viernes, 20 de enero de 2012

LA DEPENDENCIA ECONÓMICA DE MÉXICO, UN PELIGRO

Desde hace tiempo las fuerzas progresistas del país han demandado que se diversifiquen las relaciones económicas de México con el resto del mundo, porque la dependencia que la economía mexicana tiene respecto a la norteamericana constituye un peligro para nuestro desarrollo soberano.

Esa demanda no fue escuchada. Al contrario, la política económica aplicada en el último cuarto de siglo por los neoliberales profundizaron esa dependencia, y el capital yanqui ocupa hoy posiciones estratégicas de la economía nacional. Es más, con un alto grado de irresponsabilidad los peones que aquí tiene el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el capital extranjero afirmaron que en la época de la globalización, lo mejor para países como el nuestro es abrir, de par en par, sus fronteras para recibir las “carretilladas” de dólares de la inversión extranjera directa. Y no sólo lo dijeron, sino que pusieron manos a la obra y, entre otras cosas, firmaron con Canadá y Estados Unidos de Norteamérica el Tratado de Libre Comercio.

La inmensa mayoría de economistas mexicanos que no comparten o que de plano rechazan el neoliberalismo han señalado, una y otra vez, las funestas consecuencias que esa política ha tenido en la economía mexicana y para nuestro pueblo.

Ha crecido peligrosamente la dependencia económica de México. Conservadoramente se calcula que el 90% de las exportaciones manufactureras mexicanas van a EE.UU. México importa de allá el 60% de los alimentos que consumen los mexicanos. Capitales y empresas extranjeras ejercen un fuerte dominio en el mercado bancario mexicano.

Con la entrega del sistema bancario al capital extranjero, México perdió la capacidad para administrar el dinero, que como afirman algunos estudiosos del tema, “está en el centro de todo el proceso económico”. Ahora las decisiones, en esa materia, se toman en Nueva York, en Madrid, en Canadá o en Honk Kong.

A capitales norteamericanos regresaron parte de los ferrocarriles, que la Revolución Mexicana rescató para nuestra nación. Ya tienen inversión considerable en la generación y venta de electricidad. Es una empresa yanqui, metida en líos internacionales, la que ha recibido un trato privilegiado por los gobiernos panistas en materia de exploración petrolera.

Además, capitales norteamericanos tienen presencia dominante en la industria automotriz y de autopartes, en comercio, construcción, seguros, electrónica, minería, telecomunicaciones, industria textil, industria farmacéutica, hotelería, informática, etc. etc.

Los efectos sociales están a la vista de todos : el aumento de los mexicanos que viven en la miseria; el crecimiento, jamás visto, del número de compatriotas que son materialmente expulsados de la ciudad y del campo y que se van a territorio norteamericano en busca de trabajo; la pérdida de la soberanía alimentaria que obliga a comprar en EE:UU aproximadamente el 25 % del maíz y más del 30 % de la carne que se consumen en México; la desnutrición que afecta a millones de nuestros compatriotas; la crisis recurrente del campo mexicano; el desempleo masivo y el crecimiento del número de mexicanos dedicados al mal llamado comercio informal; el crecimiento alarmante del crimen organizado, de manera particular el narcotráfico.

Se mantiene el círculo vicioso de vender materias primas baratas y comprar productos caros del extranjero, principalmente de Estados Unidos. Y ya ni hablar del incremento de la deuda externa y otras cosas que por ser tan cotidianas no advertimos como efectos de la dependencia económica.

En su inconciencia, o más bien en su clara conciencia neoliberal, los de aquí y los de allá, los del PAN y los del PRI, pregonaron a los cuatro vientos que el imperialismo ya había desaparecido, que nuevos rasgos económicos caracterizaban la economía global, que ahora la interdependencia económica lo abarcaba todo. Pero la realidad es la realidad: el dominio brutal que ejerce la economía yanqui sobre la mexicana es un rasgo del imperialismo, entendido como un fenómeno económico que se proyecta al campo político.

Finalmente, este breve recuento de la dependencia económica mexicana, que no agota todas sus manifestaciones, nos indica –y para ello no es necesario ser economista o experto en comercio internacional- que cualquier problema que se presente en la economía norteamericana tiene efectos multiplicadores aquí. La recesión o desaceleración económica en ese país del norte nos causan severos daños.

Ahora ya no es una bandera sólo de los sectores progresistas del país la urgente necesidad de diversificar nuestras relaciones económicas con todo el mundo, sino una medida de sobrevivencia como nación independiente. A ese grado nos ha conducido el neoliberalismo.

1 comentario: