sábado, 17 de diciembre de 2011

EN PELIGRO EL ESTADO LAICO

La experiencia de México en relación con la Iglesia católica ha sido dramática. La etapa colonial del Estado-iglesia español marcó los 300 años de dominio europeo sobre México, y se caracterizó por la excesiva explotación de los recursos humanos y naturales, lo que provocó la muerte de millones de seres humanos y la depredación de la naturaleza.

Económica, social y políticamente prevaleció la intolerancia. Ni soñar siquiera en la libertad de pensamiento, mucho menos en tener libertad para profesar o no alguna creencia religiosa.

El Estado-iglesia español representó la mayor oposición a que surgiera un Estado independiente; por eso la lucha cerrada contra los insurgentes que se levantaron para romper las cadenas impuestas por el coloniaje. Y derrotado el poder civil español, quedó vigente y beligerante la Iglesia católica, que combatió a sangre y fuego, al naciente Estado mexicano.

Bien puede decirse, por lo que nos enseña la historia nacional, que de 1810, cuando se inicia la lucha por la independencia, a 2011, en ningún momento la Iglesia católica ha dejado de combatir al Estado mexicano y a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Durante los siglos XIX y XX el poder clerical ocasionó innumerables revueltas que provocaron el derramamiento de sangre e inestabilidad política.

Esa fue la razón, y no otra, por la que el gobierno liberal, encabezado por Benito Juárez, decretó la separación del Estado y la Iglesia. Pero la lucha clerical contra el poder civil continuó, y todo mundo conoce la estrecha alianza que la Iglesia mantuvo con la dictadura porfiriana y su oposición a la Revolución de 1910, a grado tal que recibió con beneplácito, mediante un Te deum el arribo del chacal Victoriano Huerta al poder.

La insistencia del clero católico de participar como un poder al lado del poder civil, su carácter revanchista e intolerante, fue lo que provocó que el Constituyente de Querétaro, expresión de la Revolución triunfante, al redactar el artículo 130 de la Constitución, negara a las instituciones religiosas denominadas iglesias personalidad de cualquier tipo, situación que se mantuvo hasta 1991, pues en el gobierno reaccionario de Carlos Salinas de Gortari se reformó dicho artículo para reconocerles personalidad jurídica, previo registro ante la autoridad competente.
La inexistencia jurídica de la Iglesia católica fue, sin duda, un elemento que propició la estabilidad política de México durante varias décadas, a pesar del apetito de la jerarquía eclesiástica por restablecer fueros y privilegios. Pero esta ambición incontrolable se volvió a desatar con las contrarreformas salinistas, y con ellas se ha puesto en peligro realmente la separación Estado iglesia que nos viene de la Reforma, y se corre el riesgo de caer un Estado confesional, que en la práctica -y absolutamente al margen de la Constitución Nacional- establecieron los panistas en lo que va del siglo XXI.

Hoy las homilías son proclamas políticas reaccionarias y los púlpitos son tribunas donde se habla de todo y de todos. Sin excepción los miembros de la jerarquía eclesiástica actúan desembozadamente, sin ningún recato en materia política, bajo la complacencia de los más altos funcionarios del gobierno mexicano que tienen el deber de hacer cumplir nuestras leyes.

El alto clero católico actúa a través de varios frentes: ha fortalecido, con su abierta participación en política, a su brazo electoral: el PAN; pero no conforme con esto, se propone penetrar a varios partidos políticos para utilizarlos como plataforma de lanzamiento de candidatos católicos a todos los puestos de elección popular. Muchos priistas parecen panistas en su relación con el clero, y la prueba de esto es la reciente reforma al artículo 24 constitucional para que se puedan llevar a cabo, en recintos públicos, actos de culto religioso lo que, a su vez, abre la puerta a las iglesias para que se apropien de medios de comunicación.

La Iglesia sostiene, sin ninguna autoridad moral, una supuesta lucha contra la corrupción, que se parece mucho a la que hipócritamente sostenían los “puros y castos” del Partido Acción Nacional. Y ambos mantienen hoy una verdadera luna de miel. Bien se podría hablar de íntimas relaciones carnales y no de un amasiato superficial.

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