miércoles, 5 de octubre de 2011

SALVADOR ALLENDE

(Escrito al conmemorarse el centenario del natalicio de Salvador Allende)

La semana pasada en numerosos países se conmemoraron los 100 años del nacimiento de Salvador Allende. Fueron actos por demás emotivos para recordar a una de las personalidades más queridas en América Latina que adquiere, en estos momentos, una dimensión extraordinaria. Podría decirse que Allende acompaña a sus hermanos latinoamericanos en las nuevas jornadas de lucha por un régimen superior de la vida social.

En 1970, su triunfo como candidato a la presidencia de la República chilena causó una verdadera conmoción en el mundo. Inaugurar una vía no violenta para que el socialismo accediera al poder, representó un parteaguas en las luchas revolucionarias. Se trataba de un acontecimiento histórico que enriquecía sustancialmente el camino abierto por la Revolución de Octubre, conducida por el genio de Vladimir Ilich Lenin.

A partir del triunfo de la Unidad Popular, integrada por varios partidos, pero teniendo por columna vertebral a los partidos Socialista y Comunista de Chile, el doctor Salvador Allende se constituyó en el centro del interés político mundial.

Personalmente tuve el privilegio de estudiar el proceso revolucionario chileno y el gigantesco paso dado con el triunfo del socialismo en aquel país. Mi tesis para optar por el titulo de Licenciado en Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, que presenté en agosto de 1972, al margen de cualquier enfoque jurídico, la elaboré sobre la importancia continental y mundial del triunfo de la Unidad Popular y, consecuentemente, de Salvador Allende.

Ahí pude aprender las formidables luchas que el pueblo chileno había dado a través de su historia; de la presencia y permanencia de un luchador social, auténtico líder popular como Allende, partidario desde muy joven del marxismo, con un enfoque enriquecedor.

Una de las discusiones centrales que provocó el proceso chileno era si la vía pacífica podía conducir al socialismo, o sólo la violencia sería capaz de hacerlo. La experiencia trágica, que concluyó con la vida del mismo Allende y de miles de luchadores revolucionarios de aquel país, respondió en 1973 a esa interrogante, y por lo menos hasta hoy día no existe otra respuesta que pueda sustentarse teóricamente.

La dictadura fascista impuesta por el imperialismo yanqui en Chile quebró instituciones históricas como el Parlamento y metió a un ejército – de mandos elitistas- en la vorágine de la violencia, la represión, el asesinato y la persecución para liquidar a lo más representativo del pueblo chileno.

Aproximadamente doce años después del brutal golpe de Estado pinochetista, tuve la oportunidad de coincidir con Pedro Vuskovic en un viaje a la Unión Soviética. Yo había leído –casi incrédulo- las sangrientas noticias posteriores al golpe militar en Chile, y los mexicanos sabíamos de la actitud del gobierno mexicano de Luis Echeverría para salvar a muchos chilenos perseguidos por los militares, pero quedé muy impresionado al escuchar a Vuskovic –que fue Ministro de Economía de Allende y que firmó con él el decreto que nacionalizó el cobre, prácticamente el segundo hombre más buscado después de Allende- cuando me relató en una caminata matinal alrededor del Kremlin, en Moscú, la forma increíble en que salvó la vida.

En una camioneta, tipo combi, llegaría a la Embajada Mexicana, en Santiago de Chile; de la camioneta se arrojaría, con todo, hacia el interior de la puerta de la Embajada, que estaba custodiada por carabineros para impedir que los chilenos se acogieran a la inmunidad de nuestra representación diplomática. Fue un acto sorpresivo; los policías reaccionaron cuando él ya estaba tirado dentro de la Embajada.

El siguiente paso era salir, con vida, de Chile. Coincidió que la Junta represiva había enviado a un grupo militar a México para negociar con el gobierno de Echeverría la venta de petróleo. Se entrevistaron con el Secretario del Patrimonio Nacional, porque el presidente no los quiso recibir. Después de escucharlos les dijo, palabras más palabras menos, que eso podría tratarse si Pedro Vuskovic estuviera en México.

De la Embajada Mexicana al aeropuerto los militares amenazaron en todo momento la integridad física del ex ministro. Ya en el avión, éste retrasó su salida más de 6 horas. “Yo no tenía segura la vida, sino hasta que pisé suelo mexicano” me dijo Vúscovikc con emoción contenida. “Estoy vivo por ustedes los mexicanos”. Y remató: “Gracias a la Patria de Hidalgo, de Benito Juárez, de Villa y de Lázaro Cárdenas”.

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