lunes, 2 de julio de 2012

¿GOLPE DE ESTADO ELECTORAL EN MÉXICO?



Esta es la crónica.

Los mexicanos presenciamos, con cierto estupor, los acontecimientos posteriores a la votación el primero de julio. Muchos nos quedamos con la sensación de que el siempre invocado y siempre violado Estado de Derecho, pasaba una vez más a formar parte del anecdotario político de este país.

Sin escrúpulos de ninguna naturaleza, distintos actores se movieron coordinadamente para violentar una vez más la legalidad electoral, pasando sobre las normas que, con gran alharaca, todos dicen respetar.

Y en el frenético, pero eso sí, bien coordinado movimiento, las encuestadoras llevaron mano: salieron precipitadamente a presentar como resultados definitivos e irreversibles los datos manipulados a favor del candidato presidencial del PRI, con una pequeña variante de las cifras abultadísimas que manejaron en toda la campaña. Ya no hablaron de 15 o 20 puntos de ventaja del priista, sino de una cómoda ventaja de 10 a 12 puntos sobre el segundo lugar. Las encuestas de salida –obvia y claramente manipuladas-marcaron la pauta de una “democrática victoria”.

Sobre esos porcentajes alterados (ilegales, podría decirse) se montó una feroz campaña, al margen de los resultados reales, que prendió, como el fuego, en los medios electrónicos, sobre todo en la radio y la tv, para declarar anticipadamente vencedor a Peña Nieto y perdedor a Andrés Manuel.

El juego de siempre de los poderosos intereses económicos que convierten en víctimas a los televidentes y radioescuchas.

Ya antes de las 8 de la noche del domingo primero de julio, sin que el prep empezara a funcionar  había, para ellos, un vencedor y un perdedor. Su sentencia era definitiva, irreversible y, por lo tanto, inatacable. Causarían envidia al Santo Oficio.

La maniobra caminaba. El PAN y su descompuesta candidata volverían a jugar el sucio papel que desempeñaron en 1988: se convirtieron en comparsas, en trabajadores eficientes -y siempre bien retribuidos- de las cañerías y los albañales. Vázquez Mota no salió a reconocer su derrota, sino a levantar la mano anticipadamente a Peña Nieto, en una actitud como la de la muchacha solícita.

La panista salió a vender el reconocimiento anticipado al candidato del PRI, cuando el prep apenas empezaba a dar alguna información sobre el resultado electoral presidencial, adelantando dos horas una conferencia que estaba anunciada para después de las 10:30 de la noche. Ya después vendrán las componendas, como ocurrió en 88; ya después se pondrán de acuerdo sobre las reformas estructurales que tanto interesan al PRI y al PAN para acabar de desmantelar a la nación mexicana, ya después apoyarán la privatización de Pemex y la CFE que está en las propuestas del priista.

Entre la aparición de Josefina y las cifras del Conteo Rápido del IFE se generó un espacio que fue cubierto por una verdadera jauría en los medios. Todos al unísono exigiendo que López Obrador reconociera ¡ya! los resultados… de las encuestadoras.

La pinza la cerraron el presidente del IFE –por cierto  miembro del PMT de Heberto Castillo- y Felipe Calderón. Zurita Valdez presentando cifras distintas a las que aparecían en el prep, que daban una diferencia de 3% entre el primero y segundo lugar.

Y sobre esas cifras Felipe Calderón tejió un discurso pronunciado con cara de alegría, declarando a Peña Nieto vencedor y próximo presidente de la República. Se constituyó así en máxima autoridad electoral sustituyendo en sus funciones al Tribunal Federal Electoral, cuya declaratoria, si es que todavía la hace, ya no tendrá ninguna importancia, aunque haya quienes le atribuyan validez jurídica.

Sin embargo cuando las cosas habían llegado a este nivel, se podría esperar una intervención de Peña Nieto, dentro de la legalidad, mesurada, con absoluto respeto a las leyes que norman los procesos electorales y a las instituciones encargadas de realizarlos.

Pero para sorpresa de muchos, Enrique Peña culminó lo que algunos comentaristas consideran un golpe electoral de Estado. El priista se autoproclamó presidente sin esperar “el largo proceso que aún falta” (el entrecomillado es una expresión textual del presidente del IFE en una entrevista con un canal de TV el lunes 2 de julio por la mañana), es decir, los cómputos distritales del miércoles 4 de julio, y menos esperar la declaratoria  del Tribunal Federal Electoral.

Quien tenga duda puede buscar en la red el discurso que pronunció donde se asume ya como presidente de la República, sin  serlo.

Y los cómputos distritales que lo declaran vencedor, ¿dónde están? Y la declaratoria del Tribunal Federal Electoral, ¿dónde queda? Se cancela así la culminación del proceso electoral. Es un acto de fuerza que violenta la Constitución y las leyes electorales.

Avasallar al adversario, parece ser la consigna, así sea violando la normatividad legal. Dar, de hecho, por concluido el proceso electoral  e impedir que se presenten y prosperen los recursos ante el cúmulo de irregularidades que se denunciaron en la campaña, durante la elección y después de ésta.

Más que un acto democrático, lo que ocurrió en la tarde noche del domingo primero de julio, fue un acto de provocación. ¿Y así quieren la reconciliación nacional?

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