domingo, 8 de enero de 2012

LOS TECNÓCRATAS EMPOBRECIERON AL PUEBLO MEXICANO

Los estragos causados por el neoliberalismo han dejado un pueblo sumido en la pobreza y la desesperación. En poco tiempo los tecnócratas lograron lo que en América del Sur consiguieron los regímenes militares. Ya en 1996, año en que escribí este artículo, los efectos de ese modelo eran desastrosos, y para las grandes masas populares quedaba claro que se trataba de un modelo impuesto desde el exterior, y no concebido por los irresponsables funcionarios que presumían sus títulos obtenidos en universidades de Estados Unidos o Europa, donde les lavaron el cerebro para que –como peones- lo aplicaran en México. Para desgracia de nuestro país esos tecnócratas, dentro de los que se cuentan Carlos Salinas, Guillermo Ortiz, Ángel Gurría, Pedro Aspe, Ernesto Zedillo, Ángel Gurría, Jaime Serra Puche, Patricio Chirinos, Luis Téllez, entre otros, conservan posiciones relevantes y se han agrupado para influir, a fondo, en el candidato presidencial del PRI.


Resulta claro que los tecnócratas no podrán eludir la responsabilidad política de haber hundido a México en la mayor y más peligrosa dependencia económica respecto del mercado norteamericano, pero tampoco podrán eludir la responsabilidad política, moral e histórica de haber sumido a nuestro pueblo en la pobreza y en la miseria.

La única política responsable de este desastre nacional es el conjunto de medidas aplicadas desde 1982. Esas “políticas jóvenes”, léase neoliberales, con plena conciencia de quienes las aplicaron, empobrecieron al pueblo, al establecer salarios de hambre, dizque para convertir la economía mexicana en exportadora, para lo cual no dudaron en deprimir, hasta los niveles más bajos, el poder adquisitivo de los trabajadores.

Ricardo García Sáinz, ex funcionario público y al que evidentemente no se le puede acusar de comunista o algo por el estilo, nos recuerda en una ponencia que presentó en el foro Compromisos por la Nación, que la remuneración en Ginebra es 20 veces mayor que la de México; la de Buenos Aires, 2.5 veces, la de Sao Paulo, 2.4 veces, y en las remuneraciones promedio de 48 ciudades del mundo, sólo Manila, Laos, Jakarta y El Cairo están por debajo de las mexicanas.

Y proporciona otros datos: frente a un incremento de la productividad del 27% en los últimos años, el salario tuvo un incremento de 11%.

¿Esta criminal política de contención salarial se debe a la intervención del Estado en la economía? ¿Fueron los gobiernos anteriores a 1982 los que establecieron salarios de hambre que colocaron a México casi como campeón mundial de los salarios más bajos?

La situación de los campesinos se está volviendo catastrófica. Allí se concentra el 80% de los pobres que el neoliberalismo ha creado en México. Pero la caída de la producción agrícola -lo recuerda el propio García Sáinz- cayó entre 1985 y 1994 en un 6%, y la producción de básicos en un 9%, como resultado de las políticas neoliberales. Y finalmente, para no abundar en más cifras al alcance de los mexicanos en los datos nada confiables de INEGI: el índice general de precios aumentó, entre 1990 y 1995, en 239%, en tanto que el precio de los productos agropecuarios se elevó 105%.

Como se conoce y sabe, los gobiernos neoliberales de México, particularmente el de Salinas de Gortari, han sido colocados en los primerísimos lugares en el proceso privatizador que, hay que repetirlo una vez más, ha sido un proceso desnacionalizador, concentrador de la riqueza en manos de unos cuantos privilegiados, generador de desempleo y graves desajustes económicos, y también ha significado un despojo, a plena luz del día, del patrimonio del pueblo mexicano. Se trata de otro campeonato mundial avalado por los órganos financieros y económicos del imperialismo mundial, como el Fondo Monetario Internacional y en Banco Mundial.

Los resultados sociales del neoliberalismo han sido verdaderamente catastróficos: de 93 millones de mexicanos, más de 60 millones viven en la pobreza, por abajo de los niveles de subsistencia, y un poco más de la mitad de los sesenta, es decir más de 30 millones de compatriotas se debaten en la miseria, que los tecnicismos neoliberales no pueden ocultar.

Todo este cuadro social lleno de dramatismo se ha creado entre 1982 y 1996, cuando ya no gobernaba al país Adolfo López Mateos, Días Ordaz, Luis Echeverría o José López Portillo, es decir los gobiernos representativos de la intervención del Estado en la vida económica, sino cuando han gobernado Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

Las palabras o las cifras manipuladas no pueden cambiar la realidad de millones y millones de mexicanos: hay, por la propia naturaleza injusta del neoliberalismo, total incapacidad para atender las necesidades humanas como ha quedado plenamente demostrado en los 14 últimos años, aunque el propio titular del ejecutivo federal quiera cargar la culpa de los estragos del neoliberalismo al Estado interventor, que él califica despectivamente de estatismo.

¿Con qué elementos, con qué argumentos considera Zedillo que puede derrotar los avances alcanzados por el pueblo mexicano bajo la intervención del Estado? Y sobre todo, ¿cómo podrá probar las bondades que él atribuye al neoliberalismo, cuando todos los mexicanos, a excepción de los beneficiarios de esa política, hemos sido, de una manera o de otra, víctimas de esa política que mata a un mayor número de mexicanos, les ha reducido su nivel de vida, los deja sin empleo, sin educación, sin vivienda y sin atención médica, y los obliga a pasar la frontera norte para no morir de hambre?

Una patria dependiente, sometida a intereses del exterior y un pueblo pobre y en la miseria es el legado del neoliberalismo. ¿Hasta cuándo?

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