Hace algunos meses incorporé al blog un artículo con la denominación "La oligarquía en México", del que extraigo parte de su contenido con el interés de contribuir a entender lo que pasa en el México de nuestros días.
En el citado artículo señalé
que México ha experimentado cambios muy importantes en las últimas décadas. Lo
fundamental en esas transformaciones es que se acentuó el dominio de las
relaciones capitalistas en todos los órdenes de la vida nacional. Han
desaparecido o están desapareciendo con gran celeridad las formas semifeudales
de producción.
Agregué que en el campo
mexicano se introdujeron, a sangre y fuego, las relaciones capitalistas de
producción, y por eso se intentó desaparecer la propiedad social para dar lugar
a la sacrosanta propiedad privada, a la que se rodea de protección y
privilegios. La incorporación del ejido al torrente de las mercancías
susceptibles de compra-venta es simple y llanamente capitalismo puro.
La reducción drástica de las
empresas del sector público y su entrega, en bandeja de plata a la voracidad
privada, expresa que los gobernantes empujaron a México sobre el carril del
capitalismo salvaje.
Los gobiernos de los últimos
sexenios, han tenido una actitud entreguista frente al proceso globalizador que
caracteriza al mundo en nuestros días, proceso que no sólo abarca la economía,
sino la política y la vida cultural. Los últimos gobiernos federales han sido
sumisos ante ese proceso, por lo cual ahora somos un país menos soberano, con
más pobreza y menos democracia.
El neoliberalismo, apreciado
en su esencia, ha profundizado las relaciones capitalistas dependientes, alentado
propósitos neocoloniales desde Europa y afianzando la dependencia de la
economía yanqui.
No es extraño que la banca
privada haya resultado usurera y que a través de la banca extranjera se siga
saqueando a México y, como se dio a conocer recientemente, se lave dinero a
raudales. Los otros empresarios del país también se han convertido en
saqueadores para no abandonar esa vieja tradición.
Estos miembros de la
burguesía, que han estado tras el poder en los últimos 5 sexenios, resultaron los
beneficiarios de todas las medidas económicas y varios de ellos se codearon con
los empresarios más ricos del mundo, obtuvieron enormes beneficios y
empobrecieron al pueblo hasta niveles no conocidos.
Examinando la situación de
algunos de los multimillonarios que surgieron y crecieron de manera inusitada
bajo el neoliberalismo -como Carlos Slim Helú, Alberto Bailleres, Olegario
Vázquez Raña, María Asunción Aramburuzabala Lorenzo Zambrano, Jorge Larrea
Ortega, Gerónimo Arango, Emilio Azcárraga Jean, Bernardo Garza Sada, Lorenzo
Servitje, Jorge Vergara, Pablo Aramburuzabala, Ricardo Salinas Pliego, Roberto
Hernández Ramírez, Enrique Molina Sobrino, David y Adriana Peñaloza, Roberto
González Barrera, Alfredo Harp Helú, entre otros- se concluye que todos lo
hicieron al amparo del poder político.
20 familias de las más
acaudalas, cuando mucho, que concentran un porcentaje elevado del PIB y en cuyo
beneficio se toman decisiones económicas y políticas que afectan a la inmensa
mayoría de los mexicanos.
Precisé en el citado artículo
que, en México, se observa un fenómeno muy importante: con el breve número de
oligarcas se fusionó el capital financiero con el capital productivo, fenómeno
que en otras partes de la tierra dio lugar a la aparición de regímenes
totalitarios, como el nazismo alemán, el fascismo italiano, el falangismo
español y el militarismo japonés.
Concluí diciendo que en
México la existencia de la oligarquía, -fenómeno que no necesariamente se
refleja de la misma manera que en Alemania, Italia, España o Japón- ya tiene
manifestaciones claras en el ámbito político.
Y la burguesía nacionalista
que surgió y creció al amparo de la Revolución Mexicana, con la reducción
drástica del sector estatal de la economía, perdió su base económica y, por lo
tanto, el apoyo material de su existencia.
Hasta aquí partes del
artículo mencionado.
Algunos personajes que
pertenecían a la burguesía nacionalista se incorporaron a las fuerzas políticas
que luchan contra el neoliberalismo, contra los intereses de la oligarquía.
Esto tiene su mérito.
Pero la mayoría de ellos se
convirtieron en empleados de los oligarcas, tal como les ocurrió a la inmensa
mayoría de los cuadros panistas de cierto nivel, que combinaban su militancia
partidista con el carácter de empleados de las grandes empresas.
En lo más intenso de la
crisis política, grandes sectores nacionalistas se desprendieron del Partido
Revolucionario Institucional, partido que nunca pudo recuperar el carácter que
tuvo hasta antes de 1982. Su cúpula se inclinó abiertamente por el modelo
neoliberal. Una muestra más clara de esta afirmación se demuestra en la
decisión priista de llevar a Calderón a la presidencia de México, sin que el
panista haya ganado la elección.
Es claro que la oligarquía
gobierna en México desde que los neoliberales asumieron el poder. El breve
número de sus integrantes han sido los beneficiarios de las acciones de
gobierno, se trate del PRI o del PAN. La alternancia, que con bombo y platillo
presumieron en 2000, fue la alternancia entre los neoliberales.
Hoy la alternancia que se
propone y de la que pocos hablan es la alternancia entre los neoliberales bajo
la dirección de la oligarquía y para la protección de sus intereses.
Alguien como Manuel Bartlett
que conoce las entrañas del sistema mexicano y que desde hace tiempo lucha
contra el neoliberalismo, dijo con claridad en una entrevista aparecida en el
diario La Jornada que el gran problema del país “es que estamos dominados por una brutal
oligarquía que no tienen moral y que usa indistintamente al PRI y al PAN para
mantener sus intereses”.
La ruta de los oligarcas, en
el siglo pasado, para imponer a los gobernantes en la mayor parte de los países
de América Latina, con el apoyo abierto y la intromisión descarada del
imperialismo yanqui, fueron los golpes militares, en tanto que en México lo han
logrado a través de golpes electorales.
La subasta y el remate del
patrimonio nacional, para hablar sólo de México, va de la mano con los golpes
electorales, donde gobiernos ilegítimos agreden violentamente los intereses
populares y nacionales.
Los fraudes electorales que
se realizaban alterando la voluntad ciudadana en las casillas, dejaron su lugar
ya en el 2000 a procesos turbios con dinero a raudales antes de la elección,
que en 2006 no les alcanzó para colocar como presidente a Felipe Calderón, por
lo que tuvieron que intervenir las instituciones electorales y el propio
Partido Revolucionario Institucional para imponerlo.
Para fraguar el golpe de 2012
se refinaron los métodos fraudulentos casi al grado de utilizar tecnología de
punta, que al común de los mortales les parecen incomprensibles. Como nunca
antes lo principal del fraude se dio antes de la elección. Hoy cuidar la
votación en las casillas es una formalidad que puede convalidar un fraude de
proporciones gigantescas. Contar y recontar las ánforas puede conducir, y creo
que hoy conduce a convalidar el fraude.
Y atrás de los golpes
electorales está la oligarquía, que no se expone, como tampoco expone a sus
empleados al ridículo de parecer primitivos corriendo a los representantes de
casilla, llenando previamente las ánforas, robando ánforas a punta de pistola,
encarcelando a los opositores, quemando las boletas electorales de los
adversarios o alterando burdamente los resultados reales obtenidos en las
casillas.
La modernización del fraude
electoral, en México, consiste en sustituir todas las maniobras señaladas por
la maniobra financiero que, seguramente, la mafia siciliana no llegó ni
siquiera a soñar.
Vivimos en la sociedad del
conocimiento y hay que ponerse a la altura de las innovaciones, ¡que caray! Y
eso sólo lo puede hacer el nuevo PRI, no todo el PRI, sino uno o dos
financieros de mentalidad mafiosa, con nombres y apellidos. No se necesita más.
Mientras tanto la irritación
social sigue creciendo, y se va cancelando poco a poco la vía electoral para
lograr cambios en beneficio de la nación y del pueblo. Los oligarcas han hecho
de los procesos electorales y de la llamada democracia una simulación, y la
democracia representativa ya no sirve a los intereses del pueblo mexicano.
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