martes, 7 de agosto de 2012

LA OLIGARQUÍA DE MÉXICO SE AFERRA AL PODER



Hace algunos meses incorporé al blog un artículo con la denominación "La oligarquía en México", del que extraigo parte de su contenido con el interés de contribuir a entender lo que pasa en el México de nuestros días.

En el citado artículo señalé que México ha experimentado cambios muy importantes en las últimas décadas. Lo fundamental en esas transformaciones es que se acentuó el dominio de las relaciones capitalistas en todos los órdenes de la vida nacional. Han desaparecido o están desapareciendo con gran celeridad las formas semifeudales de producción.

Agregué que en el campo mexicano se introdujeron, a sangre y fuego, las relaciones capitalistas de producción, y por eso se intentó desaparecer la propiedad social para dar lugar a la sacrosanta propiedad privada, a la que se rodea de protección y privilegios. La incorporación del ejido al torrente de las mercancías susceptibles de compra-venta es simple y llanamente capitalismo puro.

La reducción drástica de las empresas del sector público y su entrega, en bandeja de plata a la voracidad privada, expresa que los gobernantes empujaron a México sobre el carril del capitalismo salvaje.

Los gobiernos de los últimos sexenios, han tenido una actitud entreguista frente al proceso globalizador que caracteriza al mundo en nuestros días, proceso que no sólo abarca la economía, sino la política y la vida cultural. Los últimos gobiernos federales han sido sumisos ante ese proceso, por lo cual ahora somos un país menos soberano, con más pobreza y menos democracia.

El neoliberalismo, apreciado en su esencia, ha profundizado las relaciones capitalistas dependientes, alentado propósitos neocoloniales desde Europa y afianzando la dependencia de la economía yanqui.

No es extraño que la banca privada haya resultado usurera y que a través de la banca extranjera se siga saqueando a México y, como se dio a conocer recientemente, se lave dinero a raudales. Los otros empresarios del país también se han convertido en saqueadores para no abandonar esa vieja tradición.

Estos miembros de la burguesía, que han estado tras el poder en los últimos 5 sexenios, resultaron los beneficiarios de todas las medidas económicas y varios de ellos se codearon con los empresarios más ricos del mundo, obtuvieron enormes beneficios y empobrecieron al pueblo hasta niveles no conocidos.

Examinando la situación de algunos de los multimillonarios que surgieron y crecieron de manera inusitada bajo el neoliberalismo -como Carlos Slim Helú, Alberto Bailleres, Olegario Vázquez Raña, María Asunción Aramburuzabala Lorenzo Zambrano, Jorge Larrea Ortega, Gerónimo Arango, Emilio Azcárraga Jean, Bernardo Garza Sada, Lorenzo Servitje, Jorge Vergara, Pablo Aramburuzabala, Ricardo Salinas Pliego, Roberto Hernández Ramírez, Enrique Molina Sobrino, David y Adriana Peñaloza, Roberto González Barrera, Alfredo Harp Helú, entre otros- se concluye que todos lo hicieron al amparo del poder político.

20 familias de las más acaudalas, cuando mucho, que concentran un porcentaje elevado del PIB y en cuyo beneficio se toman decisiones económicas y políticas que afectan a la inmensa mayoría de los mexicanos.

Precisé en el citado artículo que, en México, se observa un fenómeno muy importante: con el breve número de oligarcas se fusionó el capital financiero con el capital productivo, fenómeno que en otras partes de la tierra dio lugar a la aparición de regímenes totalitarios, como el nazismo alemán, el fascismo italiano, el falangismo español y el militarismo japonés.

Concluí diciendo que en México la existencia de la oligarquía, -fenómeno que no necesariamente se refleja de la misma manera que en Alemania, Italia, España o Japón- ya tiene manifestaciones claras en el ámbito político.

Y la burguesía nacionalista que surgió y creció al amparo de la Revolución Mexicana, con la reducción drástica del sector estatal de la economía, perdió su base económica y, por lo tanto, el apoyo material de su existencia.

Hasta aquí partes del artículo mencionado.

Algunos personajes que pertenecían a la burguesía nacionalista se incorporaron a las fuerzas políticas que luchan contra el neoliberalismo, contra los intereses de la oligarquía. Esto tiene su mérito.

Pero la mayoría de ellos se convirtieron en empleados de los oligarcas, tal como les ocurrió a la inmensa mayoría de los cuadros panistas de cierto nivel, que combinaban su militancia partidista con el carácter de empleados de las grandes empresas.

En lo más intenso de la crisis política, grandes sectores nacionalistas se desprendieron del Partido Revolucionario Institucional, partido que nunca pudo recuperar el carácter que tuvo hasta antes de 1982. Su cúpula se inclinó abiertamente por el modelo neoliberal. Una muestra más clara de esta afirmación se demuestra en la decisión priista de llevar a Calderón a la presidencia de México, sin que el panista haya ganado la elección.

Es claro que la oligarquía gobierna en México desde que los neoliberales asumieron el poder. El breve número de sus integrantes han sido los beneficiarios de las acciones de gobierno, se trate del PRI o del PAN. La alternancia, que con bombo y platillo presumieron en 2000, fue la alternancia entre los neoliberales.

Hoy la alternancia que se propone y de la que pocos hablan es la alternancia entre los neoliberales bajo la dirección de la oligarquía y para la protección de sus intereses.

Alguien como Manuel Bartlett que conoce las entrañas del sistema mexicano y que desde hace tiempo lucha contra el neoliberalismo, dijo con claridad en una entrevista aparecida en el diario La Jornada que el gran problema del país  “es que estamos dominados por una brutal oligarquía que no tienen moral y que usa indistintamente al PRI y al PAN para mantener sus intereses”.

La ruta de los oligarcas, en el siglo pasado, para imponer a los gobernantes en la mayor parte de los países de América Latina, con el apoyo abierto y la intromisión descarada del imperialismo yanqui, fueron los golpes militares, en tanto que en México lo han logrado a través de golpes electorales.

La subasta y el remate del patrimonio nacional, para hablar sólo de México, va de la mano con los golpes electorales, donde gobiernos ilegítimos agreden violentamente los intereses populares y nacionales.

Los fraudes electorales que se realizaban alterando la voluntad ciudadana en las casillas, dejaron su lugar ya en el 2000 a procesos turbios con dinero a raudales antes de la elección, que en 2006 no les alcanzó para colocar como presidente a Felipe Calderón, por lo que tuvieron que intervenir las instituciones electorales y el propio Partido Revolucionario Institucional para imponerlo.

Para fraguar el golpe de 2012 se refinaron los métodos fraudulentos casi al grado de utilizar tecnología de punta, que al común de los mortales les parecen incomprensibles. Como nunca antes lo principal del fraude se dio antes de la elección. Hoy cuidar la votación en las casillas es una formalidad que puede convalidar un fraude de proporciones gigantescas. Contar y recontar las ánforas puede conducir, y creo que hoy conduce a convalidar el fraude.

Y atrás de los golpes electorales está la oligarquía, que no se expone, como tampoco expone a sus empleados al ridículo de parecer primitivos corriendo a los representantes de casilla, llenando previamente las ánforas, robando ánforas a punta de pistola, encarcelando a los opositores, quemando las boletas electorales de los adversarios o alterando burdamente los resultados reales obtenidos en las casillas.

La modernización del fraude electoral, en México, consiste en sustituir todas las maniobras señaladas por la maniobra financiero que, seguramente, la mafia siciliana no llegó ni siquiera a soñar.

Vivimos en la sociedad del conocimiento y hay que ponerse a la altura de las innovaciones, ¡que caray! Y eso sólo lo puede hacer el nuevo PRI, no todo el PRI, sino uno o dos financieros de mentalidad mafiosa, con nombres y apellidos. No se necesita más.

Mientras tanto la irritación social sigue creciendo, y se va cancelando poco a poco la vía electoral para lograr cambios en beneficio de la nación y del pueblo. Los oligarcas han hecho de los procesos electorales y de la llamada democracia una simulación, y la democracia representativa ya no sirve a los intereses del pueblo mexicano.

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