miércoles, 5 de octubre de 2011

EL PAN ESTÁ DESINTEGRANDO A LA NACIÓN MEXICANA

En la historia de México la corriente retardataria siempre ha conducido a los mexicanos al enfrentamiento y a la división. Sus bastardas ambiciones políticas han estado estrechamente vinculadas con sus intereses económicos. Invariablemente utilizan el poder para hacer turbios negocios a costa de la nación.

La corrupción es algo inseparable de los gobiernos efímeros de los centralistas, de los conservadores y de la dictadura porfiriana, lo cual no significa que en otros gobiernos no haya existido, pero los reaccionarios de todas las épocas, y no se diga de los derechistas actuales, la han llevado a su máxima expresión.

Para hacer frente al rechazo del pueblo siempre van en busca del apoyo del extranjero: los realistas sometidos a los españoles, los conservadores con la vista siempre puesta en las monarquías de ultramar, los porfiristas sujetos a los intereses yanquis, y los derechistas del siglo XX y XXI -herederos de aquellos- fieles peones de norteamericanos y europeos, con un sentido y una actitud desnacionalizadora enfermiza.

Hoy Calderón revive sus filias gachupines, expresa sus complejos cristeros, se siente y se conduce como súbdito de su majestad Juan Carlos, próspero negociante y uno de los hombres más ricos de España y representante de una institución del pasado, a la que Calderón lanzó vivas en el Ángel de la Independencia, siendo dirigente nacional del PAN, aunque haya sido en recuerdo de Agustín de Iturbide.

Si algo le duele a los panistas y personalmente a Calderón es no poder entregar todo a los españoles y a las empresas petroleras extranjeras, no obstante que dejaron verdaderos boquetes desnacionalizadores en la reforma petrolera, que es lo que los panistas festejan. Y no podrán entregar el patrimonio nacional a los gachupines y yanquis porque el pueblo mexicano está alerta e impedirá ser despojado de sus recursos.

La simple pretensión calderonista -que ha levantado el más amplio repudio popular- de entregar parte del patrimonio nacional a empresas extranjeras, atenta contra el interés nacional, busca quebrarnos como país soberano e independiente, porque en realidad se conduce como representante de intereses que no son los de México.

Erigirse como el presidente de los mexicanos, a sabiendas de las enormes irregularidades y del fraude electoral –aceptado por el Tribunal Federal Electoral al señalar que la propaganda sucia del Consejo Coordinador Empresarial contra uno de los candidatos presidenciales en 2006, entre otras cosas, fue ilegal- atenta contra la nación, contra sus legítimas aspiraciones democráticas. También fue un atentado contra las instituciones políticas mexicanas la toma de protesta en condiciones totalmente anormales, que nulifican dicho acto.

Embarcar y mantener al Ejército mexicano, al margen y en contra del mandato claro de la Constitución, en un supuesto combate que ha desprestigiado al cuerpo castrense frente al pueblo mexicano, sólo por someterse al mando del gobierno yanqui, tiene el propósito claro de quebrar a una institución cuya responsabilidad esencial no es la de policía judicial, sino garante de la independencia nacional, defensor de la integridad territorial de México y elemento fundamental en la defensa y preservación de nuestra soberanía.

Todas las medidas y acciones que el PAN, representado por Calderón, ha tomado desde el gobierno en los ámbitos económico, social y político, han sido para beneficiar a un reducido número de privilegiados. Y cuando se gobierna para una minoría, se atenta contra la integridad de la nación, contra los intereses más elementales de la inmensa mayoría de los mexicanos.

Por eso no es casual ni sorpresivo, ni debe ser motivo de alarma que muchas voces estén exigiendo la renuncia de Calderón o llevarlo a juicio político. Los que ponen el grito en el cielo, sobre todo los derechistas, sostienen que eso atenta contra las sacrosantas instituciones políticas, sobre todo contra la figura del presidente de la República, pero olvidan que sobre esos intereses están los de la Nación.

El PAN y Calderón tienen la exclusiva responsabilidad de haber conducido a nuestro país a la ingobernabilidad, por su ideología reaccionaria, por los sucios intereses económicos que protegen, por su clara posición antinacional. Y la ingobernabilidad no sólo atenta contra los intereses nacionales, sino que destruye a la Nación, debilita su independencia y merma peligrosamente su soberanía.

El PRI -aunque hay que decir que no todo- justificó el apoyo para que Calderón tomara posesión y después se mantuviera en el gobierno, invocando la gobernabilidad. Esa gobernabilidad no existe; lo que hay es ingobernabilidad. Apoyando a Calderón hoy se fortalece la ingobernabilidad y no la buena marcha económica, social y política de México. Y con la nación no se juega.

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