martes, 2 de abril de 2019

LA VÍA CONSTITUCIONAL PARA LA CUARTA TRANSFORMACIÓN



En México se abre una etapa en la que debe privilegiarse el debate teórico y político, para encontrar el camino que más convenga a los mexicanos, como pueblo y nación.

He planteado que con los resultados electorales de julio de 2018 y, el gobierno en ejercicio de López Obrador, se empieza a desmontar el neoliberalismo. Después de un poco más de tres meses de gobierno, sigo sosteniendo esa afirmación.

En el artículo anterior señalé que desmontar el neoliberalismo llevará tiempo, porque se encuentra presente en la economía, en la vida social, en varias instituciones que siguen operando, con tecnócratas que siguen incrustados en el gobierno actual, en la contrarreforma energética, la educativa, la fiscal y en una basta legislación neoliberal que se incorporó en todo el orden jurídico durante 36 años.

Otra cosa es que con el gobierno actual se abandone la política depredadora y corrupta de los neoliberales, pero desmontarlo se llevará tiempo.

Hay que precisar que el neoliberalismo es la clara expresión del capitalismo neocolonial, de fines del siglo XX y de lo que va del XXI. No es, no puede ser independiente del capitalismo. El neoliberalismo es el fruto del desarrollo capitalista. Es producto de la llamada globalización, que se manifiesta en el dominio mundial de las empresas transnacionales, en la libre circulación de los capitales, en la más cruda especulación financiera y en el terrorismo económico de los poderosos.

La corrupción es inherente al sistema capitalista de producción y, por lo tanto, forma parte de la naturaleza del neoliberalismo. La corrupción es la sangre que corre y que da vida al capitalismo explotador. El neoliberalismo es capitalismo en descomposición, es capitalismo putrefacto.

Por lo tanto será difícil desmontar el neoliberalismo, sin desmontar el capitalismo.

Si se habla en serio contra el modelo neoliberal, hay que remitirse a varias de las disposiciones de la Constitución nacional que, bien aplicadas, serían la base para darle un rumbo no neoliberal (no capitalista) al desarrollo de México.

 Estas normas constitucionales, que los neoliberales convirtieron en letra muerta durante los 36 años, que modificaron o que violaron abiertamente, entre otras, son  los artículos: 3º, 4º, 25, 26, 27, 28, 39, 40, 73, 89, 108, 115, 116, 123 y 130.

Y comento solo las siguientes:

En materia de educación hay que rescatar y aplicar el artículo 3º. Constitucional. En el contenido filosófico de esta norma está la base de la pedagogía mexicana que tanta falta hace, pues reformas van y reformas vienen, y todo se ha deteriorado por la copia de métodos y sistemas pedagógicos alejados del carácter del mexicano y de sus aspiraciones históricas.

Parar la privatización y desnacionalización de la educación; fortalecer la escuela pública, de abajo hacia arriba hasta el posgrado y la especialización. Colocar la educación privada como coadyuvante para alcanzar los objetivos de la educación nacional.

La educación es obligatoria,  gratuita, laica, científica, democrática, y nacional. Estos principios están en la base de la nueva pedagogía mexicana, sin exclusiones ni exclusivismos.

Parar la privatización de la seguridad social, de los servicios que integran la salud pública. Actualizar y modernizar todas las instalaciones y condiciones en que se atiende la salud de los mexicanos, y establecer la medicina preventiva como uno de sus pilares fundamentales.

 Es de la mayor urgencia establecer un sistema nacional de nutrición, que también esté en la base de la salud de nuestro pueblo.

La salud mental de los mexicanos y el fortalecimiento de su conciencia nacional pasa, necesariamente, por la nacionalización de los programas de radio y televisión, difundiendo programas de carácter cultural, científico y tecnológico. Y, desde luego, utilizar las redes sociales para el mismo propósito.

En materia económica, aplicar a plenitud el texto del párrafo cuarto del articulo 28 constitucional, que reserva al Estado las siguientes áreas estratégicas: correos, telégrafos, radiotelegrafía, minerales radiactivos y generación de energía nuclear, la planeación y el control del sistema eléctrico nacional (habrá que agregar, hoy, la producción de energía limpia, utilizando recursos renovables, como el viento y la luz solar), el servicio público de transmisión y distribución de energía eléctrica, la explotación y extracción del petróleo y de los demás hidrocarburos.

Modificar este párrafo para incluir la comunicación vía satélite y los ferrocarriles, que fueron colocados por los neoliberales dentro de las llamadas áreas prioritarias para facilitar su desnacionalización.

Conservar el contenido del artículo 28 constitucional y actualizar su texto, con una clara orientación antineoliberal, será una base sólida para garantizar que el desarrollo nacional transite por vía autónoma, soberana, independiente, sustento de la auténtica justicia social.

Expresamente, a nivel constitucional, debe prohibirse cualquier tipo de privatización o desnacionalización. El nacionalismo económico, por hoy, garantiza la meta de desmontar el neoliberalismo pero, además, no se opone a la diversificación de las relaciones económicas y comerciales con todos los pueblos del mundo. Debe ser la palanca principal para disminuir y cancelar definitivamente la dependencia que hoy agobia al país.

No a la dependencia económica ni al vasallaje cultural. Si a las relaciones con todos y a la convivencia armoniosa con el mundo entero.

Insisto: es urgente depurar a nuestra Carta Magna de todo contenido neoliberal, abrogando y derogando las disposiciones que tengan ese carácter. Esta sería una manera de borrar las instituciones neoliberales que existen por todas partes, cuyos titulares han asomado tímidamente la cabeza en estos primeros días del nuevo gobierno.

Por razones de justicia social debe derogarse la contrarreforma alemanista para dar toda la tierra susceptible de entregarse a los campesinos, porque con base en ella los neoliberales decretaron que ya no había tierra que repartir.

Establecer un sistema bancario nacional que vea por los intereses del desarrollo autónomo del país, y que no tenga en mente, como hoy lo tiene la banca extranjerizada, las altas ganancias, a costa del bajo crecimiento, el desempleo, la pobreza y la agudización de los problemas sociales.

Hay que acabar con la simulación democrática y el gobierno de la minoría que fue legitimado por las sucesivas reformas electorales, y regresar al mandato constitucional, pero en serio, que define a la democracia “no sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

Como se aprecia, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación no necesita ir muy lejos para encontrar bases constitucionales de los cambios en los que está empeñado. Quienes ostentan actualmente el poder deben volver a nuestra Carta Magna, a su letra, a su espíritu, a sus mandatos.

Y agrego:

 Ya no puede quedar como letra muerta el texto del artículo 39 constitucional que mandata:

1)    La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo,

2)    Todo poder público dimana del pueblo y se instituye  para beneficio de éste,

3)    El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

Estas  normas son tres principios de nuestra Constitución, que deben regirr la actividad y la conducta del nuevo gobierno, para superar el desastre que dejaron los neoliberales.

En las condiciones actuales el centralismo económico y político es un obstáculo para realizar y consolidar los cambios que urgen. Por tanto, el fortalecimiento del federalismo debe otorgar, a nivel constitucional, más facultades en materia social, económica y política a las entidades de la Federación y a sus municipios.

Es una condición necesaria para avanzar en un nuevo sistema, justo, de desarrollo. No todo debe ni puede hacerse desde el Centro.

Desde el ámbito municipal será posible promover la organización del pueblo, dotándolo de las herramientas democráticas a fin de que éste participe directamente en funciones de gobierno.

El gran actor de los cambios y las transformaciones en todos los órdenes de la vida nacional debe ser el pueblo.

La democracia representativa ha concluido su ciclo. Tanto el sistema presidencial o el parlamentario, han metido a la llamada democracia liberal en una camisa de fuerza que asfixia toda manifestación verdadera de democracia.

Desde hace mucho tiempo se vive en la ficción democrática.

Debe ser compromiso firme de la Cuarta Transformación establecer las bases para construir, en México, un régimen de la vida social por la vía no capitalista, a fin de construir un tipo de Estado nacional al servicio incondicional del pueblo y de la nación.

Si no se reforma la Constitución y las leyes secundarias, en el sentido propuesto, los cambios y transformaciones de que habla el gobierno no se realizarán, y los que se realicen estarán permanentemente amenazados.