El neoliberalismo surgió como
modelo económico colonialista del capitalismo, para dominar y saquear los
recursos de los países pobres y concentrar la riqueza en el seno de las
potencias económicas.
El mundo presenció, en la
última cuarta parte del siglo XX, un verdadero “asalto
neoliberalista al Estado Social”, de acuerdo con la expresión precisa de
Zygmunt Bauman.
En este blog, en distintos
artículos, denuncié que en 1982 un grupo de facinerosos había asaltado el
poder, y empezó a aplicar una política contraria a los grandes objetivos de
justicia social de la Revolución Mexicana.
Con el neoliberalismo se
estrechó el vínculo entre el poder económico y el poder político de las potencias.
Y en sus metrópolis se prepararon los cuadros neoliberales para colonizar al
resto de los países.
El resultado palpable y
comprobable, señalado en infinidad de estudios de carácter mundial en los
renglones económico, social y político, que al mismo tiempo condena ese modelo
criminal, es claro: el 1% de la población mundial concentra, aproximadamente,
el 95% de la riqueza global.
Lo que genera esta
concentración es una brutal desigualdad social como no se había visto en todo
el periodo del capitalismo. Y en la mayoría de los países se replicó, con
pequeñísimas variantes, esa concentración de la riqueza, y se hicieron más
profundas las desigualdades, que tienen postrados a millones de personas a lo
largo y ancho del globo terrestre, y dejó a centenas de millones de personas a
merced de las calamidades naturales y sociales.
Los malos gobernantes, bajo
el manto neoliberal, se dedicaron a vivir para los mercados, y ahora los
mercados los dejaron tirados, dice certeramente el cineasta británico, Ken
Loach.
El neoliberalismo no es un
sistema económico per se. No es que
se haya creado de la nada, o que sea una creación al margen del capitalismo. El
neoliberalismo es capitalismo puro. O para decirlo de otra manera, el
neoliberalismo es la expresión más pura del capitalismo en estado putrefacto.
No es sólo una manifestación
de descomposición del capitalismo. Es la descomposición del capitalismo en si.
Un sistema enfermo, que se encuentra en etapa terminal.
Queda claro que el
capitalismo ha cumplido su ciclo. Hoy representa un obstáculo para que la
humanidad siga su marcha ascendente, y no sólo es un obstáculo, es el mayor
peligro contra la humanidad. Por el bien de los 7500 millones de humanos sobre
la Tierra, debe desaparecer.
México, como muchas otras
naciones del mundo, sufrió los embates neoliberales, y los resultados
desastrosos están a la vista de todos.
En 15 meses el pueblo se ha
enterado, con datos, montos, fechas y nombres de neoliberales, el incalculable
daño que le ocasionaron a México en 36 años de dictadura neoliberal, y que
muchos denunciamos desde 1982.
Hoy, México, como muchos
países del mundo, tiene que orientarse a la reconstrucción de sus economías, al
establecimiento de principios y normas con una profunda orientación social.
Hay que reconocer el esfuerzo
que realiza el actual gobierno en ese sentido, y hay que combatir a los
desfasados neoliberales, que se aferran a sus dogmas fracasados como un
naufrago a una tabla rota.
Ningún neoliberal, ni los que
desgobernaron, ni los que hicieron turbios negocios desde y al amparo del poder
publico, tienen una pizca de autoridad económica, política y moral para decir
nada. Sus crímenes han quedado en evidencia, y sólo falta, en nuestro país, la
decisión del poder público de llamarlos a cuentas y exigirles las
responsabilidades que han eludido hasta hoy.
Desde el punto de vista que
se le quiera ver, no es posible que ese grupo de delincuentes ande libre como
si nada hubiera pasado. El gobierno actual no puede convertirse en cómplice de
esa mafia criminal.
Es evidente que con o sin
covid19, el neoliberalismo ha experimentado un fracaso absoluto, pero la
pandemia exhibió, en forma clara e inocultable, su carácter mafioso y criminal,
su naturaleza inhumana. Quien dude de esta afirmación que vea los hechos y
datos derivados de la pandemia en varios países del globo terrestre.
Aquí, en México, como en
otros países, la pandemia del covid19, ha desnudado a los neoliberales y a sus
voceros a sueldo. Ha evidenciado su verdadera vileza, su espíritu mezquino.
La defensa de sus privilegios,
derivados del fracasado sistema, los lleva a plantear la aberración de exigir
la permanencia del neoliberalismo criminal. Con verdadera rabia se oponen a
cualquier medida de corte popular. Tal parece que padecen ceguera mental, si no
estuvieran plenamente identificados como unos verdaderos miserables.
No se puede calificar de otra
manera a la banda de buitres que se afila las garras para enriquecerse en medio
de esta crisis de consecuencias incalculables. Su egoísmo y sus afanes de acumular
riqueza no tienen límites, como no tiene límites su espíritu faccioso y sus
afanes golpistas.
Eso y más está por exhibirse
en lo que ya es un problema de salud a nivel mundial, que ha acelerado la
crisis capitalista y el derrumbe de su engendro: el neoliberalismo.
Programática e
ideológicamente (si es posible utilizar este término) el neoliberalismo está
liquidado. La apropiación desmedida e incontrolada de los bienes y recursos del
pueblo, los llevó a que les estallara en pedazos el sistema capitalista.
Por ello, en estos momentos
adquiere mayor fuerza el planteamiento, o más bien la exigencia, de que un
mundo mejor es posible. Es para la inmensa mayoría de los que tenemos el
privilegio de vivir en este tiempo, una tarea inaplazable.
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