sábado, 17 de diciembre de 2011

GLOBALIZACIÓN Y SOBERANÍA: CRISIS DEL ESTADO-NACIÓN

Recuerdo que antes del año 2000 se hizo costumbre entre los intelectuales de la burguesía hablar del fin de la historia, del fin de la geografía, del fin del Estado-nación y de su soberanía, del fin del trabajo, del fin del hombre, del fin del socialismo y del fin de otras cosas, como si el término de un siglo significara el final de todo cuanto existe.

Al lado de todo lo que “terminaba”, esos mismos intelectuales no perdían oportunidad para lanzar los al capitalismo, al mercado, al neoliberalismo y, particularmente, a la nueva fase de su desarrollo, denominada por muchos como globalización, dando a entender con ello que las leyes del desarrollo capitalista vigentes en la mayoría de los países -y que se abrieron paso en los países ex socialistas- tenían, supuestamente, un carácter eterno.

Varios autores afirmaban, y lo siguen haciendo, que las ciencias que sirvieron para explicar los diferentes fenómenos sociales han entrado en decadencia, porque la realidad era muy distinta a los años precedentes del fin del siglo XX. Por ejemplo, afirmaban que la Sociología ya resultaba insuficiente, pues tenía como objeto el estudio de la sociedad nacional, en tanto que, en nuestro tiempo, se requiere una nueva ciencia, con nuevos conceptos y con una metodología nueva para estudiar y entender la sociedad global. Es más, fueron más allá y proponían la creación de una ciencia denominada Globología, ciencia que debía ir elaborando sus propios términos, algunos de los cuales ya se utilizaban para describir los fenómenos globales contemporáneos.

Los científicos sociales que abordan con cierto rigor el tema, han considerado que la globalización se puede definir como “la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son moldeados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa”.

Dentro de esta definición caben los temas de la economía, de la política, de la cultura en general, del avance tecnológico en particular, así como los descubrimientos científicos y su inmediata aplicación a la producción, fenómeno, este último, que se ubica en la base de las portentosas conquistas humanas y en los dramáticos cambios que ha experimentado la humanidad en los últimos decenios en sus condiciones de trabajo y formas de vida.

Esos científicos sociales ocultan que la globalización es la globalización del capitalismo, es decir la consolidación del capitalismo como sistema social por todas partes del mundo, independientemente de su naturaleza profundamente injusta e inhumana, como lo ha probado en sus más de 200 años de vigencia, si consideramos que fue a partir del triunfo de la Revolución Francesa de 1789 cuando adquirió un carácter internacional hasta llegar a su fase actual de globalización.

Por lo tanto no se trata, y nadie se atrevería a hablar de una globalización en abstracto o sin nombre. La globalización que conocemos es concretamente la globalización del capital, el predominio de las empresas transnacionales que han atravesado historias y geografías, que han alterado el mapa del mundo y que, en su afán de lucro, no se detienen ante nada.

Precisamente, quienes estudian el fenómeno en cuestión, plantean un problema que se ha venido generando desde la etapa inmediata posterior a la segunda guerra mundial, donde el predominio de los Estados Unidos de Norteamérica, vino aparejado a un desarrollo impetuoso de las corporaciones transnacionales: se trata del tema del Estado-nación que, como sabemos, surge propiamente con el desmoronamiento del feudalismo y la fortificación del capitalismo.

La globalización ha provocado que el Estado-nación entre en crisis, porque muchas de las manifestaciones económicas, políticas, sociales y culturales de la globalización superan y trascienden la extensión territorial de los países que integran la comunidad internacional. Las empresas transnacionales, perteneciendo a un Estado o teniendo su origen en un Estado, no se sujetan a las leyes locales, podríamos decir.

Y a pretexto de la globalización, la misma ONU se ha convertido en ministerio de las colonias de los países capitalistas poderosos, imponiendo sus condiciones económicas y políticas al resto del mundo que se desangra -con una soberanía limitada- por el neoliberalismo y las terribles consecuencia que trae consigo.

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