En México se abre una etapa
en la que debe privilegiarse el debate teórico y político, para encontrar el
camino que más convenga a los mexicanos, como pueblo y nación.
He planteado que con los
resultados electorales de julio de 2018 y, el gobierno en ejercicio de López
Obrador, se empieza a desmontar el neoliberalismo. Después de un poco más de
tres meses de gobierno, sigo sosteniendo esa afirmación.
En el artículo anterior
señalé que desmontar el neoliberalismo llevará tiempo, porque se encuentra
presente en la economía, en la vida social, en varias instituciones que siguen
operando, con tecnócratas que siguen incrustados en el gobierno actual, en la
contrarreforma energética, la educativa, la fiscal y en una basta legislación
neoliberal que se incorporó en todo el orden jurídico durante 36 años.
Otra cosa es que con el
gobierno actual se abandone la política depredadora y corrupta de los
neoliberales, pero desmontarlo se llevará tiempo.
Hay que precisar que el
neoliberalismo es la clara expresión del capitalismo neocolonial, de fines del
siglo XX y de lo que va del XXI. No es, no puede ser independiente del
capitalismo. El neoliberalismo es el fruto del desarrollo capitalista. Es
producto de la llamada globalización, que se manifiesta en el dominio mundial
de las empresas transnacionales, en la libre circulación de los capitales, en
la más cruda especulación financiera y en el terrorismo económico de los
poderosos.
La corrupción es inherente al
sistema capitalista de producción y, por lo tanto, forma parte de la naturaleza
del neoliberalismo. La corrupción es la sangre que corre y que da vida al
capitalismo explotador. El neoliberalismo es capitalismo en descomposición, es
capitalismo putrefacto.
Por lo tanto será difícil
desmontar el neoliberalismo, sin desmontar el capitalismo.
Si se habla en serio contra
el modelo neoliberal, hay que remitirse a varias de las disposiciones de la
Constitución nacional que, bien aplicadas, serían la base para darle un rumbo
no neoliberal (no capitalista) al desarrollo de México.
Estas normas constitucionales, que los
neoliberales convirtieron en letra muerta durante los 36 años, que modificaron
o que violaron abiertamente, entre otras, son
los artículos: 3º, 4º, 25, 26, 27, 28, 39, 40, 73, 89, 108, 115, 116,
123 y 130.
Y comento solo las
siguientes:
En materia de educación hay
que rescatar y aplicar el artículo 3º. Constitucional. En el contenido
filosófico de esta norma está la base de la pedagogía mexicana que tanta falta
hace, pues reformas van y reformas vienen, y todo se ha deteriorado por la
copia de métodos y sistemas pedagógicos alejados del carácter del mexicano y de
sus aspiraciones históricas.
Parar la privatización y desnacionalización
de la educación; fortalecer la escuela pública, de abajo hacia arriba hasta el
posgrado y la especialización. Colocar la educación privada como coadyuvante para
alcanzar los objetivos de la educación nacional.
La educación es obligatoria, gratuita, laica, científica, democrática, y
nacional. Estos principios están en la base de la nueva pedagogía mexicana, sin
exclusiones ni exclusivismos.
Parar la privatización de la
seguridad social, de los servicios que integran la salud pública. Actualizar y
modernizar todas las instalaciones y condiciones en que se atiende la salud de
los mexicanos, y establecer la medicina preventiva como uno de sus pilares
fundamentales.
Es de la mayor urgencia establecer un sistema
nacional de nutrición, que también esté en la base de la salud de nuestro
pueblo.
La salud mental de los
mexicanos y el fortalecimiento de su conciencia nacional pasa, necesariamente,
por la nacionalización de los programas de radio y televisión, difundiendo
programas de carácter cultural, científico y tecnológico. Y, desde luego,
utilizar las redes sociales para el mismo propósito.
En materia económica, aplicar
a plenitud el texto del párrafo cuarto del articulo 28 constitucional, que
reserva al Estado las siguientes áreas estratégicas: correos, telégrafos,
radiotelegrafía, minerales radiactivos y generación de energía nuclear, la
planeación y el control del sistema eléctrico nacional (habrá que agregar, hoy,
la producción de energía limpia, utilizando recursos renovables, como el viento
y la luz solar), el servicio público de transmisión y distribución de energía
eléctrica, la explotación y extracción del petróleo y de los demás
hidrocarburos.
Modificar este párrafo para
incluir la comunicación vía satélite y los ferrocarriles, que fueron colocados
por los neoliberales dentro de las llamadas áreas prioritarias para facilitar su
desnacionalización.
Conservar el contenido del
artículo 28 constitucional y actualizar su texto, con una clara orientación
antineoliberal, será una base sólida para garantizar que el desarrollo nacional
transite por vía autónoma, soberana, independiente, sustento de la auténtica
justicia social.
Expresamente, a nivel
constitucional, debe prohibirse cualquier tipo de privatización o
desnacionalización. El nacionalismo económico, por hoy, garantiza la meta de
desmontar el neoliberalismo pero, además, no se opone a la diversificación de
las relaciones económicas y comerciales con todos los pueblos del mundo. Debe
ser la palanca principal para disminuir y cancelar definitivamente la
dependencia que hoy agobia al país.
No a la dependencia económica
ni al vasallaje cultural. Si a las relaciones con todos y a la convivencia
armoniosa con el mundo entero.
Insisto: es urgente depurar a
nuestra Carta Magna de todo contenido neoliberal, abrogando y derogando las
disposiciones que tengan ese carácter. Esta sería una manera de borrar las
instituciones neoliberales que existen por todas partes, cuyos titulares han
asomado tímidamente la cabeza en estos primeros días del nuevo gobierno.
Por razones de justicia
social debe derogarse la contrarreforma alemanista para dar toda la tierra
susceptible de entregarse a los campesinos, porque con base en ella los
neoliberales decretaron que ya no
había tierra que repartir.
Establecer un sistema
bancario nacional que vea por los intereses del desarrollo autónomo del país, y
que no tenga en mente, como hoy lo tiene la banca extranjerizada, las altas
ganancias, a costa del bajo crecimiento, el desempleo, la pobreza y la
agudización de los problemas sociales.
Hay que acabar con la
simulación democrática y el gobierno de la minoría que fue legitimado por las
sucesivas reformas electorales, y regresar al mandato constitucional, pero en
serio, que define a la democracia “no
sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema
de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del
pueblo”.
Como se aprecia, el gobierno
de la llamada Cuarta Transformación no necesita ir muy lejos para encontrar
bases constitucionales de los cambios en los que está empeñado. Quienes
ostentan actualmente el poder deben volver a nuestra Carta Magna, a su letra, a
su espíritu, a sus mandatos.
Y agrego:
Ya no puede quedar como letra muerta el texto
del artículo 39 constitucional que mandata:
1) La
soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo,
2) Todo
poder público dimana del pueblo y se instituye
para beneficio de éste,
3) El
pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la
forma de su gobierno.
Estas normas son tres principios de nuestra
Constitución, que deben regirr la actividad y la conducta del nuevo gobierno, para
superar el desastre que dejaron los neoliberales.
En las condiciones actuales
el centralismo económico y político es un obstáculo para realizar y consolidar
los cambios que urgen. Por tanto, el fortalecimiento del federalismo debe otorgar,
a nivel constitucional, más facultades en materia social, económica y política
a las entidades de la Federación y a sus municipios.
Es una condición necesaria
para avanzar en un nuevo sistema, justo, de desarrollo. No todo debe ni puede
hacerse desde el Centro.
Desde el ámbito municipal
será posible promover la organización del pueblo, dotándolo de las herramientas
democráticas a fin de que éste participe directamente en funciones de gobierno.
El gran actor de los cambios
y las transformaciones en todos los órdenes de la vida nacional debe ser el
pueblo.
La democracia representativa
ha concluido su ciclo. Tanto el sistema presidencial o el parlamentario, han
metido a la llamada democracia liberal en una camisa de fuerza que asfixia toda
manifestación verdadera de democracia.
Desde hace mucho tiempo se
vive en la ficción democrática.
Debe ser compromiso firme de
la Cuarta Transformación establecer las bases para construir, en México, un
régimen de la vida social por la vía no capitalista, a fin de construir un tipo
de Estado nacional al servicio incondicional del pueblo y de la nación.
Si no se reforma la
Constitución y las leyes secundarias, en el sentido propuesto, los cambios y
transformaciones de que habla el gobierno no se realizarán, y los que se
realicen estarán permanentemente amenazados.