sábado, 24 de agosto de 2019

EL DEBATE DE LAS IDEAS EN MÉXICO



La historia de México nos muestra que en las etapas revolucionarias, de profundos cambios, se agudiza la lucha de ideas.

Nuestra historia nos muestra, también, que en esa batalla han salido vencedoras las ideas más avanzadas, las que señalan la ruta del progreso, la justicia, la independencia y el fortalecimiento de la soberanía popular.

A través del debate de las ideas se manifiesta, de manera contundente, la lucha de clases, que se vuelve intensa en los periodos de cambios.

Hoy, sin que se pueda hablar de una etapa revolucionaria, se ha iniciado la urgente y vital tarea de desmotar el neoliberalismo, verdadera dictadura que se instaló hace 36 años.

Los partidarios de este modelo se encuentran ayunos de ideas, huérfanos de propuestas, a no ser aquellas que intentan mantener al país dentro del esquema neoliberal. Nada original y nada nuevo. El Consenso de Washington, biblia de los neoliberales, aprendido de memoria y repetido como disco rayado.

La sacrosanta inversión extranjera como el remedio de todos los males habidos y por haber, el mercado como su becerro de oro, las privatizaciones como expresión de la modernidad, el saqueo de los recursos púbicos como modo de vida, la antidemocracia como modelo político y social, el individualismo como concepción de la vida y culminación de sus anhelos.

Los neoliberales ni de prestado pueden vivir en estos momentos, porque su modelo es repudiado a lo largo y ancho del mundo, en países desarrollados, de medio desarrollo y en países pobres.

No hay nadie, en su sano juicio, que levante las demandas neoliberales, visto el desastre económico, social y político ocasionado en todas partes, y el verdadero reguero de pobreza e injusticia que provocaron.

Por lo tanto, por hoy y aquí en México, el debate de las ideas corresponde a las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias, de manera que se hagan propuestas y aportaciones para desmantelar el modelo neoliberal y se marque el camino hacia un sistema de la vida social elevado, que supere al régimen capitalista en un futuro no lejano.

Una corriente progresista ha llegado al gobierno y debe abrir el camino para que el pueblo recupere el poder para consolidar los grandes y necesarios cambios que requiere México.

Esta será la mejor garantía de que los neoliberales, derechistas y ultraderechistas no regresen al poder.

Si alguna característica tiene este blog, desde su aparición, es su lucha permanente contra el neoliberalismo, denunciando este oprobioso modelo, y advirtiendo los graves riesgos que entrañaba. La realidad fue más allá de lo que aquí se denunció y advirtió.

Las cosas, en nuestro país, han empezado a cambiar, a partir de la elección del 1º. de julio de 2018, que dejó una correlación de fuerzas favorable a los cambios progresistas, y colocó a la derecha y ultraderecha contra la pared.

Sin embargo los riesgos de retroceso permanecerán hasta que el pueblo, sus fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias se hagan del poder, y hayan organizado al pueblo desde la base.

Sin la participación directa y organizada del pueblo y de sus mejores fuerzas nada será perdurable.

En esta etapa, al lado de las medidas contra la corrupción y por la austeridad en el manejo de los recursos públicos, al lado de aquellas que se van tomando a favor de la soberanía energética, de la autosuficiencia alimentaria, de atención a la salud y la educación, de atención a la juventud y personas de edad, y otras igualmente urgentes, habría que considerar la conveniencia (urgente también) de desmontar el andamiaje jurídico de corte neoliberal, en los tres ordenes de gobierno.

En primer lugar, es urgente depurar la Constitución nacional de las contrarreformas neoliberales que le incorporaron en más de tres décadas, sobre todo a los artículos 3º. 27, 28, 123 y 130, derogando de nuestra Carta Magna el contenido neoliberal.

Establecer como norma, precisa y clara, la prohibición de privatizar y desnacionalizar las empresas, servicios, bienes y recursos públicos.

Enumerar, en esa prohibición, las empresas energéticas y de otro tipo que, en el futuro, se incorporen al patrimonio nacional, como  las eólicas y solares.

 Tal prohibición debe comprender, expresamente, la educación en todos sus niveles, la salud, la seguridad social, los centros de atención infantil, de los jóvenes, mujeres y personas de edad adulta.

De manera especial, los servicios municipales deben quedar incluidos dentro de esa prohibición.

Aunque el suelo y subsuelo son propiedad de la nación, es necesario señalar, enfáticamente, que en ningún caso, y en ninguna circunstancia podrán ser privatizados ni desnacionalizados. Además, de manera expresa debe señalarse el agua como recurso vital al servicio de la nación, y excluir cualquier posibilidad de desnacionalización.

Proteger de forma amplia los recursos de la hacienda pública de la federación, los estados y los municipios, para impedir actos de corrupción, y elevar la eficiencia de su utilización. Elevar a rango constitucional la austeridad como principio fundamental de la administración pública.

El Estado mexicano debe convertirse, constitucionalmente, en un instrumento incondicional del pueblo, para garantizar el auténtico progreso social, para consolidar y mantener su independencia, y reafirmar, en el ámbito internacional, su soberanía.

En otros términos, el Estado mexicano debe ser un instrumento de emancipación y liberación nacional, y de verdadera democracia popular.

Señalar, con absoluta claridad y precisión, que las medidas que se apliquen en la vida económica, social y política, se orientarán a fortalecer y consolidar el gobierno al servicio del pueblo, rescatando, así, el poder del que se despojó al pueblo mexicano.

Sin ninguna duda, los delincuentes neoliberales que destrozaron al país, tienen que rendir cuentas ante la justicia. No pueden quedar impunes la gran cantidad de delitos cometidos, en el afán antinacional y antipopular, de rematar el patrimonio nacional a través de las privatizaciones y desnacionalizaciones, así como la grosera y criminal acumulación de riquezas a costa de los recursos públicos. Esto debe incluir también a los empresarios voraces, socios y cómplices de los funcionarios neoliberales corruptos.

No basta la sanción moral que ya cargan a cuestas esos sectores minoritarios. Por elemental sentido de la justicia, deben ser objeto de sanciones administrativas, políticas y penales. Y, de manera especial, obligarlos a reparar el inmenso daño ocasionado a los mexicanos.

El centralismo político y administrativo será siempre un enorme obstáculo para lograr los cambios y las transformaciones que urgen. Por eso debe fortalecerse la descentralización, otorgando mayores facultades a las entidades de la federación y, de forma clara, a los municipios.

Es a nivel municipal donde se puede y se debe impulsar la participación directa del pueblo, en una primera etapa para superar la inoperante y antidemocrática forma de gobierno representativa.

Organizar al pueblo para que participe en acciones y decisiones de gobierno, de abajo hacia arriba, y de arriba hacia abajo, será la mejor garantía para lograr y consolidar las transformaciones económicas, sociales y políticas.

Finalmente, debe conservarse el contenido de nuestra Constitución nacional, en los aspectos fundamentales que vienen de nuestra historia, y que han reflejado las aspiraciones de justicia, independencia y soberanía, y auténtica democracia popular.