lunes, 12 de diciembre de 2011

INTERNET, ¿HERRAMIENTA DE LIBERACIÓN O DE DOMINIO?

A mitad de 1998, cuando había más interrogantes que respuestas sobre Internet, publiqué este artículo después de haber leído el libro que se menciona en seguida. Hoy quizá esa obra quede registrada en los anales de la historia, sobre todo por los cambios tan vertiginosos que se han dado en la materia que aborda. Al parecer, en nuestros días Internet empieza a jugar o está jugando la doble función que se señala en la interrogante que aparece encabezando este artículo: se ha convertido en una herramienta de liberación, como lo muestra el papel que ha jugado en los levantamientos populares de diversas latitudes del mundo, pero ya comienza a ser utilizado, al menos hasta el momento, como una herramienta de espionaje, porque los imperialistas quieren mantener su dominio.

Acabo de terminar la lectura del libro publicado por la editorial OCEANO, escrito por Víctor Flores Olea y Rosa Elena Gaspar de Alba, con el título Internet y la revolución cibernética, que salió a la venta hace menos de un año, y en el que sus autores hacen algunas reflexiones valiosas en torno a la difusión y el uso que se está haciendo de Internet.

En esta obra sus autores recuerdan que el proyecto inicial de Internet, bajo la denominación de Apernet, fue patrocinado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, con el propósito de vincular a grupos de investigadores de alto nivel en varias universidades de Norteamérica, pero muy pronto ese proyecto se vinculó a la idea de impedir que, en una catástrofe nuclear, se dañara o destruyera la red de comunicaciones del ejército y del gobierno de los Estados Unidos.

Para evitar esa posibilidad, se pensó en una red de comunicaciones y de transmisión absolutamente descentralizada, que no dependiera de un cerebro central y único; algo así como una “tela de araña” que fuera invulnerable a los efectos destructivos de un ataque atómico. Así sería imposible destruir una red que prácticamente no existía.

En relación con la presencia y desarrollo de Internet en México, los autores del libro nos recuerdan que hace menos de diez años se inició la conexión de algunas instituciones de enseñanza superior con universidades norteamericanas, como el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, la UNAM, la Universidad de las Américas, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Oriente (ITESO), la Universidad de Guadalajara, y, finalmente CONACyT y la SEP, lo que representó, en el inicio, un interés propiamente académico y de investigación.

Para 1995 lo que se había iniciado como un proyecto académico, se extendió rápidamente al campo empresarial, de los negocios y de los servicios.

Los mismos autores señalan que a través de Internet se presta una enorme variedad de servicios: enciclopedias, periódicos, revistas, información rápida sobre varios aspectos, libros completos, información artística, económica, política, científica, así como publicaciones personalizadas, reservación de aviones, realización de compras y ventas, y muchos servicios más.

La expansión de Internet ha sido tan acelerada, que hoy (1997) se calcula la existencia de más de 50 millones de computadoras entrelazadas en más de cincuenta países. Y se calcula, según los propios autores, que para el año 2000 existirán más de 300 millones de usuarios de Internet. Se piensa que en un futuro cercano Internet absorberá las funciones actuales de televisión, el teléfono y las ediciones convencionales, sin que se requieran las instalaciones actuales que las hacen posible.

Textualmente dicen los autores que “como individuos, a través de Internet, “viajamos” por el planeta a voluntad y podemos seleccionar libremente nuestros corresponsales. Las alternativas de la vida se ensanchan en la medida en que conocemos de primera mano los problemas y las alternativas de solución que se discuten en otros lugares. El provincianismo tiende a desvanecerse: los hombres y mujeres de un lugar participan de otras preocupaciones y perspectivas. La aldea local se convierte efectivamente en una aldea global.

Inclusive, en la euforia incontrolada se habla ya de la “teledemocracia” o “democracia electrónica”, a través de la cual electores y gobernantes tendrían contacto permanente. También se habla de las “cibertiendas” cuya presencia ha invadido la red.

Al margen de estos datos que son útiles para entender el fenómeno electrónico que invade los hogares, las oficinas y cambia las costumbres de la gente, que sin duda es de gran utilidad, se ha planteado el peligro real de que Internet sea un instrumento de la más alta tecnología que pronto se encuentre controlado por los grandes intereses económicos, y sea el vehículo para uniformar culturalmente a todo el mundo, lo que representaría un tipo de globalización al que invariablemente han aspirado los que ahora se sienten dueños del mundo, aparentemente sin enemigo al frente.

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