domingo, 18 de diciembre de 2011

LA GUERRA YANQUI CONTRA IRAK

(Hoy, domingo 18 de diciembre de 2011, los medios informan que los últimos soldados yanquis abandonaron Irak con destino a Kuwait, y Obama se apresta a recibirlos como héroes. El ejército de ocupación yanqui llegó a contar con 170,000 hombres en el momento de mayor intensidad en su guerra contra Irak y con 505 bases en territorio Iraquí. También se da cuenta que Estados Unidos pagó un alto precio por esta guerra de ocupación: el gobierno yanqui gastó cerca de 770,000 millones de dólares en nueve años, tiempo en el que murieron 4,474 soldados norteamericanos y 32 mil resultaron heridos, según las cifras oficiales de Washington. La ocupación estadounidense, desde el 20 de marzo del 2003, habría provocado también entre 104,035 y 113,680 víctimas civiles en Irak. Esta tragedia se manifestó como una acción más del imperialismo yanqui, como se narra en este artículo escrito cuando daba inicio).


Desde la adopción de la doctrina Monroe por los norteamericanos, desde 1823, los Estados Unidos han mantenido una actitud de agresividad contra el resto de los pueblos del mundo, y sólo se han detenido cuando frente a ellos se encuentra otra potencia con igual capacidad militar. En cierto sentido esa doctrina de corte imperialista sirvió para robarle a México más de la mitad de lo que era su extensión territorial en 1847, en una guerra injusta y de auténtica rapiña.

La agresividad yanqui se acentuó concluida la Primera Guerra Mundial, conflicto en el que emergió como una de las principales potencias en el orbe. Sólo la Alemania nazi, la Italia fascista o el militarismo japonés se le atravesaron a las ambiciones expansionistas de los irredentos norteamericanos. La Segunda Guerra Mundial colocó a Estados Unidos como la primera potencia económica y militar del mundo, sólo con la presencia, y el consecuente enfrentamiento con la Unión Soviética, potencia que rebasó en muchos aspectos a los yanquis y los controló por todo el periodo que se denominó la Guerra Fría.

Concluida ésta con el derrumbe de la Unión Soviética el mundo se encontró, sorpresivamente, en medio de la unipolaridad, es decir, con el dominio único y absoluto de la potencia norteamericana, con la sujeción total de la ONU a los dictados de esa potencia y con una serie de crisis económicas que jamás se habían conocido en otra etapa de la historia mundial.

Precisamente la Organización de las Naciones Unidas, que surgió con la Carta de San Francisco y cuyo propósito fundamental fue evitar otra conflagración mundial, y recurrir a medios pacíficos para solucionar los conflictos internacionales, fue quien se prestó para justificar la agresión del gobierno norteamericano contra Irak, en los primeros años de la década actual, utilizando como pretexto que Sadam Husein había invadido Kuwait. Entonces los norteamericanos contaron con el apoyo de sus pares europeos y con la complicidad de gobiernos como el de Rusia que buscaba hacerse el gracioso para obtener créditos blandos de las instituciones financieras occidentales.

En esa ocasión el mundo entero quedó pasmado frente a las escenas de guerra realizadas por las fuerzas militares dirigidas por George Bush. Por primera vez, a través de la televisión, se observaron escenas bélicas que jamás la humanidad pensó ver. La “guerra de las galaxias” llevadas al plano de la realidad cimbraron a millones y millones en todo el globo terrestre. Estados Unidos se levantaba frente a propios y extraños como la única potencia capaz de inferir un fuerte castigo a quien se opusiera a su voluntad.

Aquella guerra electrónica, donde se utilizaron los más sofisticados aparatos, capaces de detectar cualquier tipo de movimiento en el menor espacio territorial, constituyó no sólo una manifestación innecesaria de fuerza, sino la expresión de que el mundo quedaba vigilado por el gendarme norteamericano. Y que a partir de ese momento, “el nuevo orden internacional” del que habló el propio Bush significaba el orden impuesto por los norteamericanos sin la injerencia de ninguna otra fuerza y sin nadie que se le igualara.

Los recientes bombardeos norteamericanos contra Irak, ahora utilizando como pretexto que el gobierno de Husein se niega a permitir la presencia de observadores en sus bases militares, vuelven a demostrar el carácter agresivo del gobierno presidido por maniático sexual, Bill Clinton, y la doble moral con que la mayoría de los norteamericanos mide la realidad. Pocos se alarman frente a la agresividad, la destrucción y la muerte provocada en Irak por las bombas norteamericanas, pero sí ponen el grito en el cielo por las acciones eróticas realizadas por el presidente Clinton y una muchacha desconocida, en un salón de la Casa Blanca.

Lo cierto es que el “nuevo orden internacional” proclamado por los gobiernos de la Unión Americana, si se expresa como hasta hoy ha ocurrido, con las acciones bélicas de esa potencia, pronto provocará una reacción mundial que coloque al “gendarme” internacional en su lugar, y que se integre un frente amplio de los pueblos que impongan una paz cierta y duradera.

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