miércoles, 12 de octubre de 2011

AL RESCATE DE LA HERENCIA JUARISTA

Al recordar la personalidad y la obra de Benito Juárez, distintas fuerzas políticas han puesto de relieve lo negativo de las reformas contrarrevolucionarias que Salinas de Gortari hizo a la Constitución en su artículo 130, en materia de culto religioso.

No cabe duda que el gobierno de Salinas y particularmente él, se caracterizó por una franca inclinación clerical, porque el clero, fuerza históricamente reaccionaria, le sirvió de pilar para aplicar la política que destrozó al país y al pueblo.

En contra de la historia nacional, en contra de la herencia juarista, salinas y su grupo revivieron a esa fuerza política, constituida por el clero católico, sobre todo por su alta jerarquía, que desde el siglo pasado, cuando los derrotó la corriente liberal encabezada brillantemente por Benito Juárez, asumió una conducta abiertamente levantisca y de revancha, que no ha abandonado hasta la fecha.

Otorgar a los ministros de culto religioso el derecho de voto, fue abrir la puerta para que se metieran en todo lo terrenal, porque la verdad es que al clero no le interesa el más allá, sino el más acá, es decir el poder económico y político, tal como lo tenía en la Colonia. Por eso transformaron los púlpitos en tribunas políticas y sus homilías en llamamientos reaccionarios.

Al adquirir la iglesia personalidad jurídica, como asociación religiosa, sobre todo la jerarquía católica, desató una ofensiva violenta contra el pueblo, a veces oculta en una demagógica defensa de los humildes.

Esa ofensiva fue consentida e impulsada desde los Pinos. Todo esto queda perfectamente claro.

Para bien del pueblo y del país, personalidades y fuerzas importantes, dentro del gobierno y fuera de él, han tomado clara conciencia de la necesidad que se tiene de regresar al camino que trazó, con visión histórica, el genio de Benito Juárez, de mantener vigente su mandato y cumplirlo cabalmente.

Ni Juárez, ni los hombres de la Reforma, ni los representantes de las fuerzas avanzadas que participaron en la Revolución Mexicana, ni los herederos de la tradición revolucionaria en México han sido jamás antirreligiosos. Precisamente esas fuerzas han defendido la libertad del ser humano en materia religiosa, para protegerlo de la intolerancia y los fanatismos.

Es alentador, frente a los intentos para que olvidemos la obra de Benito Juárez, escuchar voces que rechazan la intromisión del clero en la vida política y exigen se sujete a su misterio espiritual, es decir, en lenguaje popular: que el clero se recluya en sus sacristías y se dedique a lo suyo, sin meterse en lo que no le incumbe.

Hay voces que rechazan que se haga política partidaria de sotana, pues todo mundo advierte que es la que realiza el clero a favor del Partido (de) Acción Nacional, porque la contrarreforma salinista estuvo orientada a beneficiar de modo directo a su aliado incondicional: el PAN.

Es correcta la exigencia de sujetar al clero al marco de la ley a pesar de su contenido negativo. Pero hay que ir más allá.

Si realmente se quiere respetar el mandato juarista, hay que regresar al contenido que le dio al artículo 130 constitucional el Constituyente revolucionario de Querétaro, porque su contenido actual y el de la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, atentan contra el mandato de los liberales y contra la historia nacional.

Esta sería una forma de reivindicar la herencia que nos legó el benemérito de las Américas.

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