchita”) se vuelve a demostrar que la derecha y la ultraderecha siguen estando huérfanas de ideas y que, como ayer, tienen que vivir de prestado. Siempre fue así, siempre ha sido así, y siempre así será.

Para proferir insultos y ofender, no tienen límite, y así quedó demostrado en la marchita, pero al menos recurrieran a los que en esa materia les anteceden en nuestro país, por ejemplo que se nutrieran con la sarta de insultos que el asturiano Manuel Abad y Queipo utilizó contra el Padre de la Patria, cuyo edicto debieran tener como lectura de cabecera.

Y la base de sus demandas, en el caso de que en el futuro las hagan públicas, les vendrán del exterior: del FMI, de la OCDE (donde están bien representados); de los neoliberales que aún sobreviven en distintas latitudes del mundo y, probablemente, hasta de la CIA.

Los integrantes de la derecha, que siempre han padecido pobreza (o miseria ideológica) no tienen capacidad para debatir. El insulto es lo suyo.

A la derecha y a la ultraderecha, aquí y en todas partes, les gusta disfrazarse de demócratas, ponerse máscaras para ocultar lo que realmente buscan, que es la defensa intransigente de sus intereses de clase, que no pueden ocultar aunque se pongan huaraches. Y su cinismo es de tal grado que invocan los intereses del pueblo y de la nación, que ellos han atacado con saña en todo momento.

Es por eso que calificar a los que participaron en la marchita, como fifís, oculta su verdadera identidad.

La derecha y la ultraderecha, en su desfachatez, reclaman que el gobierno no divida, se declaran hermanas de la caridad, y “enemigos” de la lucha de clases, que ellos están avivando, sabiéndose franca minoría, como siempre lo han sido.

Con un resultado como el que se dio el 1º. de julio del 18, con una amplísima mayoría a favor de los cambios y transformaciones por la vía nacional y popular (es decir, antineoliberales) no es la mayoría, y el gobierno elegido por esa mayoría, la que divide.

Queda muy claro que quien divide es la minoría derechista y ultraderechista, porque quiere conservar, a toda costa, sus privilegios de clase. No les interesa, ni les importa la soberanía nacional, ni la vida y o la salud de la mayoría de los mexicanos. Al patrimonio de la nación lo ven con signo de pesos, porque eso ha sido para ellos. Y tampoco les interesa la seguridad y bienestar de del pueblo.

Cuando escribía estas notas, llegó una noticia en la que Financial Times (que bien sabemos qué intereses representa) en que acusa a López Obrador de “poner en peligro la economía y las instituciones de México”, como si esto en verdad le importara.

Pero en la misma nota se incorpora una amenaza velada (bueno, no tan velada), afirma que para que eso no ocurra, “sólo hay dos controles sobre el poder (que tiene AMLO): 1) las leyes internacionales incorporadas al T-MEC, y 2) los mercados financieros.

Aunque lo oculten, la derecha y los ultras fincan sus esperanzas en factores externos en su lucha contra el actual gobierno federal, tal como lo señala el Financial Times, porque aquí carecen del más mínimo apoyo. Su programa es antipopular, porque es clasista.

Por hoy, los derechistas y ultras, se están agarrando a un clavo ardiendo: el neoliberalismo, repudiado aquí y en todas partes, y que en territorio mexicano fue sepultado por un alud de votos populares, y con amplias posibilidades de que ese modelo económico no pueda ser exhumado.


miércoles, 1 de mayo de 2019

A 500 AÑOS DE LA INVASIÓN ESPAÑOLA


Nos encontramos escasamente a dos años de cumplirse 500 en que, se consumó, en México, una de las invasiones más infames de que tenga memoria la humanidad.

Ante este hecho, el presidente López Obrador envió sendas cartas al Rey de España y al Papa de Roma para que pidan perdón por las atrocidades, mejor dicho, las monstruosidades cometidas durante dicha invasión.

Esto generó cierta polémica, en la que hay que destacar la rabiosa reacción de los que comparten la visión de los invasores. Resulta inaudita la cantidad de ofensas, mentiras y despropósitos de esa corriente que volvió a dar la cara públicamente para manifestar su enojo y su molestia por una petición que, si de algo peca, es de modestia.

En estas líneas quiero hacer algunas reflexiones elementales sobre los 500 años de la invasión española:

1.- Frente a las dimensiones de esa invasión, es absurdo pedir prudencia o neutralidad histórica, para decirlo de alguna manera. O se tiene la visión de los invasores, o se tiene la visión de los vencidos.

Pero nadie en su sano juicio, que tenga una información elemental sobre lo que se consumó en 1521, en el territorio  central de México, puede justificar la brutalidad de los invasores españoles liderados por Hernán Cortés, contra la civilización azteca, que se encontraba en su esplendor y, a partir de ahí, contra las demás culturas localizadas en el territorio nacional.

2.- La República mexicana, que nació a la vida independiente con la Constitución de 1824, alberga una nación que, en sus raíces nativas y en el proceso de su formación, fue objeto de ese hecho brutal que los colonizadores denominaron conquista. Esa brutalidad se prolongó, como se entiende, durante los trescientos años de coloniaje, dominio y saqueo, sin par en el Continente Americano.

Además de saquear la riqueza material, en acciones inauditas, propias de mentes enfermizas y sin escrúpulos, los invasores destruyeron y ocultaron las formidables construcciones materiales de civilizaciones milenarias aquí asentadas; se propusieron destruir las costumbres, las creencias y la cultura en general de lo que encontraron aquí, con una saña inaudita.

El colonialismo, como el que sufrimos en lo que hoy es el territorio de México, devoró las comunidades nativas,  a las que primero inmovilizó y después destruyó para erigir, a sangre, fuego y cruz, sus instituciones. Lo que no se pudo destruir, se ocultó bajo tierra, hasta casi desaparecerlo, y así permanecería si no fuera por los esfuerzos que, como nación, hemos realizado los mexicanos, rescatando innumerables construcciones (y con ellas parte fundamental de la cultura nativa) que los españoles ocultaron criminalmente.

Los invasores españoles hicieron apología permanente del crimen y de la destrucción un arma para establecer, primero, y mantener, después, su dominio. Trescientos años de coloniaje, fueron tres siglos de avasallamiento, rapiña descarada y destrucción permanente. Habrá que decirlo una y otra vez.

Se tendrá que pensar como invasor criminal, estar ciego, ser necio, o cuando menos ser un insensato para negar lo que significó la invasión y el coloniaje a que dio lugar.

3.- La invasión española es parte de los cimientos de nuestra nacionalidad, al menos en la etapa moderna de México, y es un elemento que marcará nuestra historia para siempre.

En sentido estricto la “conquista” habría significado la absorción del conquistado, su asimilación por los europeos y la desaparición de todas las manifestaciones humanas alcanzado en estas tierras mexicanas, habitada por comunidades que no habían salido del marco de la comunidad primitiva, y lejos se encontraban del esclavismo.

Los llamados conquistadores, en todo caso, fueron conquistados por la civilización más desarrollada que encontraron: la civilización azteca y de otras culturas, cuyos territorios también, fueron invadiendo. Lo que escribieron quienes acompañaban a Cortés, y lo que escribieron después de consumada la invasión no dejaron de expresar su admiración (y asombro) por todo lo que alcanzaban a ver, aun cegados por la avaricia,  la codicia y el deseo enfermizo de imponer sus creencias religiosas.

Debe considerarse que sólo entre grupos humanos, con un grado de desarrollo no tan amplio, pudo darse la fusión que se dio,  que, a su vez, dio lugar al mestizaje y, en consecuencia, a la nación mexicana. En tanto que los grupos nativos que, cuando se consumó la invasión, eran nómadas, no se mezclaron con los españoles, sobrevivieron toda la colonia, y aún mantienen su identidad hasta nuestros días formando, con toda legitimidad y orgullo, parte de la nación mexicana.

En materia religiosa -y a pesar del predominio de la religión impuesta por el invasor y mantenida por una institución diabólica, como fue la Inquisición-  sobreviven, después de 500 años, aisladas o mezcladas con la religión católica, manifestaciones de creencias anteriores a la invasión.

Siguen siendo muy concurridos los centros ceremoniales prehispánicos, a lo largo y ancho del territorio nacional, pero sobre todo los que se localizan en la zona centro de México. Es fácil observar cómo se superponen las creencias de las culturas nativas con las impuestas por el invasor europeo.

Desde el punto de vista económico, específicamente por lo que se refiere a la tenencia de la tierra, al lado de la propiedad privada (institución traída por los españoles) sobrevivió durante mucho tiempo (y sobrevive a pesar del desarrollo capitalista prevaleciente) la tenencia comunal de la tierra y el uso común de extensiones considerables, que se laboran en conjunto o se utilizan como zonas de pastoreó.

4.- Y así como, hoy, el neoliberalismo criminaliza la lucha de clases, el colonialismo, en todas sus etapas, criminalizó cualquier intento de rechazarlo o de combatirlo. Siempre levantó las armas y la cruz, y masacró a la población nativa para difundir y defender la sacrosanta propiedad privada y la sacrosanta religión.

No hay duda que los españoles cometieron verdaderas aberraciones, excesos increíbles y masacres horrorosas contra la población nativa,  desde el momento mismo en que pisaron suelo mexicano. Consecutivamente, o mejor dicho, frecuentemente cometieron varios genocidios repudiables que, acertadamente, se han calificado como genocidios de lesa humanidad.

Es totalmente explicable que los invasores que se quedaron en territorio mexicano después de conseguida la independencia nacional, fueran vistos con recelo por la población mestiza dominante. Ese recelo y rencor histórico, hay que decirlo, aún existe.

“Gachupín”, término despectivo para referirse a los españoles, se sigue utilizando, todavía en nuestros días, para insultarlos y rechazarlos.

 Y si ese término fue cayendo en desuso, se debió a que los españoles fueron desapareciendo físicamente de manera natural y, sobre todo, por el enorme respeto y afecto con que los mexicanos recibieron y trataron a la generación de intelectuales españoles y a sus familias que huyeron de la dictadura franquista, la mayoría de los cuales ya no están entre nosotros.
5.- Hoy día, los que mantienen la visión de los vencedores, reconocen y aceptan que la única cultura y los únicos valores son los provenientes, ayer y hoy, de los españoles. Desprecian, abiertamente la cultura nativa, de la que los mexicanos nos sentimos legítimamente orgullosos.

6.- La inmensa mayoría de los mexicanos estamos conscientes que de nuestras dos raíces hay una diferencia temporal clara: nuestra raíz nativa tiene una existencia milenaria, la raíz española tiene una existencia centenaria.

La superposición de dos culturas, que se vive todavía en la vida cotidiana de los mexicanos, quizá se explique de muchas maneras, recurriendo a varias ciencias y disciplinas, pero nuestro pasado milenario y centenario está en la base de nuestro ser.

7.- Los mismos españoles, de ahora, no podrán negar que lo que son como país se debe a las incontables e incuantificables riquezas saqueadas, de nuestro territorio, durante 300 años.

Europa misma levanta su civilización sobre la sangre, las vidas y los escombros de los incontables genocidios cometidos a lo largo y ancho de inmensos territorios del mundo.

8.- A pesar de todo, hay que reconocer que a los españoles debemos tres aportaciones importantes: el idioma con el que hoy nos comunicamos los mexicanos, la novela El Quijote de la Mancha, y la generación de intelectuales antifranquistas que fueron recibidos, en nuestro país, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas.

9.- España debe asumir la responsabilidad histórica que tiene por la invasión y el coloniaje que impuso en lo que ahora es México, por los asesinatos masivos que realizó desde que arribó Cortés a Veracruz y la aniquilación de millones de nativos; por la fuerza brutal que utilizó siempre contra las poblaciones nativas, por la destrucción material de construcciones que reflejaban la cultura de los nativos, por la utilización de la religión y sus símbolos como amenaza contra poblaciones que tenían sus propias creencias; por el saqueo permanente de las riquezas (que jamás podrán ser, ni cercanamente, cuantificadas) del territorio mexicano; por la utilización de la Inquisición (y aquí la iglesia tiene una enorme responsabilidad) a través de la cual castigó, con métodos horrendos, propios de dementes, a personas que tuvieron la desgracia de caer en sus criminales manos. La lista se podría alargar hasta el infinito.  

martes, 2 de abril de 2019

LA VÍA CONSTITUCIONAL PARA LA CUARTA TRANSFORMACIÓN



En México se abre una etapa en la que debe privilegiarse el debate teórico y político, para encontrar el camino que más convenga a los mexicanos, como pueblo y nación.

He planteado que con los resultados electorales de julio de 2018 y, el gobierno en ejercicio de López Obrador, se empieza a desmontar el neoliberalismo. Después de un poco más de tres meses de gobierno, sigo sosteniendo esa afirmación.

En el artículo anterior señalé que desmontar el neoliberalismo llevará tiempo, porque se encuentra presente en la economía, en la vida social, en varias instituciones que siguen operando, con tecnócratas que siguen incrustados en el gobierno actual, en la contrarreforma energética, la educativa, la fiscal y en una basta legislación neoliberal que se incorporó en todo el orden jurídico durante 36 años.

Otra cosa es que con el gobierno actual se abandone la política depredadora y corrupta de los neoliberales, pero desmontarlo se llevará tiempo.

Hay que precisar que el neoliberalismo es la clara expresión del capitalismo neocolonial, de fines del siglo XX y de lo que va del XXI. No es, no puede ser independiente del capitalismo. El neoliberalismo es el fruto del desarrollo capitalista. Es producto de la llamada globalización, que se manifiesta en el dominio mundial de las empresas transnacionales, en la libre circulación de los capitales, en la más cruda especulación financiera y en el terrorismo económico de los poderosos.

La corrupción es inherente al sistema capitalista de producción y, por lo tanto, forma parte de la naturaleza del neoliberalismo. La corrupción es la sangre que corre y que da vida al capitalismo explotador. El neoliberalismo es capitalismo en descomposición, es capitalismo putrefacto.

Por lo tanto será difícil desmontar el neoliberalismo, sin desmontar el capitalismo.

Si se habla en serio contra el modelo neoliberal, hay que remitirse a varias de las disposiciones de la Constitución nacional que, bien aplicadas, serían la base para darle un rumbo no neoliberal (no capitalista) al desarrollo de México.

 Estas normas constitucionales, que los neoliberales convirtieron en letra muerta durante los 36 años, que modificaron o que violaron abiertamente, entre otras, son  los artículos: 3º, 4º, 25, 26, 27, 28, 39, 40, 73, 89, 108, 115, 116, 123 y 130.

Y comento solo las siguientes:

En materia de educación hay que rescatar y aplicar el artículo 3º. Constitucional. En el contenido filosófico de esta norma está la base de la pedagogía mexicana que tanta falta hace, pues reformas van y reformas vienen, y todo se ha deteriorado por la copia de métodos y sistemas pedagógicos alejados del carácter del mexicano y de sus aspiraciones históricas.

Parar la privatización y desnacionalización de la educación; fortalecer la escuela pública, de abajo hacia arriba hasta el posgrado y la especialización. Colocar la educación privada como coadyuvante para alcanzar los objetivos de la educación nacional.

La educación es obligatoria,  gratuita, laica, científica, democrática, y nacional. Estos principios están en la base de la nueva pedagogía mexicana, sin exclusiones ni exclusivismos.

Parar la privatización de la seguridad social, de los servicios que integran la salud pública. Actualizar y modernizar todas las instalaciones y condiciones en que se atiende la salud de los mexicanos, y establecer la medicina preventiva como uno de sus pilares fundamentales.

 Es de la mayor urgencia establecer un sistema nacional de nutrición, que también esté en la base de la salud de nuestro pueblo.

La salud mental de los mexicanos y el fortalecimiento de su conciencia nacional pasa, necesariamente, por la nacionalización de los programas de radio y televisión, difundiendo programas de carácter cultural, científico y tecnológico. Y, desde luego, utilizar las redes sociales para el mismo propósito.

En materia económica, aplicar a plenitud el texto del párrafo cuarto del articulo 28 constitucional, que reserva al Estado las siguientes áreas estratégicas: correos, telégrafos, radiotelegrafía, minerales radiactivos y generación de energía nuclear, la planeación y el control del sistema eléctrico nacional (habrá que agregar, hoy, la producción de energía limpia, utilizando recursos renovables, como el viento y la luz solar), el servicio público de transmisión y distribución de energía eléctrica, la explotación y extracción del petróleo y de los demás hidrocarburos.

Modificar este párrafo para incluir la comunicación vía satélite y los ferrocarriles, que fueron colocados por los neoliberales dentro de las llamadas áreas prioritarias para facilitar su desnacionalización.

Conservar el contenido del artículo 28 constitucional y actualizar su texto, con una clara orientación antineoliberal, será una base sólida para garantizar que el desarrollo nacional transite por vía autónoma, soberana, independiente, sustento de la auténtica justicia social.

Expresamente, a nivel constitucional, debe prohibirse cualquier tipo de privatización o desnacionalización. El nacionalismo económico, por hoy, garantiza la meta de desmontar el neoliberalismo pero, además, no se opone a la diversificación de las relaciones económicas y comerciales con todos los pueblos del mundo. Debe ser la palanca principal para disminuir y cancelar definitivamente la dependencia que hoy agobia al país.

No a la dependencia económica ni al vasallaje cultural. Si a las relaciones con todos y a la convivencia armoniosa con el mundo entero.

Insisto: es urgente depurar a nuestra Carta Magna de todo contenido neoliberal, abrogando y derogando las disposiciones que tengan ese carácter. Esta sería una manera de borrar las instituciones neoliberales que existen por todas partes, cuyos titulares han asomado tímidamente la cabeza en estos primeros días del nuevo gobierno.

Por razones de justicia social debe derogarse la contrarreforma alemanista para dar toda la tierra susceptible de entregarse a los campesinos, porque con base en ella los neoliberales decretaron que ya no había tierra que repartir.

Establecer un sistema bancario nacional que vea por los intereses del desarrollo autónomo del país, y que no tenga en mente, como hoy lo tiene la banca extranjerizada, las altas ganancias, a costa del bajo crecimiento, el desempleo, la pobreza y la agudización de los problemas sociales.

Hay que acabar con la simulación democrática y el gobierno de la minoría que fue legitimado por las sucesivas reformas electorales, y regresar al mandato constitucional, pero en serio, que define a la democracia “no sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

Como se aprecia, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación no necesita ir muy lejos para encontrar bases constitucionales de los cambios en los que está empeñado. Quienes ostentan actualmente el poder deben volver a nuestra Carta Magna, a su letra, a su espíritu, a sus mandatos.

Y agrego:

 Ya no puede quedar como letra muerta el texto del artículo 39 constitucional que mandata:

1)    La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo,

2)    Todo poder público dimana del pueblo y se instituye  para beneficio de éste,

3)    El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

Estas  normas son tres principios de nuestra Constitución, que deben regirr la actividad y la conducta del nuevo gobierno, para superar el desastre que dejaron los neoliberales.

En las condiciones actuales el centralismo económico y político es un obstáculo para realizar y consolidar los cambios que urgen. Por tanto, el fortalecimiento del federalismo debe otorgar, a nivel constitucional, más facultades en materia social, económica y política a las entidades de la Federación y a sus municipios.

Es una condición necesaria para avanzar en un nuevo sistema, justo, de desarrollo. No todo debe ni puede hacerse desde el Centro.

Desde el ámbito municipal será posible promover la organización del pueblo, dotándolo de las herramientas democráticas a fin de que éste participe directamente en funciones de gobierno.

El gran actor de los cambios y las transformaciones en todos los órdenes de la vida nacional debe ser el pueblo.

La democracia representativa ha concluido su ciclo. Tanto el sistema presidencial o el parlamentario, han metido a la llamada democracia liberal en una camisa de fuerza que asfixia toda manifestación verdadera de democracia.

Desde hace mucho tiempo se vive en la ficción democrática.

Debe ser compromiso firme de la Cuarta Transformación establecer las bases para construir, en México, un régimen de la vida social por la vía no capitalista, a fin de construir un tipo de Estado nacional al servicio incondicional del pueblo y de la nación.

Si no se reforma la Constitución y las leyes secundarias, en el sentido propuesto, los cambios y transformaciones de que habla el gobierno no se realizarán, y los que se realicen estarán permanentemente amenazados.



sábado, 16 de marzo de 2019

LA OPOSICIÓN A LÓPEZ OBRADOR


Desmontar el neoliberalismo será una tarea de tiempo, porque no sólo hay que lidiar con el poder económico del interior del país que, por hoy, ocupa importantes espacios de la vida nacional, sino los grandes intereses trasnacionales y las instituciones financieras que los representan.

Una coyuntura favorable, a nivel internacional, con repercusiones nacionales, es que el neoliberalismo está en retirada, pero en las convulsiones de la muerte todavía puede ofrecer resistencia.

Precisamente la quiebra neoliberal (con todas las reservas que esta expresión tiene) a nivel mundial, y los resultados desastrosos que tuvo en nuestro país en seis sexenios, es lo que tiene a la derecha y ultraderecha del PRI y del PAN desorganizados, y con dificultad para integrarse como oposición frente al actual gobierno.

La quiebra del neoliberalismo ha dejado sin banderas a esos dos partidos que se unieron desde 1982. A partir de entonces, ambas organizaciones políticas caminaron de la mano, cohabitaron, o para decirlo como se dijo alguna ocasión en Argentina: mantuvieron estrechas relaciones carnales (relaciones perversas, dirían otros). Mochos los panistas y cínicos los priistas no aceptaban esa mención.

Del reclamo del cogobierno que el PAN le hizo al PRI en los primeros meses del sexenio a Miguel de la Madrid, a la algarabía panista, cuando creyeron que Peña Nieto había consumado la desnacionalización del petróleo y que la desaparición de PEMEX estaba a la vuelta de la esquina, ambos partidos vivieron en amasiato político intenso a plena luz del día.

Casi en el paroxismo, un panista ultra del Estado de México expresaba su veneración por Peña Nieto, al decir que éste, con la mal llamada reforma energética, había consumado el proyecto histórico del PAN.

PAN y PRI, y quienes se les unieron para garantizar la continuidad de la dictadura neoliberal, fueron arrasados en un proceso electoral que coloca a nuestro país –si el gobierno de López Obrador se mantiene consecuentemente en el terreno antineoliberal- en la antesala de cambios profundos.

Pero no todo depende del gobierno. Es urgente que el pueblo asuma la defensa decidida de los cambios positivos que se vayan dando. Y no puede quedar esa defensa exclusivamente en el terreno declarativo. Hay que pasar a la organización popular para su defensa, por pueblos, colonias, ejidos, barrios, manzanas, calles, escuelas, centros de trabajo, etc.

De esa organización popular depende que los cambios se den, y que esas transformaciones se consoliden a favor del pueblo y de la nación, y que realmente se conviertan en irreversibles.

Hay que tener presente que los neoliberales están al acecho, cuentan con poder económico, el respaldo de fuera. y una cantidad grande de medios de información (electrónicos y escritos), y comentaristas a sueldo, la mayoría de los cuales destilan rabia y odio contra las medidas que ha tomado en tres meses el actual gobierno, que sin ser tan profundas, mantienen las esperanzas de la enorme mayoría de los mexicanos de que las cosas cambien para bien.

Hasta hoy, la desmadejada oposición de los partidos neoliberales que mal gobernaron, durante 36 años, y el enorme desprestigio bien ganado por sus cuadros dirigentes, los tiene enfrentados al pueblo, y sin ningún grado de credibilidad. Lo mismo pasa con los que se reclaman pensadores y pontifican, a diestra y siniestra, sobre las supuestas bondades de la dictadura neoliberal de la que su ufanaron con verdadero cinismo.

En juntas conspirativas, los notables de hoy (neoliberales irredentos) repudian a sus representantes políticos de ayer. Todos o casi todos se dicen apartidistas, y no le encuentran la cuadratura al triangulo.

Su oposición es, valga la expresión, reactiva. Un no a todas las medidas del gobierno de López Obrador ha sido su máximo planteamiento: no al rescate de Pemex; no al rescate de la CFE; no a una política exterior independiente, con base en los mandatos constitucionales; no a la austeridad en el manejo del dinero público; no a la reducción de los sueldos estratosféricos de los funcionarios públicos; no al combate a la corrupción; no a la cancelación del aeropuerto del Lago de Texcoco; no al aeropuerto de Santa Lucía; no al tren Maya; no a la lucha contra el robo de hidrocarburos; no al control público en la compra de medicamentos;  no al aumento salarial; no al fortalecimiento de la política social (porque es populismo puro, dicen); no a la lucha contra la corrupción en todos los ámbitos de la vida pública; no a la extinción del dominio por dinero mal habido; no a la Guardia Nacional; no a los representantes del gobierno federal en las entidades federativas (que antes estaba constituida por un ejército de burócratas); no a la revocación del mandato (planteada desde 1948 por Vicente Lombardo Toledano); no a la supresión del fuero;   no a la reducción del dinero público a los partidos; no a la inversión pública en infraestructura; no al rescate de la seguridad social; no a la reforma laboral que reponga los derechos conculcados a los trabajadores; no a las conferencias diarias del presidente; no al contacto de los gobernantes con la gente del pueblo; no al rescate de los jóvenes mediante capacitación y becas, y muchos más nos.

Y sobre todo no al cambio del modelo neoliberal depredador y corrupto.

 Insisto: todos los críticos del actual gobierno federal parten de posiciones neoliberales, no desde posiciones democráticas o progresistas. Se agarran a un clavo ardiendo a sabiendas de que el modelo neoliberal ha sido la causa de los graves problemas que padecemos como pueblo y como nación, y que ese modelo económico fue barrido en la elección federal del año pasado, y que ahora debe ser desmontado para construir un México justo, prospero, independiente y soberano.

Los conservadores del siglo pasado, traidores y todo, tenían lo suyo. Los de hoy son una caricatura (mejor dicho, una mala caricatura) de aquellos.
La esperanza de los neoliberales, desplazados del poder y de la lucha ideológica (porque el neoliberalismo está agotado en todo, con un programa que no tiene ni para donde ir) es que los capitales extranjeros estrangulen la economía mexicana, y que las calificadoras (de origen y propósitos neoliberales) descalifiquen permanentemente las medidas de corte popular del gobierno federal.

No se descarta, que siguiendo los pasos del traidor y antipatriota Guaidó que, hoy por hoy es su ejemplo a seguir, esos neoliberales trasnochados, reclamen la intervención de alguna potencia extranjera en las cuestiones internas de México, y que Fox, su esposa, el cristero Calderón, Riquín o el insufrible Jorge Castañeda, se proclamen, desde la tierra de Las Poquinchis, presidente en turno. ¡Si tienen extraviado el rumbo, que no pierdan la razón¡

Ya en serio, y concluyo: Si el PRI tiene tiempo y espacio de reestructurarse, tendría que regresar a sus orígenes, y esos orígenes están en el nacionalismo revolucionario que abandonó en 1982. Su cercanía ideológica y programática sería con el movimiento dominante de López Obrador. Si mantiene la orientación neoliberal que abrazó durante los últimos 36 años, no se levanta ni con maquinaria pesada. Habrá cavado su tumba y acelerado su desaparición.

Si el PAN sigue con sus posiciones reaccionarias que le dieron origen, al combatir todo lo positivo de la Revolución Mexicana, no llega con vida al fin de este sexenio, que es lo más seguro. Si se coloca en una posición de centro-derecha, le espera lo mismo. Y si, en su desesperación, se corre hacia posiciones avanzadas, su desaparición está asegurada.

A los partidos responsables del desastre económico, social y político que vive el país, la realidad los ha puesto ante la posibilidad de desaparecer. No tienen porvenir.