Los vicios del sistema político en nuestro país se acentuaron vigorosamente con la llegada de la derecha y la ultraderecha, primero a los gobiernos municipales y estatales y, después, al gobierno federal.
Es abundante la información que da cuenta de los múltiples actos de corrupción cometidos desde los gobiernos municipales por panistas, como es abundante, también, la que los exhibe como corruptos desde los gobiernos estatales, y no se diga la enorme cantidad que sobre el mismo tema le da a nivel nacional.
El exacerbado presidencialismo “criticado” por el PAN, fue la comidilla de todos los días durante el gobierno de Fox, enfermo hasta decir basta de publicidad en la que utilizó enormes recursos públicos y el manejo inescrupuloso de las encuestas, cuyos resultados se conocían desde el momento mismo en que se ordenaban.
La indebida y descarada intervención gubernamental en los procesos electorales, así como el uso de recursos públicos para favorecer a los candidatos panistas, se mantuvieron entre las noticias más destacadas, con la misma frecuencia con que se realizaban las elecciones en distintas partes del país, sin mencionar el escándalo que ocurrió en la elección presidencial del 2006.
Todo eso, y más, se presentó y puede verificarse si nos asomamos ligeramente a las noticias diarias de la vida nacional. Cambió el partido en el poder, pero no sólo no cambiaron las prácticas antidemocráticas y, por lo tanto, autoritarias, sino que crecieron a grado tal que la crispación política estuvo a punto de desbordarse hacia la ingobernabilidad que se respiraba por todas partes.
Pero hay un aspecto que creció como ola incontrolable: la impunidad que, como se menciona en el encabezado de esta colaboración, es un verdadero cáncer que agrede violentamente las instituciones políticas, corroe el cuerpo social, y coloca la actividad política en el mayor de los desprestigios de todo el periodo independiente de México.
Ha sido tan alto el grado de impunidad en el gobierno de la derecha, que para contrarrestar la irritación social provocada por esa práctica antisocial, los derechistas no se quitan de la boca la prédica de su desgastado “Estado de Derecho” que, ahora se ve, es una más de las burlas contra el pueblo desde el poder.
En los últimos días del gobierno de Fox, y en en el mal gobierno de Calderón, esa cantaleta se repitió y se repite una y otra vez, siempre es desmentida por los hechos. Sólo para referirse a la noticia que ocupó varios días los espacios informativos, a todos los niveles, los mexicanos nos enteramos otra vez –puesto que esto ya lo sabíamos- que desde la titularidad del ejecutivo federal, Fox intervino de manera abierta para destruir al Sindicato Minero, y para lograrlo persiguió de manera furiosa al Secretario General de ese sindicato. A través de la Secretaría del Trabajo y de la Procuraduría General de la República, violó la legalidad y la hizo trizas. Todo eso está probado y comprobado por las autoridades que ya no pudieron ocultar el lodo que los salpicó por todas partes.
Bajo el gobierno de Calderón, quizá con la pretensión de no quedar atrás de Fox, de manera increíble se simuló el robo de documentos que acreditaban las múltiples violaciones a la legalidad cometidas en exceso por el gobierno anterior. Y el tantas veces invocado estado de derecho -así con minúsculas- donde el abuso de autoridad, la violación descarada de la ley y el incumplimiento de las responsabilidades como funcionarios, estuvieron y están a la orden del día, ya no solamente es una burla al pueblo, sino una especie de esquizofrenia gubernamental.
Esto que ahora se conoce a detalle, es un hecho más de los muchos que se dieron como delitos cometidos durante el sexenio anterior. Quienes violaron la legalidad permanecieron absolutamente impunes y así permanecerán durante el gobierno de Calderón, porque se trata de proteger a sus correligionarios y a sus cuates de partido.
El estado de derecho seguirá durmiendo el sueño de los justos, y la derecha corrupta hundirá más a un sistema político muy maltratado y herido en lo más profundo de su esencia. Históricamente está comprobado que la derecha corrompe todo lo que toca y eso ha hecho con el poder público en México.
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