sábado, 4 de febrero de 2012

MARX Y ELGELS: EL CAPITALISMO INDUSTRIAL

Es abundante la literatura sobre el origen y desarrollo del capitalismo y, en particular, de la revolución industrial. Se ha documentado que el capitalismo industrial nació en Inglaterra entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, y que desarrollo agrícola fue una de las condiciones necesarias de la industrialización. Sin una verdadera “revolución agrícola”, no hubiese existido Revolución Industrial en Inglaterra.

La exigencia de herramientas para aumentar la producción en la agricultura y mejorar la explotación de la tierra, provocó el desarrollo de la industria metalúrgica, por ejemplo el arado de hierro, las trilladoras mecánicas. Y el aumento de la productividad agropecuaria estimuló la industria textil.

Varios estudios señalan que se comenzaron a drenar los suelos, preparándolos después con abonos. Se llevaron a cabo las primeras experiencias de alternancia de cultivos, con el objeto de evitar el agotamiento de los suelos, sin emplear el barbecho. Iniciaron los cultivos de terrenos artificiales que pudieran facilitar la alimentación del ganado durante el invierno, pero los progresos de la trilla mecánica redujeron los niveles de empleo en los meses de invierno. El obrero agrícola comenzó a conocer la difícil experiencia del desempleo técnico.

En el transporte y las comunicaciones también se lograron varias realizaciones, pero Inglaterra, en el siglo XVIII, estaba rezagada con respecto a otros países europeos, a pesar de lo cual aumentaron rápidamente los canales y se redujo el costo del transporte. La construcción de puentes, canales, túneles, carreteras se entendió pronto como una tarea apremiante.

El ferrocarril fue consecuencia de la Revolución Industrial, pero no formó parte de la fase intensa de la industrialización. Según datos muy conocidos, en 1830 no llegaban a los 100 kilómetros las líneas férreas en Gran Bretaña.

Se ha documentado ampliamente en todos los trabajos que hablan de la Revolución Industrial que la herramienta manual poco a poco fue sustituida por la máquina, gracias a los perfeccionamientos tecnológicos y a la utilización del vapor como fuente de energía.

Este conjunto de descubrimientos transformó las relaciones entre el trabajo y el capital. Se operó entonces el gran salto de la fase artesanal a la infraestructura tecnológica, transformando las condiciones de vida y de trabajo.

Por ejemplo los grandes telares desplazarían el mundo artesanal de las manufacturas textiles. En la producción artesanal, el comerciante entregaba la lana a una familia y ésta la hilaba, la tejía y devolvía a su patrón el producto terminado a cambio de una suma de dinero. El antiguo artesano textil, dueño de su arcaico medio de producción, se vio obligado a contratarse en las fábricas, cuyos ritmos de producción incrementaron rápidamente los circuitos clásicos de distribución y cambio.

Con la Revolución Industrial también crecen los conflictos sociales. A muchos capitalistas no les importaba que sus obreros, a veces niños de siete años, trabajaran 12 ó 14 horas por día en condiciones insalubres, con graves riesgos físicos.

Su única preocupación era aumentar la producción al menor costo posible, es decir, pagando el salario más bajo que se pudiera, aprovechándose de la gran cantidad de desocupados que había. En las entrañas del capitalismo ha vivido siempre la explotación y la especulación más desenfrenada.

Esta situación de injusticia llevó a la aparición de los primeros sindicatos de trabajadores y de huelgas en demanda de aumentos de sueldo y de mejoras en las condiciones de trabajo. La unión de los trabajadores posibilitó la aprobación de las primeras leyes protectoras de sus derechos y, consecuentemente, el mejoramiento progresivo de su calidad de vida.

Veamos cómo describen Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista, cien años después de que se dio la revolución industrial los cambios que operaron el capitalismo y la burguesía en todos los órdenes de la vida social: La gran industria –nos dicen- ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó a su vez, en el auge de la industria, y a medida que se iba extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando los capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.

Y agregan Marx y Engels: la burguesía, que ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el estado representativo moderno, y ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas.

Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus “superiores naturales”, las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”. Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.

En conclusión, la burguesía ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?

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