jueves, 8 de diciembre de 2011

DESASTRES DE LA GENERACIÓN DEL CAMBIO.

Este articulo lo escribí en marzo de 1996. Al releerlo da la impresión que nos encontramos en 2011 bajo la década perdida de los gobiernos panistas. Cambian personajes y porcentajes, pero los desastres del neoliberalismo, ayer y hoy, son catastróficos para México. Y todavía Salinas tiene el cinismo de negar todo el daño que provocó a los mexicanos y se presenta como el non plus ultra del liberalismo social (sic).

Los mexicanos, principalmente los trabajadores, seguimos padeciendo los estragos ocasionados por las medidas económicas, sociales y políticas aplicadas por el gobierno de Salinas, cabeza visible de la autoproclamada generación del cambio que, como dije en otra ocasión, se asemeja a una banda de forajidos que no dejaron piedra sobre piedra, provocando la más grave crisis de que se tenga memoria en los últimos ochenta años, por lo menos.

En materia económica, por ejemplo, el PIB no experimentó ningún crecimiento durante 1993; y al dejar el gobierno Salinas, el desempleo, según cifras oficiales, alcanzó el 6.7% de la población económicamente activa; la inflación alcanzó el año pasado el 45% y la deuda externa se calcula en la estratosférica cifra de 162 mil millones de dólares, sin contar los préstamos recientes concertados por el actual gobierno.

En el renglón financiero, donde la generación del cambio, exhibía como un gran triunfo cualquier pequeño avance, aparte de despojar a la nación de su patrimonio por la privatización de la banca, vendida a sus favoritos, y que tan fabulosas ganancias obtuvo al principio, hoy está al borde de la quiebra y el gobierno ha tenido que otorgarle ayudas superiores al monto que se obtuvo por su venta.

Se dice, con cierta ironía, que Salinas y su cacareada generación del cambio lograron un segundo milagro mexicano que consistió en la multiplicación de los multimillonarios, para completar el número de 24, con una fortuna superior a los 40 mil millones de dólares, lo que a su vez provocó la multiplicación, también millonaria, del número de pobres cuya cifra aparece en los cada vez menos confiables datos del INEGI que, desde luego, no registra a los 24 beneficiarios directos del neoliberalismo, encabezando la lista, según la revista Forbes, Carlos Slim y cerrándola, en el último lugar Alfredo Harp Helú.

Al lado de estos multimillonarios, según el censo de 1990, 63.2% de la población económicamente activa no ganaba más de dos salarios mínimos y sólo el 7% ganaba más de cinco salarios mínimos. Si agregamos que, en 1993 el salario real equivalía apenas a 73% del de 1989, nos damos cuenta del drama en que han vivido millones y millones de mexicanos que han sido, sin duda, las víctimas del neoliberalismo.

Precisamente la distribución de la riqueza promovida por la generación del cambio fue para beneficiar a unos cuantos. Esto forma parte de la naturaleza de esa criminal política. Son variables las cifras que se mencionan en torno a la manera totalmente injusta en que se distribuye la riqueza social, pero puntos más o puntos menos, el cuadro del neoliberalismo es el siguiente: al 20% de las familias más pobres de México les corresponde el 4% del ingreso total disponible; al 60% intermedio les corresponde el 42% y el resto, o sea el otro 20% de las familias, les corresponde el 53%.

Esa generación del cambio, integrada por tecnócratas prepotentes, muchos de los cuales nos siguen gobernando en este sexenio y con la misma política de los últimos doce años, transformaron al que denominaron Estado obeso, en un Estado totalmente incapaz para atender las necesidades fundamentales del pueblo y lo lanzaron por un verdadero despeñadero.

Simplemente hay que reflexionar en el siguiente dato mencionado en diversos medios de comunicación y en distintos estudios: México tiene la tasa más alta de asesinatos a nivel mundial, calculada en 30.7 por cada cien mil del sexo masculino. Y si se trata de hacer comparaciones, esta tasa es cuarenta y tres veces mayor que la del Japón, veinticinco veces mayor que la de España, seis veces superior a la de Inglaterra, dos veces superior a la de Estados Unidos, inclusive superior a la de Brasil. Este es el éxito de la generación del cambio ¡

Y es que el modelo de sociedad que tienen en mente los doctores que gobiernan desde 1982, y que para nuestra desgracia han estado construyendo hasta la fecha, nada tiene que ver con la auténtica justicia social, ni con la democracia, y menos con el desarrollo autónomo de la patria mexicana. Quieren, y pueden lograr si el pueblo no lo advierte a tiempo, un país sumiso a los norteamericanos, que renuncie a su milenaria y extraordinaria cultura, objetivo que está en la base del TLC, tratado que no se circunscribe al aspecto comercial o económico, sino que abarca todo.

Se ha narrado, y desgraciadamente es poco conocida, una anécdota que a cualquier mexicano bien nacido le pondría los pelos de punta, según la cual hacia el año de 1991 un alto consejero de Carlos Salinas de Gortari visitó al profesor Samuel P. Huntington, uno de los más famosos politólogos de Harvard, a quien explicó con detalle los cambios y las transformaciones que el gobierno de Salinas estaba realizando en México. Al concluir la explicación, Huntington exclamó: es de lo más impresionante. Me parece que básicamente lo que se proponen es cambiar a México de un país latinoamericano a uno norteamericano. A lo que el consejero de Salinas contestó:!Exactamente¡ Es precisamente lo que nos proponemos. Pero por supuesto que jamás podremos decirlo públicamente.

Ese es el esquema y esa la sociedad de la generación del cambio, a la que el pueblo mexicano debe oponerse, si queremos ser un país soberano, democrático y justo, y no una colonia yanqui.

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