Han transcurrido dos años y
medio del gobierno antineoliberal en México, y ya se notan los cambios en la
vida social, política y económica del país, a pesar de la rabiosa resistencia
de la corriente neoliberal desplazada del poder, por la vía electoral, en 2018.
En ese tiempo los
neoliberales, dentro de los que caben la derecha la ultraderecha, los
fascistas, los desnacionalizados, los apátridas los empresarios voraces, los
funcionarios corruptos desplazados de la estructura administrativa del gobierno
federal, etc. todos apoyados desde el exterior por poderosísimos intereses
económicos, digo, los neoliberales pasaron del azoro que les provocó su
estrepitosa derrota, al intento abierto y descarado de un golpe de estado, pero
se toparon y, hasta hoy, se siguen topando con la lealtad del ejército y la
marina al presidente de la República.
Y del golpismo, que no han
abandonado, pasaron a la desesperación que los obligó a coaligarse en una
alianza, que algunos podrían decir que es contra
natura, pero no. El amasiato entre el PRI y el
PAN (da
pena ajena hablar del PRD) se inició desde 1982, con
el gobierno de Miguel de la Madrid, con el que vergonzosamente se abandonaron las conquistas y los objetivos
de la Revolución Mexicana. El PRI que se entregó en brazos del
neoliberalismo y el PAN, que ya lo era, iniciaron
algo cercano a las relaciones carnales,
como se decía en Argentina.
Y esa política de alcoba, que
se manifestó sin el menor pudor, en la reciente elección del 6 de junio del 21,
hoy es un matrimonio formal. Hemos escuchado de sus principales dirigentes,
juramentos de amor eterno. Hoy representan el antiméxico, y son herederos de lo
más repudiable de la historia mexicana.
La campaña electoral que
recién terminó, con otra aplastante victoria de la corriente antineoliberal que
encabeza el presidente López Obrador, a pesar de la brutalidad y suciedad con
que se condujo el bloque neoliberal, sienta sólidas bases para hacer frente a
las elecciones federales de 2024.
No es poca cosa haber logrado
mayoría legislativa en la Cámara de Diputados y mantener la mayoría en la Cámara
de Senadores del Congreso de la Unión; haber ganado 12 gubernaturas de 15 que
estaban en disputa y así gobernar en 16 entidades, y que la corriente
antineoliberal, encabezada por el partido del presidente, tenga la mayoría en
los congreso locales de 19 Estados de la República.
Muchos analistas
(neoliberales, desde luego) quieren meter confusión sobre las causan que
explican el triunfo antineoliberal de 2018, y su refrendo en 2021, y otros no
alcanzan a explicarse las razones de estas victorias.
Y hay que ir a lo profundo de
nuestro ser como nación y como pueblo, y repetir que somos un pueblo
profundamente nacionalista; que los neoliberales, en 36 años, no lograron
despojarnos de esa conciencia, que nos viene de lo más profundo de nuestras
luchas que conforman la historia nacional.
Y quien encarnó y encarna,
con absoluta claridad, esa conciencia nacionalista ha sido precisamente el
presidente López Obrador, que no sólo ha gobernado con una clara orientación
popular y nacional, sino que con sus medidas de política social, económica, y
de política exterior le está devolviendo la dignidad a los mexicanos; dignidad
perdida durante la dictadura neoliberal de los 36 años.
Porque hay que decirlo: el
neoliberalismo como modelo económico, social y político se reeligió a través de
los partidos de derecha y de extrema derecha como el PAN y el
PRI
durante 5 sexenios de saqueo, robo,
injusticias, sumisión.
Si en los tres años y medio
del actual sexenio el gobierno profundiza su política antineoliberal, estará
garantizada la victoria y su continuidad. Y así debe ser, la Cuarta
Transformación debe reelegirse para
garantizar al pueblo democracia y justicia social, y a nuestra nación, plena
independencia y soberanía.
El trabajo es arduo y los
enemigos poderosos, pero ya se demostró, una vez más en 2018 y en 2021 (y esta
es una enseñanza de nuestra historia) que una sólida alianza de las fuerzas
democráticas y progresistas mexicanas enfrenta y derrota a sus enemigos, como
sucedió en la Independencia, la Reforma y la Revolución de 1910.
Hay que ampliar esa alianza
de las mejores fuerzas de México. Existen las condiciones para ampliarla y
consolidarla. Y, de manera clara, por convenir a los intereses populares y de
la nación mexicana, señalar la posibilidad de la reelección de Andrés Manuel
López Obrador, por un solo sexenio.
Benito Juárez pudo triunfar
en la Reforma y consolidar la República con doce años de gobierno,
aproximadamente; y en varios países existe la figura de la reelección
presidencial.
El principio de no
reelección, en México, se levantó como bandera por los revolucionarios de 1910
para derrocar la dictadura de los latifundistas, entreguistas, apátridas y
desnacionalizados. Hoy debemos levantar el principio de la reelección para
impedir que regrese al poder la dictadura neoliberal. Así de sencillo.
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