domingo, 18 de diciembre de 2011

EL IMPERIALISMO EXISTE.

A raíz de los acontecimientos de 1989, cuando se derrumbaron los países socialistas de Europa del Este y empezó la desintegración de la Unión Soviética, los politólogos del imperialismo echaron las campanas al vuelo, anunciando a los cuatro vientos el “triunfo” del capitalismo sobre el socialismo, y desempolvaron una vez más la vieja idea del carácter eterno de dicho sistema que nació plenamente con la Revolución Francesa de 1789.

A partir de entonces los ideólogos de la burguesía trastocaron y alteraron los conceptos fundamentales que la humanidad había concebido para calificar y ubicar a las distintas fuerzas políticas. La derecha, recalcitrante defensora de los intereses del capital, como por arte de magia, empezó a ser calificada como partidaria de la democracia, y sin recato de ninguna naturaleza sus voceros así lo sostenían, sólo que jamás dijeron que se referían a la democracia burguesa. La izquierda, históricamente en la trinchera de las ideas avanzadas y del combate político popular, a su vez fue colocada como una fuerza conservadora y reaccionaria. Le exigían y le exigen todavía que abandone su concepción revolucionaria y hasta la terminología porque, dicen los politólogos modernos, ya no corresponden a la realidad.

Las organizaciones socialistas gobernantes, en los países donde se construía ese régimen, de pronto devinieron en organizaciones conservadoras también, y los enemigos del socialismo, los históricos y los nuevos, por su parte, y ante el asombro de todo el mundo, se convirtieron en partidarios acérrimos de la democracia. Y en la borrachera del supuesto triunfo capitalista, lo que fue una contrarrevolución franca en los países socialistas, se convirtió en “la primera revolución democrática” triunfante sin enfrentamientos violentos.

Pero los politólogos del capitalismo fueron más allá todavía: proclamaron que la humanidad entraba a una etapa en que ya no habría ni socialismo ni capitalismo y, por lo tanto que ya no existía el imperialismo. Que éste había desaparecido, y que toda persona bien nacida, o por lo menos bien informada de lo que ocurría en el planeta tierra, tenía que excluir de su lenguaje el término imperialismo.

Pero la vida real se encargó de demostrar a todo mundo que ni el socialismo desapareció, ni el capitalismo “victorioso” cambió su naturaleza, y que el imperialismo o las manifestaciones imperialistas son cosa de todos los días. Como tampoco desapareció la explotación del ser humano y, en consecuencia, no se borraron las clases sociales ni la lucha entre ellas, a despecho de la machacona frase de solidaridad, que empezó en Polonia con el cobijo y los recursos cuantiosos del Vaticano y llegó hasta México con el neoliberalismo de los tecnócratas, fracasando en todas partes de manera estrepitosa.

Pero volvamos al imperialismo que Lenin desentrañó científicamente, como en su momento lo hizo Carlos Marx con el sistema capitalista. ¿Acaso a partir de 1989 los países capitalistas que se desenvuelven en esa fase dejaron de exportar capitales, explotar los recursos naturales, la mano de obra y los mercados de otros países? Porque si esto fuera, entonces sí estaríamos ante una nueva etapa de desarrollo cualitativamente distinta a la del imperialismo.

Todos los datos y toda la información económica de los organismos financieros y económicos, indican que esos métodos de expoliación en lugar de abandonarse se han refinado, y que al colonialismo, producto genuino del imperialismo, le ha seguido la fase neocolonial bajo el dominio de organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras agencias imperialistas por donde se les quiera ver.

Los países del Tercer Mundo somos, ahora, como no lo habíamos sido antes, exportadores netos de capitales hacia los países ricos, y por eso la brecha económica, científica y tecnológica entre ellos es cada vez más amplia y profunda, y todo indica que en el futuro inmediato crecerá.

¿Y qué acaso no es una manifestación imperialista la conducta arrogante de los yanquis que contraviniendo la esencia del derecho internacional, pretenden ahogar a toda costa a Cuba por el simple hecho de mantenerse firme en su Revolución y, por lo tanto, en la defensa de su soberanía? ¿Acaso la ocupación de Irak, que provocó la muerte de más de 110 mil civiles y destrucciónes materiales incalculables, durante casi 10 años, fue un acto humanitario de los trogloditas yanquis?

¿Y el dominio absoluto que ejercen los norteamericanos en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde imponen sus intereses y caprichos, es acaso una manifestación de solidaridad y fraternidad entre las naciones que integran ese organismo internacional? ¿Y la intromisión yanqui en Afganistán y los asesinatos de la OTAN en Libia y otras partes del mundo, no mantiene el carácter injerencista de los yanquis y sus aliados de Europa?

Y algo más cercano a los mexicanos: ¿acaso la ocupación de los yanquis del territorio nacional con todo tipo de agencias de espionaje e intervención, con el consentimiento de los entreguistas del PAN, es un acto de caridad?

Lo que está claro es que el imperialismo sigue existiendo por la sencilla razón de que el capitalismo sigue siendo capitalismo; que como sistema no ha cambiado de esencia ni su naturaleza ha variado, y no variará. Tiene que ser sustituido por otro sistema que organice mejor al ser humano, a la sociedad y a la humanidad. Para sobrevivir tiene que construir el régimen socialista, muy a pesar de los pesares.

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