sábado, 4 de febrero de 2012

LA CONQUISTA ESPAÑOLA, CRIMEN DE LESA HUMANIDAD

Cuando se consuma la conquista “los mexicas detentaban el mayor poderío conocido hasta entonces en Mesoamérica. El dominio de la triple alianza, que era cada vez más el dominio de México-Tenochtitlán, comprendía los casi cincuenta señoríos del Valle de México, variables tanto en su extensión como en sus relaciones políticas y tributarias con la Triple Alianza; y más allá del valle, unas cuatrocientas poblaciones, ciudades y señoríos tributarios, situados en treinta y ocho provincias, cubriendo unos doscientos mil kilómetros cuadrados”

Invadido el territorio mexicano y una vez que los españoles penetraron, todos los actos de conquista y la resistencia heroica de los nativos, tuvieron por escenario el centro de lo que hoy es México y, particularmente, la parte oriente y central del actual Distrito Federal.

Lo relevante en la conquista española es que se realiza y consuma cuando Europa está saliendo del régimen feudal, y cuando en su organización y modo de producción ya existen muchos elementos del sistema capitalista, a grado tal que España en esos años se encuentra en medio de una severa crisis económica y tiene una población desocupada que engrosará las filas de los que físicamente realizaron la conquista.

Algunas ciudades europeas habían crecido, pues en ellas ya se presentaba la producción manufacturera y había actividad comercial, aunque no contaran con mucha población. Se dice que París tendría una población cercana a los 200 mil habitantes y Londres si acaso llegaba a 100 mil.

Con el desarrollo del comercio surgieron las ciudades de Europa adoptaron el nombre de “Burgos”, que generalmente estaban habitados por los propios comerciantes y los artesanos. La aristocracia mercantil y otras capas de la población dedicadas a tareas de intermediación como los banqueros y los cambistas constituyeron el antecedente de la burguesía.

Se aprecia, entonces, una diferencia abismal entre los conquistadores y los conquistados, en cuanto a su grado de desarrollo, porque en el territorio de México, ni siquiera se había llegado al esclavismo como sistema y, en todo caso, los Aztecas que experimentaban el más alto grado de desarrollo se encontraban en la parte alta de la organización tribal, lo cual explica, sin duda, la superioridad técnica de los conquistadores y las razones de la conquista, que tuvo momentos dramáticos para los originarios de estas tierras, para quienes se inició una etapa llena de violencia, de penurias sin par que jamás habían conocido.

A pesar de esa diferencia, la resistencia azteca fue formidable, y los españoles fueron rechazados en distintas ocasiones, utilizando armas que no se comparaban, por su eficacia, con las de los conquistadores.

Los aztecas no abandonaron, durante todo este proceso, sus creencias, y en la mayoría de los casos pretendían hacer presos a los enemigos en lugar de eliminarlos. Y, por si fuera poco, las enfermedades portadas por los españoles –enfermedades no conocidas por los nativos- hicieron estragos en la población azteca, la diezmaron y la debilitaron.

Alrededor del descubrimiento de América, en 1492, y la caída de la Gran Tenochtitlan, en 1521, Europa tenía un escenario diverso. Del siglo XV hasta mediados del XVIII la economía de Europa se caracteriza por un gran crecimiento del comercio y, obviamente, de los mercados, lo que representa el antecedente directo que hace posible la revolución industrial. Durante la última parte del siglo XV se presentó el desarrollo de la imprenta, se mejoraron las técnicas de la minería y de la metalurgia, se perfeccionaron las armas de fuego y los instrumentos de navegación, lo que no ocurrió con la producción agrícola.

En esencia, la expansión europea encontró en la navegación, el comercio y el desarrollo tecnológico los motores que hicieron posible el descubrimiento, las conquistas y la explotación de América.

Todos estos cambios están enmarcados por el Renacimiento, como se conoce al intenso movimiento artístico, cultural y científico de la Europa Occidental.

Varios estudios nos dicen que la población del México precolonial era de 25 millones de habitantes y que entre 1519 y 1607 la población disminuyó en un 95%, es decir, en 88 años de colonización la población indígena disminuyo de 25 a poco más de 1 millón de habitantes.

Se dice que la población aborigen, a la llegada de los españoles, era poco más de 11 millones, pero cualquiera que sea la cifra, el aniquilamiento de la población aborigen no conoce precedente en la historia de la humanidad. Lo que desde la perspectiva de hoy se denomina un crimen de lesa humanidad.

Las tierras arrebatadas a los aztecas y demás grupos nativos sobrevivientes, se hizo en nombre de la civilización europea, la religión católica y la voluntad monárquica y divina representada por la personalidad del Rey y del Papa.

Prácticamente sobre estas ruinas, los españoles fincaron sus instituciones jurídicas, sociales, educativas y económicas. Denominaron virrey al representante del Rey, pusieron en práctica la esclavitud de los indios, transformaron la cultura indígena, particularmente su religión; mediante las encomiendas se apropiaron de tierras y pobladores.

Crearon toda una infraestructura, en el gobierno y la economía, para establecer un dominio que duró tres siglos, en el cual, los monarcas de aquí y de allá, junto con autoridades del Vaticano y los eclesiásticos de la Nueva España, dieron vigencia a la “Santa Inquisición”, tribunal de la Iglesia Católica que juzgaba a todo aquel que osara pensar, hablar, escribir o actuar, al margen de los ordenamientos monárquicos o eclesiásticos.

Las formas de control de la población, la ideología inculcada a indios y mestizos, el rol de los criollos y peninsulares, hicieron del sistema colonial, una forma injusta de dominación y fuente de incalculables riquezas para los colonialistas.

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