jueves, 27 de octubre de 2011

ORIGEN DE LA DOCTRINA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Cuando el imperialismo norteamericano fue alcanzado por la Unión Soviética en el ámbito militar y sobrepasado en muchos renglones fundamentales de la economía, a través de sus agencias de intervención, señaladamente la CIA, empezó a promover la teoría de los derechos humanos, como un arma para combatir al régimen socialista según su confesión abierta.

Después esa teoría fue extendida a otros países que no eran del agrado de la administración yanqui, para sostener una lucha contra gobiernos adversos a los norteamericanos, o bien contra aquellos que simplemente manifestaran actitudes independientes respecto de la Casa Blanca.

Una vez que el socialismo real entró en crisis en Europa del Centro y del Este, los gobiernos yanquis y sus agencias de desestabilización arreciaron la campaña brutal que han sostenido contra la Revolución Cubana y contra su máximo dirigente, el comandante Fidel Castro, para lo cual invocaron su ya famosa doctrina de los derechos humanos, cosa que siguen haciendo de manera cínica sin aceptar que en el socialismo, aún en el que derrumbaron los Gorbachov y los Yeltsin, si algo se logró fue el respeto a los derechos humanos fundamentales, como el derecho a la vida, al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la alimentación, a la salud, inclusive a la recreación.

Pero la doctrina de los derechos humanos promovida por los norteamericanos, y aceptada sin más ni más por gobiernos como el de México, nada tenía que ver con la vida, con el empleo o con cualquiera otro de esos derechos que dignifican la vida del ser humano y que constituyen la base de su existencia.

La doctrina norteamericana era y sigue siendo muy limitada, o bien se ha deformado intencionalmente para darle un tinte de carácter político. De ahí las constantes acusaciones de los gringos contra gobiernos que, a su juicio, se apartan del respeto a los derechos humanos.

Sin libertad económica, o al menos seguridad en el trabajo, difícilmente se puede hablar de libertad política o en otros aspectos. Esto lo han dicho hace siglos pensadores que no pueden, ni de lejos, ser calificados como partidarios de las ideas comunistas. Por eso la defensa de la libertad en abstracto es demagogia o base de campañas publicitarias para lavar cerebros, pero nada más.

Aquí en México caímos redondos dentro de la concepción norteamericana de los derechos humanos, olvidando o pretendiendo ignorar que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos vigente, y toda la doctrina constitucional mexicana, de gran tradición, tiene una extraordinaria riqueza en materia de derechos humanos reales.

Nuestra patria ha sido modelo, a nivel mundial, al reconocer en el rango constitucional no sólo derechos individuales, sino colectivos o sociales como también se les llama: el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, el derecho a la salud, el derecho a la organización sindical, el derecho a la huelga, el derecho a la tierra, que los tecnócratas borraron de la Carta Magna a pretexto de la modernización y, por lo tanto, de los sacrosantos e intocables derechos humanos al estilo gringo.

Frente a los derechos individuales y sociales consagrados a nivel constitucional en México, la doctrina de los derechos humanos, inicialmente, apareció muy limitada o como una caricatura de los derechos constitucionales otorgados a los mexicanos.

Limitar los derechos humanos a las garantías de seguridad que todo habitante de la República mexicana tiene frente al Estado y cacarear esa doctrina como lo máximo, ha servido como pantalla para que se agredan, por los gobiernos neoliberales, las grandes conquistas que en materia de auténticos derechos humanos contiene la legislación constitucional mexicana.

Lo que se impone en México, país que no tiene que ir a pedir prestado nada al extranjero en materia de derechos humanos verdaderos, es regresar a la doctrina constitucional. Defender la vigencia de los derechos individuales que vienen del siglo pasado y los sociales que le incorporó la Revolución Mexicana, suprimiendo lo que resulta superfluo por inoperante, y agregando aquellos derechos que efectivamente den protección efectiva a las personas. El siglo XXI exige poner en vigor todo el alcance y la amplitud que los derechos individuales y sociales tienen en la Constitución Mexicana.

Aunque hay que reconocer que con el paso del tiempo la teoría de los derechos humanos se les fue de las manos a los yanquis, y muchas organizaciones levantaron su defensa y ampliación, de manera que sus autores iniciales abandonaron esa teoría y pusieron de moda la del terrorismo para continuar sus ataques, indiscriminadamente, contra todos los pueblos de la tierra.

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