martes, 31 de enero de 2012

ES URGENTE FORTALECER LA SOBERANÍA NACIONAL

Dice el marxista italiano Antonio Gramsci que en política el mejor método pedagógico es la repetición. Me atengo a esta aseveración, que es correcta, para reiterar varias reflexiones sobre la situación de México, y las propuestas urgentes que deben aplicarse para superar los graves problemas que aquejan a los mexicanos.

La globalización mundial que se manifiesta en la exigencia de las grandes potencias capitalistas de nuevos y más amplios mercados, en el libre tránsito de mercancías, capitales, bienes, servicios y personas tiene, entre otro de sus objetivos, una nueva división internacional del trabajo que adjudica a los países pobres también un nuevo papel, no sólo como surtidores de materias primas y exportadores de capital, sino como receptores de plantas productivas obsoletas, lo que profundiza la brecha tecnológica entre los poderosos y los débiles, afectando peligrosamente la soberanía de éstos últimos.

Se ha dicho, con razón, que la guerras del futuro serán de carácter económico más que militar, no sólo por la lucha que se da entre las grandes potencias capitalistas, sino por la acción conjunta y concertada que realizan esas potencias para repartirse los mercados mundiales.

Particularmente el proceso globalizador exige se borren política y económicamente las fronteras de los Estados que integran la comunidad internacional. Su poder es tal que, por ejemplo, al gobierno mexicano le impusieron condiciones leoninas para aplicar el neoliberalismo es su más criminal dimensión.

Alguien llegó a señalar que algunas de las acciones de los gobiernos sometidos fueron propiamente una rendición en tiempos de “paz”.

La cada vez más amplia brecha tecnológica y científica impuesta por los poderosos, la pretensión de desaparecer las fronteras materiales y la consolidación del dominio económico sobre los países pobres, constituyen una violenta ofensiva contra la soberanía de las naciones, atributo estatal que estorba el total y absoluto dominio de los países imperialistas.

Por lo tanto cualquier programa y toda acción de las fuerzas políticas de México, particularmente aquellas que se precien de representar y defender los intereses nacionales, tiene que colocar en primer lugar un capítulo relativo a la defensa de la soberanía nacional, lo cual significa que además de luchar para mantener la integridad territorial de México, hay que hacerlo para garantizar la paz en el mundo, condición esencial para el desarrollo de los países y el progreso social de los pueblos.

La defensa de la soberanía comprende, también, la necesidad de aplicar, en las relaciones internacionales, los principios como el de la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de la controversias, la proscripción de la amenaza y el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la abolición de las armas y de los ensayos nucleares, la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarrollo, entre otros.

En el caso concreto de México, la defensa de la soberanía pasa por la cancelación de la impagable e incobrable deuda externa, que se ha convertido en un mecanismo de saqueo de nuestros recursos y de las riquezas generadas por los trabajadores mexicanos.

Al mismo tiempo la soberanía nacional será posible y sólo se fortalecerá si existe un importante desarrollo de las fuerzas productivas de la nación y si dejamos de ser rehenes de la inversión extranjera, la cual requiere una regulación legal de tal manera que juegue, en realidad, un papel complementario y en los renglones que lo requiera el desarrollo del país.

También es urgente que México establezca relaciones económicas y, particularmente, comerciales con todos los países del mundo en un plano de igualdad y mutuo beneficio, porque hoy estamos más sujetos y, en consecuencia, somos más dependientes de la economía norteamericana, con el peligro que esto entraña para el ejercicio real de la soberanía nacional.

Sin duda, un aspecto fundamental en los tiempos modernos que tiene que ver con la verdadera soberanía, es la capacidad tecnológica y científica para asegurar el desarrollo y el progreso. Se requiere urgentemente canalizar un elevado presupuesto, en la investigación, con recursos públicos, para desarrollar nuevas tecnologías y conocimientos en la producción de bienes y servicios.

La real y verdadera defensa de la soberanía nacional requiere abandonar el neoliberalismo, regresar a la inversión pública y planear el desarrollo económico teniendo en cuenta, en primer lugar, los intereses de la nación y del pueblo, como requiere, también, la intervención del pueblo en la aprobación de los acuerdos internacionales, muchos de los cuales lesionan sus intereses.

En fin, la defensa de la naturaleza y la cooperación más amplia a nivel internacional para impedir la degradación del medio ambiente, es otra medida que debe aplicarse para una eficaz defensa de nuestra soberanía, sin la cual ningún avance es posible.

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