miércoles, 5 de octubre de 2011

EL PROBLEMA ALIMENTARIO

En los años recientes se aceleró el aumento de los precios de los alimentos, de tal manera que poblaciones enteras corren el peligro de morir de hambre.

Los motines del hambre, como se les ha denominado, han tenido lugar hasta hoy en 32 países, prácticamente de todos los continentes y eso que, según analistas y organismos internacionales, el problema apenas empieza a manifestarse.

Al margen de esta aguda situación, el hambre constituye una de las vergüenzas que afecta a millones de personas en el mundo. Hay datos de la propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que reflejan este problema lacerante, a pesar de que hoy la humanidad produce el doble de los alimentos que se requieren para satisfacer las necesidades de alimentación de la población mundial que asciende, según cálculos de distintas instituciones, a 6 mil 680 millones de habitantes.

Cada cuatro segundos muere una persona por hambre en el mundo, lo cual quiere decir que cada año mueren alrededor de ocho millones, la mayoría de los cuales son niños menores de cinco años de edad. Este número inusitado de muertes por hambre, equivale a que desapareciera en un solo año el total de la población del Distrito Federal. Además, 854 millones de personas padecen hambre crónica. Una de cada seis personas, en el mundo, vive por debajo de umbral de la pobreza. Es más, según la FAO las carencias nutricionales severas afectan a más de 3 mil millones de seres humanos, casi la mitad de la población mundial.

Frente a la escalada de los precios de los alimentos, el objetivo que se propuso la ONU para disminuir el hambre en el 2015, van directas al fracaso, a juicio de la FAO y de expertos en la materia, considerando, además, que los países ricos redujeron a la mitad, entre 1990 y el año 2000, la ayuda que destinaban al desarrollo en los años sesentas. Comparada con la ayuda a los países pobres, las naciones ricas destinan 191 veces más recursos a la producción de armas y a la carrera armamentista, que a la producción de alimentos.

Hay que agregar otras causas que, a juicio de los expertos, explican el aumento de los precios de los alimentos: 1) la disminución de la producción como resultado del cambio climático, 2) niveles muy bajos de reservas de alimentos (los expertos calculan una existencia de 420 millones de toneladas, la más baja desde 1983), 3) el consumo, cada día más elevado de alimentos, en países como China y la India, 4) el costo elevado de la energía y el transporte, por el aumento del petróleo y sus derivados, y 5) la producción cada vez mayor de los biocombustibles. Hoy en Estados Unidos, el 30 % de la producción de granos se destina a los biocombustibles.

Todos estos factores combinados, si las cosas siguen igual, provocarían que 100 millones de personas más padecieran hambre y desnutrición en poco tiempo.

El fenómeno del hambre ha radicalizado las posiciones de los propios organismos internacionales. Un relator de la ONU señaló que el aumento mundial de los precios de los alimentos está llevando a un “asesinato en masa silencioso”; y responsabiliza a la expansión de los biocombustibles, la especulación en el mercado de materias primas y los subsidios a las exportaciones de la Unión Europea de la hambruna masiva en los países más pobres. Detrás de cada víctima hay un asesinato, y lo grave, como se ha dicho, es que el pánico alimentario de los años recientes es síntoma de un problema mayor. Otros señalan que el alza mundial de alimentos y el hambre global que provocarán se parece a un “tsunami silencioso” que amenaza la subsistencia de mil millones de personas en el mundo.

El problema alimentario todavía no se refleja en las estadísticas. A estas alturas es difícil juzgar sus verdaderas dimensiones, que pueden ser catastróficas.

En México el problema del aumento de los precios se manifestó claramente en 2007, con el caso de la tortilla, pero ya antes se calculaba que la mitad de la población mexicana vivía en el nivel de la pobreza. Es más el Banco Mundial, tan reacio a reconocer los efectos desastrosos de sus políticas, aceptó que el 45% de la población mexicana vivía en la pobreza; el gobierno, a través del Consejo Nacional de Evaluación de Política de Desarrollo Social (Coneval), encargado de medir la pobreza, aceptó la existencia de 48.9 millones de pobres en ese año. Otros estudios calculan en 60 millones los pobres en México. Un documento elaborado en la Cámara de diputados del Congreso de la Unión da cuenta que el 71% de la población mexicana padece pobreza alimentaria. Se considera que 27 millones viven en condiciones de extrema pobreza.

Cálculos conservadores señalan que el aumento de los precios de los alimentos afectaría a 18 millones de mexicanos de manera directa, lo que refleja que nuestro país es muy vulnerable, pues se trata del 16.5% del total de su población.

La causa principal que explica el grave problema alimentario en México, es la pérdida de la autosuficiencia alimentaria: en 20 años México se convirtió en un país dependiente en materia alimentaria. Se le dio prioridad a la importación de alimentos, creyendo que México podía formar parte del mercado alimentario de América del Norte, junto con Estados Unidos y Canadá, lo que llevó al gobierno a firmar el Tratado de Libre Comercio. Ya se sabe que la dependencia alimentaria es la más peligrosa de las dependencias y razón profunda de la inestabilidad social.

En México la dependencia alimentaria se agravó desde que entró en vigor el TLCAN. A partir de entonces se dispararon las importaciones de los alimentos básicos: las carnes 300%, el pescado 800%, los lácteos, huevo y miel 200%, hortalizas 500%, cereales 600%, frutas 100%. La importación de granos creció en 125%. Hoy importamos alimentos que antes del TLCAN producíamos, de manera que proviene del exterior el 50 % de lo que comen los mexicanos, y cada año aumenta considerablemente la cantidad de alimentos importados.

Esos porcentajes permiten apreciar la dimensión real del problema alimentario que tiene México frente al aumento de los precios.

Muchas organizaciones sociales, en nuestro país, están demandando la reactivación del campo, que los gobiernos panistas tienen abandonado, como una medida que nos lleve a la autosuficiencia alimentaria, pues los expertos consideran que el aumento de precios en los alimentos puede durar más de una década. También se exige una política gubernamental que contemple la urgencia de utilizar los 10 mil kilómetros de litoral que se tienen para obtener alimentos a bajo costo.

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