viernes, 30 de diciembre de 2011

EL CINISMO DE MONSIEUR CÓRDOBA MONTOYA

Este artículo lo escribí a raíz de la reaparición de este individuo, después de la muerte de Luis Donaldo Colosio, ya concluido el periodo de Carlos Salinas. Las nuevas generaciones tienen derecho a saber de qué están hechos los ambiciosos neoliberales.


El virtual vicepresidente en el sexenio de Carlos Salinas, el franco-español, nacionalizado mexicano, José Córdoba Montoya, que tuvo como nombre de cuna Jean Marie Cohen Montaigne, hizo gala una vez más, de su prepotencia y cinismo, al comparecer ante los diputados del PRD para que explicara qué sabía del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Dicho individuo, de marcado acento francés, y con la pretensión mesiánica de redimir a los mexicanos, fue traído al país por el grupo de neoliberales que lo conocieron en las universidades norteamericanas a las que, en mala hora, se fueron a preparar la mayoría de los integrantes de la generación del cambio, los cuales presumen de estrategas políticos y sabios académicos, que han destrozado materialmente al país.

Córdoba Montoya, como lo han dicho los analistas políticos enterados, abarcó, como jefe de asesores de Salinas de Gortari, áreas que antes estaban reservadas a otros ámbitos de la administración federal, por lo cual tuvo un gran poder y le correspondió tomar decisiones que dañaron gravemente al país.

Está bien que se le juzgue por su responsabilidad en el caso Colosio. Todo parece indicar, según las informaciones, que desempeñó un papel decisivo en dicho problema. Pero sobre todo a este individuo se le debe juzgar por los severos daños que la administración salinista causó al pueblo de México, ante el peligro de que siga teniendo influencia en el gobierno del doctor Zedillo con quien, parece, tiene amistad desde la época de estudiantes en las universidades norteamericanas.

Se ha dicho, a través de los medios de información, que la tesis de doctorado del presidente Zedillo la dedica a José Córdoba Montoya. Y lo que todo mundo sabe es que Córdoba Montoya tiene una amistad muy cercana con el actual Secretario de Hacienda y Crédito Público, Guillermo Ortiz Martínez, con quien se le veía frecuentemente en la casa que el franco-español-mexicano tiene en la calle de Tonalá, en la colonia Roma de la Ciudad de México.

Córdoba Montoya es un convencido neoliberal, que junto con sus cuates ha utilizado a México como un conejillo de indias a fin de experimentar aquí la aplicación, tope en lo que tope, de la política recomendada e impuesta por las instituciones financieras del imperialismo yanqui, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los propios bancos privados que se han convertido en acreedores de la deuda externa mexicana.

Monsieur Córdoba, como le dirían los franceses, ha desempeñado el mismo nefasto papel, dentro de México, que bajo el porfiriato tuvo aquel personaje de negra memoria, José Ives Limantour, que manejó las finanzas nacionales a su antojo y sirvió incondicionalmente a los hacendados.

Seguramente Limantour pertenecía a ese cerrado y elitista grupo conocido con el nombre de Los Científicos, calificativo despectivo que les dio el pueblo, como ahora Córdoba Montoya pertenece al grupo de los que presuntuosamente se reclaman reformadores y, por lo tanto, “salvadores” del pueblo de México.

Debe saber este señor que los mexicanos no necesitamos de guías espirituales para conocer y resolver nuestros problemas; y que rechazamos la actitud intolerante de conquistador que asume frente al pueblo de México, pero sobre todo que exigimos sea castigado por la clara responsabilidad que tiene en la aplicación del neoliberalismo, verdadera purga de caballo, que ha tenido efectos catastróficos para la nación y para el pueblo mexicano.

No solamente debe ser sancionado por la participación en el caso Colosio; debe ser severamente castigado por los miles y miles de niños que han muerto, frente a la desesperación y la impotencia de sus padres, y que no han podido llegar a cumplir ni siquiera cinco años de vida, como consecuencia de la criminal política neoliberal; debe ser castigado por el despojo hecho a los mexicanos a quienes nos robaron, a través de las privatizaciones, el patrimonio que con muchos sacrificios y vidas se había alcanzado, y que los neoliberales, entre ellos Córdoba Montoya, entregaron en bandeja de plata al capital privado; tiene que ser castigado por utilizar los cuantiosos recursos provenientes de PEMEX para cubrir puntualmente los pagos leoninos de la deuda externa, sacrificando la vivienda, la salud y hasta la propia vida de muchos mexicanos.

Y para qué seguir si todo mundo sabe los estragos ocasionados en la vida de los mexicanos por los tecnócratas, y la desestabilización económica y política que su inexperiencia y su excesiva ambición han ocasionado.

Lo menos que puede hacerse es retirar la nacionalidad mexicana a dicho individuo y que regrese a la patria de sus progenitores, haber si allá recibe el trato que aquí le dieron sus amigos, y haber si allá aguantan las barbaridades que está acostumbrado a hacer, previo castigo por sus fechorías.

Y si no existe jurídicamente la posibilidad de retirarle la nacionalidad, entonces hay que legislar para que, extranjeros como Córdoba Montoya, no vengan a tomarle el pelo a los mexicanos. Por lo menos que de algo sirva la conducta de este siniestro personaje.

LA CONTRARREVOLUCION NEOLIBERAL EN MÉXICO

No tuvo que pasar mucho tiempo para que se descubriera, sin ningún género de dudas, la matriz del modelo económico que todo mundo conoce como neoliberalismo. Desde el punto de vista teórico los padres de dicho modelo son Hayek y Friedman, y los que iniciaron la aplicación práctica fueron la Thatcher en Gran Bretaña, y Reagan en Estados Unidos, aunque hay que precisar que este neoliberalismo nada tiene que ver con el que se impuso en los países del Tercer mundo, es decir, el mundo subdesarrollado y colonizado, al que ahora se le llama, sin ningún compromiso ideológico, o más bien con el propósito de desideologizar la situación de los países pobres, economías emergentes, denominación que nada define, que nada dice, pero que trata de ocultar la dramática situación en que están viviendo cientos de pueblos sobre la tierra.

A pesar del estrepitoso fracaso del neoliberalismo en el campo de la economía y su manifiesta incapacidad para solucionar los problemas más elementales de los seres humanos, en países como México, los neoliberales afirman que no existe, por el momento, ningún otro modelo capaz de sustituirlo y, que por lo tanto, hay que acostumbrarse a vivir dentro de dicho modelo, porque pronto vendrán los beneficios.

Esta ha sido la cantaleta desde que empezaron a aplicarlo y no ha variado su actitud autosuficiente para descalificar cualquier otra alternativa. Como la experiencia muestra, el dogma neoliberal y sus defensores dogmáticos no admiten ninguna discusión ni confrontación con los partidarios de otro modelo o sistema. Generalmente, cuando se ha intentado una comparación entre el neoliberalismo y el socialismo, o entre el neoliberalismo y el capitalismo con amplia intervención estatal, los neoliberales se enconchan, descalifican pero no discuten.

A estas alturas, con lo ocurrido en Inglaterra, en Estados Unidos y en otros países de Europa, pero sobre todo considerando las tremendas e insoportables consecuencias del neoliberalismo en los países pobres, ya no se trata simplemente de confrontar la teoría, donde el neoliberalismo ha salido perdiendo, sino ver los resultados prácticos de ese modelo. Ya no se trata de esperar los beneficios que supuestamente traería el neoliberalismo, sino de remitirse a los que elegantemente se denomina parámetros del desarrollo.

El neoliberalismo no ha aportado crecimiento de la economía, no ha generado el número de empleos que el incremento de la población requiere, no ha promovido el aumento de la productividad, aspecto que tanto preocupa y desvela a los tecnócratas; no ha tenido éxito en la lucha contra la inflación; ha fracasado en el intento de que las importaciones superen a las exportaciones. Sólo para mencionar o repetir cuatro de los aspectos fundamentales, el neoliberalismo ha tenido resultados negativos en crecimiento, empleo y productividad, inflación y sector externo.

Sólo una comparación breve entre los años inmediatos anteriores a 1982 y los que le siguieron a este año, a partir del cual se inició el neoliberalismo en nuestro país. Los neoliberales del PRI se condujeron como ahora los panistas: toda la culpa fue del pasado. Pero veamos:

Las cifras, en México, son contundentes. La tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) casi en todo el decenio de los 70 fue cercano al 6% y, posteriormente, subió cerca del 7%, pero durante los primeros 11 años del neoliberalismo se ubicó en el 1.59%. En cuanto al empleo, durante 12 años anteriores al neoliberalismo, el aumento de empleos, por año, fue de 711 mil, en tanto que en el periodo neoliberal sólo se llegaron a generar 182 mil empleos anualmente.

En relación con la productividad, en la etapa anterior al neoliberalismo fue de 1.8% al año, en contra del 0.6% de la etapa neoliberal. Por lo que se refiere a las importaciones y exportaciones, el neoliberalismo logro rápidamente un déficit para México superior a los 23 mil millones de dólares, muchas veces mayor que los 4 mil millones de dólares de déficit de la etapa anterior.

Y en cuanto al país con el que México realiza su mayor número de transacciones comerciales, pronto el neoliberalismo logró que las exportaciones hacia los Estados Unidos alcanzaran casi el 85%, convirtiéndonos prácticamente en una colonia yanqui. Así, quien quiera ver la realidad bastaría que se asomara a las cifras para comprobar los estragos neoliberales, sean priistas o panistas.

HACIA EL 2012: CONSOLIDAR LA EXPROPIACIÓN PETROLERA

El pueblo mexicano, encabezado por un gobierno patriota, como fue el del general Lázaro Cárdenas, decretó la expropiación y nacionalización del petróleo, recurso natural que había sido entregado por el régimen de Porfirio Díaz a intereses extranjeros. La medida tomada por Lázaro Cárdenas fue apoyada, de manera decisiva, por el movimiento obrero conducido, en ese tiempo, por Vicente Lombardo Toledano

Después de 73 años algunos han olvidado que el rescate del petróleo fue una decisión histórica, porque con ella México iniciaba la construcción de su segunda independencia: la de carácter económico, base y sustento de la independencia política, pues todo mundo comprende que sin independencia económica no puede existir ningún tipo de soberanía.

La expropiación y nacionalización petrolera tuvo lugar en momentos que Alemania, Italia y Japón, casi ya estaban preparados para iniciar la segunda guerra mundial que tendría, entre otros objetivos, impedir que las antiguas colonias orientaran su desarrollo por la vía independiente y que no prosperara la experiencia que se estaba realizando, en la Unión Soviética, para construir el socialismo.

El rescate del petróleo mexicano fue un extraordinario ejemplo para los países pobres y explotados, a fin de recuperar sus recursos naturales en manos de las compañías transnacionales, que habían surgido como poderosos monopolios en las últimas décadas del siglo XIX, y una decisión trascendental que reafirmó la soberanía como principal atributo de los Estados en el ámbito internacional.

El petróleo mexicano se convirtió, a partir del 18 de marzo de 1938, en el pilar del desarrollo nacional, en la base de los cambios económicos y en el cimiento de la industrialización de nuestro país. Sin la expropiación y nacionalización del petróleo no se pueden explicar las transformaciones económicas y sociales que experimentó México, a partir de la década de los treinta; cambios que nos transformaron de un país predominantemente campesino en un país con predominio de la clase obrera, es decir, que convirtió a México de país agrario en país industrial, con todo lo que esto significó para una nación como la mexicana.

El México de nuestros días, con todas los problemas, algunos de ellos muy graves, agudizados más por el neoliberalismo, no se puede explicar sin remontarnos a 1938, a esa gesta patriótica que desafío la ambición desmedida de dominio del imperialismo yanqui.

Hay que insistir: ha sido el petróleo mexicano el recurso que nos ha permitido mantenernos como nación soberana. Por eso es tan peligroso el proceso privatizador a que está sometido Pemex, desde 1982, invocando varios pretextos, pero que, por ningún motivo, pueden estar sobre el interés nacional de mantener y fortalecer a esa empresa estatal como una empresa propiedad de los mexicanos y que sirva, exclusivamente, al pueblo mexicano y a su desarrollo independiente.

La defensa del interés nacional señala la necesidad de no privatizar la petroquímica, actividad de la que, ahora y en el futuro inmediato, se obtendrán las mayores ganancias dentro de la industria petrolera. No se debe permitir, por ninguna razón, el desmantelamiento de la industria petrolera. Pemex y las actividades derivadas del petróleo, como la petroquímica, deben mantener su carácter de empresas nacionalizadas: al servicio de la nación.

A quienes, desde el gobierno, han estado privatizando lenta, pero permanentemente a Pemex, o a quienes pretenden consumar la desnacionalización del petróleo mexicano hay que recordarles, no razones de orden patriótico o nacional, porque no las entenderían, sino la situación de aquellas naciones del mundo, que no tienen petróleo; que por esa carencia han visto impedido cualquier tipo de desarrollo, lo que ha obligado a muchas de ellas a realizar búsquedas y continuar con estudios para localizar ese recurso que será, por algún tiempo más, necesario para la producción y el desarrollo económico.

EL SAQUEO DEL CAPITALISMO

Después del derrumbe de la Unión Soviética y de los países que construían el socialismo en Europa central, se vertieron todo género de opiniones disparatadas sobre el fin de la historia, lo que en realidad quería decir que las luchas sociales de todos los pueblos del mundo habían llegado a su fin, que la lucha de clases había terminado y que, a nivel internacional, entrábamos a un nuevo orden caracterizado por una luna de miel permanente bajo el dominio indiscutido e indiscutible de los Estados Unidos, orden en el cual el imperialismo, como por arte de magia, había desaparecido para dar lugar a la armonía en la comunidad mundial.

No ha pasado mucho tiempo para que la realidad, terca como es, muestre que no hemos arribado al fin de la historia y, por lo tanto, ni las luchas sociales y populares han terminado, ni la lucha de clases se ha cancelado, y a nivel internacional sigue existiendo el imperialismo con las garras más afiladas que antes de 1989. Y que en este aciago año para la humanidad, no tuvo lugar ningún tipo de revolución, y menos la llamada revolución de terciopelo, sino un proceso contrarrevolucionario que costará mucho tiempo remontar, y a la humanidad le provocará severos problemas y graves daños.

La realidad es la realidad, y ninguna teoría, por rebuscada que sea, la puede cancelar. Afortunadamente existen personas que la ven como es, tratan de contribuir a su transformación y aportan elementos críticos para promover los cambios que la humanidad y los pueblos requieren, sin los cuales prevalecerán las injustas condiciones de vida en que se debaten millones y millones de seres humanos a lo largo y ancho del globo terrestre.

El imperialismo norteamericano, enemigo eterno y acérrimo de nuestros pueblos, ha jugado el papel de madre y padre del neoliberalismo, impuesto a rajatabla, y tope en lo que tope, por sus agencias económicas y financieras.

Parece una ironía que hoy todavía haya quien se pregunte por qué el atraso, el subdesarrollo y la pobreza de los pueblos latinoamericanos, sin mirar a las potencias colonizadoras que nos han saqueado hasta el cansancio y nos impiden crecer con independencia y autonomía.

Cuando se planteo, en toda su crudeza, el problema de la deuda externa de los países saqueados, me permití señalar una cifra verdaderamente impresionante, mencionada por distintos organismos internacionales y que tuvo consecuencias muy graves para América Latina: en sólo 5 años, de 1982 a 1987, Latinoamérica exportó a Occidente más de 250 000 millones de dólares, es decir, 25 veces el valor total de la Alianza para el progreso de Kennedy, y 15 veces el del Plan Marshall para reconstruir a la Europa en ruinas, después de la Segunda Guerra Mundial. Y todavía hubo quienes, a esa cifra, agregaban otros 170 000 millones de dólares que se fugaron de América Latina, en el mismo periodo.

El periódico norteamericano, el New York Times, estimaba cifras más elevadas. Considerando movimientos de capitales, capitales evadidos y dinero de la droga, la cifra que salió de Latinoamérica, en cinco años, se calculó entre 600 mil y 800 mil millones de dólares. ¡Cantidades estratosféricas y efectos catastróficos para los más de 240 millones de habitantes de América Latina de esos años! Por esta razón se dijo que nuestros países se habían convertido en exportadores netos de capitales.

En ese tiempo, con los capitales que saquearon de nuestros países, ocurre lo que antes sucedía con las materias primas que se llevaron a Europa. Antes saqueaban nuestros recursos y nos vendían, muy caros, productos elaborados con esas materias. Ahora saquean los capitales de nuestros países y los utilizan para invertir en territorio latinoamericano o concedernos créditos con elevadas tasas de interés, y nos vuelven a saquear.

Es decir, nos prestan nuestro propio dinero o realizan inversiones con nuestros capitales y nos saquean. Y todavía hay quienes niegan que el imperialismo exista pues, dicen, es cosa del pasado. Pero la realidad es la realidad.

La especulación financiera que ha acentuado y profundizado las crisis del capitalismo, colocan el saqueo en niveles superiores. Y las cifras mencionadas para el periodo de los ochentas del siglo XX parecen un juego frente a las incalculables cantidades que saquea en nuestros días, mediante procedimientos refinados y burdos, abiertos y encubiertos.

domingo, 18 de diciembre de 2011

LA GUERRA YANQUI CONTRA IRAK

(Hoy, domingo 18 de diciembre de 2011, los medios informan que los últimos soldados yanquis abandonaron Irak con destino a Kuwait, y Obama se apresta a recibirlos como héroes. El ejército de ocupación yanqui llegó a contar con 170,000 hombres en el momento de mayor intensidad en su guerra contra Irak y con 505 bases en territorio Iraquí. También se da cuenta que Estados Unidos pagó un alto precio por esta guerra de ocupación: el gobierno yanqui gastó cerca de 770,000 millones de dólares en nueve años, tiempo en el que murieron 4,474 soldados norteamericanos y 32 mil resultaron heridos, según las cifras oficiales de Washington. La ocupación estadounidense, desde el 20 de marzo del 2003, habría provocado también entre 104,035 y 113,680 víctimas civiles en Irak. Esta tragedia se manifestó como una acción más del imperialismo yanqui, como se narra en este artículo escrito cuando daba inicio).


Desde la adopción de la doctrina Monroe por los norteamericanos, desde 1823, los Estados Unidos han mantenido una actitud de agresividad contra el resto de los pueblos del mundo, y sólo se han detenido cuando frente a ellos se encuentra otra potencia con igual capacidad militar. En cierto sentido esa doctrina de corte imperialista sirvió para robarle a México más de la mitad de lo que era su extensión territorial en 1847, en una guerra injusta y de auténtica rapiña.

La agresividad yanqui se acentuó concluida la Primera Guerra Mundial, conflicto en el que emergió como una de las principales potencias en el orbe. Sólo la Alemania nazi, la Italia fascista o el militarismo japonés se le atravesaron a las ambiciones expansionistas de los irredentos norteamericanos. La Segunda Guerra Mundial colocó a Estados Unidos como la primera potencia económica y militar del mundo, sólo con la presencia, y el consecuente enfrentamiento con la Unión Soviética, potencia que rebasó en muchos aspectos a los yanquis y los controló por todo el periodo que se denominó la Guerra Fría.

Concluida ésta con el derrumbe de la Unión Soviética el mundo se encontró, sorpresivamente, en medio de la unipolaridad, es decir, con el dominio único y absoluto de la potencia norteamericana, con la sujeción total de la ONU a los dictados de esa potencia y con una serie de crisis económicas que jamás se habían conocido en otra etapa de la historia mundial.

Precisamente la Organización de las Naciones Unidas, que surgió con la Carta de San Francisco y cuyo propósito fundamental fue evitar otra conflagración mundial, y recurrir a medios pacíficos para solucionar los conflictos internacionales, fue quien se prestó para justificar la agresión del gobierno norteamericano contra Irak, en los primeros años de la década actual, utilizando como pretexto que Sadam Husein había invadido Kuwait. Entonces los norteamericanos contaron con el apoyo de sus pares europeos y con la complicidad de gobiernos como el de Rusia que buscaba hacerse el gracioso para obtener créditos blandos de las instituciones financieras occidentales.

En esa ocasión el mundo entero quedó pasmado frente a las escenas de guerra realizadas por las fuerzas militares dirigidas por George Bush. Por primera vez, a través de la televisión, se observaron escenas bélicas que jamás la humanidad pensó ver. La “guerra de las galaxias” llevadas al plano de la realidad cimbraron a millones y millones en todo el globo terrestre. Estados Unidos se levantaba frente a propios y extraños como la única potencia capaz de inferir un fuerte castigo a quien se opusiera a su voluntad.

Aquella guerra electrónica, donde se utilizaron los más sofisticados aparatos, capaces de detectar cualquier tipo de movimiento en el menor espacio territorial, constituyó no sólo una manifestación innecesaria de fuerza, sino la expresión de que el mundo quedaba vigilado por el gendarme norteamericano. Y que a partir de ese momento, “el nuevo orden internacional” del que habló el propio Bush significaba el orden impuesto por los norteamericanos sin la injerencia de ninguna otra fuerza y sin nadie que se le igualara.

Los recientes bombardeos norteamericanos contra Irak, ahora utilizando como pretexto que el gobierno de Husein se niega a permitir la presencia de observadores en sus bases militares, vuelven a demostrar el carácter agresivo del gobierno presidido por maniático sexual, Bill Clinton, y la doble moral con que la mayoría de los norteamericanos mide la realidad. Pocos se alarman frente a la agresividad, la destrucción y la muerte provocada en Irak por las bombas norteamericanas, pero sí ponen el grito en el cielo por las acciones eróticas realizadas por el presidente Clinton y una muchacha desconocida, en un salón de la Casa Blanca.

Lo cierto es que el “nuevo orden internacional” proclamado por los gobiernos de la Unión Americana, si se expresa como hasta hoy ha ocurrido, con las acciones bélicas de esa potencia, pronto provocará una reacción mundial que coloque al “gendarme” internacional en su lugar, y que se integre un frente amplio de los pueblos que impongan una paz cierta y duradera.

REFLEXIONES SOBRE LA JUVENTUD MEXICANA.

1.- La juventud tiene una hermosa herencia en nuestro pasado histórico, en las incansables luchas del pueblo mexicano empeñado en construir una nación libre y soberana y una patria generosa, que sea hogar seguro para sus hijos. Para la juventud de hoy, para la juventud de siempre, la historia de México debe ser una fuente que le dará rumbo a sus inquietudes y ayudará a forjar la obra todavía inconclusa que surge de lo más hondo de la historia nacional. Sin saber de dónde venimos, será difícil saber a dónde vamos.

Por eso una tarea digna de todo joven -y al mismo tiempo hermosa- es conocer nuestro pasado, los hechos que han ido conformando la personalidad de México y del lugar donde vivimos que, en conjunto, conforman la gran historia mexicana, de la que nos debemos sentir profundamente orgullosos.

2.- Inseparable, o como parte de esa historia, la juventud de hoy tiene que conocer el ejemplo desprendido y elevado de los héroes mexicanos que han ido forjando a nuestra nación. La vida y la obra de todos los hombres y mujeres que se han desprendido conscientemente de la comodidad familiar o personal para entregarse a la obra común del pueblo, tiene que estar presente todos los días y a cada hora, porque será fuente de inspiración permanente en la lucha de la juventud de hoy. Desde los jefes de las tribus nativas y, de manera más cercana, de los antiguos mexicanos que habitaban el Valle de México, hasta quienes dieron su vida para que el pueblo viva mejor, en cada etapa de la historia nacional, deben ser ejemplo vivo para las nuevas generaciones.

3.- Cada generación tiene sus propias tareas, porque sus circunstancias son particulares. La generación de hoy, que vive en medio de cambios muy acelerados y profundos, en el mundo y en México, tiene sus propias tareas, pero no desligadas del pasado.

Los cambios tecnológicos y científicos que han tenido y tienen lugar en el mundo, deben ser comprendidos por las nuevas generaciones, para que sirvan a la nación mexicana, para que sirvan al pueblo, para que se transformen en bienes que le den satisfacción a las necesidades de los mexicanos.

Hay cambios revolucionarios, en la ciencia y en la tecnología, que ningún joven debe rechazar. Al contrario, hay que conocerlos, hay que dominarlos y, lo fundamental, hay que utilizarlos. La informática, la robótica y el avance crucial de la electrónica, en la biotecnología, en la medicina en general, marcarán por un largo tiempo el desarrollo de la humanidad y transformarán las vidas de todos los seres humanos. Las nuevas generaciones deben estar a la vanguardia de estos conocimientos y de estas transformaciones.

4.- El papel de la juventud está al lado de la revolución, ya sea ésta de las ideas o de las conquistas materiales. Salvador Allende, héroe latinoamericano, señaló: ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción biológica.

Pero ser revolucionario no significa una actitud mesiánica, sino una conducta clara, con el gran impulso, el gran coraje y los elevados ideales de quienes viven en la flor de su vida, y con los pies bien puestos en la tierra mexicana.

Un gran luchador contra las hordas que pretendían dominar el mundo en el siglo XX, bajo el pretexto de la superioridad racial, sostuvo que el gran esfuerzo colectivo hace transformaciones a fondo, y al mismo tiempo señaló que lo héroes lo son porque hacen lo necesario en el momento necesario.

Este es el tipo de heroísmo que exigen los momentos actuales, y no aquel que sólo busca el protagonismo para saciar intereses personales.

URGE LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA

(Al leer este artículo, escrito en 1998, se pueden apreciar los grandes pasos dados, en poco más de una década por la mayoría de los pueblos latinoamericanos que, lenta pero firmemente, se van sacudiendo la hegemonía yanqui. De la reunión en Chile, que aquí se narra, a la reciente reunión en Venezuela y Declaración de Caracas, con la que surge la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que comprende a los 33 Estados soberanos de nuestra región, hay una gran distancia. Sin embargo gobiernos como el de México y el de Colombia siguen atados a los yanquis).


El título que lleva esta colaboración parece representar el verdadero dilema de Latinoamérica, sobre todo en la parte final del siglo XX y en medio de la imparable globalización, donde se imponen los intereses de los poderosos dueños del dinero a nivel internacional y se somete a pueblos enteros de todo el mundo.

Un aspecto concreto de la globalización se ha podido apreciar en la reciente reunión celebrada en Chile, en la que, como en los mejores tiempos del imperialismo yanqui, el presidente norteamericano, encabezó casi al resto de mandatarios latinoamericanos, y trazó el camino y el ritmo a que debe andar los países de América Latina.

Todo mundo recuerda que los cambios que se han operado en Latinoamérica en las últimas dos décadas, desde el punto de vista económico, social y político, ha sido impuesto descarada y abiertamente por los intereses de la Unión Americana, y que en nuestros pueblos el neoliberalismo ha sido una mercancía de importación capitalista, que viene directamente de las 7 grandes potencias que dominan al mundo.

No es verdad que el neoliberalismo y las transformaciones dramáticamente negativas que ha traído para los pueblos pobres de la Tierra y, en particular para América Latina, se hayan concebido por los gobernantes nativos, a pesar de que muchos de ellos reclaman su paternidad.

Es necesario hacer memoria de algunos hechos de la década de los ochenta para comprender, ahora, el peligro que se ciernen sobre América Latina con las exigencias planteadas por el imperialismo yanqui y el consentimiento otorgado por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos en la Cumbre de EE.UU.

En 1970 la deuda de América Latina era de 26 800 millones de dólares, y diez años después había aumentado a ¡242 mil millones de dólares!, es decir casi 10 veces. Pero esa enorme cantidad se convirtió en 1990 en 431 millones de dólares, o sea, casi se duplicó. Hoy, ocho años después, la deuda debe estar alrededor de los 800 mil millones de dólares. Nunca se ha reducido un sólo centavo y cada día aumenta, a pesar de las enormes cantidades que, por concepto de pago de intereses, se fugan hacia los grandes centros del capitalismo mundial. Si en 1980 o en 1990 esa deuda era impagable e incobrable, hoy lo es con mayor razón.

Tomando como pretexto la deuda externa, a través de lo que se conoce como el “consenso de Washington” se llegó a la conclusión que América Latina requería una reforma económica a fondo, lo que ahora, en el lenguaje utilizado en Santiago de Chile serían las “reformas de la primera generación” : primero, los gobiernos latinoamericanos debían apoyar al sector privado; segundo, debían liberalizar la política comercial y tercero, debían reducir el papel económico del Estado, exigencias que México ha cumplido al pie de la letra y sin chistar, desde entonces.

Las consecuencias de esta política concebida y aplicada con la estrecha vigilancia de Estados Unidos ha sido desastrosa para los pueblos latinoamericanos. Las cifras demuestran que la pobreza, la marginación, el desempleo, el hambre, la miseria y la muerte se han convertido en pan de todos los días para nuestros pueblos, que aún no salen del azoro, cuando ya los yanquis fueron a la llamada Segunda Cumbre de las Américas, no a plantear, sino a exigir que se apliquen las reformas de la “segunda generación” que incluye, según se ha dicho las reformas democráticas y al sistema judicial.

Las reformas “democráticas” ya están en marcha en varios países latinoamericanos, como México, cuyo gobierno abandonó el concepto constitucional de democracia social para dejar simplemente el concepto electoral de democracia, que nada tiene que ver con los intereses y aspiraciones del pueblo mexicano. Y las reformas al sistema judicial tienen el objetivo de integrar un poder que sirva y proteja los cambios neoliberales, sin el menor propósito de una verdadera justicia como la que reclaman la inmensa mayoría de los latinoamericanos.

Con las reformas de la “segunda generación” se abrirá un ciclo de abierto e incontrolado dominio económico y político de Washington sobre América Latina. A eso fueron a la Cumbre.

EL IMPERIALISMO EXISTE.

A raíz de los acontecimientos de 1989, cuando se derrumbaron los países socialistas de Europa del Este y empezó la desintegración de la Unión Soviética, los politólogos del imperialismo echaron las campanas al vuelo, anunciando a los cuatro vientos el “triunfo” del capitalismo sobre el socialismo, y desempolvaron una vez más la vieja idea del carácter eterno de dicho sistema que nació plenamente con la Revolución Francesa de 1789.

A partir de entonces los ideólogos de la burguesía trastocaron y alteraron los conceptos fundamentales que la humanidad había concebido para calificar y ubicar a las distintas fuerzas políticas. La derecha, recalcitrante defensora de los intereses del capital, como por arte de magia, empezó a ser calificada como partidaria de la democracia, y sin recato de ninguna naturaleza sus voceros así lo sostenían, sólo que jamás dijeron que se referían a la democracia burguesa. La izquierda, históricamente en la trinchera de las ideas avanzadas y del combate político popular, a su vez fue colocada como una fuerza conservadora y reaccionaria. Le exigían y le exigen todavía que abandone su concepción revolucionaria y hasta la terminología porque, dicen los politólogos modernos, ya no corresponden a la realidad.

Las organizaciones socialistas gobernantes, en los países donde se construía ese régimen, de pronto devinieron en organizaciones conservadoras también, y los enemigos del socialismo, los históricos y los nuevos, por su parte, y ante el asombro de todo el mundo, se convirtieron en partidarios acérrimos de la democracia. Y en la borrachera del supuesto triunfo capitalista, lo que fue una contrarrevolución franca en los países socialistas, se convirtió en “la primera revolución democrática” triunfante sin enfrentamientos violentos.

Pero los politólogos del capitalismo fueron más allá todavía: proclamaron que la humanidad entraba a una etapa en que ya no habría ni socialismo ni capitalismo y, por lo tanto que ya no existía el imperialismo. Que éste había desaparecido, y que toda persona bien nacida, o por lo menos bien informada de lo que ocurría en el planeta tierra, tenía que excluir de su lenguaje el término imperialismo.

Pero la vida real se encargó de demostrar a todo mundo que ni el socialismo desapareció, ni el capitalismo “victorioso” cambió su naturaleza, y que el imperialismo o las manifestaciones imperialistas son cosa de todos los días. Como tampoco desapareció la explotación del ser humano y, en consecuencia, no se borraron las clases sociales ni la lucha entre ellas, a despecho de la machacona frase de solidaridad, que empezó en Polonia con el cobijo y los recursos cuantiosos del Vaticano y llegó hasta México con el neoliberalismo de los tecnócratas, fracasando en todas partes de manera estrepitosa.

Pero volvamos al imperialismo que Lenin desentrañó científicamente, como en su momento lo hizo Carlos Marx con el sistema capitalista. ¿Acaso a partir de 1989 los países capitalistas que se desenvuelven en esa fase dejaron de exportar capitales, explotar los recursos naturales, la mano de obra y los mercados de otros países? Porque si esto fuera, entonces sí estaríamos ante una nueva etapa de desarrollo cualitativamente distinta a la del imperialismo.

Todos los datos y toda la información económica de los organismos financieros y económicos, indican que esos métodos de expoliación en lugar de abandonarse se han refinado, y que al colonialismo, producto genuino del imperialismo, le ha seguido la fase neocolonial bajo el dominio de organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras agencias imperialistas por donde se les quiera ver.

Los países del Tercer Mundo somos, ahora, como no lo habíamos sido antes, exportadores netos de capitales hacia los países ricos, y por eso la brecha económica, científica y tecnológica entre ellos es cada vez más amplia y profunda, y todo indica que en el futuro inmediato crecerá.

¿Y qué acaso no es una manifestación imperialista la conducta arrogante de los yanquis que contraviniendo la esencia del derecho internacional, pretenden ahogar a toda costa a Cuba por el simple hecho de mantenerse firme en su Revolución y, por lo tanto, en la defensa de su soberanía? ¿Acaso la ocupación de Irak, que provocó la muerte de más de 110 mil civiles y destrucciónes materiales incalculables, durante casi 10 años, fue un acto humanitario de los trogloditas yanquis?

¿Y el dominio absoluto que ejercen los norteamericanos en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde imponen sus intereses y caprichos, es acaso una manifestación de solidaridad y fraternidad entre las naciones que integran ese organismo internacional? ¿Y la intromisión yanqui en Afganistán y los asesinatos de la OTAN en Libia y otras partes del mundo, no mantiene el carácter injerencista de los yanquis y sus aliados de Europa?

Y algo más cercano a los mexicanos: ¿acaso la ocupación de los yanquis del territorio nacional con todo tipo de agencias de espionaje e intervención, con el consentimiento de los entreguistas del PAN, es un acto de caridad?

Lo que está claro es que el imperialismo sigue existiendo por la sencilla razón de que el capitalismo sigue siendo capitalismo; que como sistema no ha cambiado de esencia ni su naturaleza ha variado, y no variará. Tiene que ser sustituido por otro sistema que organice mejor al ser humano, a la sociedad y a la humanidad. Para sobrevivir tiene que construir el régimen socialista, muy a pesar de los pesares.

LA REBELIÓN CONTRA EL CAPITALISMO

En otra parte señalaba algunas de las transformaciones más importantes que han tenido lugar en los últimos años, y que se han traducido en una verdadera revolución en la ciencia y en la tecnología que, a pesar de sus grandes logros, no ha beneficiado a los trabajadores ni aligerado las cargas laborales. Al contrario, la incorporación de esos avances científicos y tecnológicos han traído, para las masas trabajadoras, muchas angustias, entre ellas la del creciente desempleo y la inseguridad en quienes, por fortuna, cuentan con un puesto de trabajo.

La automatización y robotización de la producción manufacturera y agrícola y en los servicios, lanzan al desempleo a miles y millones de trabajadores, a pesar de que muchos de ellos cuentan con capacitación y calificación para su desempeño. Lo menos que puede ocurrirles es, en caso de conservar el empleo, que tengan que capacitarse para desarrollar otra actividad distinta, lo que significa un cambio laboral profundo que afecta a los trabajadores en esa situación.

Todo mundo está de acuerdo en que el avance tecnológico es irreversible y si la sociedad estuviera organizada de una manera racional debería significar menos trabajo para el ser humano y, desde luego, menos esfuerzo en el trabajo. En otras palabras, el desarrollo tecnológico no debe caer como maldición sobre las masas de trabajadores. Al contrario, debe ser un factor que libere al ser humano de la fatiga y el peso del trabajo.

He señalado, también, que los neoliberales presentan a la globalización como un fenómeno mundial fatal, que arrastra a naciones enteras de todo el mundo a los dictados impuestos por las grandes potencias; que no hay otra que dejarse llevar, porque no hay manera de oponerse a ese nuevo rasgo que caracteriza al mundo de nuestros días.

Pero ya se ha dicho y demostrado que la globalización representa una nueva división internacional del trabajo, que adjudica a los países pobres el papel no sólo de surtidores de materias primas y exportadores netos de capital, sino como receptores de la tecnología y plantas productivas obsoletas. Ya sabemos por experiencia directa, que la globalización no es cooperación económica ni interdependencia sino dominio económico, político y cultural absoluto de los centros de poder capitalista sobre el resto del mundo.

Los nuevos hechos y rasgos que caracterizan la producción y los servicios, el intercambio y las relaciones entre países, es decir, la nueva realidad económica mundial, tiene también su expresión en el ámbito político. Y aquí pasa lo mismo que en la economía: los centros de poder capitalista mundial imponen sus modelos políticos a los países sometidos. Ahora se utiliza el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la ONU, la desacreditada y moribunda OEA, la elitista OCDE, las Organizaciones No gubernamentales y muchas fundaciones de los países poderosos para imponer el modelo político y, particularmente el estilo “democrático” que conviene a las potencias.

Se trata de un estilo de democracia que sólo tiene que ver con el juego electoral, pero que abandona la democracia social, es decir, la legítima aspiración de las masas populares a su mejoramiento económico, social y cultural y a su decisiva participación en la esfera de su gobierno.

Los cambios en la economía y en la política a nivel mundial, van acompañados de una violenta ofensiva ideológica de los dueños del capital. Los medios de difusión juegan, en esta lucha, un papel fundamental y, en algunos casos, un papel decisivo. Hoy reviven viejas ideas del siglo XVIII y XIX, y se vuelve a colocar en el centro de los valores humanos el más abierto individualismo y un desenfrenado egoísmo, a los que se presenta como las más altas virtudes del ser humano y fuente única de todo avance social.

Sin embargo, en dirección opuesta e invocando la necesidad de un sistema que tenga como característica central el más amplio humanismo, millones de seres humanos sobre la tierra se agrupan, se reorganizan y hacen frente a los intentos de acallar cualquier crítica al estado de cosas que estamos viviendo. Al mismo tiempo, se rescatan ideas avanzadas y revolucionarias, y se presenta una alternativa al sistema capitalista, sistema que degrada al ser humano.

Los esfuerzos por construir el socialismo vuelven a ganar el corazón y la mente de millones de personas en todo el orbe. En muchos casos, como se ha visto, del anticapitalismo al socialismo existe una distancia corta.

Este año de 2011, ya para concluir, está lleno de acontecimientos que muestran la rebelión abierta de millones de seres humanos, en todas las latitudes de la Tierra, contra el capitalismo y su engendro: el neoliberalismo.

El siglo XXI será el siglo del socialismo en el mundo.

sábado, 17 de diciembre de 2011

GLOBALIZACIÓN Y SOBERANÍA: CRISIS DEL ESTADO-NACIÓN

Recuerdo que antes del año 2000 se hizo costumbre entre los intelectuales de la burguesía hablar del fin de la historia, del fin de la geografía, del fin del Estado-nación y de su soberanía, del fin del trabajo, del fin del hombre, del fin del socialismo y del fin de otras cosas, como si el término de un siglo significara el final de todo cuanto existe.

Al lado de todo lo que “terminaba”, esos mismos intelectuales no perdían oportunidad para lanzar los al capitalismo, al mercado, al neoliberalismo y, particularmente, a la nueva fase de su desarrollo, denominada por muchos como globalización, dando a entender con ello que las leyes del desarrollo capitalista vigentes en la mayoría de los países -y que se abrieron paso en los países ex socialistas- tenían, supuestamente, un carácter eterno.

Varios autores afirmaban, y lo siguen haciendo, que las ciencias que sirvieron para explicar los diferentes fenómenos sociales han entrado en decadencia, porque la realidad era muy distinta a los años precedentes del fin del siglo XX. Por ejemplo, afirmaban que la Sociología ya resultaba insuficiente, pues tenía como objeto el estudio de la sociedad nacional, en tanto que, en nuestro tiempo, se requiere una nueva ciencia, con nuevos conceptos y con una metodología nueva para estudiar y entender la sociedad global. Es más, fueron más allá y proponían la creación de una ciencia denominada Globología, ciencia que debía ir elaborando sus propios términos, algunos de los cuales ya se utilizaban para describir los fenómenos globales contemporáneos.

Los científicos sociales que abordan con cierto rigor el tema, han considerado que la globalización se puede definir como “la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son moldeados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa”.

Dentro de esta definición caben los temas de la economía, de la política, de la cultura en general, del avance tecnológico en particular, así como los descubrimientos científicos y su inmediata aplicación a la producción, fenómeno, este último, que se ubica en la base de las portentosas conquistas humanas y en los dramáticos cambios que ha experimentado la humanidad en los últimos decenios en sus condiciones de trabajo y formas de vida.

Esos científicos sociales ocultan que la globalización es la globalización del capitalismo, es decir la consolidación del capitalismo como sistema social por todas partes del mundo, independientemente de su naturaleza profundamente injusta e inhumana, como lo ha probado en sus más de 200 años de vigencia, si consideramos que fue a partir del triunfo de la Revolución Francesa de 1789 cuando adquirió un carácter internacional hasta llegar a su fase actual de globalización.

Por lo tanto no se trata, y nadie se atrevería a hablar de una globalización en abstracto o sin nombre. La globalización que conocemos es concretamente la globalización del capital, el predominio de las empresas transnacionales que han atravesado historias y geografías, que han alterado el mapa del mundo y que, en su afán de lucro, no se detienen ante nada.

Precisamente, quienes estudian el fenómeno en cuestión, plantean un problema que se ha venido generando desde la etapa inmediata posterior a la segunda guerra mundial, donde el predominio de los Estados Unidos de Norteamérica, vino aparejado a un desarrollo impetuoso de las corporaciones transnacionales: se trata del tema del Estado-nación que, como sabemos, surge propiamente con el desmoronamiento del feudalismo y la fortificación del capitalismo.

La globalización ha provocado que el Estado-nación entre en crisis, porque muchas de las manifestaciones económicas, políticas, sociales y culturales de la globalización superan y trascienden la extensión territorial de los países que integran la comunidad internacional. Las empresas transnacionales, perteneciendo a un Estado o teniendo su origen en un Estado, no se sujetan a las leyes locales, podríamos decir.

Y a pretexto de la globalización, la misma ONU se ha convertido en ministerio de las colonias de los países capitalistas poderosos, imponiendo sus condiciones económicas y políticas al resto del mundo que se desangra -con una soberanía limitada- por el neoliberalismo y las terribles consecuencia que trae consigo.

LA UNIVERSIDAD PÚBLICA EN LA MIRA DE LOS TECNÓCRATAS

(Desde que se instalaron los neoliberales en el poder con Miguel de la Madrid en 1982 -hace casi 30 años- se inició una política clara para reducir recursos a la Universidad Pública. Esto ya dio como resultado el fortalecimiento de las escuelas privadas. Con Fox y Calderón se pronunció esa política, el primero por reaccionario e ignorante, y el otro, además de lo anterior, por el complejo que tiene ante la Universidad Pública, al ver frustrado su intento de ingresar a ella en dos ocasiones. Este articulo, escrito cuando casi terminaba el siglo XX, es una muestra de lo dicho).

Se acaba de anunciar que el presupuesto de la federación para 1999 contempla una reducción de casi 5 mil millones de pesos para la educación superior, es decir, para la universidad pública, lo que representa, sin duda, una actitud política del gobierno federal frente a las instituciones que han creado los cuadros académicos, culturales y científicos de los últimos años en nuestro país. Pero también saldrá afectada la investigación pues el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología experimentará una reducción notable de sus recursos.

Bastaría considerar sólo los dos aspectos señalados, el de la educación superior y el de la investigación, para advertir que nos encontramos ante una grave situación, porque reducir los recursos para las crecientes necesidades de la universidad pública, constituye una decisión que redundará en la formación más limitada de los profesionales, en distintas ramas, que requiere el desarrollo económico y social del país. En tanto que disminuir los recursos para la investigación científica pretende condenarnos a una situación de simples compradores de los descubrimientos científicos y de su aplicación técnica, o bien de convertir al país en una maquiladora de las empresas transnacionales.

Se nota en esta decisión un marcado interés por reducir el papel de la universidad pública y prácticamente anular los intentos de investigación autónoma. Quienes así proceden seguramente tienen mentalidad de colonizados, pues ningún país por difíciles que sean sus condiciones económicas puede sacrificar la formación de cuadros profesionales, a riesgo de poner, a corto y largo plazo, en peligro su desarrollo. De los países desarrollados ninguno reduce su presupuesto dedicado a la educación superior y a la investigación. Al contrario, bastaría examinar los recursos que destinan a esas dos actividades fundamentales para comprobar un incremento constante y, por lo tanto, un número cada vez mayor de profesionales y científicos, que se han convertido en pilares de su desarrollo.

Es cierto que hemos mantenido una situación desventajosa en relación con los países desarrollados en esa materia, pero la brecha se ensanchará más si el presupuesto se reduce. Si en condiciones normales la brecha que nos separa de los países desarrollados crece todos los días, lo hará más si en lugar de canalizar mayores recursos, éstos se reducen.

Vistas las cosas con toda objetividad, afectar a la universidad pública, reducirla a un papel mínimo, fortalecer a la educación privada en todos sus niveles, obstaculizar y limitar la investigación científica al mínimo, es una política de los tecnócratas que, al parecer, sólo cumplen los mandatos de sus amos del Fondo Monetario Internacional comandado por el Grupo de los 7, países ante los que se inclinan reverentes y obedientes.

Después del gobierno de Miguel de la Madrid, gobernante que todavía egresó de la universidad pública, prácticamente los que le han seguido, aun cuando también se formaron en escuela pública, se convirtieron en representantes de los intereses privados en todos los campos, y el de la educación superior no podía ser menos. Ahora la inmensa mayoría de los secretarios y subsecretarios del gobierno federal tienen títulos otorgados por institutos o universidades privadas, a las que representan y defienden, sin importarles los interese y las necesidades colectivas de la nación mexicana.

Como se sabe, los tecnócratas que todavía estudiaron en las instituciones públicas mexicanas, y que gobiernan desde 1982, tienen o simulan tener títulos de maestría o doctorado otorgados por universidades privadas extranjeras, lugar donde les lavaron el cerebro y los marcaron con la concepción neoliberal que han estado aplicando en todos los países latinoamericanos.

Los reclamos por la reducción drástica del presupuesto dedicado a las instituciones de enseñanza superior y a la investigación no se han hecho esperar, pero se requiere un amplio frente de todas las instituciones públicas encabezadas por sus estudiantes, maestros y autoridades, para derrotar la política tecnócrata que se trata de imponer en el nuevo presupuesto federal de 1999.

EN PELIGRO EL ESTADO LAICO

La experiencia de México en relación con la Iglesia católica ha sido dramática. La etapa colonial del Estado-iglesia español marcó los 300 años de dominio europeo sobre México, y se caracterizó por la excesiva explotación de los recursos humanos y naturales, lo que provocó la muerte de millones de seres humanos y la depredación de la naturaleza.

Económica, social y políticamente prevaleció la intolerancia. Ni soñar siquiera en la libertad de pensamiento, mucho menos en tener libertad para profesar o no alguna creencia religiosa.

El Estado-iglesia español representó la mayor oposición a que surgiera un Estado independiente; por eso la lucha cerrada contra los insurgentes que se levantaron para romper las cadenas impuestas por el coloniaje. Y derrotado el poder civil español, quedó vigente y beligerante la Iglesia católica, que combatió a sangre y fuego, al naciente Estado mexicano.

Bien puede decirse, por lo que nos enseña la historia nacional, que de 1810, cuando se inicia la lucha por la independencia, a 2011, en ningún momento la Iglesia católica ha dejado de combatir al Estado mexicano y a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Durante los siglos XIX y XX el poder clerical ocasionó innumerables revueltas que provocaron el derramamiento de sangre e inestabilidad política.

Esa fue la razón, y no otra, por la que el gobierno liberal, encabezado por Benito Juárez, decretó la separación del Estado y la Iglesia. Pero la lucha clerical contra el poder civil continuó, y todo mundo conoce la estrecha alianza que la Iglesia mantuvo con la dictadura porfiriana y su oposición a la Revolución de 1910, a grado tal que recibió con beneplácito, mediante un Te deum el arribo del chacal Victoriano Huerta al poder.

La insistencia del clero católico de participar como un poder al lado del poder civil, su carácter revanchista e intolerante, fue lo que provocó que el Constituyente de Querétaro, expresión de la Revolución triunfante, al redactar el artículo 130 de la Constitución, negara a las instituciones religiosas denominadas iglesias personalidad de cualquier tipo, situación que se mantuvo hasta 1991, pues en el gobierno reaccionario de Carlos Salinas de Gortari se reformó dicho artículo para reconocerles personalidad jurídica, previo registro ante la autoridad competente.
La inexistencia jurídica de la Iglesia católica fue, sin duda, un elemento que propició la estabilidad política de México durante varias décadas, a pesar del apetito de la jerarquía eclesiástica por restablecer fueros y privilegios. Pero esta ambición incontrolable se volvió a desatar con las contrarreformas salinistas, y con ellas se ha puesto en peligro realmente la separación Estado iglesia que nos viene de la Reforma, y se corre el riesgo de caer un Estado confesional, que en la práctica -y absolutamente al margen de la Constitución Nacional- establecieron los panistas en lo que va del siglo XXI.

Hoy las homilías son proclamas políticas reaccionarias y los púlpitos son tribunas donde se habla de todo y de todos. Sin excepción los miembros de la jerarquía eclesiástica actúan desembozadamente, sin ningún recato en materia política, bajo la complacencia de los más altos funcionarios del gobierno mexicano que tienen el deber de hacer cumplir nuestras leyes.

El alto clero católico actúa a través de varios frentes: ha fortalecido, con su abierta participación en política, a su brazo electoral: el PAN; pero no conforme con esto, se propone penetrar a varios partidos políticos para utilizarlos como plataforma de lanzamiento de candidatos católicos a todos los puestos de elección popular. Muchos priistas parecen panistas en su relación con el clero, y la prueba de esto es la reciente reforma al artículo 24 constitucional para que se puedan llevar a cabo, en recintos públicos, actos de culto religioso lo que, a su vez, abre la puerta a las iglesias para que se apropien de medios de comunicación.

La Iglesia sostiene, sin ninguna autoridad moral, una supuesta lucha contra la corrupción, que se parece mucho a la que hipócritamente sostenían los “puros y castos” del Partido Acción Nacional. Y ambos mantienen hoy una verdadera luna de miel. Bien se podría hablar de íntimas relaciones carnales y no de un amasiato superficial.

“FÓRMENSE, VAMOS A REPARTIR LOS BANCOS”, DIJO SALINAS

(Este artículo fue escrito a finales de julio de 1998, es decir cuando Salinas hacía tiempo que había dejado el poder. Da cuenta de algo revelador: los destrozos que cometieron los neoliberales en México y, de manera particular, ese personaje nefasto)

El título que tiene esta colaboración fue tomado textualmente de una amplia nota de EL FINANCIERO, redactada por Luis Soto el pasado 20 de julio, en su página 68, donde se da cuenta de las decisiones del entonces presidente Salinas para entregar a su gente la Banca previamente desnacionalizada.

Hay que recordar que cuando Salinas, como Secretario de Programación y Presupuesto, en el sexenio de Miguel de la Madrid, envió su iniciativa desnacionalizadora a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, los diputados del PRI y del PAN aplaudieron y aprobaron la propuesta de Salinas. Los diputados del PRI aceptaron y aplaudieron cuando López Portillo propuso la nacionalización bancaria.

Contra la desnacionalización de la banca y el crédito se pronunció vigorosamente la Fracción Parlamentaria del Partido Popular Socialista, dentro de los cuales me encontraba. Todos los demás votaron a favor de la propuesta neoliebral, y unos cuantos hicieron observaciones secundarias, pero no se oponían a la desnacionalización.

Se sabía, entonces, cuál era el propósito verdadero del gobierno federal: entregar la Banca a un reducidísimo número de allegados al propio gobierno, que no pasaba de 50 personas, para “repararles el daño” que la medida tomada el primero de septiembre de 1982, cuando López Portillo decidió la nacionalización de la Banca, les “había ocasionado”.

En sí, tanto la nacionalización como la reprivatización bancaria, ya habían representado un jugoso negocio para los ex banqueros y para los nuevos banqueros, porque les pagaron a precio de oro y les “vendieron” a precio de ganga. Se trató de un negocio redondo para ellos y de grandes daños para el pueblo mexicano.

Pero no todo quedó ahí, ni se limitó al puro negocio bancario, sino que una vez que tuvieron a su disposición los Bancos, el gobierno de Salinas les permitió adquirir, también a precio de remate, muchas de las empresas públicas privatizadas, las que se privatizaban, decía cínicamente el gobierno, para democratizar su distribución. Y así, nunca antes en un brevísimo tiempo, se logró una fusión entre el capital bancario y el capital industrial, todo en manos de unos 300 “honorables” negociantes con derecho de picaporte en Los Pinos, con la suficiente capacidad para decidir la política económica que llevó a la quiebra y hundió a más de 90 millones de mexicanos.

No más de 300 personas fueron los que obtuvieron todos los beneficios económicos, estando muy cerca de Salinas, con el que decidían todo. Era el momento en que se anunciaba, con una enorme irresponsabilidad, que México y los mexicanos nos encontrábamos a las puertas del primer mundo, cuando fuera de esos 300 acaudalados, muchos de ellos delincuentes, la mayoría del pueblo se debatía en la pobreza y en la miseria, cuyas cifras llevaban pulcra, pero alteradamente, los otros juniors neoliberales en sus cuentas del INEGI.

Quizá la inmensa mayoría de los mexicanos no se haya dado cuenta, en su momento, de que se habían apoderado de los Bancos y de muchas empresas, gentes como Jorge Lankenau Rocha, Carlos Cabal Peniche, Ángel Isidoro Rodríguez y otros, cuyos nombres se asocian, ahora, con la nota roja, porque, además de todo, hicieron turbios negocios con los bancos, realizando operaciones de “papel”, creando empresas “fantasmas”, a las que otorgaron importantes financiamientos, haciendo inversiones ilícitas, otorgando créditos sin garantía a sus socios, clientes, familiares y amigos, como dice la nota de Luis Soto, en la parte final.

En realidad, esos banqueros robaron a la luz del día, con el conocimiento de la autoridad, que no era ajena a los manejos sucios que realizaban. Se hincharon de dinero, se burlaron del pueblo mexicano y se fueron del país. Los que han regresado, andan libres y sólo uno está en la cárcel viviendo a cuerpo de rey, porque los funcionarios o ex funcionarios saben que si dicen todo lo que saben, se los llevan entre las patas.

La nota a que hacemos referencia al inicio, termina así: “La nueva clase empresarial estuvo a punto de acabar con el país. “¡Nos faltó tiempo!”, podría decir Salinas”

Y es verdad, por poco arrasan con todo, gracias al aguante y la fortaleza del pueblo mexicano, que ha resistido hasta a la plaga neoliberal.

EL NEOLIBERALISMO Y LA GLOBALIZACIÓN PROFUNDIZAN LA MISERIA

La inmensa mayoría de los mexicanos están alarmados por los fenómenos económicos, sociales y políticos que todos los días se observan en nuestro país. Los medios de difusión, los electrónicos y los escritos, dan cuenta de hechos que aparentemente no tienen explicación. Tal parece que vivimos en un país donde impera el desorden, el caos y la anarquía, y en donde los valores del patriotismo se han hecho a un lado.

Casi estupefactos, los mexicanos nos enteramos que funcionarios del gobierno, en nombre de México (sic) exigen más globalización, cuando sabemos que ese fenómeno mundial tiene crudas manifestaciones para países pobres como el nuestro; que la globalización se expresa en un mayor dominio de los países poderosos sobre los países débiles; en un intento de sujetar totalmente a los países poco desarrollados y en someterlos económica, política y culturalmente, sin dejarles espacio para su propio desarrollo.

En plena inconsciencia, producto de su ideología ultraderechista, Calderón se pronuncia por acabar con los “falsos nacionalismos”, cuando el resto de América Latina ha demostrado al mundo entero que las medidas nacionalistas, en todos los órdenes de la vida de los pueblos, constituyen no sólo una defensa eficaz contra el neoliberalismo y la globalización, sino un camino certero para promover y lograr el progreso social.

Las potencias capitalistas, que ejercen su hegemonía sobre el resto del mundo, buscan asegurar una mayor explotación sobre todos los pueblos de la tierra. Ahora los países pobres participan cada vez menos en el intercambio económico mundial y esa situación se agravará más en el futuro inmediato. Existe, además, un verdadero monopolio de la ciencia y la tecnología, que los países ricos y sus empresas usan para ampliar sus beneficios. En este renglón, como en otros muchos, son cada vez mayores las diferencias entre los países ricos y los pobres, y la brecha tiende a ensancharse, en perjuicio de la mayoría.

Estos fenómenos han provocado, como nunca, un crecimiento alarmante de la pobreza; el resurgimiento de problemas sociales que se creían superados y una perspectiva negra para la mayoría de los 7 mil millones de seres humanos que integran, por hoy, la población mundial. Todos estos fenómenos y otros más como el llamado libre comercio, que desde luego es un mito para las grandes potencias, son efecto directo de la llamada globalización, o mundialización de la economía.

Cuando los mexicanos nos enteramos que en nuestro nombre se pide mayor globalización, no podemos sino pensar que aquellos y otros efectos, que tienen postrado a México, no sólo se van a mantener, sino que se van a agravar.

Como se comprende, la globalización no se manifiesta en un nuevo orden internacional, donde prevalezcan relaciones justas y equitativas o de mutuo beneficio entre los Estados y los pueblos. Cada vez esas relaciones son más injustas y desequilibradas, siempre favorables a los poderosos. Hasta las personas menos sensibles o siempre favorables a los intereses económicos de los fuertes, han tenido que reconocer que en esta era de neoliberalismo y globalización, lo que realmente se ha globalizado es la miseria, la pobreza y las perspectivas de un mundo sin esperanza para millones de seres humanos.

En México ha sido el neoliberalismo el responsable de los múltiples problemas que padece el pueblo y la nación. Hoy los noticieros, en su espacio mayor, dan cuenta de hechos delictuosos, de acontecimientos que tienen que ver con la realización de conductas antisociales muy graves. La nota roja ha ganado los mayores espacios, y todo mundo está enterado de esos hechos pero sin posibilidad de localizar las causas que les dan origen.

¿Cuál es la razón del desorden político nacional y, sobre todo de la falta de democracia? ¿Cuál es la causa de la debilidad económica de México y de su mayor dependencia en este terreno? ¿Por qué ha crecido, hasta alcanzar a más de la mitad de la población, la pobreza y la miseria? ¿Dónde se localiza la razón principal de la irritación de grandes sectores populares? ¿Por qué han aumentado peligrosamente los índices delictivos? Y así podría continuarse con una larga lista de preguntas del mismo tipo.

La respuesta ya ha sido dada en múltiples ocasiones. La responsabilidad del desbarajuste económico, social y político que sufre México (y el mundo) es del neoliberalismo, modelo que se viene aplicando aquí, a sangre y fuego, desde 1982. Ya se sabe con absoluta certeza que se trata de un modelo económico no concebido en el país, sino impuesto por los poderosos intereses transnacionales de los países capitalistas.

EL DESEMPLEO TECNOLÓGICO, DRAMA HUMANO DEL SIGLO XXI

La clase trabajadora, históricamente ha sido la productora de los bienes y servicios en cada una de la épocas de la humanidad y, se quiera o no, la productora de las conquistas culturales más elevadas alcanzadas por el ser humano. Sin su presencia y participación no se explica ninguno de los grandes pensadores que, a través de los siglos, han constituido la conciencia humana.

Carlos Marx sintetizó admirablemente, el trayecto de los trabajadores a través del tiempo, desde que la sociedad se dividió en clases sociales: esclavos y esclavistas, siervos y señores feudales, proletarios y burgueses, división, esta última que vivimos intensamente mucho antes del triunfo de la Revolución francesa de 1789, pero que encuentra en ella un punto culminante de su desarrollo.

A partir del momento en que surge el trabajo asalariado, hecho que se expresa dramáticamente en la Revolución Industrial inglesa, se inicia un ciclo que no ha concluido y que, al contrario, cada día que pasa tiene manifestaciones más intensas. Me refiero al desempleo y a las grandes masas desocupadas que constituyen, en términos marxistas, el ejército de reserva que se requiere para inducir a los salarios a la baja y al crecimiento del capital.

Precisamente la Revolución Industrial, que hoy los estudiosos denominan la primera revolución industrial, fue un acontecimiento que tuvo entre sus principales manifestaciones la incorporación de las máquinas al proceso de producción y, como consecuencia, un desempleo masivo que lanzó a la calle a miles y miles de enardecidos trabajadores despedidos que, a su vez, se lanzaban a destruir las máquinas, pues consideraban que ellas eran las culpables de ser despedidos y no el sistema capitalista de producción Allí vemos que el avance tecnológico -la incorporación de la máquina a la producción- crea una gran cantidad de desempleados en un sistema donde existe la propiedad privada de los medios de producción.

Lo que ocurrió con las máquinas en el siglo XVIII, está sucediendo, pero multiplicado por miles o millones, con los portentosos avances aplicados de la electrónica, particularmente con la computación y todos los procesos de la inteligencia artificial, que se manifiestan en la automatización -en especial la robotización- de los procesos productivos y de muchos servicios. La aplicación de la inteligencia artificial a la producción industrial, a la agricultura y a los servicios está generando millones de desempleados en todo el mundo, principalmente en los países altamente industrializados, pero también en los países pobres como México, donde las empresas transnacionales prescinden de la mano de obra y automatizan sus procesos.

Al iniciar el siglo XXI y el nuevo milenio, el avance tecnológico recae como una maldición sobre los trabajadores de todos los sectores, en lugar de ser un elemento que libere al hombre de trabajos pesados, dignifique su vida y mejores sus condiciones de existencia. Dicho avance en casi todos los ámbitos del quehacer humano ha provocado que cientos, miles y millones de personas, con calificación y todo, se vean impedidas de contar con un empleo que les permita satisfacer sus necesidades y las de su familia. En varios países de Europa el desempleo es, y es el espejo en el que muy pronto se verá reflejada el resto de la humanidad.

Algunos estudiosos de este fenómeno consideran que es irresponsable y demagógico plantear la creación de fuentes de trabajo o la reducción del desempleo en algunos países industrializados, que aceleradamente automatizan su economía hasta en los más mínimos detalles.

El desempleo y la migración masiva de los países pobres a los ricos, que se calcula por millones para la primera década del siglo actual y las graves secuelas sociales del propio desempleo plantean, no parar el desarrollo tecnológico, cosa que no es posible ni deseable, pero sí plantear y luchar por una sociedad organizada de manera distinta a la capitalista, porque por este sistema la humanidad no tiene porvenir.

Para sobrevivir, la humanidad necesita deshacerse del capitalismo. En las condiciones actuales, y por un tiempo imprevisible, el nuevo sistema será el socialismo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

INTERNET, ¿HERRAMIENTA DE LIBERACIÓN O DE DOMINIO?

A mitad de 1998, cuando había más interrogantes que respuestas sobre Internet, publiqué este artículo después de haber leído el libro que se menciona en seguida. Hoy quizá esa obra quede registrada en los anales de la historia, sobre todo por los cambios tan vertiginosos que se han dado en la materia que aborda. Al parecer, en nuestros días Internet empieza a jugar o está jugando la doble función que se señala en la interrogante que aparece encabezando este artículo: se ha convertido en una herramienta de liberación, como lo muestra el papel que ha jugado en los levantamientos populares de diversas latitudes del mundo, pero ya comienza a ser utilizado, al menos hasta el momento, como una herramienta de espionaje, porque los imperialistas quieren mantener su dominio.

Acabo de terminar la lectura del libro publicado por la editorial OCEANO, escrito por Víctor Flores Olea y Rosa Elena Gaspar de Alba, con el título Internet y la revolución cibernética, que salió a la venta hace menos de un año, y en el que sus autores hacen algunas reflexiones valiosas en torno a la difusión y el uso que se está haciendo de Internet.

En esta obra sus autores recuerdan que el proyecto inicial de Internet, bajo la denominación de Apernet, fue patrocinado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, con el propósito de vincular a grupos de investigadores de alto nivel en varias universidades de Norteamérica, pero muy pronto ese proyecto se vinculó a la idea de impedir que, en una catástrofe nuclear, se dañara o destruyera la red de comunicaciones del ejército y del gobierno de los Estados Unidos.

Para evitar esa posibilidad, se pensó en una red de comunicaciones y de transmisión absolutamente descentralizada, que no dependiera de un cerebro central y único; algo así como una “tela de araña” que fuera invulnerable a los efectos destructivos de un ataque atómico. Así sería imposible destruir una red que prácticamente no existía.

En relación con la presencia y desarrollo de Internet en México, los autores del libro nos recuerdan que hace menos de diez años se inició la conexión de algunas instituciones de enseñanza superior con universidades norteamericanas, como el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, la UNAM, la Universidad de las Américas, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Oriente (ITESO), la Universidad de Guadalajara, y, finalmente CONACyT y la SEP, lo que representó, en el inicio, un interés propiamente académico y de investigación.

Para 1995 lo que se había iniciado como un proyecto académico, se extendió rápidamente al campo empresarial, de los negocios y de los servicios.

Los mismos autores señalan que a través de Internet se presta una enorme variedad de servicios: enciclopedias, periódicos, revistas, información rápida sobre varios aspectos, libros completos, información artística, económica, política, científica, así como publicaciones personalizadas, reservación de aviones, realización de compras y ventas, y muchos servicios más.

La expansión de Internet ha sido tan acelerada, que hoy (1997) se calcula la existencia de más de 50 millones de computadoras entrelazadas en más de cincuenta países. Y se calcula, según los propios autores, que para el año 2000 existirán más de 300 millones de usuarios de Internet. Se piensa que en un futuro cercano Internet absorberá las funciones actuales de televisión, el teléfono y las ediciones convencionales, sin que se requieran las instalaciones actuales que las hacen posible.

Textualmente dicen los autores que “como individuos, a través de Internet, “viajamos” por el planeta a voluntad y podemos seleccionar libremente nuestros corresponsales. Las alternativas de la vida se ensanchan en la medida en que conocemos de primera mano los problemas y las alternativas de solución que se discuten en otros lugares. El provincianismo tiende a desvanecerse: los hombres y mujeres de un lugar participan de otras preocupaciones y perspectivas. La aldea local se convierte efectivamente en una aldea global.

Inclusive, en la euforia incontrolada se habla ya de la “teledemocracia” o “democracia electrónica”, a través de la cual electores y gobernantes tendrían contacto permanente. También se habla de las “cibertiendas” cuya presencia ha invadido la red.

Al margen de estos datos que son útiles para entender el fenómeno electrónico que invade los hogares, las oficinas y cambia las costumbres de la gente, que sin duda es de gran utilidad, se ha planteado el peligro real de que Internet sea un instrumento de la más alta tecnología que pronto se encuentre controlado por los grandes intereses económicos, y sea el vehículo para uniformar culturalmente a todo el mundo, lo que representaría un tipo de globalización al que invariablemente han aspirado los que ahora se sienten dueños del mundo, aparentemente sin enemigo al frente.

EL DEBATE MARXISTA EN MÉXICO


Este artículo lo escribí tres años antes de que concluyera el siglo XX, cuando en México se arreció una fuerte ofensiva de los neoliberales fundamentalistas contra las organizaciones marxistas, entre ellas contra el Partido Popular Socialista, al que despojaron de su registro y lograron destruir desde dentro, utilizando para ese trabajo sucio a gente que venía trabajando con ese propósito, es decir, a verdaderos liquidadores.

Espero que estas reflexiones no vayan a sonar como sacrilegio para los castos oídos de los socialistas modernos de nuestro país que han depositado en el frente electoral los destinos del pueblo, porque confunden sus intereses personales con los que dicen representar; y con su conducta oportunista están contribuyendo a la confusión entre los trabajadores.

En lugar de estar buscando y perdiendo registros electorales, a distintos niveles, contribuyendo a que la burguesía tenga el pretexto de golpear la lucha revolucionaria, sería bueno debatir sobre lo que está pasando en el mundo, qué cambios se han operado en México, en la composición de sus clases sociales, qué etapa del desarrollo social estamos viviendo y, desprendido de ese análisis, cuál es hoy la mejor forma de organizarse políticamente para que el pueblo enfrente al el oprobioso régimen de explotación.

Es decir, se requiere un debate a fondo para desentrañar la situación que está viviendo la humanidad y, de manera particular, nuestro pueblo.

Muchos autores afirman que hemos llegado al fin de la historia. Otros consideran que estamos en el inicio de una nueva era porque, en adelante, desparecerá la soberanía de los Estados-naciones, etapa que no parte, a su consideración, de 1945 o 1917, sino de 1789 con la misma Revolución Francesa. Otros más sostienen que ha concluido la lucha de clases y que se ha impuesto un necesario conformismo o semejanza entre los integrantes de la sociedad, como lo dice el politólogo francés Jean-Marie Guéhenno.

En el mismo sentido hay quienes afirman que hoy día asistimos al final de las naciones y, por lo tanto al final de la política, al resurgimiento vigoroso del sentimiento religioso en lo que más tiene de mágico. En fin, que vivimos en la época de inmensas transformaciones científicas y tecnológicas; en la era de la robótica, de la telemática, de la bioingeniería, que están cambiando radical y aceleradamente la vida del hombre.

Los marxistas mexicanos requieren abordar estos temas y otros más, con la mayor amplitud, seriedad y profundidad. Es necesario realizar un debate a fondo sobre estas cuestiones, para caracterizar el momento que vivimos. Como requieren, también, organizar un amplio debate sobre la situación económica, social y política que vive nuestra patria, teniendo en consideración que el capitalismo ha sentado sus reales en todos los aspectos de la vida nacional. Aquí las transformaciones económicas, favorables al capital, están provocando los cambios políticos que garanticen los realizados en la economía.

¿Cuál debe ser el papel de los sectores revolucionarios y, concretamente, de los marxistas? ¿Cómo incorporar a las nuevas generaciones de mexicanos a la lucha por abrevar la ciencia marxista y contribuir a los cambios que beneficien a las grandes masas trabajadoras? ¿Cómo rescatar a la corriente socialista que los oportunistas, liquidadores y traidores, han sumido en el fango y la entrega?

En el centro de la discusión, sin duda, debe estar el papel del partido político, sus nuevas normas de organización, sus métodos de trabajo nuevos, su programa con vistas a las nuevas condiciones que nos ha tocado vivir, pues nada es más extraño al pensamiento marxista que la inmovilidad.

Sería un error imperdonable considerar, por ejemplo, que las normas de organización, válidas y necesarias en un momento determinado, lo son para toda la eternidad. Normas válidas ayer, pueden no serlo ahora, porque las condiciones han variado.

El mundo de hoy, no es el de 1910 o el de 1917. Entonces tiene que examinarse todo con espíritu abierto, sin pretender despojarse de los principios esenciales, pero sin considerarlos como un dogma, sobre todo cuando en la práctica, que es la medida de la verdad, han mostrado su inoperancia.

Hay que poner énfasis en el rescate del humanismo marxista, olvidado por sus partidarios en varios lugares y deformado por sus enemigos. El ideal del humanismo marxista es el hombre armonioso, verdaderamente humano; el hombre que lleva una vida profunda y rica en relaciones humanas y culturales, como lo afirma Theodor Schwarz, destacado marxista sueco. El humanismo marxista, es humanismo proletario que busca la plena liberación del hombre y no de unos cuantos hombres; y por lo tanto, es humanismo real o concreto.

Debe construirse el México rumbo al siglo XXI con apego al marxismo, recordando que nada tiene más elogioso el pensamiento marxista que un mundo sin sufrimientos.

Sin pretender haber enunciado todos los aspectos de la realidad nacional y mundial, y los de la lucha revolucionaria que deben sujetarse a reflexión y examen por los marxistas mexicanos, queda planteada la necesidad urgente de iniciar el debate y la reconstrucción de la lucha.

domingo, 11 de diciembre de 2011

SOCIALISMO O CAPITALISMO ¿CUÁL TERCERA VÍA?

Es recurrente el planteamiento de una tercera vía de desarrollo, entre el capitalismo y el socialismo, a pesar de los efectos catastróficos del sistema capitalista. Quizá este intento, siempre condenado al fracaso, se presentó a través de varios años, por lo menos desde que Carlos Marx y Federico Engels, a mediados del siglo XIX, dejaron sentadas las bases teóricas del socialismo.
A muchas gentes en el mundo les parece injusto y criminal el sistema capitalista, pero no aceptan de ninguna manera al socialismo como sustituto de aquel, y casi desde que apareció el socialismo empezaron a plantear la posibilidad y conveniencia de buscar un tercer camino que tomara, dicen, lo mejor de cada uno de los dos sistemas.

Cuando entraron en crisis varios países que construían el socialismo en Europa, volvió a surgir con fuerza esa idea, que se parece en su esencia a las que, en el mismo sentido, se han presentado a través del tiempo. Se trata de una mezcla, o de una posición ecléctica como diría algún filósofo, entre los elementos del capitalismo y del socialismo, para mantenerse, desde luego, en los marcos del sistema capitalista.

Todos los teóricos y prácticos partidarios de la tercera vía no han podido encontrar ese camino y se atascan a cada paso que dan.

En cierto sentido esa tercera vía es la que postulan quienes han renegado del socialismo y se dicen formar parte de una izquierda moderna o nueva izquierda, que de nueva no tiene nada, porque renuncia a cualquier planteamiento concreto fuera del capitalismo.

Por muchos años, podría decirse que desde la fecha en que el Manifiesto Comunista vio la luz, allá por 1848, frente al sistema capitalista de producción, se levantó toda una concepción teórica que apuntó a su sustitución. No existe hasta el día de hoy, y por mucho tiempo no existirá, ninguna otra teoría que haya hecho una crítica tan profunda y severa de la naturaleza, características y consecuencias del régimen capitalista.

La teoría se hizo práctica, en parte, con la Revolución que condujo a la formación de la Unión Soviética, y esa práctica se extendió rápidamente por varios países de Europa oriental y otras partes del mundo de casi todos los continentes.

No existe al iniciar la segunda década del siglo XXI ninguna otra teoría ni otra experiencia que se haya enfrentado al capitalismo como tal, pues la socialdemocracia europea tampoco se sale de los limites capitalistas. De manera que la contradicción capitalismo-socialismo responde a dos concepciones distintas de organizar la vida social, con una diferencia que poco se ha destacado: la primera vez que se estudió y pensó la forma de construir un sistema más justo de la vida social fue con el socialismo, cosa que no ocurrió con el capitalismo que no tuvo teóricos que hayan previsto su construcción. Los economistas clásicos lo son del capitalismo floreciente, pero no se ubican antes de dicho sistema. Este sistema no tuvo su Carlos Marx; tuvo sus mercaderes y productores que lo desarrollaron sin saber a dónde conducía. Hoy mismo los partidarios y defensores del capitalismo no saben a dónde nos llevará, aunque millones y millones de personas saben, porque lo han sufrido en carne propia, a dónde los ha conducido: a la pobreza, a la miseria, al hambre y a la muerte.

Capitalismo y socialismo, o para decirlo de manera más exacta, la lucha del socialismo contra el capitalismo comprende una amplia etapa de la humanidad que no ha concluido de ninguna manera, a pesar de lo que ocurrió en Europa.

O la sociedad se organiza de manera capitalista, o se organiza de manera socialista. O se organiza para atender el interés individual, o se organiza para dar respuesta al interés de los pueblos. O se organiza partiendo de la propiedad privada, o se organiza con base en la propiedad social. Pero no hay otro camino, no hay una tercera vía, ni es posible mezclar elementos fundamentales de los dos sistemas como sugieren los partidarios de la tercera vía.

A la lucha socialismo-capitalismo les espera todavía un buen tiempo. Ni la historia acabó, ni las ideologías desaparecieron.

REFLEXIONES SOBRE EL MUNDO DE NUESTROS DIAS.


La humanidad vive hoy cambios muy acelerados y profundos, difíciles de captar, que provocan problemas y desajustes sociales. No es nada fácil orientarse en medio de esas transformaciones tan aceleradas y en un mar de información y datos que llegan de todos los rincones de la tierra.

Si embargo, sí existe la posibilidad de caracterizar al mundo de nuestros días y extraer conclusiones que nos permitan comprender qué etapa estamos viviendo y cuál es la perspectiva de la humanidad.

- En primer lugar, nuestro tiempo se caracteriza por una importante revolución en el campo de la ciencia y de la tecnología; por la aplicación inmediata, en la producción y en los servicios, de los descubrimientos científicos, sin que tengan que transcurrir largos períodos para darles utilidad. Presenciamos la gran importancia de los servicios por el enorme número de empleos que generan, superando a la población ocupada en la producción.

- La brecha tecnológica se amplía constantemente en beneficio de unos cuantos países y en perjuicio de la inmensa mayoría de la humanidad, que ha visto acentuarse la pobreza, el hambre y la miseria. La desigualdad social se profundiza, pero también la desigualdad entre las naciones. Ahora es más intensa la explotación que sufre el trabajo, pero también la que experimentan pueblos enteros, a manos de los países capitalistas desarrollados.

Los métodos de exterminio preferidos por los imperialistas son, fundamentalmente, de carácter económico, y cuando estos no le dan resultados recurre a los métodos militares, como ocurre en varias regiones del mundo.

- Vivimos en medio de lo que se ha llamado, como consecuencia de los avances en la electrónica, la masificación de la información, por la cantidad que se genera y por los millones de personas que la reciben en todo el globo terrestre. Un acontecimiento, cualquiera que sea, es conocido casi en directo por cientos de millones de receptores. Esto indica que se ha dado un crecimiento, jamás conocido, del poder de los medios de comunicación y que su influencia es ilimitada. Voces e imágenes llegan de todas partes y a todas partes en cuestión de segundos.

Al mismo tiempo que se masifica la información, se individualiza por el acceso personal que se tiene con los nuevos instrumentos tecnológicos.

- Nuestra época evolucionó rápidamente de un mundo bipolar, a uno unipolar y de ahí –como lo afirman muchos estudiosos- a uno multipolar. Somos testigos de la decadencia de Estados Unidos de Norteamérica, pero este país sigue encabezando el interés de neocolonizar al mundo, pues está claro que, junto con los países capitalistas desarrollados, lucha por el dominio de nuevos mercados y territorios, mediante lo que se ha dado en llamar, también, la internacionalización del capital y de los procesos productivos, elementos que forman parte de la globalización.

Precisamente de esos centros de poder capitalista viene la ofensiva para imponer, en todo el orbe, la economía de mercado y el ataque a las soberanías de los Estados que integran la comunidad internacional.

El capital no tiene patria ni fronteras, dijeron Marx y Engels a mediados del siglo XIX, y esta afirmación es hoy más válida que nunca. El libre comercio, esa “desalmada libertad de comercio” (Marx), es una necesidad vital para las potencias que se ahogan en la epidemia de la superproducción, pero no sólo quieren el libre comercio que les daría libertad absoluta a sus mercancías, sino que exigen, también, libertad para sus capitales, sus servicios y sus personas.

En sentido estricto este libre tránsito de mercancías, capitales, servicios y personas es lo que constituye la globalización que es, en realidad, una nueva división internacional del trabajo que adjudica a los países pobres, también un nuevo papel, no sólo como surtidores de materias primas, exportadores de capitales y proveedores de mano de obra barata, sino como receptores de plantas productivas obsoletas, que ya no le sirven a las potencias capitalistas, pero que venden para afianzar su hegemonía en el mundo.

La globalización no es cooperación económica, ni interdependencia sino dominio económico, político y cultural absoluto de los centros de poder capitalista sobre el resto del mundo. A través del Internet y de las imágenes transmitidas por vía satélite tratan de moldear la cultura, las costumbres y las preferencias de millones y millones de seres humanos.

- El neoliberalismo, esa mercancía de exportación imperialista, calificada por algunos como la terapia intensiva del capitalismo, además del modelo económico dependiente, impuesto a sangre y fuego, conlleva el modelo político para impedir resistencias locales y garantizar su aplicación.

- La aplicación del neoliberalismo en los países pobres ha generado, como nunca antes, manifestaciones dramáticas de pobreza, miseria y muerte, por una parte y, por otra, una acumulación criminal de la riqueza social en pocas manos, la opulencia de una minoría que goza de privilegios irritantes. También ha multiplicado otras lacras sociales como la drogadicción, la prostitución, el aumento acelerado de la delincuencia y otros fenómenos que degradan al ser humano, lo humillan y le cancela todas las posibilidades para desarrollarse en condiciones humanas.

El neoliberalismo ha acentuado, en los países pobres donde se aplica, un modelo político con características profundamente antidemocráticas, estableciendo, contra todo y contra todos, una feroz dictadura de los dueños del dinero, destruyendo las instituciones políticas nacionales e imponiendo las que convienen a sus intereses. Mantiene una ofensiva similar para destruir las culturas, algunas de ellas milenarias, despojando al ser humano de todo sentido de identidad.

- La democracia burguesa, la de los países capitalistas desarrollados y la que busca imponerse en el resto del mundo, ha demostrado su total incapacidad para atender y resolver los problemas fundamentales de la sociedad moderna, convirtiéndose así en una traba para su ulterior desarrollo.

- Aún dentro de la multipolaridad a que hacemos referencia más arriba, nuestro tiempo es la etapa dominio militar del imperialismo norteamericano, a través de la OTAN y la utilización de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, y sobre todo de su Consejo de Seguridad, para justificar su política hegemónica.

- También caracteriza a nuestra época el desmoronamiento y la desaparición, como tales, de países que durante largo tiempo estuvieron construyendo el socialismo en Europa del este y del centro, como un proceso de autodestrucción, provocando el resurgimiento de fenómenos económicos y sociales ya superados, como la apropiación individual de la riqueza social, la inflación galopante, el desempleo masivo, la aparición de mafias económicas, la pobreza de grandes sectores y el consecuente incremento de delitos y, al mismo tiempo resurgen otro tipo de fenómenos como el espíritu religioso, los nacionalismos exagerados, los regionalismos, el racismo y la xenofobia.

- Sin embargo, también estamos viviendo una etapa de lucha y resistencia de importantes fuerzas sociales que se reorganizan para recuperar la dirección social y continuar la construccción el régimen socialista, que en poco tiempo demostró tener mayor capacidad que el capitalismo para atender y resolver los problemas del ser humano.

- En los países capitalistas la izquierda se encuentra en una etapa de reflexión profunda y de reorganización con la finalidad de reconstruir su objetivo histórico, que es y deberá ser el establecimiento del nuevo humanismo.

- Caracteriza a nuestro tiempo una ofensiva ideológica brutal de la burguesía, a través de sus medios ultramodernos, afirmando que hemos llegado al fin de la historia, que hemos arribado al del fin de las ideologías, todo esto para hacer prevalecer la suya, aún resucitando viejas ideas del siglo XVIII y XIX.

Ha colocado en el centro de su concepción ideológica, una vez más, su gastado individualismo y un desenfrenado egoísmo, a los que presenta como las máximas virtudes del ser humano y fuente única de todo avance.

- Pero nuestro tiempo es también, sin lugar a dudas, el de la descomposición del sistema capitalista de producción, que experimenta un acelerado agotamiento de su capacidad para continuar desarrollándose que muestra, también, clara incapacidad para resolver los antagonismos internos que lo llevarán, necesariamente, a la tumba. Sus avances tecnológicos no se han traducido en bienestar para la humanidad, y sus antagonismos en vez de resolverse se han hecho más profundos e insalvables, alargando la agonía de ese sistema que arrastra al precipicio a toda la humanidad.

- La perspectiva humana como requisito para sobrevivir es un sistema que planifique científicamente el desarrollo social, y ese sistema no puede ser otro sino el socialismo que establezca, sobre la faz de la tierra, un nuevo humanismo, que coloque como centro al hombre para logra su desarrollo armónico y completo.

viernes, 9 de diciembre de 2011

EL SOCIALISMO HACIA EL SIGLO XXI

Mientras exista la división de la sociedad en clases, existirá la lucha entre ellas. Los marxistas han realizado un gran esfuerzo para enriquecer esta teoría, que sigue siendo válida en nuestros días y lo será por mucho tiempo. Quien tenga interés en el tema juzgará en qué medida las conclusiones a que se arribaron en un encuentro en la Habana de partidos marxistas hace, aproximadamente, 10 años expresaron los puntos de vista que siguen presidiendo la lucha de las organizaciones revolucionarias hoy día.

Con el título que lleva esta colaboración, se realizó en la Habana, Cuba, hace cuatro meses, una importante reunión integrada por más de 200 partidos comunistas y socialistas de todo el mundo, para reflexionar colectivamente sobre el porvenir inmediato del régimen socialista, a las puertas ya del próximo siglo.

Se puede decir que es la primera reunión de este carácter que se ha realizado después de los acontecimientos dramáticos de finales de la década anterior, donde entraron en crisis varios países socialistas, entre ellos la Unión Soviética, momento a partir del cual se profundizó la lucha antisocialista.

Es decir, tuvieron que transcurrir casi diez años para que los partidarios del socialismo se reunieran y examinaran colectivamente qué pasó, cuáles fueron las causas del derrumbe de los países socialistas europeos, y sobre todo localizar una perspectiva real a la lucha común. Dicho encuentro en Cuba se caracterizó por el intercambio amplio y plural de puntos de vistas y propuestas.

El material ahí producido es el más importante logrado en los últimos años, muy por encima de las obras que individualmente se han escrito sobre el mismo tema, principalmente las que se han publicado en Europa por autores de aquel continente.

Hay una infinidad de aspectos y puntos tratados en la reunión de La Habana de gran importancia, y a riesgo de no mencionar algunos de ellos, quisiera señalar en una apretada síntesis, aquellos que destacan; muchos son tomados de la relatoría casi en términos textuales:

- Los trabajos presentados revelaron que existe una importante recuperación del movimiento revolucionario en el mundo.

- Se abordó el tema de la globalización neoliberal y se destacaron las tremendas consecuencias sociales que ha tenido para la humanidad y para los pueblos. Hubo coincidencia entre los participantes de oponer un nuevo internacionalismo a la globalización.

- Se abordó con amplitud y profundidad la necesidad de la democracia, el papel del individuo en el socialismo, la unidad y la participación activa de distintas fuerzas sociales: los trabajadores, los campesinos, el movimiento indigenista, de los sin tierra, las agrupaciones barriales, las nacionalidades, las organizaciones de la mujer, la teología de la liberación, entre otros.

- Coincidente fue también el planteamiento, por lo demás reiterado en diversas ponencias, en el sentido de que la destrucción del socialismo en Europa y la ex URSS significó la desaparición de una práctica histórica y no la negación del socialismo, el marxismo y el leninismo en cuanto a método, teoría y arma para la transformación revolucionaria de la realidad.

- También se destacó la apreciación de que, por hoy, no existe una producción espiritual alternativa al marxismo, al leninismo y sus desarrollos contemporáneos, que lo supere en su carácter revolucionario, en su alcance profundamente humanista y en su fundamentación científica.

- Se manifestó un consenso general en el sentido de que ofrecer una visión renovada del marxismo, no puede abrir paso a un desarme ideológico y a una aceptación acrítica o ingenua de las tesis liberales, reformistas y oportunistas.

- Frente a los sepultureros de la filosofía de los trabajadores, se ratificó el hecho de que las condiciones que determinaron la aparición del marxismo como ideología del proletariado no han desaparecido, y sus modificaciones sólo apuntan que sus principios fundamentales cobran hoy una vigencia renovada. Hubo, asimismo, coincidencia en que las transformaciones operadas en el campo de la ciencia, la técnica y las fuerzas productivas en general, aún cuando no varían la esencia de las relaciones capitalistas, condicionan cambios en sus formas de expresión que requieren ser estudiadas y mostradas en toda su complejidad y alcance.

- Destaca una conclusión que no por breve viene a ser quizá la más importante: el socialismo es la única opción para los pueblos en los umbrales del siglo XXI.