En un Cartón aparecido en el
diario La Jornada, de México, el cartonista, lleno de ingenio y claridad
política, señalaba que el covid19 había servido para que muchos se pusieran
tapabocas, y algunos más (una minoría rabiosa de neoliberales, digo) se
quitaran la careta.
Quizá habría que precisar,
que el covid19 los obligó a quitarse la careta y aparecer, como lo que
realmente son: unos verdaderos miserables.
En México, esos miserables
apuestan a todo para que el gobierno de López Obrador fracase en el combate a
la epidemia. Y no hay medida adoptada por el gobierno que no rechacen, sin
aportar argumentos que valga la pena considerar.
Muchos empresarios y
periodistas (sic), promotores y beneficiarios de la criminal política
neoliberal, de manera mágica, se presentan como expertos epidemiólogos,
virólogos, infectólogos, expertos, como diría el clásico, en el todo y la parte.
Resalta la ambición desmedida
e incontrolable de los empresarios, que saquearon los recursos del pueblo,
hasta decir basta, durante los 36 años de neoliberalismo. Y no sólo reclaman
más dinero para ellos, en estos difíciles momentos, sino que se niegan a pagar
lo que deben, que es una millonada de dinero; y han dicho públicamente que no
pagarán, a sabiendas de que cometieron un delito contra el pueblo, de mayor
gravedad si consideramos la situación de la pandemia. ¿Quién puede dudar que
son unos verdaderos miserables?
Los voceros oficiales y
oficiosos del neoliberalismo, fracasado rotundamente, como lo ha señalado Noam
Chomsky, destilan rabia y rencor en sus artículos (que afortunadamente pocos
leen). Esos voceros convenencieros, presumen ser economistas, médicos y
especialistas en terapia intensiva, tecnólogos en respiración artificial,
cuando en realidad son neoliberales enfermizos, aferrados al tren destartalado de
su modelito económico, en franca actitud de aves de carroña, en espera de lo
peor.
Del Consenso de Washington
(su verdadera Biblia) no les queda nada.
Ya sólo les falta que privaticen a quien dice
José Saramago en la página 581 de su diario Cuadernos de Lanzarote, edición
Alfaguara (1998).
Huérfanos de programa y de
ideas, no tienen que plantear y mucho menos nada que justificar. Los destrozos
que hicieron están a la vista de todos, y ya han sido condenados, histórica,
política y moralmente, como auténticos miserables delincuentes.
En México, los empresarios
desnacionalizados y comentócratas (el autocorrector me da como opción, comentó ratas) como ocurrió siempre, le imponen línea política a
los partidos reaccionarios y de derecha que viven un desbarajuste en su
interior porque, quieran o no, el fracaso estrepitoso del neoliberalismo los arrastró,
y los dejó en cueros frente al pueblo y la opinión pública.
Los neoliberales de la
pandemia (cabe decir, neoliberalismo pandémico), sin ocultar sus siniestros
intereses de derecha y ultraderecha impulsan, a través de las redes sociales,
noticias falsas. Hasta hoy en eso están bien coordinados, porque para
movilizaciones, no lo logran ni con sus familias, por el enorme desprestigio
que tienen.
Algunos comentócratas
pontifican, a diestra y siniestra, y como he dicho, destilan rabia y rencor.
El conocido pinochetista chileno, Pablo
Hiriart, abusa de la hospitalidad del pueblo mexicano, y como verdadero
energúmeno arremete, todos los días y a toda hora, de manera grosera, contra el
gobierno mexicano, particularmente contra López Obrador.
Esta conducta debe
tipificarse como una causal para retirar la nacionalidad por naturalización, en
cualquier momento, o al menos establecer en la Constitución nacional, la
prohibición expresa de intervenir en los asuntos políticos del país, que sólo
compete a los mexicanos.
Y todos los miserables
neoliberales, juntos o separados, dueños de plumas o empresas, y sus peones:
los dirigentes de los partidos de derecha y ultraderecha (PAN,
PRI, PRD, MC), son tan repudiados por el pueblo y, particularmente, por
la opinión pública, que se ven obligados a pedir auxilio de otros miserables
como Ernesto Zedillo, que a través del Fobaproa despojó a los mexicanos de tres
billones de pesos (sin que hasta la fecha se haya podido pagar, porque sólo de
intereses es un dineral) o el irredento ultraneoliberal Vargas Llosa (que tiene
de escritor lo que tiene de ultra), tan repudiados como los que se encuentran
en territorio mexicano.
Todos, sin excepción, no
dejan de manifestar sus afanes golpistas, por eso las ansias incontrolables,
enfermizas, verdaderamente patológicas de que se fracase en la lucha contra la
pandemia.
Los golpistas exigen que el
gobierno de López Obrador siga rescatando empresarios fraudulentos, y deje al
pueblo mexicano en el desamparo.
Los mexicanos exigimos que el
Fobaproa, criminal instrumento de saqueo y despojo a los mexicanos, debe cancelarse;
que llegó el momento de suspender cualquier pago por esa extorsión. Y para esto
hay plena justificación: se necesitan recursos para combatir la pandemia y
reactivar la economía.
Mil veces cancelar
definitivamente el Fobaproa ese pago, producto de un robo continuado, que
suspender Santa Lucía, Dos Bocas, o el Tren Maya, que van a crear empleos y
ayudarán a salir de los problemas
económicos generados por la pandemia.
Que se someta a consideración
del pueblo mexicano, dicha propuesta. Que sea la voluntad del pueblo mexicano
quien decida. Es por hoy de la mayor urgencia, y una medida de carácter
profundamente democrático y popular.