sábado, 4 de febrero de 2012

ORÍGEN DE LA GRANDEZA AZTECA

Los aztecas de filiación nahua, también llamados mexicas o tenochcas, habían sido una tribu guerrera y nómada de cazadores y recolectores, proveniente de la región semiárida del norte de México. El origen de los mexicas se sitúa entre los grupos hablantes de náhuatl del norte del actual México y antecesores de los asentados durante la llamada etapa chichimeca.

El sabio Lewis H. Morgan afirma que los aztecas eran una de las siete tribus que habían salido desde el norte y que, finalmente, se asentaron en el Valle de México y cerca de él. Remitiéndose a estudios anteriores, Morgan recuerda cronológicamente la llegada de las siete tribus, empezando por los Sochimilcas, “Nación de las semillas de flores”, los Chalcas “Pueblo de las Bocas”, los Tepanecas “Pueblo del Puente”, los Culhuas “Pueblo Encorvado”, los Tlatluicanos “Hombres de la Sierra”, los Tlascalanos “Hombres de Pan”, y los Aztecas.

Lo relevante de este enfoque que hace suyo Morgan es que demuestra que las siete tribus tenían un origen común, por dos razones, pues todas ellas venían del norte y compartían dialectos.

La palabra azteca tiene su origen en una legendaria tierra del norte llamada Aztlán. Antes de establecerse en México-Tenochtitlan se pasaron, entre ciento cincuenta y doscientos años, buscando un lugar apropiado, lo que ocurrió, aproximadamente, entre los siglos XII y XIV de nuestra era.

Se dice que llegaron al Valle de México a principios del siglo XII, procedentes de Aztlán, situada en algún punto desconocido del noroeste de México, convencidos por el dios Huitzilopochtli para buscar un sitio nuevo. Tras un camino largo y duro llegaron al Valle de México.

En palabras de Jacques Soustelle, antropólogo de origen francés, prestigiado en materia prehispánica, “Tláloc y Quetzalcóatl reinaban desde hacía muchos siglos, desde milenios quizás, en los pueblos del México central, cuando una pequeña tribu inculta y miserable emprendió su lenta migración hacia el Sur, a través de desiertos de cactus. A la cabeza marchaban los “cargadores de los dioses”, sacerdotes-soldados que llevaban sobre sus espaldas el divino fardo. En las páginas de los manuscritos antiguos se les ve encorvados bajo un tosco bulto del que sobresale una enorme cabeza de colibrí. Huitzilopochtli se les aparecía y les hablaba. En cada etapa expresaba sus oráculos, siempre para decir: ¡más lejos! ¡más lejos! Refiere la tradición que algunos se rebelaron, cansados de servir a este dios perpetuamente insatisfecho, y la tribu se dividió. Pero el núcleo de los fieles permaneció agrupado en torno al extraño pájaro. La marcha duró siglo y medio, peregrinación interrumpida por combates, desilusiones y derrotas, hasta el día en que los errantes se detuvieron finalmente en las ciénagas, en medio del carrizal, allí donde apareció la señal prometida: un águila, posada sobre un nopal, que tenía en su pico una serpiente. Allí se fundó, alrededor de un rudimentario templo de Huitzilopochtli, el poblado lacustre que se convertiría en la ciudad de México”.

Fundaron la ciudad que denominaron México-Tenochtitlan, en el islote de Tenochtitlan, en el año 1325, era una isla en medio del lago Texcoco. “…allí será nuestra ciudad México-Tenochtitlán, allí donde el águila lanza su grito, abre sus alas y come… allí donde la serpiente es devorada”.

Se calcula que, en su época de mayor esplendor, en México-Tenochtitlán llegaron a vivir en ella cerca de 500 mil habitantes.

El mismo Soustelle nos recuerda que en “la época en que Cristóbal Colón embarcaba rumbo a lo que él cree la India, Huitzilopochtli es el dios supremo de un imperio. Su teocalli domina la ciudad como la ciudad domina el país mexicano. El dios que se transportaba a lomo de hombre, bajo el sol y en medio del polvo del desierto, envuelto en toscos tejidos de fibras, domina ahora en lo alto de una pirámide y su estatua está cubierta de mantos de plumas resplandecientes…el errante de ayer está hoy dotado de una genealogía y un mito: los sacerdotes explican que nació milagrosamente, en la montaña de las serpientes, de una diosa fecundada por un copo de plumas caído del cielo; que apenas nacido debió exterminar a las estrellas del Sur y a la divinidad de la noche…”

Como hoy se sabe, con precisión, en su periodo maduro, la mayor parte de la población azteca estaba integrada por artesanos, agricultores, servidores públicos, que se organizaban en grupos de parentesco llamados calpulli, del náhuatl “calpulle” que significa ‘casa grande’ o ‘caserío’, y que era el territorio y unidad social, base de la estructura política, económica, social, religiosa y militar dentro de la organización azteca. Varios calpulli estaban especializados en alguna actividad y se hallaban unidos en barrios. En Tenochtitlan había, aproximadamente 20 calpullis.
Los aztecas se asentaron sobre un rico territorio lacustre que les ofrecía grandes pasibilidades para el desarrollo de la agricultura, la pesca y el comercio. La economía azteca fue principalmente agrícola, ellos realizaban el cultivo del maíz y del frijol, principalmente, destacando el cultivo de las chinampas, dentro de la cual se diferenciaba la de tierra firme de la de pantano. Con esta técnica, se explotaba el suelo cenagoso permanentemente fértil y húmedo y se obtenía una productividad muy elevada. Esta agricultura intensiva se combinaba con la ganadería, la caza y la pesca en el lago, y un importante comercio, a corta y a larga distancia.

Charles Gibson dice que cuando menos hay probabilidades de que Tenochtitlan-Tlatelolco fuera la ciudad más grande del mundo occidental en 1519 con más de 1 millón de habitantes, de acuerdo con los cálculos serios de Las Casas, quien señaló que había 50 mil viviendas y más de 200 mil familias.

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