sábado, 3 de diciembre de 2011

HOMO VIDENS. La sociedad teledirigida

(Giovanni Sartori publicó su libro en Italia en 1997, en México se publicó un año después, año en el que escribí este artículo. Lo que afirmó Sartori hace 13 años sigue moviendo a la reflexión, razón por la cual lo incorporo al blog)

Con el título que encabeza esta colaboración, el politólogo italiano Giovanni Sartori -uno de los mayores protagonistas del debate político-cultural contemporáneo- publicó un libro de reciente edición en México, donde examina, con seriedad, las consecuencias que la televisión tiene para el ser humano y los cambios fundamentales que se están dando en su percepción.

El autor afirma que la tesis de fondo que sostiene en dicho trabajo “es que el video está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen”.

Agrega que “el mundo en que vivimos se apoya sobre los frágiles hombros del “video-niño”: un novísimo ejemplar de ser humano educado en el tele-ver -delante de un televisor- incluso antes de saber leer y escribir, lo cual nos lleva a un ver sin entender”.

Con la televisión -dice el autor- los espectadores pueden ver cosas que ocurren en cualquier sitio, sin importar el lugar y la distancia. En la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, y el telespectador se convierte en un animal vidente, con lo cual se va apagando la capacidad de abstracción que el ser humano alcanzó con el uso de la palabra. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo se atrofia la capacidad de abstracción y con ella toda la capacidad de entender. Así, el homo sapiens es sustituido por el homo videns .

Hacia finales del siglo XX, sintetiza Sartori, el hombre ha entrado en crisis, una crisis de pérdida de conocimiento y de capacidad de saber.

Más adelante, el autor habla de la video-política para destacar el inmenso poder que tiene la televisión sobre los procesos políticos y, de manera principal, sobre los procesos electorales, lo que explica el subtítulo de su libro: “La sociedad teledirigida”.

En la era televisiva, a la cual augura todavía una larga vida, a pesar de las innovaciones tecnológicas y la incorporación de la Internet, la opinión pública es formada por el televisor, aparato que existe en todos los hogares, y en millones de ellos existen varios aparatos, lo que ocasiona, entre otros fenómenos, el aislamiento de los miembros de una misma familia, al pasar horas y horas frente al televisor, sin comunicación entre sí.

A pesar de la fuerza de la imagen y de su contundencia, la televisión malinforma, informa poco y desinforma. Además, la información tiene que ser excitante a cualquier precio, por eso se privilegia la excentricidad, el ataque y la agresividad. Cuanto más descabellada una tesis, mejor. El resultado es que, en la televisión destacan los charlatanes, los pensadores mediocres, los que buscan la novedad a toda costa, y quedan en la sombra las personas serias, las que de verdad piensan, dice el autor.

Sartori precisa: “Por lo general, la televisión lleva a las pantallas sólo a quien ataca, al que se agita, de tal modo que la protesta se convierte en un protagonista desproporcionado que siempre actúa sinceramente”.

La televisión, por transmitir imagen, da la sensación al espectador que lo que ve es verdad, que los hechos vistos por él realmente suceden. La fuerza de la imagen hace la mentira más eficaz y, en consecuencia, más peligrosa. Para mentir a través de la televisión sólo hacen falta unas tijeras.

En los procesos electorales la televisión tiene una fuerza avasalladora: la televisión personaliza las elecciones, pues en la pantalla no se ven programas partidarios sino personas; lo que destaca es el rostro, la imagen. Los candidatos pueden ganar una elección prácticamente sin partido organizado, como sucedió en Brasil con el presidente Collor, y habría que agregar aquí en México, el caso del panista Fernández de Cevallos, que, además, aplicó en el debate con Cárdenas y Zedillo, la técnica televisiva de la agresividad, aunque para fortuna de todos, no ganó la elección.

De manera que nos encontramos ya inmersos en las video-elecciones, que influyen a un ciudadano que ve, pero que no lee, un homo videns, en crisis de conocimientos, que empezó a formarse hace 50 años, con la aparición de la televisión.

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