sábado, 11 de febrero de 2012

LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA

Segunda de cuatro partes

Todo mundo está de acuerdo en que el avance tecnológico es irreversible, y si la sociedad estuviera organizada de una manera racional debería significar menos trabajo para el ser humano y, desde luego, menos esfuerzo en el trabajo. En otras palabras, el desarrollo tecnológico no debe caer como maldición sobre los seres humanos. Al contrario, debe ser un factor que los libere de la fatiga y el peso del trabajo.

La globalización, para los poderosos, es un fenómeno fatal, que arrastra a naciones enteras de todo el mundo a los dictados impuestos por las grandes potencias; que todo mundo debe resignarse, porque no hay manera de oponerse a ese nuevo rasgo que caracteriza al mundo de nuestros días.

Lo que ocultan esos intereses es que la globalización representa una nueva división internacional del trabajo, que adjudica a los países pobres el papel no sólo de surtidores de materias primas y exportadores netos de capital, sino meros receptores de la tecnología y plantas productivas obsoletas. Ya sabemos por experiencia directa, que la globalización no es cooperación económica ni interdependencia sino dominio económico, político y cultural de los centros de poder capitalista sobre el resto del mundo.

Los nuevos hechos y rasgos que caracterizan la producción y los servicios, el intercambio y las relaciones entre países, es decir, la nueva realidad económica mundial, tiene también su expresión en el ámbito político. Y aquí pasa lo mismo que en la economía: los centros de poder capitalista mundial imponen sus modelos políticos a los países sometidos. Se utiliza al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, a la ONU, a la moribunda OEA, a las Organizaciones No gubernamentales y muchas fundaciones de los países poderosos para imponer el modelo político y, particularmente, el estilo “democrático” que conviene a las potencias.

Se trata de un régimen político que sólo tiene que ver con el juego electoral, pero que abandona la democracia social, es decir, la legítima aspiración de las masas populares a su mejoramiento económico, a su decisiva participación en la esfera de su gobierno, y al mejoramiento cultural.

Los cambios en la economía y en la política, a nivel mundial, van acompañados de una ofensiva ideológica de los dueños del capital. Los medios de difusión están jugando, en esta lucha, un papel fundamental y, en algunos casos, un papel decisivo. Cínicamente reviven viejas ideas del siglo XVIII y XIX, y se vuelve a colocar en el centro de los valores humanos el más abierto individualismo y un desenfrenado egoísmo, a los que se presentan como las más altas virtudes del ser humano y fuente única de todo avance social.

¿Cómo se manifiesta la globalización en los países de escaso desarrollo como México? La globalización se expresa en un mayor dominio de la economía norteamericana, en una apertura indiscriminada del mercado nacional a las transnacionales, en una postración indecorosa de los gobiernos panistas a las imposiciones yanquis.

Los panistas han quebrado a México, a sus pilares fundamentales. Bajo el PAN nos hemos convertido en el verdadero patio trasero de los gringos.

Las potencias capitalistas desarrolladas, que ejercen su hegemonía sobre el resto del mundo, buscan asegurar una mayor explotación sobre todos los pueblos de la Tierra. Ahora los países pobres participan cada vez menos en el intercambio económico mundial, y esa situación se agravará más en el futuro inmediato. Existe, además, un verdadero monopolio de la ciencia y la tecnología, que los países ricos y sus empresas usan para ampliar sus beneficios. En este renglón, como en otros muchos, son cada vez mayores las diferencias entre los países ricos y los pobres, y la brecha tiende a ensancharse, en perjuicio de la mayoría.

Estos fenómenos han provocado, como nunca, un crecimiento alarmante de la pobreza; el resurgimiento de problemas sociales que se creían superados y una perspectiva incierta para la mayoría de los 7 mil millones de seres humanos que integran, por hoy, la población mundial. Todos estos fenómenos y otros más como el llamado libre comercio, que desde luego es un mito para las grandes potencias, son efecto directo de la llamada globalización, o mundialización de la economía.

Queda claro que la globalización no se manifiesta en un nuevo orden internacional, donde prevalezcan relaciones justas y equitativas o de mutuo beneficio entre los Estados y los pueblos. Cada vez esas relaciones son más injustas y desequilibradas, siempre favorables a los poderosos. Hasta las gentes menos sensibles o siempre favorables a los intereses económicos de los fuertes, han tenido que reconocer que en esta era de neoliberalismo y globalización, lo que realmente se ha globalizado es la miseria, la pobreza y las perspectivas de un mundo sin esperanza para miles de millones de seres humanos.

Cuando la humanidad se encontraba cerca de fin del siglo XX, se hizo costumbre entre ciertos intelectuales del imperialismo yanqui, como Francis Fukuyama, hablar del fin de la historia, el fin del trabajo, el fin de la democracia, el fin del hombre, el fin de la geografía, el fin del Estado-nación y de su soberanía y el fin de muchas otras cosas más, como si el término de un siglo significara el final de todo cuanto existe.

Al lado de todo lo que “termina”, esos mismos intelectuales no pierden oportunidad para lanzar loas al capitalismo, al libre mercado, particularmente al neoliberalismo y sobre todo a la globalización.

Varios autores afirman, también que las ciencias que sirvieron para explicar los diferentes fenómenos sociales han entrado en decadencia. Por ejemplo, sostienen que la Sociología ya resulta insuficiente, pues tenía como objeto el estudio de la sociedad nacional, en tanto que hoy se requiere una nueva ciencia, con nuevos conceptos y con una metodología nueva para estudiar y entender la sociedad global. Es más, van más allá y proponen sea creada una ciencia que lleve el nombre de Globología, ciencia que debe ir elaborando sus propios términos, algunos de los cuales ya se utilizan para describir los fenómenos contemporáneos.

Los científicos sociales que han abordado con cierto rigor el tema, consideran que la globalización puede ser definida como “la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son moldeados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa”.

Dentro de esta definición caben los temas de la economía, de la política, de la cultura en general, del avance tecnológico en particular, así como los descubrimientos científicos y su inmediata aplicación a la producción, fenómeno, este último, que se ubica en la base de las portentosas conquistas humanas y en los dramáticos cambios que ha experimentado la humanidad en los últimos decenios en sus condiciones de trabajo y formas de vida.

Esos científicos sociales ocultan que la globalización es la globalización del capitalismo, es decir la consolidación del capitalismo como sistema social por todas partes del mundo, independientemente de su naturaleza injusta e inhumana, como lo ha probado en sus casi 225 años de vigencia, si consideramos que fue a partir del triunfo de la Revolución Francesa de 1789 cuando adquirió un carácter internacional hasta llegar a su fase actual de globalización.

Por lo tanto no se trata, y nadie se atrevería a hablar de una globalización en abstracto o sin nombre. Es necesario insistir: la globalización que el mundo conoció en la parte final del siglo XX y en lo que llevamos del XXI es, concretamente, la globalización del capital, el predominio de las empresas transnacionales que han atravesado historias y geografías, que han alterado el mapa del mundo y que, en su afán de lucro, no se detienen ante nada.

Quienes estudian el fenómeno en cuestión, plantean un problema que se ha venido generando desde la etapa inmediata posterior a la segunda guerra mundial, donde el predominio de los Estados Unidos de Norteamérica, vino aparejado a un desarrollo impetuoso de las corporaciones transnacionales: se trata del tema del Estado-nación que surge propiamente con el desmoronamiento del feudalismo y la fortificación del capitalismo.

La globalización ha inducido a la crisis del Estado-nación entre en crisis, porque muchas de las manifestaciones económicas, políticas, sociales, y culturales de la globalización superan y trascienden la extensión territorial de los países que integran la comunidad internacional. Las empresas transnacionales, perteneciendo a un Estado o teniendo su origen en un Estado, no se sujetan a sus leyes.

Veamos otro aspecto de la globalización:

La clase trabajadora, históricamente ha sido la productora de los bienes y servicios en cada una de la épocas de la humanidad y, se quiera o no, la productora de las conquistas culturales más elevadas alcanzadas por el ser humano. Sin su presencia y participación no se explica ninguno de los grandes pensadores que, a través de los siglos, han constituido la conciencia humana.

A partir del momento en que surge el trabajo asalariado, hecho que se expresa dramáticamente en la Revolución Industrial inglesa, se inicia un ciclo que no ha concluido y que, al contrario, cada día que pasa tiene manifestaciones más intensas. Se trata del desempleo y de las grandes masas desocupadas.

Precisamente la Revolución Industrial que hoy algunos denominan la primera revolución industrial, fue un acontecimiento que tuvo entre sus principales manifestaciones la incorporación de las máquinas al proceso de producción y, como consecuencia, un desempleo masivo que lanzó a la calle a miles y miles de enardecidos trabajadores despedidos que, a su vez, se lanzaban a destruir las máquinas, pues consideraban que ellas eran las culpables de ser despedidos y no el sistema capitalista de producción.

Allí vemos que el avance tecnológico -la incorporación de la máquina a la producción- crea una gran cantidad de desempleados en el sistema de producción dominante.

Lo que ocurrió con las máquinas en el siglo XVIII, está sucediendo, pero multiplicado por miles o millones, con los portentosos avances aplicados de la electrónica, particularmente con la computación y todos los procesos de la inteligencia artificial, que se manifiestan en la automatización -en especial la robotización- de los procesos productivos y de muchos servicios.

“La aplicación de la inteligencia artificial a la producción industrial, a la agricultura y a los servicios está generando millones de desempleados en todo el mundo, principalmente en los países altamente industrializados”, pero también en los países pobres como México, donde las empresas transnacionales prescinden de la mano de obra y automatizan sus procesos.

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