Los neoliberales de todas
partes, hechos a imagen y semejanza de sus ideólogos y patrones, son producto
del capitalismo en descomposición, sistema que venera la especulación como su
verdadero dios.
“El neoliberalismo, dice
Francisco Ferré, es el alma desalmada de la máquina capitalista que, con la
excusa de la crisis económica, se está apropiando de todo sin piedad: de las
vidas, las posesiones y los sentimientos de la gente”. El neoliberalismo es…
“la clamorosa claudicación de la política ante el peso de la economía, del
desmantelamiento de la sociedad del bienestar y la implantación de un régimen
depredador de lucha darwiniana por la supervivencia”.
La moral neoliberal ha sido
expresada, en días recientes, por el ministro japonés de Finanzas, Taro Aso, quien
declaró, de manera cínica, que las personas mayores deben “darse prisa y morir”
para aliviar los gastos del Estado en su atención médica.
Por eso no es accidental que en el mundo 3000
millones de personas vivan en la pobreza; que 800 millones padezcan hambre; que
los grandes bancos ganen millones y millones especulando con los alimentos; que
más de 197 millones de personas, en el mundo, estén sin empleo, y que el
desempleo de los jóvenes llegue casi a un 13% a nivel mundial.
Los datos son una acusación irrebatible contra el
neoliberalismo depredador: en los últimos 20 años, el 1% de las personas más
ricas del planeta ha incrementado sus ganancias en un 60%, y las crisis
capitalistas recurrentes han acelerado esa tendencia.
El año pasado, el 2012, las cien personas más ricas
del mundo ganaron 240.000 millones de
dólares, cantidad que acabaría con la extrema pobreza, generada por el propio
neoliberalismo. Algunas organizaciones sostienen que esa suma permitiría acabar
con la pobreza extrema hasta en cuatro veces.
Se dice que los paraísos fiscales concentran la
enorme cantidad de 32 billones de dólares que equivalen a la tercera parte de
la riqueza global. ¡Cuánta riqueza saqueada y acumulada a costa de la vida, la
salud, la educación y el bienestar de millones de personas!
¿Y en México que han hecho los neoliberales de 1982
a la fecha?
La simple relación de los desastres sociales
provocados; de los despojos impunes contra el patrimonio nacional, de la
desigualdad social inducida por políticas terroristas, en el sentido real del
término, por su esencia y consecuencias; de la concentración de la riqueza en
unas cuántas manos y la pobreza provocada a más de 60 millones de compatriotas;
de haber convertido los procesos electorales en simples simulacros democráticos
y de la utilización descarada del poder para beneficiar a un reducidísimo
número de acaudalados, esa relación, digo, los convierte en verdaderos
criminales.
Los neoliberales del PRI y del PAN tienen la
responsabilidad política, jurídica, moral y muchas veces penal de haber causado
severos daños al pueblo mexicano, de haberlo empobrecido hasta niveles
intolerables, y de haber rematado el patrimonio nacional.
Cuando Miguel de La Madrid arribó a la presidencia
de la República, los neoliberales se sacaron de la manga la “teoría” del Estado
obeso, una idea desfachatada para justificar el proceso de privatizaciones que
a la postre se convirtió en un robo abierto al pueblo y a la nación.
Los neoliberales de México ni siquiera llegaron a
teóricos. Fueron simples aprendices del
neoliberalismo en las universidades de Estados Unidos y de algunos países de
Europa. Eso sí, se convirtieron en fieles lacayos de sus maestros y de los
intereses económicos transnacionales y domésticos.
Desnacionalizaron la banca, y después la entregaron
a intereses extranjeros; privatizaron la Compañía Mexicana de Aviación y
Teléfonos de México. Precisamente a raíz de la privatización de la línea aérea,
la Dirección Nacional del Partido Popular Socialista, de la que yo formaba
parte, se entrevistó con Carlos Salinas de Gortari, entonces Secretario de
Programación y Presupuesto, para rechazar con la mayor firmeza esa medida
antinacional. La entrevista fue dura por los términos con que calificó ese remate
el PPS, cuya Dirección Nacional abandonó violentamente la reunión y rompió todo
trato con el gobierno de Miguel de La Madrid.
Los lacayos neoliberales privatizaron Televisión
Azteca, la Siderúrgica Lázaro Cárdenas, Altos Hornos de México, Fertimex
(Fertilizantes de México), el complejo industrial de Ciudad Sahagún en lo que
correspondía al Estado Mexicano, ingenios azucareros, aseguradoras, minas de
oro y plata, fábricas de cemento.
Mediante una contrarreforma al artículo 27
constitucional se impulsó la privatización de las tierras ejidales, conquista
fundamental de la Revolución Mexicana e institución principal para destruir los
latifundios y preservar la integridad del territorio nacional.
Los dogmáticos neoliberales privatizaron puertos,
aeropuertos y Ferrocarriles Nacionales de México. Desmantelaron la Compañía de
Luz y Fuerza del Centro y lo mismo están haciendo con la Comisión Federal de
Electricidad y Pemex.
La hacienda pública se puso al servicio de los
acaudalados, a los que rodean
privilegios increíbles a costa del bienestar de los mexicanos.
Contraviniendo el mandato constitucional, en México paga más el que menos
tiene. Y ahora la reforma fiscal “integral” que se proponen es para sacarle más
dinero al pueblo a través del IVA, que es un impuesto al consumo, sin tocar
para nada las fortunas de los ricos.
Han dado pasos muy peligrosos para destruir la
seguridad social. No han ocultado en ningún momento su lucha (podría decirse
odio) contra el Instituto Mexicano del Seguro Social y el ISSSTE, como tampoco
han ocultado su odio contra la educación impartida por el Estado y la
universidad pública, a pesar de que algunos gobernantes pasaron por sus aulas.
Es difícil distinguir donde empieza y dónde acaba
el terrorismo social, dónde empieza y dónde acaba el terrorismo económico, todo
envuelto bajo el manto del terrorismo político que ha quebrantado las
instituciones políticas emanadas de la Carta Magna de 1917, cuyas normas han
sido violadas sistemáticamente. Al menos tres fraudes electorales –en 1988, en 2006
y en 2012- muestran el rostro verdadero del neoliberalismo en materia política
y electoral.
Quizá esta relación no agote el número de fechorías
realizadas desde el poder público por los dogmáticos neoliberales, pero sí nos
da una idea de los gravísimos daños causados al pueblo mexicano.
Para aplicar el neoliberalismo siempre le mintieron
al pueblo y le siguen diciendo falsedades. Dijeron que con las privatizaciones
se haría más eficiente al Estado y lo destruyeron; que el país sería más
competitivo y lo postraron ante los intereses económicos de afuera y de
adentro; que se crearían más empleos y no los crearon; que todo se hacía para
beneficio de los “que menos tienen” (término chocante que oculta las
condiciones de pobreza y miseria de millones que ellos generaron, convirtiendo al
Estado mexicano en una fábrica de pobres); que con las privatizaciones se
“democratizaría” la riqueza y la concentraron en pocas manos a niveles inauditos; que se mejoraría la educación y la
han llevado a niveles peligrosos de ineficiencia e inoperancia; que se
desarrollaría la ciencia y la tecnología y convirtieron a México en un país
maquilador y ensamblador, rezagado científica y tecnológicamente, y en periodos
prolongados impusieron los salarios más bajos del mundo.
Repitieron, hasta la saciedad, que el Estado
mexicano conservaría “la rectoría” de renglones fundamentales de la economía y
la entregaron en bandeja de plata a la
iniciativa privada. Casi dejan el puro cascarón del Estado mexicano surgido de
la Revolución de 1910.
El prestigio de México logrado por sus gestas
libertarias y soberanas está por los suelos gracias a los neoliberales. En
América Latina México ha dejado de ser el respetado hermano mayor porque los
neoliberales lo convirtieron en punta de lanza de la política yanqui. En estos
días el actual gobierno federal vuelve a levantar al libre comercio para
torpedear el verdadero proceso de integración latinoamericana que impulsa
vigorosamente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
La política neoliberal, repito, ha sido una fábrica
de pobres.
El Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval),
citando cifras del INEGI, señala que de un total de 112 millones de mexicanos,
52 millones viven en la pobreza, y casi
2 millones viven en la pobreza extrema, es decir, en la miseria. Y también, de acuerdo con el INEGI, entre
2000 y 2011, 102 mil 568 personas murieron por nutrición deficiente, lo que
significa que murieron ¡23 personas cada día por hambre!
Para la Comisión Económica para América Latina
(Cepal), del total de la población, más de 40 millones viven en pobreza y 14
millones en la indigencia.
Ante esta realidad desastrosa, injusta y cruel,
resultado de 30 años de neoliberalismo, hablar de terrorismo neoliberal parece
poco.
De acuerdo con datos dados a conocer en el curso de
la segunda semana de febrero de 2013, aproximadamente 30 millones de personas, que representan casi el
60% de la población ocupada en México trabajan en la informalidad.
Eso
y más. Los neoliberales son los gerentes de la fábrica que produce elevadísimos
índices delictivos. Son muy conocidas las cifras de la enorme cantidad de
mexicanos muertos durante el sexenio del cristero menor, Felipe Calderón.
El
actual gobierno federal priista agrava las medidas de los neoliberales panistas:
La
contrarreforma laboral, exigida por los intereses transnacionales y los
empresarios domésticos, ya está teniendo resultados desastrosos para los
jóvenes, principalmente, que se ven en la imposibilidad de tener empleo, y si lo tienen por horas no ganan ni siquiera
para sufragar sus gastos de transporte.
En
una decisión propia del terrorismo neoliberal contra los trabajadores, la
SCJN negó que CFE asumiera el papel de patrón sustituto de los electricistas,
que hubiera reparado, en parte, la infamia cometida contra el Sindicato Mexicano
de Electricistas.
Y
la anunciada reforma energética –hay que decirlo a tiempo- tiene el propósito
de regresar el petróleo, que se nacionalizó en 1938, a las empresas
transnacionales.
John
Saxe-Fernández sostiene que “ya la privatización de facto de Pemex es tan
intensa que el llamado de Peña a abrir más la paraestatal a la IP implica el
finiquito de lo que van dejando los neoliberales a favor de las transnacionales
que operan con el respaldo del aparato de seguridad de Estados Unidos,
interesadas en hacer activos suyos lo que es patrimonio del pueblo mexicano”.
Alerta
al pueblo de México: “Mientras en Estados Unidos los sectores estratégicos son
asunto de seguridad, acá la cúpula en el poder alienta la privatización y
desnacionalización petroeléctrica con grave riesgo para la seguridad humana y
la integridad del país”.
Y ante el peligro latente de la desnacionalización
petrolera, el PRI busca cambiar, de manera vergonzante, sus documentos
básicos, donde aún asoma el nacionalismo revolucionario por los dogmas del
mercado, para servir, ya sin ningún recato, a la oligarquía, que es la que
realmente manda en México.
El PAN confirma su carácter
de alcahuete neoliberal, un simple peón de los peones mayores, y el PRD, por
incapacidad y vulgar oportunismo se sube al carro del neoliberalismo,
fortaleciendo a los sectores de derecha entreguistas y antipatriotas.
El pueblo dice ¡ya basta! al
terrorismo neoliberal que agrede la vida de los mexicanos y quebranta la
soberanía nacional.