domingo, 23 de febrero de 2020

DESMONTAR EL NEOLIBERALISMO. INVOLUCRAR AL PUEBLO EN LA RECONSTRUCCIÓN NACIONAL


Es verdad que se ha instaurada una nueva forma de hacer política en nuestro país, a raíz de la derrota electoral estrepitosa del grupúsculo neoliberal que, por cierto, estableció una verdadera dictadura del capital durante 36 años.

A partir del nuevo gobierno no se aplica el librito del neoliberalismo, al que se ajustaban los apátridas y desnacionalizados, pero a un poco más de un año, sobreviven elementos de aquel régimen antipatriota, antinacional, saqueador y corrupto, que a punto estuvo de destruir a México.

Los neoliberales y sus lacayos quedaron sin banderas ni propuestas; se han dedicado a difundir noticias falsas y a criticar las medidas de gobierno que no se ajustan a su modelito. Siempre ocultaron y callaron sus atrocidades, y hoy se rasgan las vestiduras ante lo que ocurre en el país.

Carecen, todos juntos y cada uno por separado, donquiera que se encuentren, de la más mínima autoridad política, y ya no se diga moral. Muchos han quedado exhibidos (y otros tantos faltan) como verdaderos delincuentes.

He dicho, en varios artículos publicados en este blog, que una banda de forajidos arribó al gobierno en 1982, que puso el gobierno al servicio del capital, remató la riqueza nacional de manera frenética, saqueo los dineros públicos en forma cotidiana, alteró gravemente la seguridad del pueblo mexicano, lo empobreció con toda intención, y dañó el sentimiento de solidaridad que desde siempre ha sido propio de nuestro pueblo.

Varias de las atrocidades de los criminales neoliberales se han puesto al descubierto y se han hecho públicas por el gobierno actual. Abarcan toda la administración pública, sin dejar un solo espacio sin destruir.

Ahora se está entendiendo el gravísimo daño que los neoliberales le hicieron a los mexicanos, como pueblo, como nación y como país.

Por lo tanto es urgente desmontar el andamiaje económico, político y social que construyeron en tres décadas y media.

En sentido literal hay que reconstruir al país de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, y en todas direcciones.

 Insisto en que desde el punto de vista jurídico, es urgente depurar toda la legislación neoliberal, y de manera especial la Constitución nacional de cualquier elemento neoliberal, y poner al Estado incondicionalmente al servicio del pueblo.

 Es tarea urgente e inaplazable.

También debe tenerse presente que las transformaciones profundas jamás se han realizado sin la participación de los pueblos.

Víctor Hugo dice que la gran Revolución francesa fue una inmensa afirmación humana. Las revoluciones, las grandes y las pequeñas, han sido eso a través del tiempo, y en todas las latitudes han tenido éxito con la participación de las fuerzas populares.

Si de verdad se quiere realizar la Cuarta Transformación, hay que involucrar al pueblo en esa transformación. Hay que hacerlo sujeto de los cambios, y no sólo objeto de ellos.

El sistema federal de gobierno constituye un factor favorable para lograr los profundos cambios que se requieren en todos los órdenes de la vida nacional, y representa un mecanismo para impulsar la participación popular en los tres niveles de gobierno: desde los municipios, cuyos gobiernos por primera vez deben ser autosuficientes para satisfacer las necesidades colectivas, hasta los de nivel estatal y federal.

Lo peor que puede ocurrir es mantener o fortalecer el centralismo político, pues por naturaleza es antidemocrático. Y lo que se requiere es lo contrario: abrir todos los causes posibles para que la voluntad popular se exprese abiertamente.

Como resultado de las luchas libertarias del pueblo mexicano, “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”. Este texto de nuestra Constitución, en su artículo 39, convertido en simple proclama hasta ahora, debe hacerse realidad.

Insisto en algo que me parece fundamental: para lograrlo hay que enriquecer el contenido revolucionario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y de ahí llevar esa orientación hacia las leyes y demás normas que rigen la vida de los mexicanos.

Y al mismo tiempo establecer medidas prácticas y concretas para que el pueblo sea al autor y actor principal de las transformaciones económicas, sociales y políticas de México.