Históricamente, en México,
las fuerzas enemigas del progreso social, integradas por las clases acaudaladas
y privilegiadas, han carecido de ideas propias, y siempre han vivido de
prestado.
El desprecio de lo que es y representa
México, los ha llevado a buscar cobijo en otras latitudes, sobre todo en el
viejo continente: la iglesia, los vetustos regímenes monárquicos, el fascismo,
el nazismo, el franquismo, y en escritores e ideólogos representativos de lo más atrasado
políticamente.
Añoran y festejan la invasión
española que culminó con la caída de La Gran Tenochtitlán, y condenan la lucha
del pueblo para lograr su independencia de la corona española. Y desde entonces
su dependencia ideológica y mental raya en lo absurdo.
Para entender lo que le
ocurre a esos verdaderos enemigos de los mexicanos, aunque hayan nacido aquí,
habría que repasar la monumental obra de Gastón García Cantú “El pensamiento de
la reacción mexicana: historia documental” donde desnuda la miseria ideológica
y programática de la corriente antipopular, que hoy vive una crisis profunda,
como ha ocurrido en los momentos decisivos de la historia nacional.
Esa corriente apátrida, de
mentalidad desnacionalizada, asaltó el poder en 1982 e inició un ataque frontal
contra el Estado interventor, surgido de la Revolución Mexicana. Desde el
ejecutivo federal controlaron los demás poderes federales, los estatales y
municipales.
Se inició, entonces, una
verdadera dictadura (la dictadura neoliberal) que se propuso destruir todo lo
alcanzado en la etapa constructiva del México posrevolucionario: Los
neoliberales incorporaron a la Constitución
nacional de 1917 parches de corte reaccionario, e hicieron todo lo posible por
despojarla de su carácter avanzado y progresista que le imprimió el
Constituyente de Querétaro.
A pesar de ese ataque
violento y rabioso, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
logró mantenerse como uno de los códigos sociales más avanzados del mundo, pero
sí incorporaron a su texto disposiciones de contenido neoliberal y, a partir de
ahí otras más en la legislación secundaria, muchas de las cuales mantienen
vigencia, a pesar de haber transcurrido tres años del gobierno antineoliberal,
encabezado por López Obrador.
El maridaje PRI,
PAN,
empresarios, capital extranjero, durante los 36 años de dictadura neoliberal,
llegó a niveles no conocidos, y juntos iniciaron un saqueo inaudito del
patrimonio nacional. Juntos consumaron el mayor robo que haya sufrido el pueblo
mexicano en su historia, realizado en su mayoría por sedicentes mexicanos,
profundamente corruptos, apátridas, desnacionalizados, reaccionarios.
Además de saquear el
patrimonio nacional (crimen que legalizaron), corrompieron, como nunca, la vida
política del país; corrompieron, también a niveles desconocidos, a sectores de
la academia, de la cultura, del deporte, a personajes de la vida artística. No
se diga a los medios de información.
Hoy se sabe con absoluta
certeza que los neoliberales provocaron, con verdaderas intenciones criminales,
la mayor desigualdad social de nuestra historia independiente, concentrando la
riqueza en el 1% de la población y empobreciendo a millones de mexicanos
(nadie, en su sano juicio, podía esperar otro resultado, cuando decretaron
convertir a México en el campeón mundial de los salarios más bajos).
Todo lo trastocaron y lo
pudrieron, por su afán enfermizo de acumular riquezas y resguardar sus fortunas
todas, sin excepción, producto del robo descarado, del atraco a la luz del día.
La mayor organización
criminal que se creo, en el México independiente, tuvo su sede en los tres
poderes federales, y se trasladó a los otros dos niveles de gobierno. El otro
crimen organizado, surgió al cobijo y al amparo de la organización criminal
política y económica que dominó los 36 años de neoliberalismo.
Creo que hasta la fecha no
muchos mexicanos tienen plena conciencia de los enormes retos, de los poderosos
intereses, de las verdaderas mafias políticas y económicas que ha tenido que
enfrentar el presidente López Obrador en su gobierno.
El actual gobierno federal,
que tiene un profundo sentido social, nacional y popular, apenas ha tenido
tiempo, para corregir los excesos y las barbaridades de los criminales
neoliberales, que están rabiosamente empeñados en regresar a la oprobiosa
dictadura neoliberal, porque nadie se traga el engaño de que son demócratas y
que se interesan por el pueblo. Su demagogia y su cinismo no tienen límites.
El apoyo popular que ha
logrado el gobierno de López Obrador, al plantearse rescatar los intereses del
pueblo y de la nación, tiene a los neoliberales y a sus voceros fuera de sí,
prácticamente al borde del desquiciamiento mental, porque está pegando a la
voracidad insaciable (valga la expresión) de políticos, empresarios y sus
protegidos que se condujeron, en los 36 años de neoliberalismo, como patrones y
capataces de los mexicanos.
¿Se puede hablar de ideología
y programa neoliberal? Milton Friedman (su Escuela de Chicago) fue el autor,
dentro del capitalismo rapaz, de ese monstruo explotador. Y aquí, fueron los
gobiernos neoliberales los peones que se arrastraron frente a esas ideas y ese
programa devastador. Tomaron el préstamo e iniciaron la destrucción de México.
Frente a los cambios
antineoliberales, de los tres años del gobierno de López Obrador, los
partidarios y defensores del neoliberalismo, no aciertan a presentar una sola
propuesta, que alguien pudiera tomar en serio, porque ni tienen capacidad para
hacerlo, ni tienen de donde hacerlo, ni podrán hacerlo.
Todo lo contrario,
oponiéndose a todos los cambios en marcha, se han dedicado a insultar y ofender
al presidente. Es larguísima e increíble la cantidad de insultos y ofensas
proferidas contra el titular del ejecutivo federal. Y en esto tomaron como
modelo al mendaz y atrabiliario Abad y Queipo, que en su odio enfermizo escupió
una retahíla de insultos contra el Padre de la Patria.
Intenté hacer una lista de las ofensas de la
derecha contra AMLO pero, por salud mental y por
la gran cantidad que dicen y publican,
desistí. Muchos personajes de la derecha se conducen frente al gobierno de
López Obrador como verdaderos enajenados.
Y ha sido el pueblo
mexicano el que los ha colocado en la
silla de los acusados. Tarde o temprano tendrán que responder por los enormes e
incalculables daños provocados a la nación y al pueblo, porque como lo expresa Víctor
Hugo en Los Miserables, “el robo de
un pueblo no prescribe, porque estas grandes estafas no tienen porvenir y no se
borra la marca de una nación como la de un pañuelo”.