sábado, 21 de enero de 2012

ES NECESARIO ENJUICIAR Y CASTIGAR A CARLOS SALINAS.

La Dirección del Partido Popular Socialista de la que formé parte, cuando el dirigente nacional era el Ingeniero Jorge Cruickshank García, mantuvo un enfrentamiento permanente con Carlos Salinas de Gortari, desde que fue Secretario de Programación y Presupuesto y ya siendo titular del ejecutivo federal.

En este artículo, escrito en 1995 con el título que lo encabeza, se describen algunas de las actitudes cínicas de Salinas, ese negro personaje en la historia de México y responsable de muchos de los daños que sufre México. El repudio de que es objeto este sujeto por el pueblo le dan, históricamente, la razón a la política del PPS de entonces.

El texto de ese artículo es el siguiente:


Los últimos días se han caracterizado por un verdadero escándalo político, que tiene su origen en la conducta constitutiva de delitos de varios miembros de la familia Salinas de Gortari que incluye, desde luego, la del ex presidente.

El pueblo mexicano recuerda su decisión, expresada en las urnas en 1988, de no votar mayoritariamente por el entonces candidato presidencial del PRI, porque era bien conocida su tendencia neoliberal, sus excesivas ambiciones personales y, seguramente, sus desajustes psíquicos, que merecieron grandes espacios en los medios de comunicación escritos, como el muy comentado asesinato de la niña de 13 años que trabajaba en su casa como sirvienta, hecho ante el cual, y según las versiones de la prensa de ese tiempo, Salinas se proclamó héroe, cuando él apenas tenía 7 años de edad.

Seguramente en el partido del gobierno no recuerdan a ningún otro candidato presidencial que haya sido tan repudiado por el pueblo mexicano, como Carlos Salinas, a grado tal que en la Laguna fue agredido físicamente, y no logró superar el rencor que le produjo ese hecho, por lo que declaró, en Necaxa, Puebla, que sus amigos recibirían todo su apoyo y advirtió a sus enemigos para que se atuvieran a las consecuencias.

No tardó ni un mes, después de asumir el poder, cuando la emprendió violentamente contra el sindicato de los petroleros y se pasó todo el sexenio agrediendo, en una actitud enfermiza, al movimiento obrero y a las fuerzas progresistas del país. De manera especial inició un severo ataque contra los postulados avanzados de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En el acto mismo de la protesta, Carlos Salinas violó la Constitución nacional al tener como invitado al clero católico, como representante de la Iglesia, cuando la norma constitucional no les reconocía personalidad jurídica.

Recuerdo que, siendo diputado federal, en la LIV legislatura del Congreso de la Unión, y en nombre de la fracción parlamentaria del PPS, el 6 de diciembre de 1988 denuncié a Carlos Salinas, desde la tribuna de la Cámara de Diputados, como violador de la Constitución, a la que había jurado respetar apenas hacía una semana. Y recuerdo también la conducta sumamente violenta de la diputación panista, que para entonces ya estaba muy comprometida con Salinas, y las majaderías que partían desde las curules de la reacción, cuyas diputadas se quitaron los zapatos y amenazantes los querían lanzar contra mí, como consta en una fotografía que apareció, al otro día, en La Jornada.

Durante los seis años de gobierno de Salinas, profundizó la política económica iniciada con Miguel de la Madrid, mediante el llamado cambio estructural, que en realidad era un abandono vergonzante del camino trazado por la Revolución Mexicana, a la que el propio Salinas, en uno de sus informes no tuvo empacho en calificar como un mito.

Salinas, desde la Presidencia de la República, despojó al pueblo mexicano de su patrimonio al poner en remate cientos de empresas propiedad de la nación, en cuya dirección puso a los enemigos del sector estatal de la economía y, después, las sometió a una violenta campaña de desprestigio, previa reducción de recursos para profundizar los problemas financieros que muchas de ellas tenían.

Si se investigara un poco el llamado proceso de privatización, mediante el cual se desnacionalizó una gran parte de las empresas estatales, se destaparía otra cloaca que permitiría fincar claras responsabilidades de orden penal contra el ex presidente y los funcionarios que intervinieron.

Así como están las cosas es muy probable que mucho del dinero producto de las privatizaciones se encuentre en bancos extranjeros, y que “la venta de los bienes para remediar males”, como cínicamente lo sostuvo el propio Salinas, se hayan utilizado para aumentar fortunas personales.

Hoy queda a la vista de todos los mexicanos el alto grado de corrupción no sólo del gobierno de Salinas, sino de la llamada presuntuosamente generación del cambio, verdadera banda de asaltantes, estafadores y forajidos, frente a los cuales palidecen los reaccionarios que ocuparon el gobierno en otros tiempos.

Por todo el daño que le ocasionó a la nación y al pueblo, Carlos Salinas, debe comparecer ante los tribunales judiciales para declarar lo que sabe respecto a los asesinatos o los múltiples actos de corrupción de sus familiares y protegidos, pero sobre todo para ser juzgado y castigado como un traidor a la patria. Sin embargo esto no será posible si en la Procuraduría General de la República sigue un leguleyo como Lozano Gracia, pues parece que fue puesto ahí para brindarle protección a Carlos Salinas, en recompensa de las múltiples concesiones que recibieron los panistas y la íntima relación que mantuvieron con él lo que, dicho sea una vez más, hace al PAN cómplice de todas las atrocidades cometidas durante el sexenio de Salinas.

Pero además, ya basta de circo para entretener a los mexicanos, porque en medio del escándalo, el gobierno está rematando la petroquímica, los puertos y aeropuertos, los ferrocarriles; busca privatizar el Seguro Social y otras empresas y actividades. Y esto hay que decirlo ahora, y no a toro pasado.

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