viernes, 20 de enero de 2012

LA INTOLERANCIA CLERICAL EN PLENO SIGLO XXI

Este artículo lo escribí cuando se legalizó el aborto en el Distrito federal, decisión que provocó la ira clerical y revivió la intolerancia que lo caracteriza.

Parece increíble que en el siglo XXI, después que la ciencia y la tecnología han posado al hombre en la superficie de la Luna y están cerca de colocarlo en Marte; después de los portentosos cambios científicos revolucionarios en casi todas las esferas de la actividad humana que lo alejan, cada vez más, de la ignorancia y la incertidumbre, salgan algunos representantes de las ideas más atrasadas, invocadas allá por el siglo XVI, y desde el púlpito pretendan el castigo de quienes no piensan como ellos y, lo peor, los amenacen con el fuego eterno. ¡Verdaderamente increíble!

A pretexto de una nueva legislación que despenaliza el aborto en el Distrito Federal, el clero se ha embarcado en otra cruzada de dimensiones provocadoras, a grado tal que, en su incapacidad para movilizar a su favor la opinión pública del país, ha llamado abiertamente a desobedecer la ley, invocando una supuesta defensa de la vida, que nadie cree si se recuerdan los horrores de la Santa Inquisición o, en su momento, del Santo Oficio.

Desde que se conoció el proyecto sobre el tema del aborto, cada misa fue convertida en un mitin político descalificando, a diestra y siniestra, a los legisladores del Distrito Federal. Y una vez que se aprobó, hicieron su aparición en el escenario político personajes clericales del pasado. La ignorancia, la intolerancia, la grosería, la blasfemia fueron sus únicos “argumentos”.

Esta actitud retadora del clero, francamente violatorio del régimen legal, en mucho se debe a la abierta complicidad del gobierno de Felipe Calderón, que lo deja hacer y deshacer, pues parten de las mismas ideas sobre el tema, como se comprobó con lo dicho por la esposa de Calderón.

Otra vez, como en el siglo XVI, el clero dio rienda suelta al odio que siente por toda manifestación de libertad. Se vuelve a sentir, como hace 500 años, amo y señor de personas y conciencias sólo para hacer, hay que decirlo claramente, el ridículo, porque por más que vocifera, muy pocos le hacen caso.

Lo que le ocurrió al clero en el tema del aborto, ya le había sucedido con los anticonceptivos. Se opuso y se opone a ellos, pero millones de mujeres católicas los utilizan. Y en el colmo del cinismo –como lo denunció hace muchos años, el investigador David Yallop- la iglesia era la principal accionista de laboratorios que producían anticonceptivos. Esa es la estatura moral del clero.

Pero volviendo a la intolerancia, hay que decir que esta es una característica propia e inconfundible del clero a través de su historia. Causa indignación releer el decreto de excomunión contra el Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla, lanzado por el obispo Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán, no en el siglo XVI, sino a principios del XIX, es decir, hace aproximadamente 200 años, documento que ha sido tan recordado en estos días de excomuniones. Reproduzco textualmente parte de ese decreto:

“Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber, en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cancando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos”.

“Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies, y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él…” Hasta aquí porque da asco.

Este decreto, que contiene una enorme crueldad, un fanatismo enfermizo y un odio increíble, pero que es un documento oficial de la iglesia católica, redactado seguramente por un desquiciado, es el que sirve de base a los nuevos Abad y Queipo del siglo XXI. Es un verdadero monumento a la estupidez.

Y es Miguel Hidalgo, junto a Juárez y Morelos, el héroe nacional más querido y respetado del pueblo mexicano.

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