sábado, 17 de diciembre de 2011

LA UNIVERSIDAD PÚBLICA EN LA MIRA DE LOS TECNÓCRATAS

(Desde que se instalaron los neoliberales en el poder con Miguel de la Madrid en 1982 -hace casi 30 años- se inició una política clara para reducir recursos a la Universidad Pública. Esto ya dio como resultado el fortalecimiento de las escuelas privadas. Con Fox y Calderón se pronunció esa política, el primero por reaccionario e ignorante, y el otro, además de lo anterior, por el complejo que tiene ante la Universidad Pública, al ver frustrado su intento de ingresar a ella en dos ocasiones. Este articulo, escrito cuando casi terminaba el siglo XX, es una muestra de lo dicho).

Se acaba de anunciar que el presupuesto de la federación para 1999 contempla una reducción de casi 5 mil millones de pesos para la educación superior, es decir, para la universidad pública, lo que representa, sin duda, una actitud política del gobierno federal frente a las instituciones que han creado los cuadros académicos, culturales y científicos de los últimos años en nuestro país. Pero también saldrá afectada la investigación pues el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología experimentará una reducción notable de sus recursos.

Bastaría considerar sólo los dos aspectos señalados, el de la educación superior y el de la investigación, para advertir que nos encontramos ante una grave situación, porque reducir los recursos para las crecientes necesidades de la universidad pública, constituye una decisión que redundará en la formación más limitada de los profesionales, en distintas ramas, que requiere el desarrollo económico y social del país. En tanto que disminuir los recursos para la investigación científica pretende condenarnos a una situación de simples compradores de los descubrimientos científicos y de su aplicación técnica, o bien de convertir al país en una maquiladora de las empresas transnacionales.

Se nota en esta decisión un marcado interés por reducir el papel de la universidad pública y prácticamente anular los intentos de investigación autónoma. Quienes así proceden seguramente tienen mentalidad de colonizados, pues ningún país por difíciles que sean sus condiciones económicas puede sacrificar la formación de cuadros profesionales, a riesgo de poner, a corto y largo plazo, en peligro su desarrollo. De los países desarrollados ninguno reduce su presupuesto dedicado a la educación superior y a la investigación. Al contrario, bastaría examinar los recursos que destinan a esas dos actividades fundamentales para comprobar un incremento constante y, por lo tanto, un número cada vez mayor de profesionales y científicos, que se han convertido en pilares de su desarrollo.

Es cierto que hemos mantenido una situación desventajosa en relación con los países desarrollados en esa materia, pero la brecha se ensanchará más si el presupuesto se reduce. Si en condiciones normales la brecha que nos separa de los países desarrollados crece todos los días, lo hará más si en lugar de canalizar mayores recursos, éstos se reducen.

Vistas las cosas con toda objetividad, afectar a la universidad pública, reducirla a un papel mínimo, fortalecer a la educación privada en todos sus niveles, obstaculizar y limitar la investigación científica al mínimo, es una política de los tecnócratas que, al parecer, sólo cumplen los mandatos de sus amos del Fondo Monetario Internacional comandado por el Grupo de los 7, países ante los que se inclinan reverentes y obedientes.

Después del gobierno de Miguel de la Madrid, gobernante que todavía egresó de la universidad pública, prácticamente los que le han seguido, aun cuando también se formaron en escuela pública, se convirtieron en representantes de los intereses privados en todos los campos, y el de la educación superior no podía ser menos. Ahora la inmensa mayoría de los secretarios y subsecretarios del gobierno federal tienen títulos otorgados por institutos o universidades privadas, a las que representan y defienden, sin importarles los interese y las necesidades colectivas de la nación mexicana.

Como se sabe, los tecnócratas que todavía estudiaron en las instituciones públicas mexicanas, y que gobiernan desde 1982, tienen o simulan tener títulos de maestría o doctorado otorgados por universidades privadas extranjeras, lugar donde les lavaron el cerebro y los marcaron con la concepción neoliberal que han estado aplicando en todos los países latinoamericanos.

Los reclamos por la reducción drástica del presupuesto dedicado a las instituciones de enseñanza superior y a la investigación no se han hecho esperar, pero se requiere un amplio frente de todas las instituciones públicas encabezadas por sus estudiantes, maestros y autoridades, para derrotar la política tecnócrata que se trata de imponer en el nuevo presupuesto federal de 1999.

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