viernes, 30 de diciembre de 2011

HACIA EL 2012: CONSOLIDAR LA EXPROPIACIÓN PETROLERA

El pueblo mexicano, encabezado por un gobierno patriota, como fue el del general Lázaro Cárdenas, decretó la expropiación y nacionalización del petróleo, recurso natural que había sido entregado por el régimen de Porfirio Díaz a intereses extranjeros. La medida tomada por Lázaro Cárdenas fue apoyada, de manera decisiva, por el movimiento obrero conducido, en ese tiempo, por Vicente Lombardo Toledano

Después de 73 años algunos han olvidado que el rescate del petróleo fue una decisión histórica, porque con ella México iniciaba la construcción de su segunda independencia: la de carácter económico, base y sustento de la independencia política, pues todo mundo comprende que sin independencia económica no puede existir ningún tipo de soberanía.

La expropiación y nacionalización petrolera tuvo lugar en momentos que Alemania, Italia y Japón, casi ya estaban preparados para iniciar la segunda guerra mundial que tendría, entre otros objetivos, impedir que las antiguas colonias orientaran su desarrollo por la vía independiente y que no prosperara la experiencia que se estaba realizando, en la Unión Soviética, para construir el socialismo.

El rescate del petróleo mexicano fue un extraordinario ejemplo para los países pobres y explotados, a fin de recuperar sus recursos naturales en manos de las compañías transnacionales, que habían surgido como poderosos monopolios en las últimas décadas del siglo XIX, y una decisión trascendental que reafirmó la soberanía como principal atributo de los Estados en el ámbito internacional.

El petróleo mexicano se convirtió, a partir del 18 de marzo de 1938, en el pilar del desarrollo nacional, en la base de los cambios económicos y en el cimiento de la industrialización de nuestro país. Sin la expropiación y nacionalización del petróleo no se pueden explicar las transformaciones económicas y sociales que experimentó México, a partir de la década de los treinta; cambios que nos transformaron de un país predominantemente campesino en un país con predominio de la clase obrera, es decir, que convirtió a México de país agrario en país industrial, con todo lo que esto significó para una nación como la mexicana.

El México de nuestros días, con todas los problemas, algunos de ellos muy graves, agudizados más por el neoliberalismo, no se puede explicar sin remontarnos a 1938, a esa gesta patriótica que desafío la ambición desmedida de dominio del imperialismo yanqui.

Hay que insistir: ha sido el petróleo mexicano el recurso que nos ha permitido mantenernos como nación soberana. Por eso es tan peligroso el proceso privatizador a que está sometido Pemex, desde 1982, invocando varios pretextos, pero que, por ningún motivo, pueden estar sobre el interés nacional de mantener y fortalecer a esa empresa estatal como una empresa propiedad de los mexicanos y que sirva, exclusivamente, al pueblo mexicano y a su desarrollo independiente.

La defensa del interés nacional señala la necesidad de no privatizar la petroquímica, actividad de la que, ahora y en el futuro inmediato, se obtendrán las mayores ganancias dentro de la industria petrolera. No se debe permitir, por ninguna razón, el desmantelamiento de la industria petrolera. Pemex y las actividades derivadas del petróleo, como la petroquímica, deben mantener su carácter de empresas nacionalizadas: al servicio de la nación.

A quienes, desde el gobierno, han estado privatizando lenta, pero permanentemente a Pemex, o a quienes pretenden consumar la desnacionalización del petróleo mexicano hay que recordarles, no razones de orden patriótico o nacional, porque no las entenderían, sino la situación de aquellas naciones del mundo, que no tienen petróleo; que por esa carencia han visto impedido cualquier tipo de desarrollo, lo que ha obligado a muchas de ellas a realizar búsquedas y continuar con estudios para localizar ese recurso que será, por algún tiempo más, necesario para la producción y el desarrollo económico.

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