domingo, 19 de abril de 2015

HOMENAJE AL PREMIO NÓBEL MEXICANO ALFONSO GARCÍA ROBLES.

Intervención en la sesión en que se rindió homenaje a Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz 1982.

Trabajo Legislativo

Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos.
LII Legislatura. Jueves 11 de noviembre de 1982.

Presidente: Tiene la palabra el C. diputado Alfredo Reyes Contreras.

El C. Alfredo Reyes Contreras: Señor Presidente; señor licenciado Alfonso García Robles; distinguidos invitados; compañeros diputados.

La fracción parlamentaria del Partido Popular Socialista se une al justo homenaje que esta soberanía rinde al licenciado Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz y primer mexicano Premio Nobel.

Los mexicanos entendemos que la decisión de la Academia Sueca de otorgar el premio Nobel de la Paz al licenciado Alfonso García Robles expresa, sin ninguna duda, el propósito de contribuir a la lucha por la paz mundial, como condición esencial para preservar la vida del ser humano sobre la tierra.

Pero, además, la resolución del Comité Sueco recoge la decisión de todos los pueblos de la tierra, para detener y destruir el peligro de la guerra que se cierne, como amenaza constante, sobre toda la humanidad.

El problema de la guerra y la paz, sigue siendo el problema fundamental de nuestros días.

De la solución que se dé a este problema, depende el porvenir de la humanidad Por eso, hoy más que nunca, la lucha por eliminar la amenaza de la guerra y por mantener y fortalecer la paz significa la decisión de que el género humano pueda sobrevivir.

El Premio Nobel de la Paz que se otorga a un mexicano destacado significa también el reconocimiento de que el camino que lleva a la paz necesariamente pasa por el desarme.

Precisamente en la lucha por el desarme usted, licenciado García Robles, se ha ubicado en un lugar de primera línea, desplegando una importante actividad para lograr ese propósito, que es anhelo de todos los pueblos de la Tierra.

Entendemos, también, que la decisión de otorgarle a usted el Premio Nobel de la Paz constituye el reconocimiento de la política exterior mexicana, que cuenta con el respaldo del pueblo, que la apoya y la impulsa vigorosamente.

Tenemos una tradición importante en la política exterior mexicana, y a pesar de las graves presiones que se han ejercido sobre los gobiernos nacionales se mantiene y cada día se enriquece.

Usted, señor licenciado, no sólo ha sido un fiel intérprete de la política exterior mexicana, circunstancia que lo enaltece, sino que ha sido uno de sus constructores más consecuentes, pues de esa manera se responde al mandato de nuestro pueblo y de la historia nacional.

Cuando México lucha por la coexistencia pacífica, cuando combate por que desaparezcan los focos de tensión internacional, cuando aplica consecuentemente los principios de solución pacífica de los conflictos internacionales y de igualdad jurídica de los Estados; cuando respeta y exige que se respeten los principios de no intervención y autodeterminación responde al mandato que recogemos de nuestro brillante pasado.

Seguramente los que se encuentran presentes recordarán el anhelo de nuestros antepasados, expresado en el Cantar de la Pobreza, al decir: "Ojala que haya paz en la tierra con el agrado del pueblo".

Es particularmente significativo el momento en que le otorga el Premio Nobel de la Paz, por eso crece su importancia.

El mundo vive momentos difíciles, complicados y llenos de presagios negativos.

Hay hechos en la vida internacional que nadie, en sano juicio, se atrevería a negar; sin embargo, existen fuerzas poderosas que ocultan y alteran intencionalmente esos hechos; hay intereses que todos los días echan fuego a la hoguera de la guerra y hacen todo lo que pueden para crear un clima de tensión internacional.

Actualmente, en el panorama mundial, se percibe la lucha de dos tendencias opuestas: por una parte, la que se orienta a frenar la carrera armamentista; la que impulsa la distensión internacional; la que defiende la soberanía y libertad de los pueblos y defiende la paz y su fortalecimiento. Por la otra está la que impulsa la carrera armamentista, pone obstáculos a la distensión, amenaza la soberanía y la libertad de los pueblos; es la corriente que pone en peligro la paz mundial.

Usted ha dicho que es preocupante la ruptura de la distensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, que en la década de los años setenta habían abierto un horizonte alentador.

Ha expresado que la prueba más clara de que la distensión ha sido rota y el camino se ha torcido de nuevo hacia una guerra fría que podría llevar a un nuevo enfrentamiento; es la reticencia de los Estados Unidos a que sus aliados europeos colaboren con la Unión Soviética en la instalación del gasoducto transiberiano que llevará gas soviético a Europa.

Usted afirmó que los Estados Unidos y el Reino Unido llevaron al fracaso la Segunda Asamblea extraordinaria para el desarme.

Y hay otros hechos, que todo mundo conoce, de la conducta irresponsable del gobierno norteamericano, que con Reagan se encuentra dominado por los negociantes de la guerra.

Pero hay que decir que la actitud asumida por el gobierno norteamericano responde, en esencia, a la crisis profunda e insalubre del sistema económico del capitalismo, que arribó a su última fase y se halla en agonía.

Asistimos a las convulsiones finales de ese sistema, que no ha sido capaz de dar solución a las necesidades más elementales del ser humano, y que los pueblos del mundo, para preservar a la humanidad, están sustituyendo por una forma de organización superior de la vida social.

Precisamente el peligro del momento que vivimos parte de los círculos que se mueven dentro del sistema que no tiene porvenir. Lo verdaderamente peligroso es que el cadáver del imperialismo arrastre a la tumba a todo el mundo.

A medida que se agravan los problemas del gobierno norteamericano se acelera la brutal campaña a favor de la guerra y se dispara, de manera sensible, la carrera armamentista, haciendo a un lado el proceso de distensión que caracterizó el decenio pasado.

Nadie puede negar la responsabilidad que recae sobre los gobiernos yanquis, que orientaron sus recursos al desarrollo militar. Fue la potencia norteamericana la que creó la bomba atómica y que, como lo ha mencionado usted, realizó el primer ensayo en 1945, antes de hacerla estallar en Hiroshima, ante la angustia y la desesperanza de la humanidad.

Un sobreviviente de Hiroshima hace un relato que un periódico mexicano de circulación nacional reprodujo en agosto pasado. Ese relato vale más que grandes volúmenes escritos, porque recoge un drama que explica las increíbles consecuencias y desastres de una guerra. Al leerlo causa ciertos sentimientos difíciles de describir, pero lo menos que provoca es odio y repudio contra la guerra.

Recuerda ese sobreviviente que el 6 de agosto de 1945, como a las 8:45 de la mañana, se encontraba debajo de su carro, reparando un desperfecto, cuando estalló la bomba atómica a un kilómetro y medio del lugar en que se hallaba.

Dice: “Vi los cuerpos de los niños, estudiantes, mujeres, jóvenes y ancianos; madres con sus hijos en los brazos, caballos y perros. Unos estaban chamuscados, otros bañados en sangre.

Los vi y aún no los olvido.

Encontré a un niño en edad escolar, tendido sobre un montón de paja. A pesar de sentir un dolor muy profundo, hizo enormes esfuerzos para llegar a donde se encontraba su madre. Cuando estaba ya casi junto a ella, su cabecita se desprendió de su cuerpo, y quedó muy cerca del cuerpo de su madre, como él quería.

Descubrí a una niña que, casi con sus labios inmóviles, pedía: "agua, por favor". Estas fueron sus últimas palabras.

Un poco más allá se encontraba una mujer rígida y desnuda. Su cara había quedado convertida en una masa de carne.

También pude ver a un joven; toda su piel estaba completamente quemada. Se podía apreciar toda su musculatura color rojo oscuro. Parecía que se hubieran quitado, con muchísimo cuidado, toda la piel.

Un viejo colgaba de un puente. Su cuerpo había quedado sin sangre, porque ésta se le había escapado por una grieta enorme que tenía en la cabeza.

Caos no es la palabra precisa para describir lo que había pasado en Hiroshima. Los sobrevivientes, como yo, afirmamos que eso era el mismo infierno.

Durante muchos años he tratado de escribir algo sobre la experiencia que viví ese día.

Cada vez que tomaba el lápiz y me sentaba a la mesa para empezar a llenar la primera cuartilla me invadía la desesperación y la frustración. Escribía palabras que se quedaban pálidas ante la realidad que presencié un día de agosto de 1945. La crueldad que representa la guerra sobrepasa todas las palabras del ser humano”.

Hasta aquí el relato dramático, verdaderamente dantesco, de un sobreviviente de Hiroshima.

Decía, antes de transcribir este relato, que los Estados Unidos tienen la responsabilidad, ante la humanidad, de haber abierto la etapa en el uso de nuevas armas, con la bomba atómica, y esa ha sido la primera potencia en construir misiles balísticos, submarinos de carga nuclear, cohetes con cabezas múltiples, bombas de neutrones, etcétera.

El gobierno norteamericano, fuera de su territorio, en todo el mundo, tiene instaladas más de cuatro mil ojivas nucleares.

También tiene ubicadas fuera de sus fronteras más de 2500 bases e instalaciones militares.

Una cifra superior a 500 mil soldados norteamericanos se encuentran fuera del territorio de la Unión Americana.

Particularmente insistente ha sido el gobierno norteamericano sobre la conveniencia de una guerra nuclear limitada, que atrae a los estrategas yanquis y sobre la cual despliega una feroz campaña para convencer al pueblo norteamericano sobre su viabilidad.

No ha querido el gobierno norteamericano comprometerse a no utilizar el arma nuclear contra países que se nieguen al emplazamiento de esa arma en su territorio.

Tampoco ha adquirido la obligación de no ser la primera potencia que lance el primer disparo nuclear.

El gobierno norteamericano rechaza permanentemente toda iniciativa de reducción de armas nucleares o aquellas que tiendan a consolidar la paz mundial.
Ante estos hechos a nadie puede quedar duda de quién es la potencia responsable de la tirantez internacional y del peligro de una nueva guerra mundial.

Sin excepción todos los pueblos de la tierra están a favor de la paz y luchan por ella. Muchos gobiernos también combaten para que prevalezca la paz; sin embargo, con insistencia, se distorsiona la actitud pacifista del campo socialista y particularmente de la Unión Soviética.

Usted más que nadie conoce las múltiples propuestas de la Unión Soviética para aliviar la tensión internacional, para detener la carrera armamentista y para consolidar la paz en el mundo.

Esa potencia ha declarado su compromiso de no hacer uso del arma nuclear contra países que no la posean; ha propuesto que cese la producción del arma nuclear, ha declarado su voluntad y decisión de no fabricar la bomba de neutrones si no aparece en otro Estado. Se a comprometido a no ser la primera potencia en utilizar el arma nuclear, compromiso que si hubiera sido adoptado por los norteamericanos alejaría realmente el peligro de la guerra; se ha pronunciado por no ampliar los bloques militares, etcétera.

Pero aparte de esas proposiciones concretas, a nuestro juicio, señores diputados, señor licenciado Alfonso García Robles, la Unión Soviética es el pilar más firme de la paz en el mundo. Si no fuera por el poderío económico y militar de la Unión Soviética, los norteamericanos, en su ambición desmedida y en su afán de seguir asumiendo el papel de gendarme internacional, ya hubieran desencadenado acciones bélicas para someter a todos los pueblos de la tierra.

Difícilmente se pueden encontrar fuera de la URSS y del campo socialista tantas y tan frecuentes publicaciones a favor de la paz, en contra de la guerra. Este es un hecho que refleja la esencia de la política consecuente que aplican los países amantes de la paz, mientras que en Norteamérica y en otros países capitalistas se hace verdadera apología de la guerra.

No es posible, por todos los hechos señalados, colocar en el mismo lugar a los Estados Unidos y a la Unión Soviética.

Pero a pesar de las fuerzas poderosas que se mueven a favor de la paz el peligro de una guerra mundial es real.

Usted señor licenciado García Robles, recientemente expresaba que en la actualidad se encuentran almacenadas tres toneladas de dinamita para cada ser humano, y que con ese volumen es posible destruir cincuenta veces la población total de la tierra.

También mencionaba que anualmente se gastan 600 mil millones de dólares en la carrera armamentista, distrayendo recursos que bien podrían utilizarse para resolver las necesidades de la humanidad.

Como lo recordaba usted, la amenaza a la supervivencia de la humanidad es mucho mayor desde 1945, de lo que fue el primer millón de años de la historia, mencionando las palabras de Toynbee.

Todos los hombres sensatos del planeta seguramente están de acuerdo en que las armas nucleares y la continuación de la carrera armamentista constituyen una amenaza a la supervivencia misma de la humanidad.

Honorable Asamblea:

 El Partido Popular Socialista, su fracción parlamentaria, desde esta alta tribuna, convoca, de manera vehemente, a todo el pueblo mexicano a luchar sin tregua para preservar y consolidar la paz en el mundo, para desbaratar los intentos de quienes quieren conducirnos a la guerra y a la destrucción de la humanidad.

Este llamamiento y esta decisión de luchar, hombro con hombro, junto a las fuerzas que en el mundo luchan por la paz es el menor homenaje que podemos rendir al mexicano que ha dedicado la mayor parte su vida a la noble y elevada tarea de destruir las bases materiales de la guerra. Muchas gracias.

(Aplausos)


(Versión estenográfica)