viernes, 17 de mayo de 2019

LOS INTENTOS LEVANTISCOS DE LA DERECHA


El neoliberalismo, en México, integró a sus filas durante 36 años a la derecha, a la ultraderecha, a los fascistas, a los neofascistas, y los ancianos cristeros que sobrevivían dispersos en iglesias y sacristías.

A todos ellos (menos a sus parientes pobres) el neoliberalismo rapaz los llenó de privilegios económicos y políticos; les dio prebendas inauditas a costa del patrimonio nacional y de los recursos públicos, de los que se apropiaron y saquearon con una voracidad sin límite.

La oligarquía se nutrió de empresarios, muchos de ellos advenedizos, de funcionarios públicos corruptos, de millonarios y multimillonarios que labraron sus fortunas desde las empresas privatizadas por los gobiernos neoliberales.

Llegamos, así, a la renovación del poder público federal, en 2018, con una economía más dependiente, resultado de políticas depredadoras de los neoliberales; con una desigualdad social extrema; con instituciones políticas inoperantes para el pueblo, y con graves problemas generados directamente por neoliberalismo, como la desorganización de la educación pública, pobreza, la extrema pobreza, la inseguridad pública, la violencia criminal, el abandono de los jóvenes, y un enorme desprestigio del país en materia de política internacional.

Contra eso y más fue que votaron los ciudadanos masivamente el 1º. de julio del año pasado. Y contra el neoliberalismo, en general, es que se ha gobernado en los primeros meses del actual gobierno.

La derecha y la ultraderecha, con todos sus matices, quedó azorada e inmovilizada, por el triunfo contundente de la corriente política progresista y democrática, y tardaron casi un año para darse cuenta que fueron desplazados del poder, y con ello deben acabarse las prebendas y los privilegios que tuvieron durante 36 años; que la impunidad, el saqueo, el robo descarado del patrimonio nacional y los recursos públicos, debe llegar a su fin.

Que, además, los que mal gobernaron durante más de tres décadas, tienen claras responsabilidades administrativas y penales, además de la responsabilidad política por todos los daños provocados al pueblo mexicano.

Después de casi un año ese sector reaccionario saca la cabeza y demanda volver al neoliberalismo criminal. Por el fondo, la forma y el contenido de sus pancartas en su pequeña movilización reciente (mejor conocida como “la marchita”) se vuelve a demostrar que la derecha y la ultraderecha siguen estando huérfanas de ideas y que, como ayer, tienen que vivir de prestado. Siempre fue así, siempre ha sido así, y siempre así será.

Para proferir insultos y ofender, no tienen límite, y así quedó demostrado en la marchita, pero al menos recurrieran a los que en esa materia les anteceden en nuestro país, por ejemplo que se nutrieran con la sarta de insultos que el asturiano Manuel Abad y Queipo utilizó contra el Padre de la Patria, cuyo edicto debieran tener como lectura de cabecera.

Y la base de sus demandas, en el caso de que en el futuro las hagan públicas, les vendrán del exterior: del FMI, de la OCDE (donde están bien representados); de los neoliberales que aún sobreviven en distintas latitudes del mundo y, probablemente, hasta de la CIA.

Los integrantes de la derecha, que siempre han padecido pobreza (o miseria ideológica) no tienen capacidad para debatir. El insulto es lo suyo.

A la derecha y a la ultraderecha, aquí y en todas partes, les gusta disfrazarse de demócratas, ponerse máscaras para ocultar lo que realmente buscan, que es la defensa intransigente de sus intereses de clase, que no pueden ocultar aunque se pongan huaraches. Y su cinismo es de tal grado que invocan los intereses del pueblo y de la nación, que ellos han atacado con saña en todo momento.

Es por eso que calificar a los que participaron en la marchita, como fifís, oculta su verdadera identidad.

La derecha y la ultraderecha, en su desfachatez, reclaman que el gobierno no divida, se declaran hermanas de la caridad, y “enemigos” de la lucha de clases, que ellos están avivando, sabiéndose franca minoría, como siempre lo han sido.

Con un resultado como el que se dio el 1º. de julio del 18, con una amplísima mayoría a favor de los cambios y transformaciones por la vía nacional y popular (es decir, antineoliberales) no es la mayoría, y el gobierno elegido por esa mayoría, la que divide.

Queda muy claro que quien divide es la minoría derechista y ultraderechista, porque quiere conservar, a toda costa, sus privilegios de clase. No les interesa, ni les importa la soberanía nacional, ni la vida y o la salud de la mayoría de los mexicanos. Al patrimonio de la nación lo ven con signo de pesos, porque eso ha sido para ellos. Y tampoco les interesa la seguridad y bienestar de del pueblo.

Cuando escribía estas notas, llegó una noticia en la que Financial Times (que bien sabemos qué intereses representa) en que acusa a López Obrador de “poner en peligro la economía y las instituciones de México”, como si esto en verdad le importara.

Pero en la misma nota se incorpora una amenaza velada (bueno, no tan velada), afirma que para que eso no ocurra, “sólo hay dos controles sobre el poder (que tiene AMLO): 1) las leyes internacionales incorporadas al T-MEC, y 2) los mercados financieros.

Aunque lo oculten, la derecha y los ultras fincan sus esperanzas en factores externos en su lucha contra el actual gobierno federal, tal como lo señala el Financial Times, porque aquí carecen del más mínimo apoyo. Su programa es antipopular, porque es clasista.

Por hoy, los derechistas y ultras, se están agarrando a un clavo ardiendo: el neoliberalismo, repudiado aquí y en todas partes, y que en territorio mexicano fue sepultado por un alud de votos populares, y con amplias posibilidades de que ese modelo económico no pueda ser exhumado.


miércoles, 1 de mayo de 2019

A 500 AÑOS DE LA INVASIÓN ESPAÑOLA


Nos encontramos escasamente a dos años de cumplirse 500 en que, se consumó, en México, una de las invasiones más infames de que tenga memoria la humanidad.

Ante este hecho, el presidente López Obrador envió sendas cartas al Rey de España y al Papa de Roma para que pidan perdón por las atrocidades, mejor dicho, las monstruosidades cometidas durante dicha invasión.

Esto generó cierta polémica, en la que hay que destacar la rabiosa reacción de los que comparten la visión de los invasores. Resulta inaudita la cantidad de ofensas, mentiras y despropósitos de esa corriente que volvió a dar la cara públicamente para manifestar su enojo y su molestia por una petición que, si de algo peca, es de modestia.

En estas líneas quiero hacer algunas reflexiones elementales sobre los 500 años de la invasión española:

1.- Frente a las dimensiones de esa invasión, es absurdo pedir prudencia o neutralidad histórica, para decirlo de alguna manera. O se tiene la visión de los invasores, o se tiene la visión de los vencidos.

Pero nadie en su sano juicio, que tenga una información elemental sobre lo que se consumó en 1521, en el territorio  central de México, puede justificar la brutalidad de los invasores españoles liderados por Hernán Cortés, contra la civilización azteca, que se encontraba en su esplendor y, a partir de ahí, contra las demás culturas localizadas en el territorio nacional.

2.- La República mexicana, que nació a la vida independiente con la Constitución de 1824, alberga una nación que, en sus raíces nativas y en el proceso de su formación, fue objeto de ese hecho brutal que los colonizadores denominaron conquista. Esa brutalidad se prolongó, como se entiende, durante los trescientos años de coloniaje, dominio y saqueo, sin par en el Continente Americano.

Además de saquear la riqueza material, en acciones inauditas, propias de mentes enfermizas y sin escrúpulos, los invasores destruyeron y ocultaron las formidables construcciones materiales de civilizaciones milenarias aquí asentadas; se propusieron destruir las costumbres, las creencias y la cultura en general de lo que encontraron aquí, con una saña inaudita.

El colonialismo, como el que sufrimos en lo que hoy es el territorio de México, devoró las comunidades nativas,  a las que primero inmovilizó y después destruyó para erigir, a sangre, fuego y cruz, sus instituciones. Lo que no se pudo destruir, se ocultó bajo tierra, hasta casi desaparecerlo, y así permanecería si no fuera por los esfuerzos que, como nación, hemos realizado los mexicanos, rescatando innumerables construcciones (y con ellas parte fundamental de la cultura nativa) que los españoles ocultaron criminalmente.

Los invasores españoles hicieron apología permanente del crimen y de la destrucción un arma para establecer, primero, y mantener, después, su dominio. Trescientos años de coloniaje, fueron tres siglos de avasallamiento, rapiña descarada y destrucción permanente. Habrá que decirlo una y otra vez.

Se tendrá que pensar como invasor criminal, estar ciego, ser necio, o cuando menos ser un insensato para negar lo que significó la invasión y el coloniaje a que dio lugar.

3.- La invasión española es parte de los cimientos de nuestra nacionalidad, al menos en la etapa moderna de México, y es un elemento que marcará nuestra historia para siempre.

En sentido estricto la “conquista” habría significado la absorción del conquistado, su asimilación por los europeos y la desaparición de todas las manifestaciones humanas alcanzado en estas tierras mexicanas, habitada por comunidades que no habían salido del marco de la comunidad primitiva, y lejos se encontraban del esclavismo.

Los llamados conquistadores, en todo caso, fueron conquistados por la civilización más desarrollada que encontraron: la civilización azteca y de otras culturas, cuyos territorios también, fueron invadiendo. Lo que escribieron quienes acompañaban a Cortés, y lo que escribieron después de consumada la invasión no dejaron de expresar su admiración (y asombro) por todo lo que alcanzaban a ver, aun cegados por la avaricia,  la codicia y el deseo enfermizo de imponer sus creencias religiosas.

Debe considerarse que sólo entre grupos humanos, con un grado de desarrollo no tan amplio, pudo darse la fusión que se dio,  que, a su vez, dio lugar al mestizaje y, en consecuencia, a la nación mexicana. En tanto que los grupos nativos que, cuando se consumó la invasión, eran nómadas, no se mezclaron con los españoles, sobrevivieron toda la colonia, y aún mantienen su identidad hasta nuestros días formando, con toda legitimidad y orgullo, parte de la nación mexicana.

En materia religiosa -y a pesar del predominio de la religión impuesta por el invasor y mantenida por una institución diabólica, como fue la Inquisición-  sobreviven, después de 500 años, aisladas o mezcladas con la religión católica, manifestaciones de creencias anteriores a la invasión.

Siguen siendo muy concurridos los centros ceremoniales prehispánicos, a lo largo y ancho del territorio nacional, pero sobre todo los que se localizan en la zona centro de México. Es fácil observar cómo se superponen las creencias de las culturas nativas con las impuestas por el invasor europeo.

Desde el punto de vista económico, específicamente por lo que se refiere a la tenencia de la tierra, al lado de la propiedad privada (institución traída por los españoles) sobrevivió durante mucho tiempo (y sobrevive a pesar del desarrollo capitalista prevaleciente) la tenencia comunal de la tierra y el uso común de extensiones considerables, que se laboran en conjunto o se utilizan como zonas de pastoreó.

4.- Y así como, hoy, el neoliberalismo criminaliza la lucha de clases, el colonialismo, en todas sus etapas, criminalizó cualquier intento de rechazarlo o de combatirlo. Siempre levantó las armas y la cruz, y masacró a la población nativa para difundir y defender la sacrosanta propiedad privada y la sacrosanta religión.

No hay duda que los españoles cometieron verdaderas aberraciones, excesos increíbles y masacres horrorosas contra la población nativa,  desde el momento mismo en que pisaron suelo mexicano. Consecutivamente, o mejor dicho, frecuentemente cometieron varios genocidios repudiables que, acertadamente, se han calificado como genocidios de lesa humanidad.

Es totalmente explicable que los invasores que se quedaron en territorio mexicano después de conseguida la independencia nacional, fueran vistos con recelo por la población mestiza dominante. Ese recelo y rencor histórico, hay que decirlo, aún existe.

“Gachupín”, término despectivo para referirse a los españoles, se sigue utilizando, todavía en nuestros días, para insultarlos y rechazarlos.

 Y si ese término fue cayendo en desuso, se debió a que los españoles fueron desapareciendo físicamente de manera natural y, sobre todo, por el enorme respeto y afecto con que los mexicanos recibieron y trataron a la generación de intelectuales españoles y a sus familias que huyeron de la dictadura franquista, la mayoría de los cuales ya no están entre nosotros.
5.- Hoy día, los que mantienen la visión de los vencedores, reconocen y aceptan que la única cultura y los únicos valores son los provenientes, ayer y hoy, de los españoles. Desprecian, abiertamente la cultura nativa, de la que los mexicanos nos sentimos legítimamente orgullosos.

6.- La inmensa mayoría de los mexicanos estamos conscientes que de nuestras dos raíces hay una diferencia temporal clara: nuestra raíz nativa tiene una existencia milenaria, la raíz española tiene una existencia centenaria.

La superposición de dos culturas, que se vive todavía en la vida cotidiana de los mexicanos, quizá se explique de muchas maneras, recurriendo a varias ciencias y disciplinas, pero nuestro pasado milenario y centenario está en la base de nuestro ser.

7.- Los mismos españoles, de ahora, no podrán negar que lo que son como país se debe a las incontables e incuantificables riquezas saqueadas, de nuestro territorio, durante 300 años.

Europa misma levanta su civilización sobre la sangre, las vidas y los escombros de los incontables genocidios cometidos a lo largo y ancho de inmensos territorios del mundo.

8.- A pesar de todo, hay que reconocer que a los españoles debemos tres aportaciones importantes: el idioma con el que hoy nos comunicamos los mexicanos, la novela El Quijote de la Mancha, y la generación de intelectuales antifranquistas que fueron recibidos, en nuestro país, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas.

9.- España debe asumir la responsabilidad histórica que tiene por la invasión y el coloniaje que impuso en lo que ahora es México, por los asesinatos masivos que realizó desde que arribó Cortés a Veracruz y la aniquilación de millones de nativos; por la fuerza brutal que utilizó siempre contra las poblaciones nativas, por la destrucción material de construcciones que reflejaban la cultura de los nativos, por la utilización de la religión y sus símbolos como amenaza contra poblaciones que tenían sus propias creencias; por el saqueo permanente de las riquezas (que jamás podrán ser, ni cercanamente, cuantificadas) del territorio mexicano; por la utilización de la Inquisición (y aquí la iglesia tiene una enorme responsabilidad) a través de la cual castigó, con métodos horrendos, propios de dementes, a personas que tuvieron la desgracia de caer en sus criminales manos. La lista se podría alargar hasta el infinito.